¡Oh!, San Pío X Papa; vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su Papa, amado santo y su indudable gran luminaria,
que os abristeis paso, con amor, abrazando la pobreza,
la bondad y la humildad. Y, que, además, todas las herejías
combatisteis con valor y eficacia, en favor de la fe, como
el modernismo y el Jansenismo, que propagaban que
la “Primera Comunión” se debía retrasar lo más posible.
Por ello, los niños de todo el orbe de la tierra, a vos, os
agradecen por la gran alegría, que os disteis de recibir
en la Misa Santa, la Sagrada Hostia del Dios de la Vida,
del amor y de la fe llenas. Siempre os preocupasteis
por la palabra de Dios conocer y a su vez, expandirla por
los confines de entonces, y por ello, con especial amor,
fundasteis el famoso “Instituto Bíblico”, ordenasteis y
actualizasteis el Derecho Canónico y, promovisteis
el estudio del Catecismo de Nuestra Santa Iglesia. Hicisteis
de la pobreza, la humildad, y la bondad “carne”, a imitación
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, así, habiendo
gastado vuestra santa vida en buena lid, Dios, os llamó
de ésta tierra, para compartir el premio, que, Él mismo,
preparó para vos, desde antes de que el mundo fuera hecho
para coronado ser, con corona de luz eterna, por vuestra
increíble y extraordinaria entrega de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Pío, “viva pobreza, humildad y bondad de Cristo.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
21 de Agosto San Pío X CCLVII Papa
su Papa, amado santo y su indudable gran luminaria,
que os abristeis paso, con amor, abrazando la pobreza,
la bondad y la humildad. Y, que, además, todas las herejías
combatisteis con valor y eficacia, en favor de la fe, como
el modernismo y el Jansenismo, que propagaban que
la “Primera Comunión” se debía retrasar lo más posible.
Por ello, los niños de todo el orbe de la tierra, a vos, os
agradecen por la gran alegría, que os disteis de recibir
en la Misa Santa, la Sagrada Hostia del Dios de la Vida,
del amor y de la fe llenas. Siempre os preocupasteis
por la palabra de Dios conocer y a su vez, expandirla por
los confines de entonces, y por ello, con especial amor,
fundasteis el famoso “Instituto Bíblico”, ordenasteis y
actualizasteis el Derecho Canónico y, promovisteis
el estudio del Catecismo de Nuestra Santa Iglesia. Hicisteis
de la pobreza, la humildad, y la bondad “carne”, a imitación
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, así, habiendo
gastado vuestra santa vida en buena lid, Dios, os llamó
de ésta tierra, para compartir el premio, que, Él mismo,
preparó para vos, desde antes de que el mundo fuera hecho
para coronado ser, con corona de luz eterna, por vuestra
increíble y extraordinaria entrega de amor, fe y esperanza;
¡oh!, San Pío, “viva pobreza, humildad y bondad de Cristo.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
21 de Agosto San Pío X CCLVII Papa
Por: n/a | Fuente: ACIprensa.com
Martirologio Romano: Memoria del papa
san Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo
de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo
Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las
cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y
fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la
participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la
integridad de la doctrina (1914).
Etimología: Pío = piadoso. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2
de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres
fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un
cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a
Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases
privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito
Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio
de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.
En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo
una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de
Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los
clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve
años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las
funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó
perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio
asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció
una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo
un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este
ministerio en otros pueblos.
En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio
de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la
ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en
congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente
se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que
afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción
religiosa de los adultos. En 1875 creó un reglamento para la catedral de
Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y
rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún,
hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran
instrucción religiosa. En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue
elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado
Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue
consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo
cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios
años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral.
Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los
estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la
vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La
administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios. En
1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el
confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de
Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él
a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano. En el
consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó
Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el
consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de
Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador
Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho
meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el
gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el
derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria.
Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el
Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los
otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el
número de sedes vacantes creció a treinta. Finalmente, el ministro
Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado
la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención
a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su
posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción
contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal encontró un estado de
cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso
gran atención en el seminario, donde logró establecer la facultad de
derecho canónico. En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso
del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció
el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales;
se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y
conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a
ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario
de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del
nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte
Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y
en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en
cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4
de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar
el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.
En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su
programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado:
“instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor
atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia.
Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad
entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada
Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr.
Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la
obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al
mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906).
Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910),
recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado
tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo
suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras
que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores
mediante el envío de cardenales legados. El quincuagésimo aniversario de
la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión
que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad
illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la
coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la
Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad.
Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe
Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el
22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las
iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano
se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos
se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de
una comisión especial. En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905),
planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a
los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando
para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas
adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los
estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la
publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.
Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del
clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al
Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de
tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención
de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes,
se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de
independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En
beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados
regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios
que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las
diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus
seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el
seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en
consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron
cerrados.
Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un
Decreto de la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910),
promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un
acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves
circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la
destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación
sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a
todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero
había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de
organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves
dificultades.
Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa
era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con
respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los
peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en
el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de
la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y
más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de
las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta
razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el
Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas
fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas
Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles,
mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la
primacía del Obispo de Roma. Inmediatamente después de eso, el 8 de
Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía
y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis
sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía,
apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la
contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente,
establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas
doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el
establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la
creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu
Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los
interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido
establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la
predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado
ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como
canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en
oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se
comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica
o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras
ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en
conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo
(Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista
fue especialmente condenado. Como el estudio de la Biblia es, a la vez,
el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba
fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la
garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor
científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico,
se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección
de los jesuitas.
Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley
Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904,
Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri,
convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes
autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la
formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían
sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del
Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las
nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas
episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana
(Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908).
Anteriormente, las
Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían
sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había
sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo
reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los
administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos
habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más
equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3),
Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el
Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el
de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron
dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia). Las
Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la
excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la
Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y
Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que
tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras
los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del
Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los
casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o
a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La
Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a
que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las
otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su
territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían
comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas
y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes
departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las
sedes suburbicarias.
La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los
primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho
nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas
Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15
prefecturas Apostólicas.
León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad
eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún,
desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social;
sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de
diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas
de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903),
especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social
era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó
especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el
Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad
eclesiástica.
Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei
Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta.
No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito”
(Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización,
constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la
Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos,
los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera
acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo
de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo
expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani.
También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había
dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático
social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica
“Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los
Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la
autoridad de los obispos.
En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que
mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y
amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la
condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de
obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de
Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos
obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en
pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones
diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación
ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y
prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien
no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba
grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos
oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó
firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La
separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente
en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar
represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre
los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae
Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron
mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por
lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la
autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían
complicaciones en España, así como la separación y persecución en
Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El
Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones
entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las
delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la
categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a
Centroamérica.
Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia,
realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo,
en las habitaciones del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio
para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc.
Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades
públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de
todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último
sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir
las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de
iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la
erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e
Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos
en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún
enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos
reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión
de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.
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