30 abril, 2021

San Pío V, Papa

 

Hoy es la fiesta de San Pío V, el pastor que liberó a la Iglesia con auxilio de María

¡Oh!, San Pío Quinto, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su Papa y amado santo, y el mismo que,
a los ejércitos vencedores de Lepanto, felicitasteis
diciendo: “No fueron las técnicas, no fueron las
armas, las que nos consiguieron la victoria. Fue la
intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de
Dios”. Significa vuestro nombre: “el piadoso” o “el
que cumple sus deberes con Dios”, y vos, lo hicisteis
de manera brillante. Y, dominico ya, fuisteis de
novicios, Maestro; de conventos Superior, y claro,
a la hora que Dios quiso, Santo Padre. Vos, viajando
por doquier alertasteis sobre los errores de los
protestantes y os opusisteis resistencia a su avance,
incluso con el costo, de perder vuestra vida. Erais
bondadoso y generoso, con los creyentes, pero, con
los herejes, uso hicisteis de vuestras dotes oratorias,
confundiéndolos y haciéndolos tornarse a la casa de
Dios. San Carlos Borromeo, os defendió a “capa y espada”,
para elegido ser Papa. Vos, dabais la impresión de ser
un sencillo monje, antes que Papa, pues vuestro modo
de vivir, de rezar, de comer y de mortificaros, así lo
evidenciaba. Vuestro claustro romano, recuerda que
teníais tres devociones: La Eucaristía, el Rosario
y la Santísima Virgen, la más grande. Los hospitales
visitabais y las casas de los Pobres, llevando la
custodia con los ojos fijos en la Santa Hostia. El
nuevo Misal publicasteis y una nueva edición de la
“Liturgia de Las Horas,” más, el “Catecismo Universal”.
La enseñanza de las doctrinas de Santo Tomás de Aquino,
preconizasteis en los seminarios. A cuenta vuestra, una
armada organizasteis contra los turcos y venciéndolos,
vos, mismo les dijisteis aquella mañana: “Dediquémonos
a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque
hemos conseguido la victoria”. Y, desde entonces, cada
año, el siete de octubre se celebra la fiesta de “Nuestra
Señora del Rosario”, y en las letanías se rece esta
oración: “María, Auxilio de los cristianos, ruega
por nosotros”. Y, así, cumplida vuestra misión, voló
vuestra santa alma al cielo, para coronada ser, con
corona de luz eterna, como premio justo a vuestro amor;
¡oh!, San Pío Quinto, “vivo Amor por Jesús y María”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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30 de Abril
San Pío V
Sumo Pontífice
(1572)

Es interesante el mensaje que el Pontífice envió felicitando a los ejércitos vencedores. Dice así: “No fueron las técnicas, no fueron las armas, las que nos consiguieron la victoria. Fue la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios”.

Oración

En este tiempo de tanta proliferación de protestantismo por todas partes, que este valiente defensor de la Iglesia ruegue por nosotros. “Si tu haces algo por la Virgen María, la Virgen hará mucho por ti”

Historia

Pío significa: el piadoso que cumple bien sus deberes con Dios. Se llama Quinto, porque antes de él hubo otros cuatro Pontífices que llevaron el nombre de Pío. Nació en un pueblo llamado Bosco, en Italia, en 1504. Sus padres eran muy piadosos pero muy pobres. Aunque era un niño muy inteligente, sin embargo hasta los 14 años tuvo que dedicarse a cuidad ovejas en el campo, porque los papás no tenían con qué costearle estudios. Pero la vida retirada en la soledad del campo le sirvió mucho para dedicarse a la piedad y a la meditación, y la gran pobreza de la familia le fue muy útil para adquirir gran fortaleza para soportar los sufrimientos de la vida.

Más tarde será también Pastor de toda la Iglesia. Una familia rica notó que su hijo Antonio se comportaba mejor desde que era amigo de nuestro santo, y entonces dispuso costearle los estudios para que acompañaran a Antonio y le ayudara a ser mejor. Y así pudo ir a estudiar con los Padres Dominicos y llegar a ser religiosos de esa comunidad. Nunca olvidará el futuro Pontífice este gran favor de tan generosa familia. En la comunidad le fueron dando cargos de muchos importancia: Maestro de novicios, Superior de varios conventos. Y muy pronto el Sumo Padre, el Papa, lo nombró obispo. Tenía especiales cualidades para gobernar.

Como el protestantismo estaba invadiendo todas las regiones y amenazaba con quitarle la verdadera fe a muchísimos católicos, el Papa nombró a nuestro santo como encargado de la asociación que en Italia defendía a la verdadera religión. Y él, viajando casi siempre a pie y con gran pobreza, fue visitando pueblos y ciudades, previniendo a los católicos contra los errores de los evangélicos y luteranos, y oponiéndose fuertemente a todos los que querían atacar nuestra religión. Muchas veces estuvo en peligro de ser asesinado, pero nunca se dejaba vencer por el temor. Con los de buena voluntad era sumamente bondadoso y generoso, pero para con los herejes demostraba su gran ciencia y sus dotes oratorias y los iba confundiendo y alejando, en los sitios a donde llegaba.

El Papa, para premiarles sus valiosos servicios y para tenerlo cerca de él como colaborador en Roma, lo nombró Cardenal y encargado de dirigir toda la lucha en la Iglesia Católica en defensa de la fe y contra los errores de los protestantes.

Al morir el Papa Pío IV, San Carlos Borromeo les dijo a los demás cardenales que el candidato más apropiado para ser elegido Papa era este santo cardenal. Y lo eligieron y tomó el nombre de Pío Quinto. Antes se llamaba Antonio Chislieri.

Antes se acostumbraba que al posesionarse del cargo un nuevo Pontífice, se diera un gran banquete a los embajadores y a los jefes políticos y militares de Roma. Pío Quinto ordenó que todo lo que se iba a gastar en ese banquete, se empleará en darles ayudas a los pobres y en llevar remedios para los enfermos más necesitados de los hospitales.

Cuando recién posesionado, iba en procesión por Roma, vio en una calle al antiguo amigo Antonio, aquel cuyos papás le habían costeado a él los estudios y lo llamó y lo nombró gobernador del Castillo Santángelo, que era el cuartel del Papa. La gente se admiró al saber que el nuevo Pontífice había sido un niño muy pobre y comentaban que había llegado al más alto cargo en la Iglesia, siendo de una de las familias más pobres del país.

Pío Quinto parecía un verdadero monje en su modo de vivir, de rezar y de mortificarse. Comía muy poco. Pasaba muchas horas rezando. Tenía tres devociones preferidas La Eucaristía (celebraba la Misa con gran fervor y pasaba largos ratos de rodillas ante el Santo Sacramento) El Rosario, que recomendaba a todos los que podía. Y la Santísima Virgen por la cual sentía una gran devoción y mucha confianza y de quién obtuvo maravillosos favores.

Las gentes comentaban admiradas: “- Este sí que era el Papa que la gente necesitaba”. Lo primero que ordenó fue que todo obispo y que todo párroco debía vivir en el sitio para donde habían sido nombrados (Porque había la dañosa costumbre de que se iban a vivir a las ciudades y descuidaban la diócesis o la parroquia para la cual los habían nombrado). Prohibió la pornografía. Hizo perseguir y poner presos a los centenares de bandoleros que atracaban a la gente en los alrededores de Roma. Visitaba frecuentemente hospitales y casas de pobres para ayudar a los necesitados. Puso tal orden en Roma que los enemigos le decían que él quería convertir a Roma en un monasterio, pero los amigos proclamaban que en 300 años no había habido un Papa tan santo como él.

Las gentes obedecían sus leyes porque le profesaban una gran veneración. En las procesiones con el Santísimo Sacramento los fieles se admiraban al verlo llevar la custodia, con los ojos fijos en la Santa Hostia, y recorriendo a pie las calles de Roma con gran piedad y devoción. Parecía estar viendo a Nuestro Señor.

Publicó un Nuevo Misal y una nueva edición de La Liturgia de Las Horas, o sea los 150 Salmos que los sacerdotes deben rezar. Publicó también un Catecismo Universal. Dio gran importancia a la enseñanza de las doctrinas de Santo Tomás de Aquino en los seminarios, porque por no haber aprendido esas enseñanzas muchos sacerdotes se habían vuelto protestantes.

