12 junio, 2025

San Juan de Sahagún, Eremita y predicador OESA

 

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 ¡Oh! San Juan de Sahagún, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo. Vuestros padres hijos no
tenían e hicieron una novena de ayunos, oraciones y
limosnas en honor de la Santísima Virgen y obtuvieron
como respuesta de Ella, el nacimiento de vos, que, en
adelante seríais su honor y alegría. Os educaron con
los monjes benedictinos, demostrando inclinación hacia
el sacerdocio, que seguisteis gracias a vuestro obispo.
Ordenado sacerdote os nombró secretario y canónigo de
la catedral, pero éstos cargos nos os llenaban el alma.
Por ello, pedisteis ser nombrado para una pobre parroquia,
donde os sentisteis feliz. La teología se convirtió en
vuestra especialidad, y un día os invitaron a hacer el
sermón en honor de San Sebastián, el mismo que rebasó
todas las expectativas, creciendo vuestra popularidad.
Más adelante, os sobrevino una grave enfermedad con
peligro de perder vuestra vida, y vos, prometisteis a
Dios que si os devolvía la salud, entraríais de religioso.
Y, así fue. Dios os concedió la salud y vos, entrasteis
de religioso agustino. En el noviciado os pusieron a
lavar platos y barrer corredores y desyerbar los campos
y jardines, y vos, siendo todo un doctor, lo hacíais con
gran humildad y total esmero. Un día, mientras servíais 
el vino a la comunidad, multiplicasteis el poco de vino
que os quedaba, y lo servisteis a muchos comensales y os
sobró vino. A vos, nadie os ganaba con el cumplimiento
de vuestros deberes, penitencias, obediencia y humildad.
Erais un predicador elocuente y vuestros sermones empezaron
a transformar a las gentes. Como persona erais un hombre
amable con todos, devotísimo del Santísimo Sacramento
y amigo de dedicar largo tiempo a la meditación y a la
oración. Las gentes cuando os veían rezar decían: “parece
un ángel”. El estudio que más os agradaba era el de la
Sagrada Biblia, porque con su lectura comprendíais y
amabais más, la palabra de Dios. Pasabais todo el día
visitando enfermos, poniendo paz entre las familias
desunidas y ayudando a los pobres, tanto que se os olvidaba
de ir a alimentaros. Erais muy duro en la confesión, de
manera especial con los que no querían enmendarse y se
confesaban sólo para comulgar. Vuestra palabra, transformó
a muchos que estaban impasibles en sus vicios y malas
costumbres. Tardabais mucho en celebrar la Santa Misa,
pero vos, veíais a Jesucristo en la Sagrada Eucaristía y
al verlo os quedabais en éxtasis y ya no eras capaz de
proseguir con la celebración. Predicabais fuerte contra
los ricos que explotan a los pobres. Cierto rico, amargado
por estas predicaciones, pagó a dos delincuentes para que
atentaran contra vos. Pero cuando llegaron junto vos,
sintieron un gran terror que no fueron capaces de mover
sus manos. En otra ocasión, hablasteis contra los gamonales
que no pagaban lo justo a sus campesinos y desde entonces
no os permitieron volver a predicar en ese pueblo. Vuestros
preferidos eran los huérfanos, los enfermos, los más pobres
y los ancianos, para ellos recogíais limosnas y buscabais
albergues. A las muchachas en peligro les conseguíais
familias dignas que les dieran amor, sanas ocupaciones y
las protegieran. Vos, hicisteis frecuentes milagros y
salvasteis a Salamanca de la peste del tifo con vuestras
oraciones. Un día, un joven cayó a un hondo pozo y vos
lo sacasteis con solo vuestra correa, y, sin saber cómo,
salió el joven desde el fondo. La gente se puso a gritar
“¡Milagro! ¡Milagro!”, pero vos, os escondisteis para no recibir
ninguna felicitación. Salamanca estaba en sequía, pero vos
dijisteis que con vuestra muerte llegarían lluvias abundantes.
Y así sucedió: apenas entregasteis vuestra alma a Dios,
enseguida llegaron copiosas lluvias. Y, así, y luego de
haber gastado vuestra vida, en buena lid, voló vuestra alma
al cielo para coronada ser con corona de luz, por vuestro amor;
¡Oh! San Juan de Sahagún «vivo amor por el Dios de la Vida».

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de junio
San Juan de Sahagún
Eremita y predicador OESA
 
Cada 12 de junio se celebra la memoria de San Juan de Sahagún, eremita y predicador español de la Orden de Ermitaños de San Agustín, quien vivió en el siglo XV. Fue declarado, en 1688, Patrón único de Salamanca’ (España) por el Papa Inocencio XI. La hermosa ciudad, de acuerdo a la tradición, fue librada de la peste del tifus negro gracias a la intercesión del santo religioso.
 
