31 enero, 2024

San Juan Bosco Fundador, padre y maestro de la juventud

San Juan Bosco. Padre de la juventud. Patrono de los jóvenes

 

 ¡Oh!, San Juan Bosco; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo. Dotado estabais de
magnífica voz y de oído finísimo, cantabais y tocabais
armonio, piano y violín. Además, poseíais una memoria
e inteligencia prodigiosas y dominabais la teología
y la filosofía maravillosamente. Las literaturas griega,
italiana, latina y hebrea las conocíais y las hablabais
además del francés y el alemán. De todo ello, os proveyó
Dios, para cumplir la misión que os asignó Jesús, desde
vuestro primer sueño, y, que vos, cumplisteis al pie
de la letra con todo, primero, fundando la “Sociedad
de la Alegría”, los llamados “oratorios festivos” y los
“diarios”. Para atraer a los jóvenes, al catecismo,
os hicisteis hábil titiritero, atleta e ilusionista.
Un cierto día leíste en el mismo cielo: “Hic domus mea;
inde Gloria mea”: “aquí mi casa; de aquí saldrá mi
gloria”. Y, así, fue. Edificasteis una casa y una
capillita, y luego una Iglesia que dedicasteis a San
Francisco de Sales, a quien vos, mucho admirabais. Más
tarde, la congregación de los “Salesianos”, siempre en
honor a vuestro amado santo y la de las “Hijas de María
Auxiliadora” fundasteis, construyendo un santuario a
Nuestra Señora. Incursionasteis en la literatura, la
prensa, la música y la imprenta. Leíais las conciencias,
predecíais el futuro, curabais toda clase de enfermedades
y resucitabais muertos. Sois también, sin duda alguna
“uno de los hombres que más han trabajado en el mundo”,
y, “uno de los que más han amado a los niños”, dejando
para aquellos y nosotros “el trabajo y la piedad” como
lema. Entregasteis vuestra alma al Padre, para, coronada
ser, con corona de luz, como justo premio a vuestro
desgaste de «amor y fidelidad». Patrono santo del cine,
de las escuelas de artes y oficios, de los ilusionistas
como vos mismo fuisteis. ¡Santo de la juventud! ¡Santo
de los obreros! ¡Santo de la alegría! ¡Santo de Nuestra
Señora María Auxiliadora! ¡Santo de todos los niños!
¡oh!, San Juan Bosco; “vivo amor por el Dios de la Vida”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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31 de Enero
San Juan Bosco
Fundador
(† 1888)

Como dice Pío XI en la bula de canonización, muy difícil es bosquejar en pocas líneas esta figura gigantesca. Nació en Becchi (Casteinovo de Asti – Italia), el 16 de agosto de 1815, y el mismo día fue regenerado con el agua bautismal. A los dos años quedó huérfano de padre, que se llamaba Francisco. Afortunadamente su madre, Margarita Occhiena, inteligente y santa mujer, supo educar a sus dos hijos José y Juan y al hijastro Antonio como mejor no se podía pedir. Modelo de madres, su vida merece ser conocida, difundida e imitada.

Desde la más tierna infancia Juan manifestaba gran despejo de inteligencia, apego a su propio juicio, tenacidad en sus propósitos, tendencia al dominio sobre los demás, ternura de corazón, desprendimiento y generosidad. Margarita supo cultivar lo bueno y cercenar lo malo de todas estas inclinaciones. Ante todo, fomentó en sus hijos la piedad, una piedad varonil y profundamente sentida, franca y abiertamente practicada. “Dios nos ve; Dios está en todas partes; Dios es nuestro Padre, nuestro Redentor y nuestro Juez, que de todo nos tomará cuenta, que castigará a los que desobedecen sus leyes y mandatos y premiará con largueza infinita a los que le aman y obedecen. Debemos acostumbrarnos a vivir siempre en la presencia de Dios, puesto que Él está presente en todo”.

Les enseñó a amar e invocar a la Virgen Santísima y al ángel de la guarda, y a apreciar debidamente el tesoro del tiempo.

Pronto se desarrolló en Juanito la sagrada fiebre del apostolado. Ya a los siete años reunía a sus compañeros para enseñarles a rezar, repetirles lo que ola en las pláticas y lo que su santa madre le enseñaba, pacificarlos en sus riñas y disensiones, corregirlos cuando hablaban o procedían mal, jugar con ellos y entretenerlos “para ayudarlos a hacerse buenos”.

Juan Bosco es uno de los hombres que más han “soñado”, es decir, que Dios le manifestaba en sueños su voluntad y le decía muchas cosas, como a José, el hijo de Jacob, que precisamente por sus sueños llegó a ser virrey de Egipto; como al profeta Daniel; como al mismo patriarca San José. A los nueve años tuvo el primero de sus “grandes sueños”. Bajo la alegoría de una turba de animales feroces que se truecan en corderos y algunos en pastores, se le indica su misión en el mundo: educar la juventud, trocar, mediante la instrucción religiosa, cívica, intelectual y moral, a los díscolos en buenos y perfeccionar a los buenos. Es el mismo Jesús quien se la asigna, y para que pueda desempeñarla, le da por madre y maestra a la Virgen Auxiliadora. Para cumplirla, desea hacerse sacerdote.

Pero ¡cuántas dificultades le salen al paso!: pobreza, oposición de su hermanastro, burlas, muerte de su principal bienhechor… Mas de todas triunfa con la constancia y la confianza en Dios.

Aunque deseara ardientemente hacer la primera comunión, sólo a los diez años – y eso tan sólo en atención a su gran preparación – se le concede. En esa ocasión hizo propósitos que fueron norma de toda su vida.

Antes de poder estudiar regularmente, y durante sus primeros estudios, para ayudar a pagarse la pensión tuvo que servir como mozo en granjas y en cafés, trabajar de sastre, de zapatero, de carpintero y herrero, de repostero y sacristán, como que tenía que fundar y dirigir prácticamente escuelas profesionales y agrícolas. En todas partes seguía ejerciendo el apostolado. Entre sus compañeros fundó la “Sociedad de la Alegría” y una especie de academia artístico – literaria, Y para atraer a los catecismos a chicos y mayores se hizo hábil titiritero, atleta e ilusionista. Dotado de una magnífica voz y de un oído finísimo, cantaba y tocaba armonio, piano, violín y algunos otros instrumentos. Poseyendo una memoria prodigiosa y una inteligencia comprensiva, además de las asignaturas de los cursos filosóficos y teológicos, estudió a fondo las literaturas italiana, griega, latina y hebrea, y llegó a hablar el francés y el alemán lo suficiente para entender y hacerse entender. Todo esto era una providencial preparación para cumplir debidamente la misión asignada por Jesús, desde el primer sueño. Estos seguían jalonando su vida, a medida que se iba acercando el tiempo de ponerla en ejecución.

Mientras estudiaba el segundo año de teología hizo pacto con su compañero Luis Comollo de que el primero que muriera vendría, permitiéndolo Dios, a darle al otro noticia de la otra vida. Murió Comollo y la misma noche se presentó en el dormitorio con tremendo aparato, para decir al amigo, oyéndolo todos, que estaba salvo. De la impresión muchos enfermaron, entre ellos el mismo Juan, quien dice en sus memorias que “esos pactos no se deben hacer, porque la pobre naturaleza no puede resistir impunemente esas manifestaciones sobrenaturales”.

Ordenado sacerdote en 1841, por consejo de su director San José Cafasso, siguió en el Convictorio Eclesiástico de Turín los tres cursos de perfeccionamiento de la teología moral y pastoral, y al mismo tiempo estudiaba las condiciones sociales de la ciudad, del campo y del tiempo en que vivía. Ejerciendo el ministerio en cárceles y hospitales, y reparando en lo, que sucedía en las calles y plazas, en los talleres industriales y en las construcciones, le llamó la atención el número enorme de chicos que, abandonados de los padres, o huérfanos, vagabundeaban, con evidente peligro de perversión y constituyendo una amenaza social: y decidió remediarlo en cuanto pudiera. Así concibió la idea de los “oratorios festivos” y diarios. Pronto la Providencia le deparó la ocasión de empezar.

En la iglesia de San Francisco de Asís – el santo del amor universal – estaba revistiéndose para celebrar la santa misa, cuando entró, curioseando, un chico de quince años, albañil de oficio, y pueblerino. El sacristán le dijo que ayudara la misa y como no sabia, lo riñó y golpeó. Don Bosco tomó su defensa y, terminada la misa, se entretuvo consolándolo y haciéndole las preguntas que convenían a su intento. Ignoraba hasta el padrenuestro y el avemaría, lo invitó a arrodillarse con el ante un cuadro de la Virgen, y rezaron con inmenso fervor el avemaría. Y, acto seguido, le dio la primera clase de catecismo. Le invitó para el domingo siguiente. Y el chico cumplió, trayendo otros compañeros. La obra de los oratorios festivos habla nacido y con ella toda la grandiosa obra salesiana. Aquella oración a la Virgen le dio gracia y fecundidad.