Aunque era flaco, calvo, de barba muy blanca y bastante pálido las gentes comentaban: “El Papa tiene energías para diez años y planes de reformas para mil años más”.

Los mahometanos amenazaban con invadir a toda Europa y acabar con la Religión Católica. Venían desde Turquía destruyendo a sangre y fuego todas las poblaciones católicas que encontraban. Y anunciaron que convertirían la Basílica de San Pedro en pesebrera para sus caballos. Ningún rey se atrevía a salir a combatirlos.

Pío Quinto con la energía y el valor que el caracterizaban, impulsó y buscó insistentemente la ayuda de los jefes más importantes de Europa. Por su cuenta organizó una gran armada con barcos dotados de lo mejor que en aquel tiempo se podía desear para una batalla. Obtuvo que la república de Venecia le enviara todos sus barcos de guerra y que el rey de España Felipe II le colaborase con todas sus naves de combate. Y así organizó una gran flota para ir a detener a los turcos que venían a tratar de destruir la religión de Cristo. Y con su bendición los envió a combatir en defensa de la religión.

Puso como condición para estar seguros de obtener de Dios la victoria, que todos los combatientes deberían ir bien confesados y habiendo comulgado. Hizo llegar una gran cantidad de frailes capuchinos, franciscanos y dominicos para confesar a los marineros y antes de zarpar, todos oyeron misa y comulgaron. Mientras ellos iban a combatir en las aguas del mar, el Papa y las gentes piadosas de Roma recorrían las calles, descalzos, rezando el rosario para pedir la victoria.

Los mahometanos los esperaban en el mar lejano con 60 barcos grandes de guerra, 220 barcos medianos, 750 cañones, 34,000 soldados especializados, 13,000 marineros y 43,000 esclavos que iban remando. El ejército del Papa estaba dirigido por don Juan de Austria (hermano del rey de España). Los católicos eran muy inferiores en número a los mahometanos. Los dos ejércitos se encontraron en el golfo de Lepanto, cerca de Grecia.

El Papa Pío Quinto oraba por largos ratos con los brazos en cruz, pidiendo a Dios la victoria de los cristianos. Los jefes de la armada católica hicieron que todos sus soldados rezaran el rosario antes de empezar la batalla. Era el 7 de octubre de 1571 a mediodía. Todos combatían con admirable valor, pero el viento soplaba en dirección contraria a las naves católicas y por eso había que emplear muchas fuerzas remando. Y he aquí que de un momento a otro, misteriosamente el viento cambió de dirección y entonces los católicos, soltando los remos se lanzaron todos al ataque. Uno de esos soldados católicos era Miguel de Cervantes. El que escribió El Quijote.

Don Juan de Austria con los suyos atacó la nave capitana de los mahometanos donde estaba su supremo Almirante, Alí, le dieron muerte a éste e inmediatamente los demás empezaron a retroceder espantados. En pocas horas, quedaron prisioneros 10,000 mahometanos. De sus barcos fueron hundidos 111 y 117 quedaron en poder de los vencedores. 12,000 esclavos que estaban remando en poder de los turcos quedaron libres.

En aquel tiempo las noticias duraban mucho en llegar y Lepanto quedaba muy lejos de Roma. Pero Pío Quinto que estaba tratando asuntos con unos cardenales, de pronto se asomó a la ventana, miró hacia el cielo, y les dijo emocionado: “Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria”. Varios días después llegó desde el lejano Golfo de Lepanto, la noticia del enorme triunfo. El Papa en acción de gracias mandó que cada año se celebre el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que en las letanías se colocara esta oración “María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros” (propagador del título de Auxiliadora fue este Pontífice nacido en un pueblecito llamado Bosco. Más tarde un sacerdote llamado San Juan Bosco, será el propagandista de la devoción a María Auxiliadora).

Pío V murió el 1 de mayo de 1572 a los 68 años de edad y fue declarado santo por el Papa Clemente XI en 1712.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/PíoV_4_30.htm)

29 abril, 2021

Santa Catalina de Siena, Copatrona de Europa

Hoy es fiesta de Santa Catalina de Siena, de analfabeta a Doctora de la Iglesia

 ¡Oh!, Santa Catalina de Siena, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, virgen y doctora de la Iglesia, que, honor disteis
al significado de vuestro nombre: “Pura”, y que, desde pequeña
crecisteis en entendimiento, virtud y santidad, por ello,
Dios, os concedió vuestra primera visión, que os inclinó
a la vida virtuosa, pues cuando cruzabais una calle con vuestro
hermano Esteban, al Señor visteis rodeado de ángeles, y que,
os sonreía y, a la vez, os impartía su bendición. Mas tarde,
vuestro padre, quiso casaros con un hombre rico, pero vos,
erais ya, de Dios, y él, molesto y contrariado os sometió
a servicios humillantes en vuestra casa. Pero, vos, caíais
en éxtasis y así, os era fácil de sobrellevar tales pruebas.
Finalmente, os admitieron en la tercera orden de Santo
Domingo, pero, seguisteis siendo laica. A los veinticinco años,
vuestra vida pública, como conciliadora de paz entre soberanos
y aconsejando a los príncipes, empezó; por ello, Gregorio XI
Papa, dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Él, y Urbano,
VI, se sirvieron de vos, como embajadora. Aunque analfabeta,
dictasteis un maravilloso libro titulado “Diálogo de la divina
providencia”, donde recogisteis vuestras experiencias místicas
y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación eterna.
Vuestras trescientas setenta y cinco cartas son consideradas
clásica obra y de gran profundidad teológica. Por ello, se os
considera una de las mujeres más ilustres de la edad media
y maestra también en el uso de la lengua Italiana. Y, así, luego
de haber gastado vuestra santa y corta vida en buena lid, voló
vuestra alma a la cielo, para, coronada ser, con corona de luz
como justo premio, a vuestra entrega de amor y fe. Copatrona de
Europa y Patrona de Siena, Italia y Santa Protectora del pontificado;
¡Oh!, Santa Catalina de Siena, “vivo Amor por el Dios de la Vida.”

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Abril
Santa Catalina de Siena
Virgen y Doctora de la Iglesia

Nacida en 1347, Catalina (nombre que significa “Pura”) era la menor del prolífico hogar de Diego Benincasa. Allí crecía la niña en entendimiento, virtud y santidad. A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles, que le sonreía, impartiéndole la bendición.

Su padre, tintorero de pieles, pensó casarla con un hombre rico. La joven manifestó que se había prometido a Dios. Entonces, para hacerla desistir de su propósito, se la sometió a los servicios mas humildes de la casa. Pero ella caía frecuentemente en éxtasis y todo le era fácil de sobrellevar.

Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía dieciséis años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de “la gran mortandad”, pereció más de la tercera parte de la población de Siena.

A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los veinticinco años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia.

Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado Diálogo de la divina providencia, donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus trescientas setenta y cinco cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua Italiana.

Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de treinta y tres años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado.

El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó doctora de la Iglesia. Ella, Santa Teresa de Avila y Santa Teresita de Lisieux son las tres únicas mujeres que ostentan este título.

