Oración
Señor Dios,
tú que, para defender la fe de la Iglesia
y promover su renovación espiritual,
diste a San Roberto Belarmino
una ciencia y una fortaleza admirables,
concédenos,
por la intercesión de este insigne
doctor de la Iglesia,
conservar y vivir siempre
en toda su integridad el mensaje evangélico
al que él consagró toda su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.
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Señor Dios,
tú que, para defender la fe de la Iglesia
y promover su renovación espiritual,
diste a San Roberto Belarmino
una ciencia y una fortaleza admirables,
concédenos,
por la intercesión de este insigne
doctor de la Iglesia,
conservar y vivir siempre
en toda su integridad el mensaje evangélico
al que él consagró toda su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.
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¡Oh!, San Roberto Belarmino, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y, el que, brillo disteis al
significado de vuestro nombre: “el que brilla, por su buena
fama”. “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir
cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria
lo muy rápidamente que se pasan los honores de este
mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios,
y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad
donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal.
esa comunidad era la de los padres jesuitas”. Y, así fue,
siendo más tarde el más valiente defensor de Nuestra
Iglesia Católica, contra los errores de los protestantes.
A las multitudes atraías, con vuestros bellos y reflexivos
sermones, prédicas y conferencias teológicas. Para todos
ellos, “ídolo” llegasteis a ser. Los miles de universitarios
de Roma, Lovaina y París, os amaban como su predicador
perfecto. Con mucha anticipación profesores y estudiantes,
“tomaban” literalmente las plazas, donde vos, ibais a dar
vuestras prédicas. Y, cuando se os anunciaba en los templos,
éstos, de “bote a bote” se llenaban. Os debemos también
el “Catecismo Resumido”, y el “Explicado”. Con vuestro libro
“Las Controversias”, pulverizasteis con sabiduría admirable
lo que evangélicos y calvinistas decían sobre Cristo
y la fe. Y, “suerte divina” tuvisteis de tener como discípulo
a San Luis Gonzaga, y cuando fallecisteis, pedisteis que
os enterrasen a su lado con una frase: “es que fue mi discípulo”.
Poco antes de morir escribisteis en vuestro testamento que,
todo lo que os teníais, se repartiera entre los pobres, y que,
vuestro funeral fuese de noche, para que no hubiera mucha
gente, y se hicieran sin solemnidad alguna. Os obedecieron,
pero a pesar de ello, os acompañó, una muchedumbre, pues
convencidos estaban de estar asistiendo al entierro de un santo.
Y, así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San Roberto Belarmino, “vivo brillo, del amor de Dios”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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de la vida, su amado santo y, el que, brillo disteis al
significado de vuestro nombre: “el que brilla, por su buena
fama”. “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir
cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria
lo muy rápidamente que se pasan los honores de este
mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios,
y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad
donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal.
esa comunidad era la de los padres jesuitas”. Y, así fue,
siendo más tarde el más valiente defensor de Nuestra
Iglesia Católica, contra los errores de los protestantes.
A las multitudes atraías, con vuestros bellos y reflexivos
sermones, prédicas y conferencias teológicas. Para todos
ellos, “ídolo” llegasteis a ser. Los miles de universitarios
de Roma, Lovaina y París, os amaban como su predicador
perfecto. Con mucha anticipación profesores y estudiantes,
“tomaban” literalmente las plazas, donde vos, ibais a dar
vuestras prédicas. Y, cuando se os anunciaba en los templos,
éstos, de “bote a bote” se llenaban. Os debemos también
el “Catecismo Resumido”, y el “Explicado”. Con vuestro libro
“Las Controversias”, pulverizasteis con sabiduría admirable
lo que evangélicos y calvinistas decían sobre Cristo
y la fe. Y, “suerte divina” tuvisteis de tener como discípulo
a San Luis Gonzaga, y cuando fallecisteis, pedisteis que
os enterrasen a su lado con una frase: “es que fue mi discípulo”.
Poco antes de morir escribisteis en vuestro testamento que,
todo lo que os teníais, se repartiera entre los pobres, y que,
vuestro funeral fuese de noche, para que no hubiera mucha
gente, y se hicieran sin solemnidad alguna. Os obedecieron,
pero a pesar de ello, os acompañó, una muchedumbre, pues
convencidos estaban de estar asistiendo al entierro de un santo.
Y, así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San Roberto Belarmino, “vivo brillo, del amor de Dios”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Septiembre
San Roberto Belarmino
Cardenal y
Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Roberto Belarmino, obispo y
doctor de la Iglesia, miembro de la Compañía de Jesús, que intervino de
modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas
teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también
obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en
Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades
en defensa doctrinal de la fe (1621).
Etimológicamente: Roberto = Aquel que brilla por su fama, es de origen germánico.
Etimológicamente: Belarmino = Aquel querrero que tiene todas las armas,es de origen germánico.