Primero sacerdote
 
Juan González Martínez -nombre de pila del santo- nació en el municipio de Sahagún (España), en 1430. Fue hijo de Juan González del Castrillo y Sancha Martínez, matrimonio poseedor de una gran fortuna. Su educación estuvo a cargo de los monjes del monasterio de San Benito de Sahagún. Como demostró inclinación hacia la vida sacerdotal, recibió del obispo de Burgos la autorización para estudiar teología.
 
Juan fue ordenado presbítero en 1454, a los 23 años de edad, tras lo cual fue nombrado secretario y canónigo de la catedral de Burgos. Cuatro años más tarde, concluiría sus estudios en la Universidad de Salamanca.
 
La gran promesa
 
A fines de 1462 o principios de 1463, cayó enfermo. Los médicos le recomendaron que se sometiera a una cirugía -en aquellos tiempos, cualquier procedimiento quirúrgico implicaba un riesgo incalculable, considerando, para empezar, que ni siquiera los diagnósticos eran confiables-. Juan, con temor, se encomendó al Señor y le prometió que si sobrevivía al tratamiento, buscaría con ganas renovadas cumplir su voluntad. La cirugía acabó bien y el P. Juan se recuperó.
 
Una de las cosas que el sacerdote había estado considerando mientras estaba enfermo era convertirse en religioso. Ahora, sano y con fuerza nuevamente, no tardó en enrumbarse por el camino del discernimiento. Así, el 28 de junio de 1463, le fue concedido el hábito agustino en el célebre convento de San Agustín de Salamanca. Un año después se incorporaba a la Orden mediante profesión solemne.
 
Juan se convirtió en un predicador elocuente y con sus sermones ayudó a muchas personas. El valor que mostraba en el púlpito tocó el corazón de muchos: pobres y ricos se reconocían pecadores, todos interpelados en aquello que los separaba de Dios. Por otro lado, ahí donde Juan se enteraba de alguna injusticia, la denunciaba sin rubor -como cuando tuvo noticia del maltrato de algunas familias pudientes a sus sirvientes y trabajadores- ganándose el respeto de propios y extraños.
 
Sus preferidos fueron los huérfanos, enfermos, necesitados y ancianos, para quienes recogía limosnas y buscaba refugio. A las mujeres que sufrían algún tipo de abuso, como aquellas atrapadas en la prostitución, les conseguía familias dignas que les dieran sanas ocupaciones y las protegieran.
 
Los milagros
 
De San Juan de Sahagún se recuerdan en Salamanca dos milagros. El primero ocurrió cuando un niño cayó a un pozo profundo y el santo echó su cíngulo para salvarlo. El cíngulo llegó hasta donde estaba el niño, pero el pequeño ya no tenía fuerzas para asirse a este. Entonces, el santo rogó a Dios para que subiera el nivel del agua y así sucedió, de manera que el niño alcanzó la superficie. La gente empezó a gritar "¡Milagro! ¡Milagro!", pero él se escondió para no causar mayor alboroto.
 
El segundo milagro sucedió cuando un toro bravísimo se escapó y empezó a correr por las calles de Salamanca aterrorizando a la gente. El P. Juan lo detuvo y lo amansó diciéndole: "Tente, necio". También se le atribuye que, con sus oraciones, logró librar a Salamanca de la peste del tifus negro.
 
Víctima inocente
 
Nuestro santo murió envenenado a los 49 años de edad, en 1479. Se dice que fue víctima de una conspiración arreglada por una mujer adúltera llena de odio contra él porque su amante la dejó después de escuchar uno de sus sermones.
 
San Juan de Sahagún fue beatificado por el Papa Clemente VIII en 1601 y luego canonizado por el Papa Alejandro VIII en 1691. La iconografía suele representarlo con la Eucaristía en la mano, contemplando a Jesús Sacramentado.(ACI prensa).

11 junio, 2025

San Bernabé, Apóstol

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11 de junio

San Bernabé
Apóstol 
 
Cada 11 de junio la Iglesia celebra a San Bernabé, Apóstol, considerado así por los primeros Padres de la Iglesia y por San Lucas, aunque no fuera parte del grupo inicial de los doce elegidos por Jesús.
 
Llamado a la tarea apostólica
 
Una vez convertido a la causa de Cristo, el Espíritu Santo le fue confiando a Bernabé misiones específicas, las que cumplió con celo y generosidad. Esto le valió, en los hechos, ser contado entre los Apóstoles de manera muy similar a la de San Pablo.
 
Bernabé era apreciado por ser “hombre bondadoso, lleno de Espíritu Santo y de mucha fe” (Hechos 11, 24). Nació en Chipre y perteneció a la tribu de Levi; su verdadero nombre fue “José”. Quienes le cambiaron de nombre fueron los otros apóstoles, quienes empezaron a llamarlo “Bernabé”, que según San Lucas significa “el que anima y entusiasma”, o “el esforzado”; aunque etimológicamente, dada la raíz aramea del término, podría entenderse también como “el hijo del profeta”.
 