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Santos: Paulino, Severo, obispos; Agapio, Secundino, Tíquico, Torpetes, Emiliano, mártires; Pedro de Verona; Roberto (Bob, Boby), monje; Tértula, Antonia, vírgenes; Hugo, abad.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Catalina_de_Siena.htm)

28 abril, 2021

San Luis María de Monfort; Apóstol y Esclavo de María

 

 

 ¡Oh!, San Luis María de Monfort; vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo, predicador y conversor genial; aquél,
al que ni las piedras del camino podían resistirse y del “pecado”
quedaban también libres. A vos, que de Jesús y María os hicisteis
su más grande y fiel amigo, con vuestros constantes rezos y el
Rosario Santo contra el maligno. Padre de los pobres, defensor
de los huérfanos y reconciliador de los pecadores. “¿Aman
a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen
Dios? ¿Y por qué ofenderlo si es tan santo?” Les preguntabais
y les preguntáis a la gente de vuestro tiempo y especialmente
a las de hoy. “Ha nacido en mí una confianza sin límites en
Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. Así, decíais, pues no
temías ingresar a las cantinas, a los sitios de juego, ni a los lugares
de perdición; pues allí, resuelto ibais, a almas, al diablo quitarle,
pues llevabais con vos, a vuestros amados defensores: ¡Jesús
y María! A Roma, fuisteis a pie y de limosna a Dios rogando la
eficacia de la palabra, la misma que la obteníais al instante.
Clemente XI Papa, os decía “Misionero Apostólico”, porque
predicabais en todas partes: en los pueblos, caseríos y estancias,
dejando una Cruz como señal de vuestro paso, y de haber
enseñado amor por los sacramentos, por el rezo del Santo Rosario,
la frecuente confesión y comunión, y una gran devoción
a Nuestra Señora. “Donde la Madre de Dios llega, no hay diablo
que se resista”. Decíais vos y, como huella de vuestro amor,
dejasteis en este mundo a los Padres Monfortianos y a las
“Hermanas de la Sabiduría”. Alguien escribió maravillosamente
el resumen de vuestra santa vida en vuestra lápida: “¿Qué miras,
caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego
del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María
Grignon Monfort. ¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más
íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas
su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno
a San Bernardo más cercano. Sacerdote de Cristo a Cristo reprodujo
en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo
en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los
huérfanos, y reconciliador de los pecadores. Su gloriosa muerte
fue semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios,
voló al cielo a los 43 años de edad”. Vuestra obra cumbre:
“Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María”, por todo
el mundo está, y San Juan Pablo II tomó como lema vuestra
amorosa frase: “Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo,
tuyo es”. Hoy, lucís corona de luz, como premio a vuestro amor
por Jesús y María, por los siglos de los siglos, ¡Aleluya, Amén!
¡Oh!, San Luis de Monfort; “vivo evangelizador de Jesús y María”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Abril
San Luis María Grignon de Monfort
Fundador
(1716)

“A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”.
San Luis María Grignon de Monfort

El libro de San Luis, Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María, se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:

“Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es”.

Su Vida

Es el fundador de los padres Monfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Monfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo: “Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?”. El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre.

El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Monfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y esto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.

Luis Grignon de Monfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalieran en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. El iba a charlar con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.

Monfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto echa fuera muchos malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes: “¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y porqué ofenderlo si es tan santo?”.

Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: “Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Esto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Monfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: “El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros”. Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.

Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Sma. Virgen, y adelante que “donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista”. Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.

San Luis de Monfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Monfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre “Compañía de María”) y las Hermanas de la Sabiduría.

Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado de tanto trabajar y predicar.

Oración

San Luis Grignon de Monfort, ruega a la Virgen Santísima que nos envíe muchos apóstoles que, como tú, se dediquen a hacer y a amar más y más a Jesús.

Sobre la tumba de San Luis de Monfort dice:

¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignon Monfort.

¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.

Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.

Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Luis_Monfort_4_28.htm)

27 abril, 2021

Santa Zita, Patrona de las empleadas del hogar

Hoy la Iglesia celebra a Santa Zita, Patrona de las empleadas del hogar

 ¡Oh!, Santa Zita vos, sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa y aunque carente de bienes materiales, os
disteis con amor entero y obediente a servir a Dios en vuestras
simples tareas. De fe llena conseguisteis la santidad
diciéndole al hombre de vuestro tiempo y del nuestro
que alcanzar el cielo se puede, desde el más humilde
oficio. Por aquellos días, una hambruna golpeó vuestra
ciudad y vos, compartisteis vuestra propia comida
y las reservas de grano, pero Dios siempre estuvo
con vos, cuando quisieron acusaron por aquello la
la despensa estaba milagrosamente llena. ¡Aleluya!
Nada os guardabais para vos y todo lo compartíais
con los menesterosos. En vísperas de una de las navidades
vos prestasteis un costoso manto de vuestra señora
a un anciano que moría de frío. Se enteró el esposo
y montó en cólera, pero milagroaente apareció el hombre
devolviendo la prenda. El cielo se alegró, y os recibió
vuestra alma, para coronaros con corona de eterna luz,
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, Santa Zita; “vivo amor, por el Dios de la Vida”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Cada 27 de abril celebramos la fiesta de Santa Zita, patrona de las empleadas del hogar. Ella fue una mujer de condición muy humilde, por lo que desde pequeña tuvo que trabajar como sirvienta en casa de una familia rica de su localidad. De esa manera, Zita podía hacerse de algún dinero y contribuir al mantenimiento de su familia. Su trabajo le acarreó una serie de dificultades y penurias que ella afrontó desde su fe. Fue blanco de burlas y maltratos, pero su amor a Dios y a su familia le ayudaron a mantenerse firme, y a crecer en confianza en la providencia de Dios. 

Santa Zita nació cerca de Lucca (Italia) en 1218 y empezó a trabajar desde los doce años de edad. Al final, fueron 48 largos años los que trabajó para una familia rica.

Ella sabía muy bien qué eran las privaciones y las dificultades; y aún con ellas, siempre se preocupaba por los que consideraba más desfavorecidos. Cierto día salió de la casa de sus patrones para atender a una persona enferma, dejando trabajo pendiente en la cocina. Eso causó irritación entre algunos de sus compañeros, quienes la acusaron frente a la señora de la casa. Cuando aquella mujer fue a la cocina a investigar, encontró que todo estaba impecablemente limpio y aseado. Aquel portento fue atribuido a los ángeles que hicieron ese mandado para proteger a Zita. La dueña de la casa, sorprendida por lo sucedido, le permitió desde aquel momento más libertad para servir a los pobres. Sin embargo, no por eso cesaron los ataques o las burlas de otros sirvientes.

Por aquellos días, una hambruna golpeó duramente a la ciudad y Santa Zita tuvo que redoblar sus esfuerzos por quienes padecían de hambre. Ella habitualmente compartía la comida de la casa de su señora, pero esta vez tuvo que repartir hasta su propia comida y las reservas de grano que poseía la familia. Cuando los patrones fueron informados de lo que había hecho Zita fueron a registrar el granero y se dieron con la sorpresa de que la despensa estaba milagrosamente llena.

En vísperas de una Navidad, Zita se encontró con un hombre que temblaba de frío al lado de la puerta de la Iglesia de San Frediano. Entonces, la Santa le dio un manto costoso que pertenecía a su señora para abrigar al buen hombre y le pidió que lo devolviera al terminar la Misa, pero el hombre desapareció.

Su patrón montó en cólera al siguiente día contra Zita, pero un anciano desconocido en el pueblo llegó y devolvió el manto. Los ciudadanos, entonces, concluyeron que aquel necesitado había sido en realidad un ángel, y desde aquel momento empezaron a llamar a la puerta donde había aparecido “el portal del ángel”.

Santa Zita murió el 27 de abril de 1278 y de inmediato su fama de santidad se extendió en todo el país y más allá de sus fronteras. Sus restos reposan hoy en la capilla de Santa Zita de la Iglesia de San Frediano, en Lucca (Italia).

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-celebra-a-santa-zita-patrona-de-las-empleadas-del-hogar-76347)

25 abril, 2021

Domingo Cuarto de Pascua

 Jn 10,11-18. «YO SOY EL PASTOR, EL BUENO» – En la Escuela de las Escrituras

 

Texto del Evangelio (Jn 10,11-18): En aquel tiempo, Jesús habló así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.

»También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».

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«Yo soy el buen pastor» Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla (Sevilla, España)

Hoy celebramos el domingo del Buen Pastor. En primer lugar, la actitud de las ovejas ha de ser la de escuchar la voz del pastor y seguirlo. Escuchar con atención, ser dóciles a su palabra, seguirlo con una decisión que compromete a toda la existencia: el entendimiento, el corazón, todas las fuerzas y toda la acción, siguiendo sus pasos.

Por su parte, Jesús, el Buen Pastor, conoce a sus ovejas y les da la vida eterna, de tal manera que no se perderán nunca y, además, nadie las quitará de su mano. Cristo es el verdadero Buen Pastor que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11), por nosotros, inmolándose en la cruz. Él conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen a Él, como el Padre le conoce y Él conoce al Padre. No se trata de un conocimiento superficial y externo, ni tan sólo un conocimiento intelectual; se trata de una relación personal profunda, un conocimiento integral, del corazón, que acaba transformándose en amistad, porque ésta es la consecuencia lógica de la relación de quien ama y de quien es amado; de quien sabe que puede confiar plenamente.

