¡Oh! Santa Catalina de Ricci, vos sois la hija del dios de la Vida
y su amada santa, que recibisteis los estigmas de Nuestro Señor
Jesucristo. Mística y taumaturga que erais, formasteis parte de la
renovación espiritual de la Iglesia Católica en tiempos de la reforma
a consecuencia del Concilio de Trento. Muy niña iniciasteis vuestra
formación, bajo la mirada atenta de la abadesa, vuestra tía Luisa,
siendo tocada por el misterio de la Pasión de Cristo y luego de ser
admitida en dicha comunidad, recibisteis el hábito de manos de
vuestro tío Timoteo, confesor del monasterio. Vuestros años del
noviciado, fueron difíciles, pero vos recibisteis arrebatos
místicos del cielo. Vuestras hermanas creían que andabais descuidada
o que vos, os quedabais dormida en el coro, cuando en realidad
estabais en éxtasis. Felizmente vuestra perseverancia y sencillez
en la oración contribuyeron a que vos, lograseis comprensión de
parte de vuestras hermanas. Cuando os desempeñabais como superiora
de vuestra comunidad, mostrasteis ser una mujer de profunda oración,
y gran administradora. Vuestra vida, estuvo señalada por las visiones
y encuentros místicos, tantos que hasta llegasteis a tener al Niño
Jesús en vuestras manos, al que atendíais con solícitos cuidados.
En otras ocasiones Jesús, se os presentaba como adulto y os permitía
que lo acompañaseis en su Pasión. A vos, se os reveló el dolor que
tuvo la Virgen María, mientras acompañaba a Jesús moribundo. Dios
os concedió estas gracias extraordinarias para provecho de vuestra
alma y de quienes, a través vuestro, quisiesen conocer y amar más
a Cristo sufriente. Por vuestro sólo deseo de anhelar acercarse al
misterio de la Pasión del Señor, os hizo sangrar espontáneamente
y llevar los estigmas. En los momentos más sublimes de oración
profunda, aparecía en uno de vuestros dedos un anillo de coral como
signo de vuestro matrimonio espiritual con Cristo. San Felipe Neri,
con quien mantuvisteis correspondencia por años, dio testimonio de
que vos, os aparecisteis cuando a ambos los separaban miles de
kilómetros. Vos, vivisteis en una época de grandes santos y de
profunda renovación. Entre vuestros contemporáneos se encuentran,
además de San Felipe Neri, San Carlos Borromeo y Santa Maria Magdalena
de Pazzi. Y así, y luego de haber gastado vuestra vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz como premio
justo a vuestra entrega de amor y fe. «Santa de los estigmas de Cristo»;
¡Oh! Santa Catalina de Ricci, «viva estigmatizada del Dios Vivo y eterno».
© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
04 de Febrero
Santa Catalina de Ricci
Mística que cargó al Niño Jesús y recibió los estigmas
Cada 4 de febrero la Iglesia recuerda a Santa Catalina de Ricci, dominica italiana que recibió los estigmas de Cristo. Catalina es una de las más importantes místicas del siglo XVI, conocida por los milagros que obró en vida y por haber sido parte de la renovación espiritual de la Iglesia Católica en tiempos de la reforma decretada por el Concilio de Trento.
La Pasión de Cristo
Alessandra Lucrezia Romola de Ricci -nombre de pila de Catalina- nació en Florencia el 23 de abril de 1522. Sus padres, Pier Francesco de Ricci y Caterina Bonza, formaban parte de las familias acaudaladas de la ciudad. Entre los seis y siete años, Catalina inició su formación, a cargo de las monjas del monasterio benedictino de Monticelli -cuya abadesa era su tía, Luisa de Ricci-.
Desde pequeña Catalina se mostró como una persona de gran devoción, especialmente tocada por el misterio de la Pasión de Cristo. A los doce años, en 1534, permaneció unos días con las hermanas del convento de San Vicente en Prato, localidad cercana a Florencia. Allí quedó impactada por el estilo de vida de estricta observancia que se vivía. En 1535 pidió ser admitida en dicha comunidad y recibió el hábito de manos de su tío, Timoteo de Ricci, confesor del monasterio. San Vicente (Prato, Toscana) era un convento de clausura habitado por religiosas pertenecientes a la Tercera Orden de Santo Domingo. Al año siguiente profesó los votos solemnes. Allí cambió el nombre de Alessandra por el de Catalina, en honor a su santa patrona, Santa Catalina de Siena.
Mística y administradora
Los años del noviciado fueron especialmente difíciles para Catalina. Durante este periodo se acentuaron los arrebatos místicos, muchas veces en el tiempo regular de oración o del servicio doméstico, por lo que surgieron sospechas sobre su idoneidad para la vida religiosa. Sus hermanas creían que andaba con descuido o se quedaba dormida en el coro, cuando en realidad estaba en éxtasis. Gracias a Dios, su sencillez y dedicación a la oración contribuyeron a que la jovencita persevere y sus hermanas la comprendan.
Para cuando cumplió los 30 años, Catalina ya se desempeñaba como superiora de la comunidad, cargo que ocupó hasta el final de sus días. Siendo mujer de profunda oración, también fue una gran administradora.
Esta etapa de su vida estuvo marcada por las visiones y encuentros místicos. Catalina sostuvo en sus brazos a Jesús Niño, que se le aparecía y recibía sus cuidados. En otras oportunidades Jesús se le presentaba como adulto y permitía que lo acompañase en los distintos momentos de su Pasión. A Catalina también le fue revelado el dolor que tuvo la Virgen María mientras acompañaba a su Hijo moribundo.
Dios le concedió estas gracias extraordinarias para provecho de su alma y de quienes, a través suyo, también querían conocer y amar más a Cristo sufriente.
Compartiendo los dolores de Cristo y su Madre
El anhelo afectivo por acercarse al misterio de la Pasión del Señor la hizo sangrar espontáneamente y llevar los estigmas. En momentos de oración profunda aparecía en uno de sus dedos un anillo de coral como signo de su matrimonio espiritual con Cristo.
San Felipe Neri, que mantuvo correspondencia con la santa por años, dio testimonio de que ella se le apareció, cuando a ambos los separaban miles de kilómetros.
Santa Catalina de Ricci vivió una época de grandes santos y de profunda renovación. Entre sus contemporáneos se encuentran, además de San Felipe Neri, San Carlos Borromeo y Santa Maria Magdalena de Pazzi.
Falleció el 2 de febrero de 1590 después de una larga y dolorosa enfermedad, a la edad de 68 años. Fue beatificada en 1732 por el Papa Clemente XII y canonizada por el Papa Benedicto XIV en 1746.
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