Al salir del Convictorio se le ofrecieron halagadores empleos en la diócesis. Mas como no sentía atractivo hacia ninguno de ellos, consultó con su santo director San José Cafasso. Este le consiguió la dirección del “refugio”, obra para niñas, de la piadosa marquesa Julieta Colber de Barolo y allí, a su vera, pudo desarrollar su Oratorio. Como éste crecía sin cesar y a la señora marquesa le molestaba la algazara de los chicos, lo puso en opción o de abandonar a los chicos o de, dejar el refugio. Dejó el refugio. Y… se encontró en la calle, con una grande obra entre manos, sin un céntimo, por añadidura. En sueños, la Virgen le conforto, Y algunos medios le vinieron. El Oratorio tuvo una vida trashumante: una plaza, un cementerio abandonado, unos prados. Pero hasta de éstos tuvo que emigrar. Fue la única vez que sus chicos le vieron triste y llorar. Mientras paseaba lleno de amargura por un extremo del prado, llama su atención hacia otro prado vecino un resplandor: ve una grande iglesia y alrededor de su cúpula este letrero de luz y oro: Hic domus mea; inde gloria mea: (“aquí mi casa; de aquí saldrá mi gloria”). Por la noche, otro sueño más detallado le dejó entrever el porvenir y hasta la fundación de una nueva congregación religiosa adaptada a las necesidades de los nuevos tiempos.

Pudo comprar el prado. Su dueño, el señor Pinardi, le dio facilidades. La providencia le mandó bienhechores y cooperadores. Edificó una casa y una capillita.

Pero aún estaba solo. Propuso a su madre fuera a acompañarlo. Y aquella santa mujer, que aun en su pobreza vivía como una reina con su hijo José y sus nietecitos, lo abandonó todo, y fuese a Turín a compartir con su hijo sacerdote la pobreza y las penalidades, pero también la gloria y las satisfacciones de un apostolado original y fecundísimo. Diez años vivió allí, siendo la madre de tantos huérfanos, viendo la proliferación de aquella obra que se consolidó en unas escuelas de externos e internos y dio origen a varios otros oratorios base de nuevas obras, hasta el 25 de noviembre de 1856, día en que el Señor se la llevó para premiarle sus sacrificios y la caridad ejercidos por su amor. Algún tiempo después se apareció a Juan y le dejó entrever una ráfaga de las delicias del cielo.

El Santo levantó una iglesia para sus niños, dedicándola a San Francisco de Sales. Las visiones o sueños le daban a entender que debía fundar una congregación religiosa que, aplicando sus métodos, educara a las juventudes, especialmente a los obreros, y tratara de armonizar las clases sociales, y que los socios tendría que formárselos entresacándolos de los mismos niños que él educaba. Así nació la sociedad salesiana, cuyos primeros socios profesaron en 1859 y que fue definitivamente aprobada en 1868.

En 1865 puso la primera piedra del santuario de María Auxiliadora, y en 1867 la última. A fuerza de milagros la Virgen se había edificado su casa. El santuario – basílica es uno de los cuatro o cinco en que se manifiesta más claro y poderoso el influjo de la Virgen. Con el santuario nació la “Archicofradía de María Auxiliadora”.

En 1872 fundó la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, con reglas similares a las de los salesianos. También se fundó la Asociación de Antiguos Alumnos. En 1875 fue aprobada por la Santa Sede la “Pía Unión de los Cooperadores Salesianos” o Tercera Orden Salesiana. Por órgano le dio El Boletín Salesiano.

La actividad del Santo se desplegaba en todos los campos del apostolado católico. La prensa le debe multitud de publicaciones fijas y periódicas: hojas volantes, libros de texto y de. propaganda, colecciones de clásicos italianos, latinos, griegos, biblioteca de la juventud, biblioteca de dramas, comedias, cantos, romanzas, zarzuelas, música religiosa. Entre los talleres de sus escuelas profesionales nunca falta la imprenta. Hasta fundó una fábrica de papel, la primera que funcionó en Piamonte. Don Bosco es también un gran escritor. Presta a la Iglesia grandes servicios como diplomático oficioso.

Las dos congregaciones y la Tercera Orden crecieron fabulosamente. Tuvieron casas en todas partes. En 1875 inauguró las misiones, cuya primera expedición destinó a la evangelización de las tribus de la Patagonia y Tierra del Fuego, en Argentina y Chile.

“Lo sobrenatural se había hecho natural en él”, según frase de Pío XI. Leía en las conciencias, predecía el futuro, con la bendición de María Auxiliadora, toda clase de enfermedades, resucitó tres muertos. Sobre todo en sus últimos años, las multitudes lo seguían pidiéndole la bendición. Triunfales fueron sus visitas a París y Barcelona. En sus últimos años edificó la iglesia de San Juan Evangelista, en Turín, y la basílica del Sagrado Corazón, en Roma.

Aunque de fibra robustísima, el Señor le purificó con frecuentes enfermedades y molestias que no lograron debilitar su celo ni aminorar su espíritu de trabajo. En efecto, Don Bosco “es uno de los hombres que más han trabajado en el mundo”, como es “uno de los que más han amado a los niños”. Y dejó a los suyos el trabajo y la piedad como lema.

Murió en Turín el 31 de enero de 1888. San Pío X lo declaró venerable en 1907; Pío XI, que le había tratado personalmente, lo beatificó en 1929 y lo canonizó solemnemente el día de Pascua de Resurrección, 1 de abril de 1934. Es el patrono del cine, de las escuelas de artes y oficios, de los ilusionistas.



(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/01/01-31_JUAN_BOSCO.htm)

30 enero, 2024

Santa Martina Virgen y mártir

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¡Oh!, Santa Martina, vos, sois la hija del Dios
de la Vida, y su amada santa. San Urbano, Papa,
dijo de vos: “Martinae celebri plaudite nomini,
Cives Romulci, plaudite gloriae”. O sea, una
invitación para honraros a vos: en la santa vida
inmaculada, en la caridad ejemplar y valiente en el
testimonio que demostrasteis a Cristo, con vuestro
martirio increíble. Por ello y por mucho, honrada
sois, pues, con vuestra vida ejemplar, disteis
testimonio valiente de Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Cuando os presentaron ante la estatua de Apolo,
en polvo la convertisteis y temblando la tierra,
muertos fueron todos sus sacerdotes. Y, luego con
el templo de Artemisa, lo mismo sucedió, pero,
vuestros verdugos, no cesaron nunca sus ultrajes,
y aún así, salisteis ilesa con la ayuda del Espíritu Santo.
Por ello quizás, de furia y rabia llenos decidieron
terminar con vos, cortándoos la cabeza, haciendo que
vuestra sangre regara las entrañas de la tierra, fertilizando
así, la santa Iglesia de Cristo, Dios Vivo y eterno. Tal vez,
pensaron aquellos impíos, que quitándoos la vida física,
también mataron vuestra alma, pero, como vos misma
sabéis, ella, voló rauda al cielo azul, para coronada ser
con corona de eterna de luz, como premio a vuestra grande
e increíble entrega de puro e incomparable amor y fe;
¡oh!, Santa Martina, “viva sierva del Dios Vivo y del Amor”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Enero
Santa Martina
Virgen y mártir
(+ 226)

Ramillete espiritual: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mt. 5,16

La historia de esta joven santa comienza por su tumba, 1400 años después de su martirio; es decir, cuando en 1634 el activísimo Urbano VIII, empeñado en lo espiritual en la contrarreforma católica, y en lo material en la restauración de famosas iglesias romanas, descubrió las reliquias de la mártir, les propuso a los romanos la devoción a Santa Martina y fijó la celebración para el 30 de enero. El mismo compuso el elogio con el himno: “Martinae celebri plaudite nomini, Cives Romulci, plaudite gloriae”, que era una invitación a honrar a la santa en la vida inmaculada, en la caridad ejemplar y en el valiente testimonio que demostró a Cristo con su martirio.

¿Quién era en realidad Santa Martina, que resurge de improviso y con fuerza en la devoción popular, hasta el punto de ser considerada como una de las patronas de Roma, después de tantos siglos de olvido? Son pocas las noticias históricas. La más antigua es del siglo VI, cuando el Papa Onorio le dedicó una iglesia en Roma. Quinientos años después, al hacer excavaciones en esta iglesia, se encontraron efectivamente las tumbas de tres mártires. En el siglo VIII ya se celebraba la fiesta de la santa. No se sabe nada más, y por eso es necesario buscar noticias en una Passio legendaria. Según esta narración, Santa Martina era una diaconisa, hija de un noble romano. Debido a su abierta profesión de fe, la arrestaron y la llevaron al tribunal del emperador Alejandro Severo (222-235). Este príncipe semioriental, abierto a todas las curiosidades, hasta el punto de incluir a Cristo entre los dioses venerados en la familia imperial, fue muy tolerante con los cristianos y su gobierno marcó un fructuoso paréntesis de calma respecto de la Iglesia, que en ese tiempo logró una gran expansión misionera.

El autor de la Passio ignora todo esto, y hace más bien una lista de las atroces torturas con que el emperador martirizó a la santa. Cuenta que cuando Martina fue llevada ante la estatua de Apolo, la convirtió en pedazos y ocasionó un terremoto que destruyó el templo y mató a los sacerdotes del dios.