Es Dios Padre quien le ha confiado el cuidado de sus ovejas. Todo es fruto del amor de Dios Padre entregado a su Hijo Jesucristo. Jesús cumple la misión que le ha encomendado su Padre, que es la cura de sus ovejas, con una fidelidad que no permitirá que nadie se las arrebate de su mano, con un amor que le lleva a dar la vida por ellas, en comunión con el Padre porque «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30).

Es aquí precisamente donde radica la fuente de nuestra esperanza: en Cristo Buen Pastor a quien queremos seguir y la voz del cual escuchamos porque sabemos que sólo en Él se encuentra la vida eterna. Aquí encontramos la fuerza ante las dificultades de la vida, nosotros, que somos un rebaño débil y que estamos sometidos a diversas tribulaciones.

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«Yo soy el buen pastor» + Rev. D. Josep VALL i Mundó (Barcelona, España)

Hoy, nos dice Jesús: «Yo soy el buen pastor» (Jn 10,11). Comentando santo Tomás de Aquino esta afirmación, escribe que «es evidente que el título de “pastor” conviene a Cristo, ya que de la misma manera que un pastor conduce el rebaño al pasto, así también Cristo restaura a los fieles con un alimento espiritual: su propio cuerpo y su propia sangre». Todo comenzó con la Encarnación, y Jesús lo cumplió a lo largo de su vida, llevándolo a término con su muerte redentora y su resurrección. Después de resucitado, confió este pastoreo a Pedro, a los Apóstoles y a la Iglesia hasta el fin del tiempo.

A través de los pastores, Cristo da su Palabra, reparte su gracia en los sacramentos y conduce al rebaño hacia el Reino: Él mismo se entrega como alimento en el sacramento de la Eucaristía, imparte la Palabra de Dios y su Magisterio, y guía con solicitud a su Pueblo. Jesús ha procurado para su Iglesia pastores según su corazón, es decir, hombres que, impersonándolo por el sacramento del Orden, donen su vida por sus ovejas, con caridad pastoral, con humilde espíritu de servicio, con clemencia, paciencia y fortaleza. San Agustín hablaba frecuentemente de esta exigente responsabilidad del pastor: «Este honor de pastor me tiene preocupado (…), pero allá donde me aterra el hecho de que soy para vosotros, me consuela el hecho de que estoy entre vosotros (…). Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros».

Y cada uno de nosotros, cristianos, trabajamos apoyando a los pastores, rezamos por ellos, les amamos y les obedecemos. También somos pastores para los hermanos, enriqueciéndolos con la gracia y la doctrina que hemos recibido, compartiendo preocupaciones y alegrías, ayudando a todo el mundo con todo el corazón. Nos desvivimos por todos aquellos que nos rodean en el mundo familiar, social y profesional hasta dar la vida por todos con el mismo espíritu de Cristo, que vino al mundo «no a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28).

(https://evangeli.net/evangelio/dia/2021-04-25)

24 abril, 2021

San Fidel de Sigmaringa, Mártir

 

Hoy se celebra a San Fidel de Sigmaringa, Predicador y mártir

 ¡Oh!, San Fidel de Sigmaringa; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo. Amigo del derecho, a los pobres
y desvalidos os disteis en su defensa y también de su fe.
Con hábito de Capuchino, batalla total disteis contra las
herejías de vuestro tiempo. Os gustaba repetir la famosa
frase de San Bernardo: “Sería una vergüenza que habiendo
sido coronado de espinas mi Capitán Jesucristo, en cambio
yo que soy su soldado, viviera entre comodidades y sin hacer
sacrificios”. Y, así, como grano de trigo que cae para fruto
dar; a los impíos os dijisteis con fe y valor: “Para predicar
he venido, la verdadera fe, y no, para aceptar creencias
falsas. Jamás a la fe renunciaré de mis antepasados católicos”.
“Presiento que voy a ser asesinado, pero si me matan, aceptaré
con alegría la muerte por amor a Jesucristo y la consideraré
como una enorme gracia y una preferencia de Nuestro Señor”.
“Ustedes verán lo que hacen. Yo me pongo en manos de Dios
y bajo la protección de la Virgen Santísima. Pero piensen bien
lo que van a hacer, no sea que después tengan que arrepentirse
muy amargamente”. Así dijisteis, antes de que vuestra alma,
a la eternidad partiese. La gente que os amó, escrito dejó en
frases lo que en vida fuisteis: “¡Santo es Fidel, y fue abogado!
Obra del poder Divino. Mucho le costó ser capuchino y morir
después martirizado”. Hoy, vuestra alma en el cielo está,
coronada de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Fidel de Sigmaringa, “Viva fidelidad por el Dios Vivo y eterno”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de Abril
San Fidel de Sigmaringa
Mártir
Año 1622

San Fidel mártir; te encomendamos nuestros países tan plagados de ideas ajenas al Evangelio que le van quitando la devoción a nuestra gente y la van llevando al indiferentismo y a la herejía. Haz que a ejemplo tuyo se levanten por todas partes apóstoles Católicos valerosos y santos que prevengan al pueblo y no lo dejen caer en las garras de lobos que asaltan al verdadero rebaño del Señor.

San Fidel fue un sacerdote capuchino alemán, primer mártir de la Sagrada Congregación de “Propaganda Fide” y reconocido por predicar en Grisones (Suiza) a los seguidores de Ulrico Zuinglio, líder de la Reforma Protestante suiza, a pesar de las amenazas.

Fidel significa: el que es fiel. El que es digno de fe. Nació en Sigmaringa, Alemania, en 1577. Tenía una inteligencia muy vivaz y fue enviado a estudiar a la Universidad de Friburgo, donde obtuvo doctorado en ambos derechos, y luego llegó a ser profesor muy estimado de filosofía y letras. Durante seis años fue encargado de la educación de varios jóvenes de las familias principales de Suabia (Alemania), a los cuales llevó por varios países de Europa para que conocieran la cultura y el modo de ser de las diversas naciones. Sus alumnos se quedaban admirados del continuo buen ejemplo de su profesor en el cual no podían encontrar ni una palabra ni un acto que no fueran de buen ejemplo. Lo que los otros gastaban en cucherías él lo gastaba en dar limosnas.

Como abogado, Fidel se dedicó a defender gratuitamente a los pobres que no tenían con qué costearse un defensor. Su generosidad era tan grande que la gente lo llamaba “El abogado de los pobres”. Ya desde muy joven renunciaba a conseguir y estrenar trajes nuevos y el dinero que con eso ahorraba lo repartía entre las gentes más necesitadas. Jamás en su vida de estudiante ni en sus años de profesional tomó licor, ni nadie lo vio en reuniones mundanas o que ofrecieran peligro para la virtud. Sus compañeros de abogacía se admiraban de que este sabio doctor nunca empleaba palabras ofensivas en los pleitos que sostenía (y sus contrarios sí las usaban y muy terribles).

Un día el abogado contrario a un pleito, le ofreció en secreto una gran cantidad de dinero, con tal de que arreglaran los dos en privado y se le diera la victoria al rico que había cometido la injusticia. Fidel se quedó aterrado al constatar lo fácil que es para un abogado el prestarse a trampas y vender su alma a Satanás por unas monedas como lo hizo Judas. Y dispuso dejar la abogacía y entrar de religioso capuchino. Tenía 35 años.

Dividió sus importantes riquezas en dos partes: la mitad la repartió a los pobres, y la otra mitad la dio al Sr. Obispo para que hiciera un fondo para costear los estudios a seminaristas pobres.

Con razón le pusieron después esta leyenda debajo de su retrato:

¡Santo es Fidel, y fue abogado!,
Obra del poder Divino.
Mucho le costó ser capuchino
y morir después martirizado.

