
Oh, Beato Enrique Susso; Vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, y su amado beato, que a Él rogabais,
por la sabiduría que, de Él viene y Él, os escuchó.
Vuestra fuente de vida, el negaros a vos mismo fue,
para en los demás crecer. Y, fue todo hecho, con los
favores de Nuestra Señora María Santa, a quien
amabais de Todo corazón. “Negarse a sí mismo; no
apegarse a las criaturas; recibir todo lo que sucede,
como venido de la mano de Dios, y ser infinitamente
paciente y amable con todos, aún con los que son
ásperos e injustos en su modo de tratarlo a uno”,
os respondió la Madre de Dios, cuando preguntasteis
vos, cómo, al cielo llegar. Y, así, ya nada os
impidió en adelante vuestro caminar en santidad,
y vos, seguisteis a imitación de San Pablo, con
vuestra carrera hacia el cielo, a la que arribasteis,
para premiado ser, con corona de luz, que brilla
eternamente, en premio a vuestro amor y lealtad;
oh, Beato Enrique Susso, "vivo beato del Dios Vivo".
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Beato Enrique Susso
28 de Marzo
Fue un prodigio de santidad en un ambiente muy corrompido. Nació en 1296
en Suabia, Alemania. A los 15 años fue admitido como religioso en el
convento de los Padres Dominicos en Constanza. Su apellido era Von Berg,
pero como su padre era descuidado borrachín y en cambio la mamá era una
santa, el joven tomó el apellido materno que era Susso.
En la comunidad encontró como profesor un místico muy famoso que influyó
en él de manera inmensa. Era el Padre Eckart, cuyos consejos seguían
muchas personas con gran entusiasmo. Enrique decía: ”El Padre Eckart
demuestra tan gran sabiduría que parece como si Dios no le hubiera
ocultado nada”.
Los datos que vamos a narrar enseguida están extraídos de la “Autobiografía” del propio Enrique Susso.
Los primeros años de religioso no fue muy fervoroso, pero luego un día
empezó a oír continuamente este mandato: “Renuncie a todo lo que no lo
ayude a conseguir la santidad”. Y se repetía tan frecuentemente este
mandato en su mente que se propuso empezar una vida espiritual
verdaderamente seria.
El demonio intentó disuadirlo y desanimarlo con consideraciones de
prudencia humana, haciéndole ver que esa conversión era demasiado rápida
y que no sería capaz de perseverar en el bien. El se dedicó a pedir a
Dios la sabiduría celestial. Y repetía las palabras del libro de la
Sabiduría: “Señor, envíame la sabiduría que procede de tu trono. Tú
sabes que soy muy joven, sin experiencia y de pocos años. Pero si Tú me
mandas la sabiduría podré perseverar”. Y pedía al Espíritu Santo el don
de Consejo y la virtud de la prudencia, y así logro perseverar. En
adelante durante toda su vida será un admirador constante de la
Sabiduría Eterna, y recomendará a sus discípulos el pedir mucho a Dios
el don de la sabiduría. Y les repetía las palabras del Libro Santo:
“Sabiendo que no tendría la sabiduría si Dios no me la concedía, me
dediqué a pedirla en oración, y me fue concedida”.
Su amor a la Virgen María era inmenso y predicaba constantemente su
devoción.Publicó el libro titulado “Sabiduría Eterna”, el cual fue
sumamente famoso y muy popular por varios siglos.
Al principio de su conversión, creyó Enrique que debía dedicarse a
mortificaciones muy fuertes y así lo hizo. Sus ayunos, vigilias, azotes y
demás penitencias llegaron a causar asombro y casi acaban con su vida.
Pero según cuenta en su “Autobiografía”, una iluminación del cielo le
comunicó que en vez de estas mortificaciones buscadas por él, debía más
bien dedicarse a aceptar con buena voluntad los sufrimientos que Dios
iba a permitir que le llegaran. Y fue entonces cuando empezaron a
llegarle penas tremendas.
Los enemigos del alma trataban de atacarle de mil maneras. Le llegaban
los pensamientos más impuros y las imaginaciones más indecentes. Y una
melancolía o sentimiento continuo de tristeza que trataba de desanimarlo
del todo. Y luego las tentaciones contra la fe. Y como si no bastara
todo esto, le llegó la convicción de que él estaba destinado a
condenarse para siempre.
Afortunadamente había tenido un buen profesor y se fue en busca del
sabio Padre Eckart y le contó todo. “El famoso místico me consoló y
logró sacarme de aquel infierno en el cual estaba viviendo”. Y volvió a
su alma la paz. Una vez más se cumplía lo que dice el Libro de los
Proverbios: “Triunfarán los que saben pedir consejos”. Pero ahora le iba
a llegar un tercer tormento.