El prodigio se repitió con la estatua y el templo de Artemidas. Todo esto hubiera debido hacer pensar a sus perseguidores; pero no, se obstinaron más y sometieron a la jovencita a crueles tormentos, de los que salió siempre ilesa. Entonces resolvieron cortarle la cabeza con una espada, y su sangre corrió a fertilizar el terreno de la Iglesia romana.

(http://www.magnificat.ca/cal/esp/01-30.htm)

29 enero, 2024

Beato Bronislaw Markiewicz, Fundador de la Congregación de San Miguel Arcángel

 Beato Bronislaw Markiewicz

 

¡Oh! Beato Bronislaw Markiewicz, vos sois el hijo del Dios
de la vida y su amado Beato, que fundó la Congregación de
San Miguel Arcángel, cuya espiritualidad se resume en dos
lemas: “¡Quién como Dios!” y “¡Templanza y trabajo!”. Todo
inspirado en vuestras raíces salesianas y Don Bosco; la
niñez y juventud abandonas. Luego de algunos años de trabajo
pastoral como vicario y párroco, partisteis hacia Italia
para formaros con los salesianos y conocisteis a San Juan
Bosco, frente a quien hicisteis los votos religiosos. Y,
luego, salesiano ya, volvisteis a Polonia y os nombraron
de Miejsce, Galitzia, donde os consagrasteis al servicio
de la juventud polaca pobre y abandonada. Allí, vuestro afán
fue la protección y defensa de la fe y la moral cristianas,
constantemente atacadas, y promovisteis la vivencia radical
de los principios de Don Bosco, y para ello fundasteis una
sociedad llamada “Templanza y trabajo”. A vos, siempre os
consideraron como un hombre fuera de lo común, entregado
al servicio apostólico, ejemplo de humildad y buscador del
consejo de quienes sirven a Dios. Fomentasteis la devoción
amorosa por la Eucaristía, la piedad filial a la Virgen María
y a San Miguel Arcángel, a quien elegisteis como protector
en la lucha diaria contra el mal y además, como patrono de
vuestros hijos espirituales. Nueve años después de vuestra
murte, las ramas masculina y femenina de la Sociedad fueron
reconocidas por la Iglesia y consagradas bajo la protección
de San Miguel Arcángel, conocidas como los “miguelinos”. Y,
así, y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid
voló, vuestra al cielo, para coronada, con corona de luz;
¡Oh! Beato Bronislaw, "vivo amor por Miguel, Arcángel de Dios".

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Enero
Beato Bronislaw Markiewicz
Fundador de
Congregación de San Miguel Arcángel
 

El Beato Bronislaw Markiewicz fue un sacerdote polaco, fundador de la Congregación de San Miguel Arcángel (Congregatio Sancti Michaëlis Archangeli), vinculada a la familia salesiana (Pía Sociedad de San Francisco de Sales), cuyo espiritualidad se resume en dos lemas: “¡Quién como Dios!” -grito de San Miguel- y “¡Templanza y trabajo!”. Inspirados en sus raíces salesianas (Don Bosco), trabajan especialmente con la niñez y juventud abandonas.

Bronislaw Markiewicz fue considerado siempre un hombre fuera de lo común, muy entregado al servicio apostólico, ejemplo de humildad, buscador del consejo de quienes sirven a Dios. Fomentó la devoción por la Eucaristía y la piedad filial a la Virgen Santísima, así como a San Miguel Arcángel, a quien eligió como protector en la lucha diaria contra el mal y patrono de sus hijos espirituales.

Bronislao Markiewicz nació el 13 de julio de 1842 en Galitzia, región ubicada al sur de Polonia. Fue el sexto de once hijos, todos integrantes de una devota familia de clase media baja.

Ingresó al Seminario Mayor de Przemysl en 1863, de donde egresó para ser ordenado sacerdote cuatro años más tarde.

Luego de algunos años de trabajo pastoral como vicario y párroco, sintió el llamado a la vida religiosa. En el mes de noviembre de 1885 partió hacia Italia para formarse con los salesianos. Allí tuvo la oportunidad de conocer a San Juan Bosco, frente a quien haría los votos religiosos el 25 de marzo de 1887.

En 1892 regresó a Polonia como salesiano y fue nombrado párroco de Miejsce, Galitzia, donde se consagró por entero al servicio de la juventud polaca pobre y abandonada. Algunas de las necesidades que más preocuparon al Beato Markiewicz fueron la protección y defensa de la fe y la moral cristianas, constantemente atacadas por la cultura secular. El padre Bronislao había percibido con claridad la falta de formación entre los católicos y los numerosos peligros que afronta la fe en los tiempos modernos. Para responder con eficacia a estos asuntos, promovió la vivencia radical de los principios de Don Bosco, y para ello fundó una sociedad llamada “Templanza y trabajo”.

El padre Bronislaw Markiewicz falleció el 29 de enero de 1912, a los 69 años, en Miejsce Piastowe, Imperio austrohúngaro (1869-1918).

Nueve años después de su muerte, el 29 de enero de 1912, las ramas masculina y femenina de la Sociedad fueron reconocidas por la Iglesia, dando origen a las dos congregaciones que hoy conocemos, consagradas bajo la protección de San Miguel Arcángel. A sus miembros se les conoce como “miguelinos”.

El Papa Benedicto XVI proclamó beato al padre Markiewicz el 19 de junio de 2005.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-del-beato-bronislaw-markiewicz-fundador-33528)

 

 

 

28 enero, 2024

Domingo 4 (B) del tiempo ordinario

 El Periódico de México | Versión para imprimir | Columnas-VoxDei | «Les  enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas»

28 de Enero
Domingo 4 (B) del tiempo ordinario
 
Texto del Evangelio (Mc 1,21-28): En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él». Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
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«¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!»
 
Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Vic, Barcelona, España)
 
Hoy, Cristo nos dirige su enérgico grito, sin dudas y con autoridad: «Cállate y sal de él» (Mc 1,25). Lo dice a los espíritus malignos que viven en nosotros y que no nos dejan ser libres, tal y como Dios nos ha creado y deseado.
 
Si te has fijado, los fundadores de las órdenes religiosas, la primera norma que ponen cuando establecen la vida comunitaria, es la del silencio: en una casa donde se tenga que rezar, ha de reinar el silencio y la contemplación. Como reza el adagio: «El bien no hace ruido; el ruido no hace bien». Por esto, Cristo ordena a aquel espíritu maligno que calle, porque su obligación es rendirse ante quien es la Palabra, que «se hizo carne, y puso su morada entre nosotros» (Jn 1,14).
 
Pero es cierto que con la admiración que sentimos ante el Señor, se puede mezclar también un sentimiento de suficiencia, de tal manera que lleguemos a pensar tal como san Agustín decía en las propias confesiones: «Señor, hazme casto, pero todavía no». Y es que la tentación es la de dejar para más tarde la propia conversión, porque ahora no encaja con los propios planes personales.
 
La llamada al seguimiento radical de Jesucristo, es para el aquí y ahora, para hacer posible su Reino, que se abre paso con dificultad entre nosotros. Él conoce nuestra tibieza, sabe que no nos gastamos decididamente en la opción por el Evangelio, sino que queremos contemporizar, ir tirando, ir viviendo, sin estridencias y sin prisa.
 
El mal no puede convivir con el bien. La vida santa no permite el pecado. «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro» (Mt 6,24), dice Jesucristo. Refugiémonos en el árbol santo de la Cruz y que su sombra se proyecte sobre nuestra vida, y dejemos que sea Él quien nos conforte, nos haga entender el porqué de nuestra existencia y nos conceda una vida digna de Hijos de Dios.
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Cuánta fuerza tiene verdaderamente contra la soberbia de los demonios la humildad de Dios (…). ‘Y exclamó [el demonio] diciendo: ¿Qué hay entre nosotros y Tú Jesús Nazareno?’, etc. En estas palabras se ve claramente que había en ellos ciencia, más no caridad» (San Agustín)
 
«Os pido siempre tener un contacto cotidiano con el Evangelio. Leed un pasaje del Evangelio cada día. Es la fuerza que nos cambia, que nos transforma: cambia la vida, cambia el corazón» (Francisco)
 
«‘La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento’ (Concilio Vaticano II). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 124).