Habiendo sido tan rico y tan lleno de comodidades se fue a vivir como el más humilde y pobre fraile capuchino. Le pedía constantemente a Dios que lo librara de la tibieza (ese vicio que lo hace a uno vivir sin fervor, ni frío ni caliente, descuidado en sus deberes religiosos y flojo para hacer obras buenas) y le suplicaba a Nuestro Señor que no lo dejara perder el tiempo en inutilidades y que lo empleara hasta lo máximo en propagar el Reino de Dios. Le gustaba repetir la famosa frase de San Bernardo: “Sería una vergüenza que habiendo sido coronado de espinas mi Capitán Jesucristo, en cambio yo que soy su soldado, viviera entre comodidades y sin hacer sacrificios”.

En Friburgo consiguió la conversión de muchos protestantes. Y la gente se quedó admirada cuando llegó la peste del cólera, pues se dedicaba de día y de noche a asistir gratuitamente a todos los enfermos que podía. Su austeridad o dominio de sí mismo, era impresionante. Su fervor en la oración y en la Santa Misa conmovían a los que lo acompañaban. Las gentes veían en su persona a una superioridad interior que les impresionaba. Su predicación conseguía grandes frutos porque era sencilla, clara, fácil, práctica, suave y amable, pero acompañada por la unción o fuerza de conmover que proviene de quien antes de predicar reza mucho por sus oyentes y después de la predicación sigue orando por ellos. Era tal el atractivo de sus sermones que hasta los mismos herejes iban a escucharlo. Pero este atractivo fue el que llenó de envidia y rabia a sus opositores y los llevó a escogerlo a él, entre todos los compañeros de misión, para martirizarlo.

Hay algo que a los santos les falla de manera impresionante, es la “prudencia simplemente humana”, ese andar haciendo cálculos para no excederse en desgastarse por el Reino de Dios. Los santos no se miden. Ellos se enamoran de Cristo y de su religión y no andan dedicándose a darse a cuenta gotas, sino que se entregan totalmente a la misión que Dios les ha confiado. Y esto le sucedió a Fidel. Cada poco le llegaban tarjetas como esta: “Recuerde que está predicando en tierras donde hay muchos protestantes, evangélicos, calvinistas y demás herejes. No hable tan claro en favor de la religión católica, si es que quiere seguir comiendo tranquilamente su sopa entre nosotros”.

Pero él seguía incansable enseñando el Catecismo Católico y previniendo a sus oyentes contra el peligro de las sectas de evangélicos y demás protestantes. Tenía que prevenir a sus ovejas contra los lobos que acaban con las devociones católicas.

Al saber en Roma los grandes éxitos del padre Fidel que con sus predicaciones convertía a tantos protestantes, lo nombraron jefe de un grupo de misioneros que tenían que ir a predicar en Suiza, nido terrible de protestantes calvinistas. Lo enviaba la Sagrada Congregación para la Propagación de la fe.

En la ceremonia con la cual lo despedían solemnemente al empezar su viaje hacia Suiza, Fidel dijo en un sermón: “Presiento que voy a ser asesinado, pero si me matan, aceptaré con alegría la muerte por amor a Jesucristo y la consideraré como una enorme gracia y una preferencia de Nuestro Señor”.

Pocos días antes de ser martirizado, al escribir una carta a su lejano superior, terminaba así su escrito: “Su amigo Fidel que muy pronto será pasto de gusanos”.

Al llegar a Suiza empezó a oír rumores de que se planeaba asesinarlo porque los protestantes tenían gran temor de que muchos de sus adeptos se pasaran al catolicismo al oírlo predicar. Al escuchar estas noticias se preparó para la muerte pasando varias noches en oración ante el Santísimo Sacramento, y dedicando varias horas del día a orar, arrodillado ante un crucifijo. La santidad de su vida lo tenía ya bien preparado para ser martirizado.

El domingo 24 de abril, se levantó muy temprano, se confesó y después de rezar varios salmos se fue al templo de Seewis, donde un numeroso grupo de protestantes se había reunido con el pretexto de que querían escucharlo, pero con el fin de acabar con él. Al subir al sitio del predicador, encontró allí un papel que decía: “Este será su último sermón. Hoy predicará por última vez”. Se armó de valor y empezó entusiasta su predicación. El tema de su sermón fue esta frase de San Pablo: “Una sola fe, un solo Señor, un solo bautismo” (EF. 4,5) y explicó brillantemente cómo la verdadera fe es la que enseñan los católicos, y el único Señor es Jesucristo y que no hay varios bautismos como enseñan los protestantes que mandan rebautizar a la gente. Aquellos herejes temblaban de furia en su interior, y uno de los oyentes le disparó un tiro, pero equivocó la puntería. Fidel bajó del sitio desde donde predicaba y sintiendo que le llegaba el fin, se arrodilló por unos momentos ante una imagen de la Sma. Virgen. Quedó como en éxtasis por unos minutos, y luego salió por una pequeña puerta por la sacristía detrás del templo.

Los herejes lo siguieron a través del pueblo gritándole: “Renuncie a lo que dijo hoy en el sermón o lo matamos”. El les respondió valientemente: “He venido para predicar la verdadera fe, y no para aceptar falsas creencias. Jamás renunciaré a la fe de mis antepasados católicos.” Aquel grupo de herejes, dirigidos por un pastor protestante, le gritaba: “O acepta nuestras ideas o lo matamos”. El les contestó: “Ustedes verán lo que hacen. Yo me pongo en manos de Dios y bajo la protección de la Virgen Santísima. Pero piensen bien lo que van a hacer, no sea que después tengan que arrepentirse muy amargamente”. Entonces lo atacaron con palos y machetes y lo derribaron por el suelo, entre un charco de sangre. Poco antes de morir alcanzó a decir: “Padre, perdónalos”. Era el 24 de abril del año 1622.

Dios demostró la santidad de su mártir, obrando maravillosos milagros junto a su sepulcro. Y el primer milagro fue que aquel pastor protestante que acompañaba a los asaltantes, se convirtió al catolicismo y dejó sus errores.

El Papa Benedicto XIV lo declaró santo en 1746. Si el grano de trigo cae a tierra y muere, produce mucho fruto. (Jesucristo).

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Fodel_de_Sigmaringa.htm)

23 abril, 2021

San Jorge, Mártir y Patrono de Inglaterra


 

¡Oh!, San Jorge, bendito, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, y aquél que, al dragón
vencisteis, y, luego de éxtasis lleno, a Jesucristo
entre las multitudes aclamasteis, animándolas de corazón
a cristianos ser. Diocleciano, emperador, enterado,
enfureció y mandó que todos adorasen a sus falsarios
dioses, prohibiendo con el Dios de la vida hacerlo.
Y, vos, por negaros, obligado fuisteis a aquella traición,
pero, os negasteis y ratificasteis como seguidor fiel
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, así y todo,
ellos os llevaron en frente de sus falsarias estatuas
albergando que os arrepentiríais, y tan solo ante
vuestra presencia, aquellas cayeron y se despedazaron.
Y, bastó ello y condenado al martirio y la muerte
fuisteis por el infame emperador. Entonces, vuestra
alma, a Dios os encomendasteis, diciendo: “Señor, en
tus manos encomiendo mi alma”. ¿Mataron vuestro cuerpo?
Sí, pero, no, vuestra alma, que, presta, a la Celeste
Patria marchó, para cubriros, con corona de luz, como
premio a vuestro grande amor y entrega de vida y fe;
Patrono Santo de Inglaterra y de los Boys Scouts;
¡Oh!; San Jorge, “vivo agricultor del Dios de la Vida”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Abril
San Jorge
Mártir (303)

Que Dios nos conceda valor como a San Jorge para luchar contra el dragón infernal y vencerlo y no permitirle que nos esclavice con sus tentaciones. Los que siembran entre pesares, cosechan entre cantares. (S. Biblia Salmos).

Jorge significa: el agricultor.

Biografía

Nacido en Lydda, Palestina, la tierra de Jesús, era hijo de un agricultor muy estimado. Entró al ejército y llegó a ser capitán. Se hizo famoso porque al llegar a una ciudad de Oriente se encontró con que un terrible caimán (o dragón o tiburón) devoraba a mucha gente y nadie se atrevía a acercársele. San Jorge lo atacó valientemente y acabó con tan feroz animal. Y reuniendo a todos los vecinos que estaban llenos de admiración y de emoción, les habló muy hermosamente de Jesucristo y obtuvo que muchos de ellos se hicieran cristianos.

