07 septiembre, 2013

Santa Regina



Oh, Santa Regina, vos sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, pues a edad
temprana a Cristo, conocisteis y entregasteis
vuestro corazón, bautizándoos también
entregasteis vuestra virginidad. A los cuatro
vientos confesasteis vuestra fe, y, por esa
fidelidad vuestras dificultades comenzaron,
y de pronto, marchasteis a la cárcel. Os negasteis
a hacer sacrificios a los ídolos, y os torturan,
y los hierros arañan y cortan vuestra carne.
Y, hay prodigios del cielo, en medio de vuestro
martirio, se producen terremotos, se oyen
voces celestiales, y hasta una paloma se os
acerca para consolaros y daros ánimos y curaros
Y, entonces la gente se convierte a centenares
y luego degollada sois. Hoy, gozáis de corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega
de amor, fe y esperanza. Reina entre las reinas;
Oh, Santa Regina, “reina, virgen, mártir y luz”.

© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Setiembre
Santa Regina
Mártir

Los niños piden -al menos así lo hacían en tiempos pasados- a los mayores que les cuenten un cuento a la hora de dormir. La condescendencia de los que les quieren, procurando su bien dormir, les lleva a ilustrar su imaginación con historias que unas veces son sólo producto del genio humano y otras… adornan la verdad de hechos ocurridos en la ordinariez de la vida con amplificaciones que hacen fantástica, amable y hasta apasionante la historia real. No sé si la historia de Regina servirá para rellenar esos momentos previos al descanso nocturno de los pequeños, pero no me cabe duda de que sí servirán a los adultos para que detengamos un momento nuestro ardoroso caminar.

Regina es palabra latina que se vierte al castellano por Reina. Así se llamaba nuestra protagonista de hoy. Fue una francesita hija de padre romano y de madre gala. Era el tiempo del Imperio. Cuando tenía quince años conoció a Cristo y le entregó su corazón, se bautizó y decidió darle para siempre su virginidad.
Es hermosa en demasía. El prefecto romano se enamoró de ella al verla. En su presencia, Regina confiesa su fe. Desde este momento comienzan las dificultades para la fidelidad. Fue puesta en la cárcel y con una amenaza: al regreso del prefecto, que necesariamente ha de ausentarse, ella debe haber cambiado de religión o conocerá el furor romano.

Sucede a la vuelta del personaje lo previsible con la gracia de Dios. Ella se niega a sacrificar a los ídolos, llegan las torturas, los hierros arañan y cortan su carne. También hay prodigios del Cielo: se producen terremotos, se oyen voces celestiales… hasta una paloma se acerca para consolarla, darle ánimos y curarla.

El ejemplo es tan llamativo que la gente se convierte a centenares. Por fin, es degollada. La candidez de la historia narrada, pletórica de elementos hiperbólicos y de adornos donados por la fantasía, expone un drama común y diario de mucha gente que bien merece la atención y el mimo del poeta, me refiero a todos esos que están dispuestos en serio a dar la vida por la fe que tienen y, llegado el momento, darla.
Fuente: Archidiócesis de Madrid