27 enero, 2024

Santa Angela de Mérici, Fundadora de las Ursulinas

 

 27 de enero: Santa Ángela Merici – Parroquia Nuestra Señora del Rosario de  Fátima

  

 ¡Oh¡, Santa Angela Merici; vos, sois la hija del Dios
de la Vida y su amada santa, y que, desde muy niña
alumbrasteis con la luz de la fe a las niñas de vuestro
tiempo con amor y comprensión, fundando en la hora
debida las “Hermanas Ursulinas”, la primera comunidad
religiosa femenina para educar a las niñas, en honor
a Santa Úrsula, la santa mártir del siglo IV, que, dirigía
con celo el grupo de muchachas llamadas “Las once mil
vírgenes”, que murieron por defender su santa religión
y su castidad. Como Terciaria Franciscana y sin muchos
estudios pero, con vuestro “Don del Consejo”, supisteis
«aconsejar», qué es lo que hay que hacer, y qué dejar
de hacer en la vida para ganar el cielo. Y por ello,
gobernadores, obispos, doctores y sacerdotes; sabios
consejos recibieron. Vos misma, en una vívida visión
contemplasteis un enorme grupo de jóvenes vestidas
de blanco que volaban hacia el cielo eterno, y a la par
una voz os dijo: “Estas son tus religiosas educadoras”.
¡Y, con el tiempo, así fue! Alguien os preguntó un día:
¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente?
Y, vos, respondisteis: “Compórtese cada día como deseara
haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse
y de darle cuenta a Dios”. “¡Dios mío, yo te amo!”,
fueron vuestras últimas palabras, dejando volar vuestra
alma al cielo, para ser premiada con corona de luz
como justo premio a vuestra grande entrega de amor y fe,
¡oh!, Santa Angela de Merici, “vivo mensaje del Dios Vivo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Enero
Santa Angela de Mérici

Fundadora de las Ursulinas

Es la fundadora de las Hermanas Ursulinas. Su nombre significa “Mensaje de Dios”. Nació en Italia en 1474 y tiene el mérito de haber fundado la primera comunidad religiosa femenina para educar niñas. Se crió en una familia campesina muy creyente, donde cada noche leían la vida de un Santo, y esto la enfervorizaba mucho y la entusiasmaba por la religión.

Quedó huérfana de padre y madre cuando aún era muy niña y esto la impresionó muchísimo. Después durante toda su vida le pediría perdón a Dios por no haber confiado lo suficientemente en su juventud en la Providencia Divina que a nadie abandona.

Su infancia es muy sufrida y tiene que trabajar duramente pero esto la hace fuerte y la vuelve comprensiva con las niñas pobres que necesitan ayuda para poderse instruir debidamente.

Se hace Terciaria Franciscana y sin haber hecho sino estudios de primaria, llega a ser Consejera de gobernadores, obispos, doctores y sacerdotes. Es que había recibido del Espíritu Santo el Don del Consejo, que consiste en saber lo que más conviene hacer y evitar en cada ocasión.

Viendo que las niñas no tenían quién las educara y las librara de peligros mortales, y que las teorías nuevas llevaban a la gente a querer organizar la vida como si Dios no existiera, fundó la Comunidad de Hermanas Ursulinas (en honor a Santa Úrsula, la santa mártir del siglo IV, que dirigía el grupo de muchachas llamadas “Las once mil vírgenes, que murieron por defender su religión y su castidad).

Lo que más le impresionaba era que las niñas de los campos y pueblos que visitaba no sabían nada o casi nada de religión. Sus papás o no sabían o no querían enseñarles catecismo. Por eso ella organizó a sus amigas en una asociación dedicada a enseñar catecismo en cada barrio y en cada vereda.

Ángela era de baja estatura pero tenía todas las cualidades de líder y de guía para influir en los demás. Y además tenía mucha simpatía y agradabilidad en su trato.

En Brescia fundó una escuela y de allí se extendió su Comunidad de Ursulinas por muchas partes. Un grupo de 28 muchachas muy piadosas se vino a vivir en casa de Ángela y con ellas fundó la Comunidad. En una visión contempló un enorme grupo de jóvenes vestidas de blanco que volaban hacia el cielo, y una voz le dijo: “Estas son tus religiosas educadoras”.

La gente consideraba a Santa Úrsula como una gran líder o guía de mujeres. Por eso Ángela puso a sus religiosas el nombre de Ursulinas.

La Comunidad de Ursulinas fue fundada en 1535, y cinco años después murió su fundadora, Santa Ángela, el 27 de enero de 1540. Fue canonizada en 1807.

Un hombre le preguntó un día en plena calle: ¿Qué consejo me recomienda para comportarme debidamente? Y ella le respondió: “Compórtese cada día como deseara haberse comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios”.

Sus últimas palabras fueron: “Dios mío, yo te amo”. Que estas sean también las palabras que nosotros digamos no sólo al tiempo de morir, sino muchísimas veces durante toda nuestra vida.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Angela_de_Merici.htm)

26 enero, 2024

 San Tito y San Timoteo

 

¡Oh!, Santos Timoteo y Tito, obispos, vosotros, sois
los hijos del Dios de la Vida, sus amados santos
y discípulos del Apóstol San Pablo, a quien ayudasteis
presidiendo las Iglesias de Éfeso y de Creta. Timoteo,
tal y conforme significa vuestro nombre: “Aquel que
siente amor o adoración a Dios” y Tito: “Aquel que
es protegido y honrado”, ambos hicisteis grande honor
a vuestros nombres. Vos, Timoteo, sois la imagen del
discípulo ejemplar: obediente, discreto y valiente,
y por estas cualidades Pablo, quiso que fuerais su
compañero de apostolado en vez de Juan Marcos,
durante el segundo viaje. Os encontró en Listra,
en su primer viaje, y así, fuisteis de los primeros
convertidos al Evangelio. Desde entonces acompañasteis
a Pablo, cual viajero incansable del «Apóstol de los
gentiles», llevando cartas y noticias dándole, respecto
de los mismos. Presente estuvisteis en el martirio
de vuestro maestro Pablo, regresando después a Éfeso,
para entregar vuestra santa vida como mártir. Y, vos,
Tito, el otro maravillosos amigo y fiel colaborador
de Pablo, convertido y bautizado por el mismo apóstol.
Os trató afablemente como hijo suyo, y con vos, hizo
otro viaje misionero, y fuisteis vos, quien llevó la “carta
de las lágrimas” de Pablo a los fieles de Corinto,
restableciendo la armonía y organizando la limosna
para los pobres de Jerusalén. Luego del cautiverio
de Roma, Pablo, os dejó, con la misión de organizar la
primera comunidad cristiana. Aquí, recibisteis la carta
de Pablo, luego fuisteis a Roma y allí, os mandó a
evangelizar a Dalmacia, en donde aún, está difundido
vuestro culto. Finalmente, vos, entregasteis vuestra
alma al cielo, después de haberos inmolado por Dios.
¡Timoteo y Tito!, santos obispos, vosotros, gastasteis
vuestras vidas en buena lid, para coronadas ser hoy, con
coronas de luz eterna, como justo premio a vuestro amor y fe;
¡oh! Timoteo y Tito, “vivos y fieles amigos de Pablo y Cristo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado


26 de Eenro
Santos Timoteo y Tito
Obispos y Discípulos de San Pablo

Fuente: Archidiócesis de Madrid

Martirologio Romano: Memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos y discípulos del apóstol san Pablo, que le ayudaron en su ministerio y presidieron las Iglesias de Éfeso y de Creta, respectivamente. Les fueron dirigidas cartas por su maestro que contienen sabias advertencias para los pastores, en vista de la formación de los fieles (s. I).

Etimología: Timoteo = Aquel que siente amor o adoración a Dios, es de origen griego.
Etimología: Tito = Aquel que es protegido y honrado, es de origen latino.

Breve Biografía

San Pablo nombró obispos a Timoteo y Tito, sus discípulos y colaboradores.

Los Santos Timoteo y Tito vivieron en la órbita del grande apóstol de las Gentes, y el nuevo calendario los coloca después de la fiesta de la “conversión” de San Pablo.

Timoteo es la imagen del discípulo ejemplar: obediente, discreto, eficaz, valiente. Por estas cualidades Pablo quiso que fuera su compañero de apostolado, en vez de Juan Marcos, durante el segundo viaje misionero en el año 50.

Había nacido en Listra, en donde Pablo lo encontró durante el primer viaje, y fue de los primeros convertidos al Evangelio; había sido educado en la religión hebrea por la abuela Loida y por la madre Eunice. Desde su encuentro con Pablo, siguió su itinerario apostólico; lo acompaña a Filipos y a Tesalónica.

Después los encontramos juntos en Atenas, en Corinto, en Éfeso y finalmente en Roma durante el primer cautiverio de Pablo. Fue un infatigable “viajero enviado” por el apóstol de las Gentes, y mantuvo los contactos entre Pablo y las jóvenes comunidades cristianas fundadas por él.

A menudo le llevaba las cartas y le daba noticias respecto de las mismas comunidades. Entre el 63 y el 66, cuando recibió la primera carta que le envió Pablo, Timoteo era el jefe de la Iglesia de Éfeso. Desde Roma Pablo le escribió una segunda carta, invitándolo a visitarlo antes del invierno. Es conmovedora la petición del anciano apóstol al “hijo” Timoteo, para que le llevara el abrigo que había dejado en Tróade, pues le servía para el frío en la cárcel de Roma. Timoteo estuvo presente en el martirio de Pablo; después regresó definitivamente a la sede de Éfeso, en donde, según una antigua tradición, murió mártir en el año 97.

El segundo fiel colaborador de Pablo fue San Tito, de origen pagano. Convertido y bautizado por el mismo apóstol, que lo llama “hijo mío”, se encuentra en compañía de Pablo en Jerusalén, en el año 49. Hizo con él el tercer viaje misionero y fue Tito quien llevó la “carta de las lágrimas” de Pablo a los fieles de Corinto, entre los cuales restableció la armonía y organizó la colecta para los pobres de Jerusalén.

