Oh, Santa Eufrasia, vos, sois
la hija del Dios de la vida y
la misma, que, asiduamente erais
solicitada en matrimonio y por
ello, os refugiasteis en Egipto,
dentro de un convento, y disteis
vuestra vida, los hábitos tomando
como novicia muy tempranamente.
Falleció vuestra madre y vos, en
la soledad mitigasteis vuestro
caro dolor y, crecisteis en gracia
y hermosura. Y, a pesar de que os
rogaban, casaros con vuestro
pretendiente, vos os negasteis
a hacerlo y os negasteis a dejar
el convento. Y, escribisteis una
carta, al emperador suplicando
que os dejara en libertad, que,
vendiese todos los bienes para
vos heredados y que, distribuidos
fuesen entre los pobres, y dejar
sobre todo, a vuestros esclavos
libres, cosas que así fueron. Y,
vos, en vuestro lecho de muerte,
peticiones recibisteis de que,
Julia, compañera vuestra y la
abadesa, os acompañasen en el cielo.
Y, Dios, os escuchó, pues Julia,
y vuestra abadesa, os acompañan
desde entonces, en el paraíso;
oh, Santa Eufrasia, “amor y vida”.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Marzo
Santa Eufrasia
Hija de un pariente del Emperador Teodosio I, al morir su padre, Eufrasia se crió bajo la protección del emperador y al cumplir los cinco años de edad, éste la comprometió en matrimonio con el hijo de un rico senador. La madre de Eufrasia comenzó a ser solicitada en matrimonio con tanta asiduidad, que decidió partir a Egipto y refugiarse en un convento. Eufrasia de siete años, se sintió atraída fuertemente hacia la vida religiosa y rogó a las monjas que le permitieran permanecer con ellas, tomando los hábitos como novicia a la edad de ocho años. Pronto su madre falleció, y la santa permaneció en la soledad del convento creciendo en gracia y hermosura.
Cuando la muchacha cumplió los doce, el Emperador Arcadio recordó la promesa que había hecho a su sucesor de Teodosio I y envió un mensaje al convento de Egipto rogando a Eufrasia que regresara a casarse con el senador a quien había prometido. La santa se negó a abandonar el convento y escribió una carta al emperador suplicando que la dejara en libertad, que vendiese todos los bienes heredados de sus padres para que sean distribuidos entre los pobres así como dejar libres a todos los esclavos de su casa.
El emperador accedió a los deseos de Eufrasia, quien prosiguió su vida habitual en el convento; sin embargo la santa comenzó sufrir tentaciones para lo cual la abadesa, le confió duras y humillantes tareas para distraer su atención.
Ya en su lecho de muerte, tanto Julia su compañera de celda y la abadesa le imploraron a la santa que le obtuviera la gracia de estar con ella en el cielo. Tres días después de la muerte de Eufrasia, Julia falleció y poco tiempo después, lo hizo la abadesa.
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