26 marzo, 2014

San Braulio

 
Oh, San Braulio, vos sois el hijo
del Dios de la vida, una “espada
de “fuego”, que haciendo honor al
significado de vuestro nombre, en
en buena lid combatisteis, la defensa
de la fe contra los impíos y herejes
arrianos. Vuestra elocuencia vasta
y grande era que la gente que os
escuchaba decía: “Parece que cuando
está hablando, es el mismo Espíritu
Santo el que le va diciendo lo que
él tiene que decir”. Nuestra Señora
del Pilar lo sabe, pues pasasteis
allí horas de horas, vuestras creces
elevando al Autor de la vida, y, aunque
de la física visión privado, vos,
con los ojos del alma veíais y así,
oísteis de Él, su dulce llamado cuando
os dijo: “Ven siervo bueno y fiel;
has sido fiel en lo poco, te pondré
sobre lo mucho. Entra en el gozo de
tu Señor”. Y, con voz viva respondisteis:
“Voy pronto, mi Señor; ya estoy listo”.
Y voló vuestra alma al cielo, para
vuestro premio recibir, por vuestra
entrega y vuestro amor y coronado ser,
con corona de luz y eternidad de vida;
oh, San Braulio, “vivo fuego de Dios”.
 
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Marzo
San Braulio
Obispo
(año 651)
 
Braulio significa: “espada de fuego”. Fue discípulo y amigo del gran sabio San Isidro de Sevilla, al cual le ayudó mucho en la corrección y edición de sus libros.
 
Al morir su hermano Juan, que era obispo de Zaragoza, el clero y los fieles lo eligieron para que lo reemplazara.
 
Como obispo se preocupó mucho por tratar de que el pueblo se instruyera más en la religión y por extirpar y acabar con los errores y herejías que se habían propagado, especialmente el arrianismo, una doctrina hereje que negaba que Jesucristo sea Dios verdadero.
 
Tan grande era la elocuencia de San Braulio y su capacidad para convencer a quienes le escuchaban sus sermones que la gente decía: “Parece que cuando está hablando, es el mismo Espíritu Santo el que le va diciendo lo que él tiene que decir”.
 
Los obispos de España lo encargaron de las relaciones episcopales con el Papa de Roma.
 
En la catedral, y en el famosísimo santuario de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, pasaba varias horas cada día rezando con especial fervor.
 
Aborrecía todo lo que fuera lujo y vanidad. Sus vestidos eran siempre pobres, y su comida como la de un obrero de clase baja.
 
Todas las limosnas que le llegaban las daba para ayudar a los pobres. Y se dedicaba con mucho esmero a enseñar a los ignorantes.
 
Las gentes decían que era difícil encontrar en el país uno que fuera más sabio que él. Y en sus cartas se nota que había leído muchos autores famosos. Había estudiado muy profundamente la S. Biblia. Y su estilo es elegante y lleno de bondad y de amabilidad. Se firmaba: “Braulio, siervo inútil de los santos de Dios”.
 
Los últimos años tuvo que sufrir mucho por la falta de la vista, algo que para él que era tan gran lector, era un verdadero martirio. Pero aprovechaba su ceguera para dedicarse a rezar y meditar. Tuvo como alumno a otro gran santo: San Eugenio, obispo.
 
Poco antes de morir le pareció escuchar aquellas palabras de Jesús: “Ven siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho. Entra en el gozo de tu Señor”. Y respondió entusiasmado: “Voy pronto, Señor, ya estoy listo“. Y murió santamente. Era el año 651.
 
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (San Pablo).