Después del cautiverio de Roma, Pablo, de paso por Creta, dejó ahí a Tito con la misión de organizar la primera comunidad cristiana. Aquí recibió la carta de Pablo. Es un documento muy importante, porque nos informa sobre la vida interna de la Iglesia apostólica. Después Tito fue a Roma donde su Maestro, que lo mandó probablemente a evangelizar a Dalmacia, en donde todavía hoy está muy difundido su culto. Una antigua tradición, históricamente no confirmada, dice que Tito murió en Creta, de edad muy avanzada.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/34507/timoteo-y-tito-santos.html)

25 enero, 2024

La Conversión de San Pablo

 

 

 

 ¡Oh! San Pablo Apóstol, bendita la conversión vuestra:
¡Saulo! ¡Saulo! ¿Por qué me persigues? Os dijo el Señor
¿Quién eres, Señor? Preguntasteis vos. ¡Yo soy Jesús,
a quien tú persigues! Os contestó la voz. ¡Levantaos
y entrad en la ciudad que allí se os dirá lo que tenéis
que hacer. Y, vos, os levantasteis del suelo, pero
cuando abristeis los ojos no podíais ver, y os llevaron
a Damasco. Y, allí, estuvisteis ciego tres días, sin
comer, ni beber nada. Y un tal Ananías fue tras vos,
y cuando llegó a la casa, os impuso las manos y os dijo:
“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció
en el camino, me ha enviado para que recobres la vista
y seas lleno del Espíritu Santo”. Al instante cayó de
vuestros ojos algo como escamas, y recobrasteis la vista.
Os levantasteis y fuisteis bautizado. Y, en seguida
os dedicasteis enseguida a predicar en las sinagogas.
Y, el mundo de entonces, el de hoy y el de mañana, sabe
y reconoce que Jesús es el Hijo del Dios único y verdadero.
Bendita vuestra santa conversión, pues por la vuestra
sabemos con certeza verdadera, que Jesús se entregó a
sí mismo por mi, por tí, y por todos nosotros.¡Aleluya!;     
¡oh! San Pablo, «vivo Apóstol de Dios Vivo y Verdadero.


©
2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de Enero
La Conversión de San Pablo
Apóstol de los gentiles

Convertirse significa, para cada uno de nosotros, creer que Jesús se ha entregado a sí mismo por mi, por ti y por todos nosotros.

Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net

Dios, como a Pablo, te invita a la conversión

Hoy, 25 de enero, se hace memoria de la “Conversión de san Pablo” (…) En el caso de Pablo, algunos prefieren no utilizar el término conversión, porque -dicen- él ya era creyente, es más hebreo ferviente y por ello no pasó de la no-fe a la fe, de los ídolos a Dios, ni tuvo que abandonar la fe hebrea para adherirse a Cristo. En realidad, la experiencia del Apóstol puede ser el modelo de toda auténtica conversión cristiana.

La de Pablo maduró en el encuentro con el Cristo resucitado; fue este encuentro el que le cambió radicalmente la existencia. En el camino de Damasco sucedió para él lo que Jesús pude en el Evangelio de hoy: Saulo se convirtió porque, gracias a la luz divina, “creyó en el Evangelio”. En esto consiste su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y resucitado y en abrirse a la iluminación de su gracia divina.

En aquel momento, Saulo comprendió que su salvación no dependía de las obras buenas realizadas según la ley, sino del hecho que Jesús había muerto también por él -el perseguidor- y que estaba, y está, resucitado. Esta verdad, que gracias al Bautismo ilumina la existencia de cada cristiano, alumbra completamente nuestro modo de vivir.

Convertirse significa, también para cada uno de nosotros, creer que Jesús “se ha entregado a sí mismo por mí”, muriendo en la cruz (cfr Gal 2,20) y, resucitado, vive conmigo y en mí. Confiándome al poder de su perdón, dejándome tomar la mano por Él, puedo salir de las arenas movedizas del orgullo y del pecado, de la mentira y de la tristeza, del egoísmo y te toda falsa seguridad, para conocer y vivir la riqueza de su amor.

Queridos amigos, la invitación a la conversión, valorada por el testimonio de san Pablo, resuena hoy (…) El Apóstol nos indica la actitud espiritual adecuada para poder progresar en el camino de la comunión. “Ciertamente no he llegado a la meta -escribe a los Filipenses -, no he llegado a la perfección; pero me esfuerzo en correr para alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús” (Fil 3,12).

Ciertamente, nosotros los cristianos no hemos conseguido llegar aún a la meta de la unidad plena, pero si nos dejamos continuamente convertir por el Señor Jesús, llegaremos seguramente.

La Virgen María, Madre de la Iglesia una y santa, nos obtenga el don de una conversión verdadera, para que cuanto antes se realice el anhelo de Cristo: “Ut unum sint”.

Fragmento de las palabras de SS Benedicto XVI durante el Ángelus, en la Fiesta de la Conversión de San Pablo 25 enero 2009.

(http://www.es.catholic.net/op/articulos/12632/dios-como-a-pablo-te-invita-a-la-conversin.html)

24 enero, 2024

San Francisco de Sales Obispo, Patrono de los periodistas y escritores

 San Francisco de Sales

 

 ¡Oh!, San Francisco de Sales; vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, su “apóstol de la palabra y de la verdad” contra
los impíos protestantes, líder y escudo con vuestro verbo
prodigioso. Vos escribíais de día hojas clandestinas y la
metíais por debajo de las puertas, de noche. Por esa razón,
os ganasteis el premio de ser “patrono de los periodistas”.
En uno de vuestros escritos llamado “Introducción a la vida
devota”, nos invitáis dulcemente a amar esta heroica
clase de vida. Vos, decíais: “¿No es una barbaridad querer
desterrar la vida devota del cuartel de los soldados, del
taller de los artesanos, del palacio, de los príncipes y
del hogar de los casados? !Claro que sí! Prescindir de Dios,
que es sólo Amor, es como estar muerto en vida, ir, ciego
y cojo por el mundo, y el cuerpo, atado al eterno fuego.
“No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos
con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor.
Y, te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no
te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en
tu corazón entrada al enojo”. ¡Maravilla de maravillas!
Como sabéis vos, vuestra dulzura, no fue algo fácil de lograr,
pues dicen que vos, en vuestra juventud teníais mal genio.
Pero, que vos, supisteis modelar, con vuestra lucha ascética
con el fin de aumentar vuestra capacidad de autodominio.
Prueba de ello, se cuenta que, al haceros la autopsia, os
encontraron con vuestro hígado duro como piedra. Al final,
de vuestra vida, vuestra alma voló al cielo luego de haberla
gastado en buena lid, ganándoos corona de luz, como premio
justo a vuestra entrega grande de amor y fe. Santo Patrono
de los escritores y periodistas del orbe de la tierra;
¡oh!, San Francisco de Sales, “viva dulzura del Dios Vivo".

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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24 de enero
San Francisco de Sales
Obispo
Patrono de los periodistas y escritores
(1567-1622)

Escribía de día hojas clandestinas y la metía por debajo de las puertas, de noche. Por esa razón, se ganó el premio “patrono de los periodistas”.


Escribía como un ángel

De forma, que los franceses lo tienen entre sus clásicos de literatura. Montañés de cuerpo entero, nacido en los Alpes, en el castillo saboyano de Sales. Familia exquisita. Le llevan a estudiar a la universidad de París. Luego a Padua. Canónigo de Annecy, obispo auxiliar de Ginebra, líder de debates con los protestantes, apóstol de la región de Chablais. Vuelve a París, trata con san Vicente de Paul, en todas partes se le recibe con entusiasmo.

Hay un libro: “Introducción a la vida devota”, cuarenta ediciones en vida del autor, y en aquellos tiempos. Un libro utilizado muchísimo tiempo como lectura espiritual.

“¿No es una barbaridad -decía él- querer desterrar la vida devota del cuartel de los soldados, del taller de los artesanos, del palacio de los príncipes, del hogar de los casados?”

Hay una amistad que no se puede olvidar. La que mantuvo con Juana Chantal; con ella fundó la Orden de la Visitación.

Una virtud

La dulzura de este hombre, de quien dicen que en su juventud tenía tan mal genio.

Respecto a esto, es una constante en la biografía de todo santo su lucha ascética a fin de aumentar su capacidad de autodominio. Pero para demostrar que esta virtud no se consigue de la noche a la mañana, he aquí un detalle precisamente referida a nuestro santo.

Se cuenta que al hacerle al autopsia, le encontraron su hígado endurecido como un piedra. Esto se explica por la enorme violencia que tuvo que hacerse este hombre de fuerte carácter para hacerse y aparecer amable, delicado y bondadoso en el trato. Esa dulzura de la que hablamos antes, no le fue fácil conseguirla.