Pero el emperador Diocleciano mandó que todos tenían que adorar ídolos o dioses falsos y prohibió adorar a Jesucristo. El capitán Jorge declaró que él nunca dejaría de adorar a Cristo y que jamás adoraría ídolos. Entonces el emperador declaró pena de muerte contra él. De paso para el sitio del martirio lo llevaron al templo de los ídolos para ver si los adoraba, pero en su presencia varias de esas estatuas cayeron derribadas por el suelo y se despedazaron.

A Jorge lo martirizaron y mientras lo azotaban, él se acordaba de los azotes que le dieron a Jesús, y no abría la boca, y sufría todo por Nuestro Señor sin gritar ni llorar. Muchos al verlo exclamaban: “Es valiente. En verdad que vale la pena ser seguidor de Cristo”. Cuando lo iban a matar decía: “Señor, en tus manos encomiendo mi alma”. El siempre rezaba y Dios siempre lo escuchaba. Al oír la noticia de que ya le iban a cortar la cabeza se puso muy contento, porque él tenía muchos deseos de ir al cielo a estar junto a Nuestro Señor Jesucristo.

San Jorge mártir es el Patrono de Inglaterra y de los Boys Scouts.

Su culto alcanzó gran celebridad desde muy antiguos tiempos en la Iglesia. La Iglesia de Oriente lo llama “El gran mártir”.

En tiempos de Las Cruzadas, el rey Ricardo Corazón de León se convenció en Tierra Santa de que San Jorge tenía un gran poder de intercesión en favor de los que lo invocaban y llevó su devoción a Europa, especialmente a Inglaterra.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Jorge_4_23.htm)

22 abril, 2021

Fiesta de Santa María Virgen, Madre de la Compañía de Jesús

 

Todos los 22 de abril se celebra la fiesta de Santa María Virgen, Madre de la Compañía de Jesús. Esta celebración tiene su origen en 1541 cuando los primeros jesuitas hicieron los votos solemnes de pobreza, castidad y obediencia ante esta imagen en la Basílica romana de San Pablo de Extramuros.

San Ignacio escribió: “Cuando llegamos a San Pablo los seis nos confesamos, unos a otros. Se decidió que Íñigo dijese misa en la iglesia, y que los otros recibiesen el Santísimo Sacramento de sus manos, haciendo sus votos de la siguiente forma: Ignacio diciendo misa y justo antes de la comunión, sosteniendo un papel con la fórmula de los votos, se volvió hacia sus compañeros que estaban arrodillados, y pronunció las palabas de los votos.

Después de decirlas, comulgó recibiendo el Cuerpo de Cristo. Cuando terminó de consumir colocó las cinco hostias consagradas en la patena y se volvió hacia sus compañeros. Cada uno tomó el texto de los votos en su mano y dijo en voz alta las palabras. Cuando el primero terminó, recibió el Cuerpo de Cristo. Luego, por turnos, los demás hicieron lo mismo. La misa tuvo lugar en el altar de la Virgen, en el que estaba reservado el Santísimo Sacramento.

Cuando acabó la misa, después de orar ante los otros altares, regresaron al altar mayor, donde todos se acercaron a Íñigo. Le dieron un abrazo y el beso de la paz, con mucha devoción, sentimiento y lágrimas; así finalizaron la ceremonia de los votos y el dieron comienzo a su vocación”.

Unos meses antes, el 27 de septiembre de 1540, Paulo III había aprobado la Fórmula de la Compañía de Jesús y concedido licencia para hacer sus Constituciones.

(https://www.aciprensa.com/recursos/santa-maria-virgen-madre-de-la-compania-de-jesus-4546)

21 abril, 2021

San Anselmo de Canterbury, Predicador y reformador de la vida monástica

 

 

21 de Abril

San Anselmo de Canterbury

Predicador y reformador de la vida monástica 

Es cierto que los normandos oprimieron a Inglaterra; pero con ellos llegaron al país algunos de sus hombres de Iglesia y de Estado más eminentes. Entre ellos, están dos arzobispos de Canterbury: Lanfranco y su sucesor inmediato, San Anselmo. Este nació de noble familia en Aosta del Piamonte hacia el año 1033. De jovencito fue encomendado a un profesor muy riguroso, regañón y humillante y el niño empezó a perder la alegría y a volverse demasiado tímido y retraído.  Entonces lo llevaron a los Padres Benedictinos y estos por medio de la bondad y de la alegría lo transformaron en un estudiante alegre y entusiasta.  Todos los ratos libres los dedicaba a estudiar y a escribir. Más tarde Anselmo diría: “Mis progresos espirituales, después de Dios y de mi madre, los debo a haber tenido unos excelentes profesores en mi niñez, los Padres Benedictinos”.   

A los 15 años intentó ingresar en un monasterio, pero el abad, sabiendo que el padre de Anselmo, Gandulfo, se oponía a ello, no quiso admitirle.  Mientras el papá lo animaba a ser un triunfador en el mundo, la madre le mostraba el cielo azul y le decía: allá arriba empieza el verdadero reino de Dios. El papá lo llevaba a fiestas y a torneos.  Pero, aunque Anselmo participaba con mucho entusiasmo, después de cada fiesta mundana sentía su alma llena de tristeza y desilusión. Y exclamó: “El navío de mi corazón pierde el timón en cada fiesta y se deja llevar por las olas de la perdición”. Entonces, Anselmo se fue inclinando más a ganarse el cielo que las glorias humanas. 

Anselmo olvidó durante algún tiempo su vocación, descuidó la práctica religiosa y vivió una vida mundana de la que no dejó de arrepentirse más tarde hasta el último día de su vida.  Anselmo no se entendía con su padre. Tan severo era éste, que Anselmo no tuvo más remedio que abandonar la casa paterna, después de la muerte de su madre, para proseguir sus estudios en Borgoña. Tres años más tarde, pasó a Bec, en Normandía, atraído por la fama del gran abad Lanfranco.  A los veintisiete años, en 1060, Anselmo ingresó en el monasterio de Bec, donde se convirtió en discípulo y gran amigo de Lanfranco.  Este fue nombrado abad de San Esteban de Caen, tres años más tarde y Anselmo pasó a ser el prior de Bec. Algunos monjes murmuraron contra la elección de Anselmo, quien era todavía muy joven; pero su paciencia y bondad acabaron por ganarle los ánimos de sus más acerbos críticos.  Entre éstos se contaba un joven muy rebelde, llamado Osberno, a quien San Anselmo convirtió poco a poco a la observancia y asistió tiernamente en su última enfermedad. 

San Anselmo era gran devoto de la Virgen María y decía que no hay criatura tan sublime y tan perfecta como ella y que en santidad sólo la supera Dios.

San Anselmo fue sin duda el mayor teólogo de su tiempo y el “padre de la escolástica”. Como tal, es precursor de Santo Tomás de Aquino. La Iglesia no había tenido un metafísico de su talla desde la época de San Agustín. Al mismo tiempo su piedad permitía que Dios lo orientara hacia la Verdad Suprema. Con corazón e inteligencia se acercó a los misterios cristianos: “Haz, te lo ruego, Señor que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia”

“Es necesario, decía él, impregnar cada vez más nuestra fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica”.  Sus obras filosóficas, como sus meditaciones sobre la Redención, provenían del vivo impulso del corazón y de la inteligencia.

Siendo todavía prior de Bec, compuso sus dos obras más conocidas que ayudaron a integrar la filosofía y la teología: El Monologium, (modo de meditar sobre las razones de la fe”, en el que daba las pruebas metafísicas de la existencia y la naturaleza de Dios, y el Proslogium (la fe que busca la inteligencia) o contemplación de los atributos de Dios.    Igualmente compuso los tratados de la verdad, la libertad, el origen del mal y el arte de razonar, llegando así a ser uno de los autores más leídos en la Iglesia Católica. Durante siglos los maestros de teología han leído y citado las enseñanzas de este gran sabio.