Este santo ha sido uno de los más valientes defensores de la Iglesia
Católica contra los errores de los protestantes. Sus libros son tan
sabios y llenos de argumentos convencedores, que uno de los más famosos
jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos: “Con escritores como
éste, estamos perdidos. No hay cómo responderle”.
San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su
madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer
una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria
prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta
Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones
públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban. El rector del
colegio de los jesuitas en Montepulciano dejó escrito: “Es el más
inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos
para el futuro”.
Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos
puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue convenciendo de
que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y cuenta
él en sus memorias: “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir
cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente
que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a
tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una
comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa
comunidad era la de los padres jesuitas”. Y así lo hizo. Fue recibido de
jesuita en Roma en 1560, y detalles de los misterios de Dios: él
entraba a esa comunidad para no ser elegido ni obispo ni cardenal
(porque los reglamentos de los jesuitas les prohibían aceptar esos
cargos) y fue el único obispo y cardenal de los Jesuitas en ese tiempo.
Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida
fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando
decía: “Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para
que logren comprender a los débiles y enfermos”. Cada par de meses
tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus
condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de
estudiar y de prepararse.
Ya de joven seminarista y profesor, y luego como sacerdote, Roberto
Belarmino atraía multitudes con sus conferencias, por su pasmosa
sabiduría y por la facilidad de palabra que tenía y sus cualidades para
convencer a los oyentes. Sus sermones fueron extraordinariamente
populares desde el primer día. Los oyentes decían que su rostro brillaba
mientras predicaba y que sus palabras parecían inspiradas desde lo
alto.
Belarmino era un verdadero ídolo para sus numerosos oyentes. Un
superior enviado desde Roma para que le oyera los sermones que predicaba
en Lovaina, escribía luego: “Nunca en mi vida había oído hablar a un
hombre tan extraordinariamente bien, como habla el padre Roberto”.
Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y
Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación
junto al sitio donde él iba a predicar. Los templos se llenaban
totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a
predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo.
Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de
autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y
literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin
haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni
leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la S.
Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue
fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo
sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus
sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de
predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos
tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino
transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.
Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en
varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser
rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y
el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para
hacerlo aprender a la gente sencilla. Escribió entonces el Catecismo
Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300
ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S.
Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo
Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de
sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida
logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.
Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual
cada contendor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y
los argumentos que defienden lo que él dice.
Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían
sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo
defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se
encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a
los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba “Las
controversias”, para enseñar a sus alumnos a discutir con los
adversarios. Y pronto publicó su primer tomo titulado así:
“Controversias”. En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo
que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo.
Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los
sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los
argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo
equivocados que están los que atacan nuestra religión. San Francisco de
Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos
libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de Belarmino. En 30
años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un librero de
Londres exclamaba: “Este libro me sacó de pobre. Son tantos los que he
vendido, que ya se me arregló mi situación económica”.
Los protestantes, admirados de encontrar tanta sabiduría en esas
publicaciones, decían que eso no lo había escrito Belarmino solo, sino
que era obra de un equipo de muchos sabios que le ayudaban. Pero cada
libro lo redactaba él únicamente, de su propio cerebro.
El Santo Padre, el Papa, lo nombró obispo y cardenal y puso como
razón para ello lo siguiente: “Este es el sacerdote más sabio de la
actualidad”.
Belarmino se negaba a aceptar tan alto cargo, diciendo que los
reglamentos de la Compañía de Jesús prohiben aceptar títulos elevados en
la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder para dispensarlo de
ese reglamento, y al fin le mandó, bajo pena de pecado mortal, aceptar
el cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan
sencillamente y sin ostentación como lo había venido haciendo cuando era
un simple sacerdote.
Al llegar a las habitaciones de Cardenal en el Vaticano, quitó las
cortinas lujosas que había en las paredes y las mandó repartir entre las
gentes pobres, diciendo: “Las paredes no sufren de frío”.
Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la
dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la
suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando
Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren junto a la
tumba de San Luis, diciendo: “Es que fue mi discípulo”.
En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar
semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a
rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.
En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo
14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no le eligieron por ser
Jesuita (pues estos padres tenían muchos enemigos). El rezaba y
fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan
difícil, y fue escuchado.
San Roberto era amigo de Galileo Galilei, a quien dedicó uno de sus
libros. En 1616, se le confió la misión de amonestar al gran astrónomo;
pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se limitó a rogarle
que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no estaban
todavía probadas. Galileo, sin renunciar a sus investigaciones, habría
ganado mucho si se hubiese atenido a ese consejo.
Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía
se repartiera entre los pobres (lo que dejó no alcanzó sino para costear
los gastos de su entierro). Que sus funerales fueran de noche (para que
no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de
que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue
inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al
entierro de un santo.
Murió el 17 de septiembre de 1621. Su canonización se demoró mucho
porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba
canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y
Doctor de la Iglesia en 1931.
Antiguamente se lo festejaba el 13 de mayo, en la actualidad su
fiesta es el 17 de septiembre, día de su nacimiento al Reino de Dios.
(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=507)
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