San Francisco de Sales escribió: “No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo”

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Francisco_de_Sales.htm)


23 enero, 2024

San Ildefonso Arzobispo de Toledo, la Santísima Virgen lo llamó “mi capellán y fiel notario”

 

 

 

 ¡Oh!, San Ildefonso, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
y su amado santo, que, honor haciendo, al significado
de vuestro nombre: “preparado para el combate”, dedicasteis
vuestra pluma a la “llena de Gracia”, la “Kejaritomene”,
su santa virginidad defendiendo, antes, durante y después
del parto; pues mayor regalo de Dios, recibir no pudo,
la humanidad toda, que, la compañía de Su Unigénito
y Amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, que habita hoy entre
nosotros, por los siglos de los siglos. Y, por ello, Ella
misma os premió, felicitándoos y regalándoos un ornamento
de celebrar la Santa Misa, por haber dicho bien de Ella.
Los pintores desde antiguo, os pintan a vos, recibiendo
el ornamento de manos de la Santísima Virgen. Vos,
erais sobrino de San Eugenio y discípulo de San Isidro,
y escogido fuisteis por la Providencia Divina, a través de
vuestro pueblo, para ser arzobispo de Toledo, capital
en aquél entonces de España. Y, un galardón más, vos,
habéis sido llamado “Doctor de la Virginidad de María”,
con justa causa y derecho, pues la amasteis y la defendisteis
con ardor de corazón en toda circunstancia y tiempo. Por
todo ello, vosotros hermanos míos, estáis llamados a
hacer algo por la Madre del Dios de la Vida, y veréis,
cómo Ella, os dará a manos llenas. ¿Quién dudar podrá
de vuestro amor hacia la Madre Santa de Nuestro Redentor?
¡Nadie ni nada! Y, hoy, gozáis con justicia de las alegrías
de la Patria Celestial, luciendo corona de luz eterna,
como premio justo a vuestra entrega de amor, y fe;
¡oh!, San Ildefonso; “vivo combatiente por María y la Verdad”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Enero
San Ildefonso
Arzobispo de Toledo
Año 667

“Tú eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla, la cual mi Hijo te envía de su tesorería”, le dijo la Virgen María a San Ildefonso cuando se le apareció en el siglo VII. El Santo tenía una profunda devoción a la Madre de Dios, particularmente con la advocación de la Inmaculada Concepción, cuya veneración profesó y difundió doce siglos antes de la proclamación del dogma. A San Ildefonso se le celebra cada 23 de enero.

Ildefonso nació en Toledo (España), alrededor del año 606. Fue educado en Sevilla por San Isidoro. Ildefonso optó por la vida monástica y llegó a ser Abad de Agali (monasterio agaliense). En 657 es elegido Arzobispo de Toledo y se ocupó de unificar la liturgia en los reinos de España. Escribió muchas obras importantes, las más famosas, dedicadas a la Virgen María, como es el caso de “La virginidad perpetua de Santa María contra tres infieles” (De virginitate Sanctae Mariae contra tres infideles)”, su tratado sobre el culto mariano.

La noche del 18 de diciembre de 665, San Ildefonso junto a sus monjes se dirigieron al templo del monasterio para cantar los himnos propios del final del día, dedicados en honor a la Virgen. En eso vieron que la capilla brillaba con una luz deslumbrante. La mayoría de los presentes huyó del lugar, excepto el santo y dos diáconos.

Cuando los tres hombres se acercaron al altar, vieron a la Virgen María como la Inmaculada Concepción, sentada en la silla del obispo y acompañada de un grupo de vírgenes que entonaban cantos celestiales. La Virgen le indicó a Ildefonso que se acercara. Puesto de rodillas frente a la Madre de Dios, el Santo recibió de Ella una casulla. La Virgen en persona lo invistió y le pidió que la use solo en los días festivos designados en su honor.

Años después, en uno de los Concilios de Toledo, se fijó una fecha especial para perpetuar la memoria de la aparición. Además, todo lo sucedido quedó registrado en el Acta Sanctorum bajo la designación de “El Descendimiento de la Santísima Virgen y de su Aparición”.

San Ildefonso murió en el año 669. Hoy, sus devotos peregrinan para visitar la catedral dedicada a él, donde se conserva la piedra en la que la Madre de Dios posó sus pies cuando se apareció al santo.

Oración a María de San Ildefonso

A ti acudo, única Virgen y Madre de Dios. Ante la única que ha obrado la Encarnación de mi Dios me postro.

Me humillo ante la única que es Madre de mi Señor. Te ruego que por ser la Esclava de tu Hijo me permitas consagrarme a ti y a Dios, ser tu esclavo y esclavo de tu Hijo, servirte a ti y a tu Señor.

A Él, sin embargo, como a mi Creador y a ti como Madre de nuestro Creador; a Él como Señor de las virtudes y a ti como Esclava del Señor de todas las cosas; a Él como a Dios y a ti como a Madre de Dios. Yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Tú eres mi Señora, porque eres esclava de mi Señor.

Concédeme, por tanto, esto, ¡oh Jesús Dios, Hijo del hombre!, creer del parto de la Virgen aquello que complete mi fe en tu Encarnación; hablar de la maternidad virginal aquello que llene mis labios de tus alabanzas; amar en tu Madre aquello que tú llenes en mí con tu amor; servir a tu Madre de tal modo que reconozcas que te he servido a ti; vivir bajo su gobierno de tal manera que sepa que te estoy agradando y ser en este mundo de tal modo gobernado por Ella, que ese dominio me conduzca a que Tú seas mi Señor en la eternidad.

¡Ojalá yo, siendo un instrumento dócil en las manos del sumo Dios, consiga con mis ruegos ser ligado a la Virgen Madre por un vínculo de devota esclavitud y vivir sirviéndola continuamente!

Pues los que no aceptáis que María sea siempre Virgen; los que no queréis reconocer a mi Creador por Hijo suyo, y a Ella por Madre de mi Creador; si no glorificáis a este Dios como Hijo de Ella, tampoco glorificáis como Dios a mi Señor. No glorificáis como Dios a mi Señor los que no proclamáis bienaventurada a la que el Espíritu Santo ha mandado llamar así por todas las naciones; los que no rendís honor a la Madre del Señor con la excusa de honrar a Dios su Hijo.

Sin embargo yo, precisamente por ser siervo de su Hijo, deseo que Ella sea mi Señora; para estar bajo el imperio de su Hijo, quiero servirle a Ella; para probar que soy siervo de Dios, busco el testimonio del dominio sobre mí de su Madre; para ser servidor de Aquel que engendra eternamente al Hijo, deseo servir fielmente a la que lo ha engendrado como hombre.

Pues el servicio a la Esclava está orientado al servicio del Señor; lo que se da a la Madre redunda en el Hijo; lo que recibe la que nutre, termina en el que es nutrido, y el honor que el servidor rinde a la Reina viene a recaer sobre el Rey. Por eso me gozo en mi Señora, canto mi alegría a la Madre del Señor, exulto con la Sierva de su Hijo, que ha sido hecha Madre de mi Creador y disfruto con Aquélla en la que el Verbo se ha hecho carne.

Porque gracias a la Virgen yo confío en la muerte de este Hijo de Dios y espero que mi salvación y mi alegría venga de Dios siempre y sin mengua, ahora, desde ahora y en todo tiempo y en toda edad por los siglos de los siglos. Amén.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-la-iglesia-universal-celebra-a-san-ildefonso-capellan-y-fiel-notario-de-la-virgen-64786)

22 enero, 2024

San Vicente mártir, a quien ninguna tortura pudo doblegar

San Vicente

 

¡Oh!, San Vicente, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y, aquél que, persistiendo junto a Valerio,
vuestro Obispo dijisteis: “Estamos dispuestos a padecer
todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles
a la religión de Nuestro Señor Jesucristo”. Entonces,
Daciano, desterró a vuestro Obispo y se dedicó a imponeros
sufrir impensables torturas para tratar de haceros deisitir
de vuestra fe. El primer martirio fue un tormento llamado
“el potro” y os amarraron cables a los pies y a las manos
y tiraron en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo,
pero vos, fiel a vuestro nombre que significa «valeroso”, lo
soportasteis con rezos y oraciones y, sin dejar de proclamar
vuestro amor a Jesucristo. Como segundo tormento os apalearon
y vuestro cuerpo, fue masacrado y envuelto en sangre. Pero,
seguisteis declarando que no admitíais más dioses que el Dios
verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El jefe de los
verdugos admirado se quedó, por vuestro increíble valor.
Luego el gobernador os pidió que dijeses dónde estaban las
Sagradas Escrituras para quemarlas, pedido al que os negasteis
diciendo que amtes, preferíais la muerte. Entonces, llegó
el tercer tormento: La parrilla al rojo vivo, y os extendieron
sobre ella, y los verdugos echaban sal a vuestras heridas,
sufriendo con ellas mucho más, y por increíble que pareciera,
vos, sólo alababais y bendecíais más a Dios. San Agustín
dice de vos: “El que sufría era Vicente, pero el que le daba
tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía
llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía
cantar”. Dios mismo, os concedió un valor extraordinario,
para aguantar los tormentos y sobrellevarlos. Finalmente,
el mísero tirano mandó que os llevaran a un oscuro calabozo
con piso de vidrios cortantes, para dejaros hasta el día
siguiente amarrado y de pie, para seguiros atormentando y ver
si abandonabais a Cristo. Prudencio, el poeta dice: “El
calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas;
un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda
inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz”.
Pero, vuestro Amado Dios, no os abandonó jamás y a medianoche
el calabozo se llenó de luz. Se os soltaron las cadenas.
El piso se cubrió de flores. Se oyó música celestial. Y
una voz os dijo: “Ven valeroso mártir a unirte en el cielo
con el grupo de los que aman a Nuestro Señor”. Al oír este
hermoso mensaje, vos moristeis de pura emoción, tanto que el
carcelero, se convirtió y vuestro perseguidor lloró de rabia
al día siguiente, al derrotado sentirse, vencido por vos,
valiente diácono. Y, así, vano es preguntarse siquiera ¿dónde
estáis ahora? ¿Dónde? Porque vos, coronado de luz estáis en el
cielo, como premio justo a vuestro extraordinario amor y fe;
¡oh!, San Vicente, “vivo amor victorioso del Dios de la vida”.