Eadmero, un monje inglés, discípulo y biógrafo de Anselmo, cuenta que tenía éste un método muy personal de instruir, empleando comparaciones muy conocidas, de suerte que aun la gente más sencilla podía entenderle. A un abad que se quejaba del pobre fruto de sus esfuerzos pedagógicos, dijo San Anselmo: “Si plantas un árbol en tu huerto y lo cercas por todos lados, de suerte que no pueda extender sus ramas, tendrás al cabo de un tiempo un árbol inútil de ramas torcidas… Pues así es como tratas a tus hijos, con amenazas y golpes y privándoles del privilegio de la libertad”.  Al mismo tiempo, nadie como San Anselmo insistía en la importancia de buscar la verdad y ser fiel a ella.

San Anselmo fue un hombre de singular encanto. Su simpatía y sinceridad le ganaron el afecto de hombres de todas clases y nacionalidades. La caridad del santo se extendía aun a los más humildes de sus fieles.  Él fue uno de los primeros que se opusieron a la esclavitud.  En el concilio nacional de Westminister, que reunió en 1102 para resolver algunos asuntos eclesiásticos, el arzobispo obtuvo la aprobación de un decreto que prohibía vender a los esclavos como animales. 

Una anécdota de su vida pone en relieve la humanidad de San Anselmo. Eadmero cuenta que el santo encontró un día a un niño que había atado un hilo a la pata de un pájaro y se divertía dejándole escapar y volviéndole a coger.  Anselmo, lleno de indignación, cortó el hilo, y dijo: “ecce filum rumpitur, avis avolat, puer plorat, pater exultat – “el pájaro escapa, el niño llora y el padre se alegra”.

En 1078, después de quince años de priorato, Anselmo fue elegido abad de Bec. Eso le obligaba a viajar con frecuencia a Inglaterra, donde la abadía contaba con algunas propiedades.

Anselmo fue a Inglaterra en 1092, tres años después de la muerte de Lanfranco.  El rey Guillermo el Rojo mantenía vacante la sede de Canterbury para disfrutar de sus rentas.  Como San Anselmo le exhortase a nombrar un arzobispo, Guillermo juró “por la Santa Faz de Lucca” (tal juramento popular se refiere al “Volto Santo”) que ni Anselmo ni otro alguno sería arzobispo de Canterbury mientras él viviese. Pero una enfermedad que le puso a las puertas de la muerte le hizo cambiar de opinión. Lleno de temor, el rey prometió que en adelante gobernaría de acuerdo con las leyes y nombró arzobispo a San Anselmo. El buen abad alegó en vano su avanzada edad, su falta de salud y su ineptitud para el gobierno. Los obispos y todos los presentes le obligaron a tomar el báculo pastoral y le condujeron a la iglesia, donde cantaron un “Te Deum”.

Pero el corazón del rey no había cambiado en realidad. Apenas acababa de instalarse el nuevo arzobispo, cuando Guillermo, quien quería arrebatar a su hermano el ducado de Normandía, empezó a exigirle dinero.  Anselmo le ofreció quinientos marcos, suma importante en aquellos tiempos; pero el rey le pidió mil como precio de la elección.  El santo se negó rotundamente a pagarlos y exhortó al rey a proveer las abadías vacantes y a sancionar la convocación de los sínodos necesarios para reprimir los abusos de los clérigos y los laicos.  El rey replicó ásperamente que defendería las abadías como si se tratase de su propia corona y, desde entonces, no tuvo otro pensamiento que el de arrojar a Anselmo de su sede. Consiguió, en efecto, que cierto número de obispos le negasen la obediencia; pero los barones no aceptaron condenar a San Anselmo.  El mismo legado pontificio llevó a Anselmo el palio que le hacía inamovible.

Viendo que el rey oprimía a la Iglesia siempre que podía cuando el clero no se plegaba a su voluntad, San Anselmo le pidió permiso de ir a Roma a consultar a la Santa Sede.  El rey se lo rehusó dos veces; a la tercera, le respondió que podía salir del país, pero que confiscaría todas sus rentas y no le permitiría volver a entrar. A pesar de ello, San Anselmo partió de Canterbury en octubre de 1097, acompañado por Eadmero y otro monje llamado Balduino. En el camino se hospedó primero con San Hugo, abad de Cluny y después con otro Hugo, arzobispo de Lyon. En Roma expuso el asunto al Papa, quien no sólo le prometió su protección, sino que escribió al rey exigiéndole que restituyese a San Anselmo sus derechos y posesiones. San Anselmo se retiró a un monasterio de Campania por razones de salud y ahí terminó su famosa obra Cur Deus homo, que es el más famoso tratado que existe sobre la Encarnación. Convencido de que podría hacer más bien en la vida oculta que en su sede en Canterbury, Anselmo rogó al Papa que le descargase de su oficio, pero el Pontífice, se negó.  Sin embargo, dado que no podía volver por el momento a Inglaterra, el Papa le dio permiso de quedarse en Campania.  Anselmo asistió al Concilio de Bari, en 1098, y se distinguió por su manera de abordar las dificultades de los obispos grecoitálicos sobre la cuestión del “Filioque”.  El Concilio acusó al rey de Inglaterra de simonía, de opresión a la Iglesia, de persecución al arzobispo y de vida viciosa; sin embargo, no llegó a condenarle solemnemente gracias a la intervención del mismo San Anselmo, quien persuadió al Papa Urbano de que se contentase con la amenaza de excomunión. 

La muerte de Guillermo el Rojo puso fin al destierro de San Anselmo, quien entró en Inglaterra entre las aclamaciones del pueblo. Pero la paz no fue duradera. Las dificultades surgieron en cuanto Enrique I se arrogó el derecho de reconfirmar la elección de San Anselmo. Eso se oponía a los decretos del sínodo romano de 1099, que había suprimido los derechos de investidura de los laicos sobre las abadías y catedrales. San Anselmo se negó, pues, a obedecer al rey. Pero en ese momento Inglaterra estaba bajo la amenaza de una invasión de Roberto de Normandía, a quien muchos barones ingleses no veían con malos ojos. Deseando ganarse el apoyo de la Iglesia, Enrique prometió total obediencia a la Santa Sede en el futuro, y San Anselmo hizo cuanto pudo por evitar la rebelión. Aunque, como lo hace notar Eadmero, Enrique debía en gran parte al santo el hecho de no haber perdido la corona, reclamó de nuevo su derecho de investidura en cuanto pasó el peligro. Por su parte, el arzobispo se negó a consagrar a los obispos nombrados por el rey, a no ser que hubiesen sido canónicamente elegidos. La oposición entre el rey y el arzobispo fue agravándose de día en día. Finalmente Anselmo decidió ir personalmente a Roma a exponer el asunto al Papa y Enrique envió por su parte a un delegado personal. Después de madura consideración, Pascual II confirmó la decisión de su predecesor. Al saberlo, Enrique prohibió a San Anselmo que volviese a Inglaterra y confiscó sus bienes. Más tarde, el rumor de que San Anselmo iba a excomulgar al rey parece haber alarmado al monarca, quien fue a Normandía a reconciliarse con el arzobispo. En un consejo real que tuvo lugar en Inglaterra, Enrique I renunció al derecho de investidura sobre las abadías y los obispados y Anselmo, con el consentimiento del Papa, aceptó que los obispos prestasen homenaje al monarca por sus posesiones temporales. El rey observó realmente el pacto y llegó a tener tal confianza en el arzobispo, que le nombró regente durante el viaje que hizo a Normandía en 1108. Pero la salud de San Anselmo, que era ya muy anciano, se había debilitado mucho. El santo murió al año siguiente, 1109, entre los monjes de Canterburry.  Sus últimas palabras antes de morir fueron: 

“Allí donde están los verdaderos goces celestiales, allí deben estar siempre los deseos de nuestro corazón”

San Anselmo fue declarado Doctor de la Iglesia en 1720, aunque no había sido canonizado. Dante le pone en el paraíso entre los espíritus de luz y poder de la esfera solar, junto a San Juan Crisóstomo.    

Se cree que el cuerpo del gran arzobispo descansa en la catedral de Canterbury, en la capilla de su nombre, del lado sudoeste del altar mayor.

(https://www.aciprensa.com/recursos/biografia-4541)

20 abril, 2021

Santa Inés de Montepulciano, Abadesa Dominica

 

20 de Abril

 

Santa Inés de Montepulciano

Abadesa

Cuando ella tenía 15 años, la superiora de aquella comunidad fue trasladada a fundar un convento en otra ciudad, y pidió que le dejaran llevar como principal colaboradora a Inés, porque era una joven de una extraordinaria responsabilidad en todo lo que hacía.