Una voz interior le dijo: “Hasta ahora has sufrido ataques venidos del
interior. Ahora empezarán los ataques que llegan desde el exterior”. Y
así sucedió. Pronto empezó a experimentar la ingratitud y la pérdida de
los amigos y de la buena fama. Sus paisanos se dividían en dos clases:
los fervorosos y los relajados. Los fervorosos querían que se cumpliera
exactamente los deberes de piedad. Entre ellos estaban Enrique Susso, su
profesor Eckart y el gran predicador Taulero. Pero los otros eran
mayoría y empezaron a perseguir a Susso.
Durante 37 años había recorrido campos y ciudades predicando. Había
obtenido curaciones milagrosas. En pleno sermón vieron su rostro rodeado
de resplandores. Pero insistía muy fuertemente en que había que
dedicarse con toda seriedad a la santidad, y esto no agradaba a los
relajados. Y entonces se valieron de la calumnia.
Se valieron de un muchacho mentiroso para inventar que él había cometido
sacrilegios. Logró comprobar que era inocente. Luego inventaron que
Enrique había tratado de envenenar a una persona. Pronto se supo que eso
era mentira. Lo acusaron de haber inventado un milagro, pero los
mentirosos quedaron al descubierto. Fueron tantas las acusaciones que
tuvo que huir por un tiempo a Holanda. Allá lo acusaron de haber escrito
herejías contra la fe. El logró probar que todo lo que había escrito
estaba de acuerdo con nuestra santa religión.
Luego le llegó otro sufrimiento: su hermana, que era religiosa, perdió
el fervor y se retiró de su comunidad. Enrique ofreció por ella una
grave enfermedad que él tuvo que sufrir, y con este sufrimiento logró
que la prófuga volviera otra vez al convento donde pasó santamente sus
últimos años.
Enrique estaba dirigiendo espiritualmente a una mujer que lo engañaba
diciéndole que ella se estaba convirtiendo de su mala vida. Pero cuando
el santo sacerdote se dio cuenta de que aquella mujer le mentía, se negó
a seguirle dando dirección espiritual. Entonces ella en venganza
inventó el cuento de que él era el padre de una criatura que ella tenía.
Y algunos hasta creyeron porque el religioso demostraba mucha caridad
para con el pobre niño. Entonces el Superior General de la Comunidad
mandó hacer una severa investigación y se supo que todo eran cuentos de
aquella perversa mujer.
Fue nombrado Enrique como superior de un convento de Padres Dominicos y
aquel convento estaba terriblemente endeudado. El nuevo superior en vez
de dedicarse a pedir limosnas o a conseguir empréstitos lo que hizo fue
recomendar a sus religiosos que se dedicaran a celebrar con mayor fervor
la santa misa y a rezar con mayor fe y devoción. Muchos se burlaban de
él diciendo que era un hombre que no ponía los pies en la tierra y que
se imaginaba que con rezos se pagaban las deudas.
Pero poco después un hombre rico sintió una inspiración interior de que
debía ayudar a aquel convento y llegó con veinte libras de monedas de
plata y con esto se pagaron todas las deudas.
Los últimos años los pasó el Padre Enrique dedicado a dar dirección
espiritual a las religiosas, especialmente a las dominicas, las cuales
lo consideraban un verdadero hombre de Dios y un guía espiritual
sumamente acertado.
Le ofrecieron altos puestos pero una iluminación interior le dijo que si
quería llegar a altos puestos en la santidad tenía que huir de los
cargos que producen muchos honores. Y por eso se mantuvo siempre entre
los más humildes y desconocidos aunque su sabiduría y sus escritos y su
santidad lo hacían resplandecer ante muchísimas gentes piadosas que lo
admiraban fervorosamente.
Murió en 1365, y dicen que su cuerpo permaneció muchos años incorrupto.
Pero después el templo donde estaba enterrado pasó a poder de los
protestantes y no se volvió a saber de sus restos.
Tuvo muchas visiones y se le apareció la Santísima Virgen María a
traerle mensajes celestiales. En una de sus visiones preguntó qué medios
debería emplear para alcanzar más fácilmente la santidad y la salvación
y le fue respondido: “Negarse a sí mismo; no apegarse a las criaturas;
recibir todo lo que sucede, como venido de la mano de Dios, y ser
infinitamente paciente y amable con todos, aún con los que son ásperos e
injustos en su modo de tratarlo a uno”.
San Alfonso de Ligorio al meditar en las mortificaciones y en los
sufrimientos de este hombre de Dios exclamaba: “Qué pequeños nos
sentimos nosotros ante estos campeones tan valerosos para sufrir todo
por amor de Dios y por la salvación de las almas”.
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(
http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Beato_Enrique_Susso.htm)