 
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Enero
San Vicente
Mártir Año 304

San Vicente: ¡que nos consigas del cielo la gracia de Dios que nos vuelva muy valientes para proclamar nuestra fe!

Vicente significa: «Vencedor, victorioso”. San Vicente era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.

Era diácono o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia y su santidad.

El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: «Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo”. Entonces el perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.

El primer martirio fue un tormento llamado «el potro”

Consistía en amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa «valeroso”, aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.

El segundo tormento fue apalearlo

El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor increíble de este mártir.

Entonces el gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.

Y vino el tercer tormento: La parrilla al rojo vivo

Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.

San Agustín dice: «El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar”. Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla.

El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: «El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz”.

Interviene Dios

Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: «Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor”. Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Vicente.htm)

21 enero, 2024

Domingo 3 (B) del tiempo ordinario

  Evangelio Del Día – Marcos 1, 14-20 - Radio Católica Metropolitana
 
 
Texto del Evangelio (Mc 1,14-20): Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él.
 
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«Convertíos y creed en la Buena Nueva»

Rev. D. Lluís ROQUÉ i Roqué (Manresa, Barcelona, España)

Hoy, la Iglesia nos invita a convertirnos y, con Jesús, nos dice: «Convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). Por tanto, habrá que hacer caso a Jesucristo, corrigiendo y mejorando lo que sea necesario.

Toda acción humana conecta con el designio eterno de Dios sobre nosotros y con la vocación a escuchar a Jesús, seguirlo en todo y para todo, y proclamarlo tal como lo hicieron los primeros discípulos, tal como lo han hecho y procuramos hacerlo millones de personas.

Ahora es la oportunidad de encontrar a Dios en Jesucristo; ahora es el momento de nuestra vida que empalma con la eternidad feliz o desgraciada; ahora es el tiempo que Dios nos proporciona para encontrarnos con Él, vivir como hijos suyos y hacer que los acontecimientos cotidianos tengan la carga divina que Jesucristo —con su vida en el tiempo— les ha impreso.

¡No podemos dejar perder la oportunidad presente!: esta vida puede ser más o menos larga en el tiempo, pero siempre es corta, pues «la apariencia de este mundo pasa» (1Cor 7,31). Después nos espera una eternidad con Dios y con sus fieles en vida y felicidad plenas, o lejos de Dios —con los infieles— en vida e infelicidad totales.

Así, pues, las horas, los días, los meses y los años, no son para malgastarlos, ni para aposentarse y pasarlos sin pena ni gloria con un estéril “ir tirando”. Son para vivir —aquí y ahora— lo que Jesús ha proclamado en el Evangelio salvador: vivir en Dios, amándolo todo y a todos. Y, así, los que han amado —María, Madre de Dios y Madre nuestra; los santos; los que han sido fieles hasta el fin de la vida terrenal— han podido escuchar: «Muy bien, siervo bueno y fiel (...): entra en la alegría de tu señor» (Mt 25,23).

¡Convirtámonos! ¡Vale la pena!: amaremos, y seremos felices desde ahora.

Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «La auténtica fe no conoce la dilación. En cuanto le oyeron, creyeron, lo siguieron y se convirtieron en pescadores de hombres» (San Jerónimo)

  • «Dios nos espera y nos acompaña. Esto es el amor eterno del Señor. Eterno pero concreto. Un amor incluso artesanal, porque Él va construyendo la historia y va preparando el camino para cada uno de nosotros. Esto es el amor de Dios» (Francisco)

  • «El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los Apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de ‘una vez por todas’ (Hb 9,26) por la muerte redentora de su

  • Hijo Jesucristo» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 571)

     (https://evangeli.net/evangelio/dia/2024-01-21)


 

20 enero, 2024

San Sebastián, Mártir

 SAN SEBASTIÁN, Mártir

 

¡Oh!, San Sebastián, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
y su amado santo, aquél hombre que, soldado hecho
persististeis en la fe de Cristo, por Él y en Él. Al ser
capitán de la primera corte de la guardia pretoriana, erais
respetado por todos y apreciado por el emperador quien no
sabía de vuestra cualidad de cristiano. Así, cumplíais con
vuestro trabajo militar, pero no participabais en los ritos
idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitabais el
apostolado entre vuestros compañeros, visitabais y alentabais
a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Por
vuestra actitud fuisteis denunciado ante el cruel Maximino,
quien os obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a
Cristo. Y vos, escogisteis la milicia de vuestro Maestro Cristo;
y así, desairado vuestro terreno jefe os amenazó de muerte, pero
vos, convertido en soldado de Cristo por la Confirmación, os
mantuvisteis firme en vuestra fe, cosa que enfureció más, al idólatra
que os condenó a morir a flechazos. Os prendieron y os llevaron
al estadio, donde os desnudaron, os ataron a un poste y
lanzaron sobre vos, una lluvia de flechas, dándoos por muerto.
Pero, vuestros amigos que estaban al acecho, se acercaron,
y al veros con vida aún, os llevaron a casa de Irene, una noble
cristiana romana, que os mantuvo escondido en su casa y os curó
las heridas hasta restableceros. Vuestros amigos os aconsejaron
que os ausentases de Roma, pero vos, os negasteis rotundamente
pues vuestro corazón ardoroso del amor de Cristo, os pedía que
continuaseis anunciando a vuestro Señor. Y, os presentasteis
con valor sobrenatural ante vuestro terrenal jefe, y él, lleno
de pavor y desconcierto, escuchó vuestro reproche enérgico
por su conducta de perseguir a los cristianos. Y, el infeliz
lleno de rabia y cólera, ordenó que os azotaran hasta morir, y los
soldados cumplida su misión, tiraron vuestro cuerpo a un
lodazal. Y, aunque vuestra vida, no la acabaron las flechas,
sino la venganza de Maximino, nunca os mataron el alma que hoy,
goza con justicia divina de las riquezas del prometido cielo,
Santo Patrono de los soldados arqueros y atletas del orbe;
¡oh!, San Sebastián, “viva luz venerable del amor a Cristo Jesús”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado


San Sebastián
Márti
r

Sebastián, hijo de familia militar y noble, era oriundo de Narbona, pero se había educado en Milán. Llegó a ser capitán de la primera corte de la guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por el emperador, que desconocía su cualidad de cristiano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos.

Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Esta situación no podía durar mucho, y fue denunciado al emperador Maximino quien lo obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo.

El santo escogió la milicia de Cristo; desairado el Emperador, lo amenazó de muerte, pero San Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Enfurecido Maximino, lo condenó a morir asaeteado: los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.

Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Se presentó con valentía ante el Emperador, desconcertado porque lo daba por muerto, y el santo le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos. Maximino mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión y tiraron su cuerpo en un lodazal.

Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.El culto a San Sebastián es muy antiguo; es invocado contra la peste y contra los enemigos de la religión, y además es llamado además el Apolo cristiano ya que es uno de los santos más reproducidos por el arte en general.

(https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=24)

19 enero, 2024

San Juan de Rivera, "Lumbrera de los Obispos españoles"

 

 San Juan de Ribera

 

¡Oh! San Juan de Rivera, vos sois el hijo del Dios de la Vida,
y con justicia plena llamado “Lumbrera de todos los obispos
españoles”, porque de vos, las gentes aquellas de vuestro
tiempo el dulzor y el amor bebieron de profesar la Santa
doctrina del Dios eterno y además, porque sois vos, el que,

caminando por senderos impensables, apostolado hicisteis,
visitando a toda vuestra grey, apoyo y ayuda brindando
y llevando almas a la casa del Señor, no solo con vuestra
palabra, sino mas bien, con vuestro obrar, porque en más de
una vez, os despojasteis de todo cuanto os teníais, para
a los pobres y necesitados dárselo. Tratabais a todos
y cada uno de los sacerdotes con la más exquisita cortesía

y amabilidad y cada quien exclamaba: “Lo aprecio porque
tuvo tiempo para mí”. Cada año os hacíais dedicar unos
diez días en silencio para hacer Retiros Espirituales.
Siempre os advertíais los errores que debían corregir,
pero las correcciones las hacíais en privado y lejos de
los demás. A un joven sacerdote que iba a comenzar a
confesar le dijisteis: “Mire hijo que usted es muy mozo,
y su oficio es peligroso”. Y es que vos mismo recién
ordenado tuvisteis peligros. Un día una joven penitente,
con pretexto de que se iba a confesar, os declaró que
estaba enamorada de vos. Y, vos rechazasteis con valor
aquella trampa y luego lograsteis que aquella pobre mujer
se convirtiera. Lo que os libró siempre de caer en las
trampas de la impureza fue practicar la mortificación
y el dedicaros a la oración. Se cumplía en vuestra vida
lo que dijo Jesús: “Ciertos malos espíritus sólo se alejan
con la oración y la mortificación”. Os agradaba mucho dar
clases de catecismo a los niños y vos, en persona los
preparabais para la Primera Comunión. La gente os veía
con agrado todo rodeado de niños ensañándoles el catecismo.
Os repartíais dulces, monedas y otros regalitos a los que
respondían mejor las preguntas del catecismo, y a los más
pobres les regalabais el vestido de la Primera Comunión.
¿Dónde estáis ahora? ¿Dónde os encontráis? Más preguntas
no se haga, porque vos mismo, con vuestro obrar corona de
luz ganasteis, por vuestra entrega grande de amor y fe;
¡oh!, San Juan de Rivera; “viva lumbrera del Dios Vivo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado


18 de Enero
San Juan de Rivera
Arzobispo de Valencia

San Juan de Rivera: ruega por los universitarios, por los colegiales, por los sacerdotes y los obispos para que se vuelvan santos y salgan vencedores de los ataques de los enemigos de la salvación.