Y sucedió por aquellos tiempos que las gentes de Montepulciano dispusieron crear unas casas para religiosas. Pidieron que les fuera enviada como superiora del nuevo convento la joven Inés, cuya santidad ya era notoria en todos los alrededores. Ella siendo tan joven, aceptó el cargo porque confiaba en que Dios le iba a ayudar de maneras sorprendentes. Y así sucedió.

Estaba Inés pensando a qué comunidad religiosa debía ella confiar a las monjitas de su nuevo convento, cuando una noche en una visión se le aparecieron en el mar muchas barcas con distintos patronos, invitándola a navegar en ellas. Pero una barca tenía por piloto a Santo Domingo de Guzmán y este santo le decía: “Es voluntad de Dios que tú viajes en la barca de la Comunidad Dominicana”. Desde entonces se propuso afiliar a sus religiosas a la Comunidad de padres Dominicos. Y así ella llegará a ser una de las glorias de esta comunidad, y lo mismo lo será su gran devota, Santa Catalina de Siena.

Desde muy joven ayunaba casi todos los días y dormía en el duro suelo y tenía por almohada una piedra. Después la salud se le resintió y por orden del médico tuvo que suavizar esas mortificaciones. San Raimundo cuenta que Dios le permitía visiones celestiales, que un día logró ver cómo era Jesús cuando era Niño. Otra vez estando la despensa del convento desprovista y no habiendo alimentos para las monjas, ella rezó con fe y la despensa apareció llena de comestibles. La veían levantada por los aires mientras le llegaban los éxtasis de la oración. Un ángel se le apareció ofreciéndole un cáliz de amargura y le dijo: “Como Jesús, en esta tierra tendrás que beber el cáliz de la amargura, pero para la eternidad te espera la corona de gloria que nunca se marchita”.

Santa Catalina de Siena que fue a Montepulciano a visitar el cadáver de Santa Inés, el cual después de 30 años, todavía se encontraba incorrupto, profesaba una gran veneración a esta santa y en una carta que escribió a las religiosas de esa comunidad les dice: “Les recomiendo que sigan las enseñanzas de la hermana Inés y traten de imitar su santa vida, porque dio verdaderos ejemplos de caridad y humildad. Ella tenía en su corazón un gran fuego de caridad, regalado por el mismo Dios, y este fuego le producía un inmenso deseo de salvar almas y de santificarse por conseguir la salvación de muchos. Y después de la caridad lo que más admiraba en ella era su profunda humildad. Siempre oraba y se esforzaba por conservar y aumentar estas dos virtudes. Y lo que le ayudaba mucho a crecer en santidad era que se había despojado de todo deseo de poseer bienes materiales o de darle gusto a sus inclinaciones sensuales, y el dominar continuamente su amor propio. Su corazón estaba totalmente lleno de amor a Cristo Crucificado, y este amor echaba fuera los amores mundanos y los apegos indebidos a lo que es terrenal. Ella ofrecía en sacrificio a Dios su propia sensualidad. Para esta buena religiosa el mejor tesoro era Cristo crucificado, en quien meditaba siempre y a quien tanto amaba”. Hermoso relato redactado por una gran santa, acerca de otra santa también muy admirable.
San Raimundo cuenta que muchos testigos le declararon haber presenciado hechos milagrosos en la vida de Santa Inés.

Cuando estaba moribunda, oyó que sus religiosas lloraban y les dijo emocionada: “Si en verdad me aman, alégrense de que voy al Padre Dios a recibir su herencia eterna. No se afanen que desde la eternidad las encomendaré siempre”.

Murió en el mes de abril del año 1317 a la edad de 49 años, y en su sepulcro se han obrado muchos milagros. 

(https://www.aciprensa.com/recursos/biografia-4536)

19 abril, 2021

San Expedito, “El Santo de las Causas justa y urgentes”

 San Expedito

 

¡Oh!, San Expedito, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su amado santo y mártir, y que, comandante legionario siendo,
defendisteis al Romano Imperio de los Bárbaros con valor
y audacia. Pero, un día, las armas dejasteis para convertiros
en fervoroso cristiano y por ello, martirizado fuisteis
y, junto a vos, también alzaron vuelo las almas de vuestros
compañeros Caio, Gálatas, Hermógenes, Aristónico y Rufo,
que adornan hoy, la celeste eternidad. En el momento
supremo de vuestra conversión se os acercó el demonio,
en forma de un cuervo que os gritaba: “cras, cras cras”,
que en latín significa “Mañana, Mañana, Mañana”. Así,
trataba de persuadiros para que dejaseis vuestra decisión
para después ya que, el demonio sabe que lo que se deja
para mañana, sin hacer se queda. Pero vos, tomando gran
decisión, lo aplastasteis con rapidez diciendo: “¡Hodie,
Hodie, Hodie!”, que significa “Hoy, Hoy, Hoy”. Acotando:
“No dejaré nada para mañana, a partir de HOY seré cristiano”.
Y, así, os convertisteis en soldado de Cristo, utilizando
desde ese momento, vuestro valor y disciplina para el Reino
de Dios. Así, honor hicisteis a vuestro nombre, “Expedito”,
pues significa, prontitud y segura intercesión. Por, ello
a vos, os invocamos en urgentes problemas, sabiendo de que,
lo importante, la renuncia es, a la vida de pecado y luego,
abrazarnos a la Cruz salvadora de Cristo. Por ello, venerado
sois por los jóvenes, los estudiantes, los enfermos y los que,
se encuentran en urgentes problemas laborales y de familia.
Sois, además, de las causas justas su protector. Que nosotros
digamos “HOY”, también a Jesús y que, aplastemos los engaños
del demonmio. En la iconografía, os representan como un
soldado con una cruz, que lleva escrita la palabra “Hodie”,
que significa “Hoy”, con una hoja de palma por vuestro
martirio. A sus pies hay un cuervo y la palabra “cras”,
que significa “mañana”. Por todo ello y, por vuestro valor
y audacia, Cristo, a quien elegisteis, os coronó con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega increíble
y extraordinaria de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Expedito, “viva prueba del Amor a Cristo: ¡hodie, hodie!”.

© 2021 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Abril

San Expedito

“El Santo de las Causas justa y urgentes”

San Expedito, fue un militar romano que vivió entre los siglos III y IV. Antes de su conversión comandó la legión romana Fulminata XII, bajo el mando del emperador Diocleciano. Se le cuenta entre los mártires de la Iglesia católica.

Según la tradición de la Iglesia, cuando San Expedito ya había tomado la decisión de abrazar el cristianismo, el Maligno se le presentó en forma de cuervo y empezó a gritar: “cras, cras, cras”, que en latín significa: “mañana, mañana, mañana”. Lo que quería el demonio era enfriarle el deseo de conocer a Cristo, que le llenaba el corazón, a sabiendas de que posponer un poquito una decisión tan grande, aunque sea solo por un día, podría acarrear una victoria del mal para siempre.

El Santo de inmediato aplastó al cuervo tentador, diciendo: “¡Hodie, hodie, hodie!”, que quiere decir “hoy, hoy, hoy”. “No dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré cristiano”, añadió. De ahí en adelante, Expedito vivió la fe hasta el último de sus días, entregando su sangre en el martirio.

A San Expedito se le considera protector ante las dificultades surgidas en el trabajo, intercesor por las familias y abogado en caso de juicios. Su rápida y contundente respuesta al demonio le convirtió en intercesor en problemas urgentes. Su fiesta se celebra cada 19 de abril.

San Expedito también es protector de la juventud, los estudiantes y enfermos. Se le representa como un soldado con una cruz en la que está escrito “hodie” (hoy) y la hoja de palma que simboliza el martirio. A sus pies se representa un cuervo con la palabra “cras” (mañana).

En este día, miles de fieles se congregan en la Parroquia Nuestra Señora Balvanera de Buenos Aires, para venerar la antigua imagen de San Expedito que se conserva en el templo. Sus devotos participan de las Misas, confesiones y la bendición de objetos.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-fiesta-de-san-expedito-mediador-ante-problemas-urgentes-11798)