Nació en la ciudad de Sevilla, España. Su padre era virrey de Nápoles. Creció sin el amor materno, porque la madre murió cuando él era todavía muy niño. Pero en sus familiares aprendió los más admirables ejemplos de santidad. En su casa se repartían grandes limosnas a los pobres y se ayudaba a muchísimos enfermos muy abandonados. A una familiar suya, Teresa Enríquez. La llamaban “la loca por el Santísimo Sacramento”, porque buscaba las mejores uvas de la región para fabricar el vino de la Santa Misa y escogía los mejores trigos para hacer las hostias, y trataba de entusiasmar a todos por la Eucaristía.

Juan de Rivera estudió en la mejor universidad que existía en ese entonces en España, la Universidad de Salamanca, y allá tuvo de profesores a muy famosos doctores, como el Padre Vitoria. El Arzobispo de Granada escribió después: “Cuando don Juan de Rivera fue a Salamanca a estudiar yo era también estudiante allí pero en un curso superior y de mayor edad que él. Y pude constar que era un estudiante santo y que no se dejó contaminar con las malas costumbres de los malos estudiantes”.

Cuando tenía unos pocos años de ser sacerdote y contaba solamente con 30 años de edad, el Papa Pío IV lo nombró obispo de Badajoz. Allí se dedicó con toda su alma a librar a los católicos de las malas enseñanzas de los protestantes. Organizó pequeños grupos de jóvenes catequistas que iban de barrio en barrio enseñando las verdades de nuestra religión y previniendo a las gentes contra los errores que enseñan los enemigos de la religión católica. San Juan de Avila escribió: ”Estoy contento porque Monseñor Rivera está enviando catequistas y predicadores a defender al pueblo de los errores de los protestantes, y él mismo les costea generosamente todos los gastos”.

El joven obispo confesaba en las iglesias por horas y horas como un humilde párroco; cuando le pedían llevaba la comunión a los enfermos, y atendía cariñosamente a cuantos venían a su despacho. Pero sobre todo predicaba con gran entusiasmo. Los campesinos y obreros decían: “Vayamos a oír al santo apóstol”.

En dos ocasiones vendió el mobiliario de su casa y toda la loza de su comedor para comprar alimentos y repartirlos entre la gente más pobre, en años de gran carestía.

El día en que partió de su diócesis en Badajoz para irse de obispo a otra ciudad, repartió entre los pobre todo el dinero que tenía y todos los regalos que le habían dado, y el mobiliario que su familia le había regalado.

Arzobispo de Valencia

Cuando lo nombraron Arzobispo de esa ciudad, llegó allá sin un solo centavo. Muchas veces en la vida le sucedió quedarse sin ningún dinero, por repartirlo todo entre los pobres. Pero Dios nunca le permitió que le faltar lo necesario.

Su horario

Como Arzobispo se levantaba a las cuatro de la madrugada. Dedicaba dos horas a leer la Sagrada Escritura y otros libros religiosos. Otras dos horas las dedicaba a la celebración de la Santa Misa y rezar los Salmos. Luego durante dos o tres horas preparaba sus sermones. Desde mediodía hasta la noche atendía a las gentes. Todo el que quisiera hablar con él, hallaba siempre abierta la puerta de la casa Arzobispal.

Visitó once veces las 290 parroquias rurales de su arzobispado. Hasta los sitios más alejados y de más peligrosos caminos, allá llegaba a evangelizar y a visitar sus fieles católicos y a administrar el Sacramento de la Confirmación. Después de emplear todo el día en predicar, en confirmar y en atender a la gente, los párrocos notaban que en cada parroquia se quedaba hasta altas horas de la noche estudiando libros religiosos. Desde 1569 hasta 1610 hizo 2,715 visitas pastorales a las parroquias y los resultados de esas visitas los dejó en 91 volúmenes con 91,000 páginas.

Celebró siente Sínodos, o reuniones con todos los párrocos para estudiar los modos de evangelizar con mayor éxito a las gentes. Los decretos de cada Sínodo eran poquitos y bien prácticos para que no se les olvidaran o se quedaran sin cumplir. Todos estos sínodos tenían por objeto principal obtener que los sacerdotes se hicieran más santos.

Su trato con los sacerdotes

Trataba a todos y cada uno de los sacerdotes con la más exquisita cortesía y amabilidad. Cada uno de ellos podía exclamar: “Lo aprecio porque tuvo tiempo para mí”. Cada año les hacía dedicar unos diez días en silencio para hacer Retiros Espirituales. Siempre les advertía francamente los errores que debían corregir, pero las correcciones las hacía en privado y lejos de los demás. A un joven sacerdote que iba a comenzar a confesar y a dar dirección espiritual le dijo: “Mire hijo que usted es muy mozo, y su oficio es peligroso”. Y es que él mismo recién ordenado de sacerdote tuvo sus peligros. Un día una joven penitente, con pretexto de que se iba a confesar, le declaró que estaba enamorada de él. Y Juan rechazó valientemente aquella trampa y después logró que aquella pobre pecadora se convirtiera.

En el colegio, en la Universidad y ahora como obispo, lo que lo libró siempre de caer en las trampas de la impureza fue practicar mucho la mortificación y el dedicar bastante tiempo a la oración. Se cumplía en su vida lo que dijo Jesús: “Ciertos malos espíritus sólo se alejan con la oración y la mortificación”.

Le agradaba mucho dar clases de catecismo a los niños. El en persona los preparaba a la Primera Comunión. La gente veía con agrado al Arzobispo sentado en un taburete en la mitad del patio, rodeado de muchos niños, ensañándoles el catecismo. Les repartía dulces, monedas y otros regalitos a los que respondían mejor las preguntas del catecismo, y a los más pobres les regalaba el vestido de la Primera Comunión.

Para los jóvenes que tenían nobles ideas puso un colegio en su propia casa arzobispal, y allí los iba formando con todo esmero y muy buena disciplina. Del colegio de San Juan de Rivera salieron un cardenal, un Arzobispo, doce obispos, numerosos religiosos y muchos líderes católicos.

El rey lo nombró Virrey de Valencia, y así llegó a ser al mismo tiempo jefe religioso y jefe civil. Y la tranquilidad que en mucho tiempo no reinaba en aquella región, llegó como por encanto. El personalmente se preocupaba porque se administrara justicia con toda seriedad.

Una vez vino alguien a decirle que un juez le estaba haciendo injusticia en un pleito. El Sr. Arzobispo se fue donde el juez y le pidió que revisara todo el expediente. Y el inocente fue absuelto. Después el juez contaba: “un rico me había ofrecido dinero para que fallara en contra del inocente. Pero vino el Sr. Arzobispo y me convenció y me obligó a hacer justicia y logré que mi conciencia quedara en paz”.

La Santa Misa la celebraba con tal devoción que al acólito le decía que después de la elevación podía retirarse, pues él duraba hasta dos horas en éxtasis allí ante Jesús Sacramentado, después de elevar la Santa Hostia.

Cansado de ver que la gente era muy indiferente para la religión le pidió al Papa que le quitara de aquel cargo, pero el Sumo Pontífice le pareció que él era el más indicado para ese arzobispado y le rogó que hiciera el sacrificio de seguir en ese sagrado oficio. Y así por 42 años estuvo de Arzobispo de Valencia obteniendo enormes frutos espirituales.

Murió en enero de 1611. Cuando se supo la noticia de su muerte, los niños recorrían las calles cantando: “El señor Arzobispo está en la gloria obteniendo el premio de sus victorias”.

Durante los funerales, en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los que estaban junto al cadáver vieron que abría los ojos y que el rostro se le volvía sonrosado por unos momentos, como adorando al Santísimo Sacramento.

El Papa San Pío Quinto lo llamaba “La lumbrera de todos los obispos españoles”. Hizo muchos milagros. Fue beatificado en 1796 y fue declarado Santo por el Papa Juan XXIII en 1960.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Juan_de_Rivera.htm)