En los Hechos de los Apóstoles aparece en el capítulo 4, donde está el relato según el cual vendió su finca y entregó el dinero recaudado a los Doce, para que sea distribuido entre los pobres.
 
Lo propio del apóstol es hacer ‘apostolado’
 
Dice San Pablo: “Pues ¿cómo podría alardear de que anuncio el Evangelio? Estoy obligado a hacerlo, y ¡pobre de mí si no proclamo el Evangelio!” (1 Cor 9, 16).
 
Bernabé colaboró muy de cerca con el Apóstol de los gentiles, y con él aprendió a dar testimonio y a anunciar la Buena Nueva de Jesús. Ambos estuvieron por un tiempo en Antioquía, lugar que se transformó en el epicentro de la evangelización del Asia Menor, y donde por primera vez se llamó “cristianos” a los seguidores de Cristo. Desde Antioquía, Pablo y Bernabé fueron enviados a Jerusalén llevando la colecta para los que pasaban hambre en Judea. Estando allí, el Espíritu Santo les encomendó a los dos el anuncio entre los maestros de la Ley, de quienes recibieron la imposición de manos para luego partir acompañados por el Evangelista Marcos, primo de Bernabé.
 
Después de recorrer diferentes ciudades, confirmar a los convertidos y ordenar presbíteros, regresaron a Antioquía; luego participaron del Concilio de Jerusalén, en el que se declaró que los gentiles no estaban sometidos al mandato de la circuncisión. Este Concilio, con esta medida, dio por cerrada la controversia que el tema había causado en la joven Iglesia y que, así como había producido una disputa entre Pablo y Pedro, suscitó también cierto distanciamiento entre Pablo y Bernabé.
 
Para el segundo viaje misionero, San Pablo partió acompañado por Silas, y Bernabé por Marcos; en esa oportunidad los dos apóstoles tomaron rumbos diferentes. Más adelante, ambos se reunirían en Corinto.
 
Pastor de la Iglesia naciente
 
Lo que sucedió con San Bernabé después de aquél encuentro es más o menos incierto. Hay fuentes que señalan que acompañó a San Pedro a Roma, y que viajó luego al norte, donde fundó la Iglesia en Milán. Otras fuentes lo ubican de retorno a Chipre, donde habría sido obispo. Como fuera, hoy ambos lugares lo reconocen como fundador de sus respectivas comunidades eclesiales y como primer obispo.
 
Se dice que Bernabé murió lapidado a causa de una acusación hecha por un grupo de maestros judíos de la diáspora, celosos de su sabiduría. Sus restos fueron sepultados cerca de Salamina -isla de Chipre- y encontrados en el año 488. Los testimonios del hallazgo dan cuenta de que el apóstol llevaba sobre su pecho una copia del Evangelio de San Mateo, escrito por propia mano. Posteriormente sus restos fueron trasladados a Mancheras (Chipre).(ACI prensa).

10 junio, 2025

Beato Giovanni Dominici Obispo y Cardenal de la Órden Dominica

 Imagen

10 de junio
Beato Giovanni Dominici
Obispo y Cardenal de la Órden Dominica
 
Cada 10 de junio se recuerda al Beato Giovanni (Juan) Dominici, religioso dominico que llegó a arzobispo de Ragusa (Italia) y a cardenal de San Sisto.
 
El Beato Giovanni Dominici tuvo un diverso rango de habilidades: de formación fue teólogo y, por vocación, poeta e insigne orador; sin embargo le tocó también ejercer de diplomático. Muchos datos sobre su vida los conocemos gracias a una breve biografía sobre él escrita por San Antonino, Arzobispo de Florencia.
 
También se recuerda al beato por haber restaurado la observancia regular de los conventos de la Orden de Predicadores (dominicos); y por haber sido enviado en junio de 1418 a Bohemia y Hungría para contener la herejía de Juan Hus, uno de los precursores de la Reforma Protestante.
 
Dios cuenta con nuestra fragilidad
 
Giovanni Dominici nació en Florencia (Italia) en 1376. A los 18 años recibió el hábito de los dominicos en el priorato de Santa María Novella, pese a cierta oposición de algunos de sus superiores debido a su falta de educación previa y por su tendencia a tartamudear -detalle problemático para muchos dominicos de la época, quienes consideraban que se trataba de un problema insalvable para ser “buen orador”-.
 
Sin embargo, Giovanni aprendió a compensar sus limitaciones con su extraordinaria capacidad de retener en la memoria lo que aprendía. Dominici se convirtió, en poco tiempo, en uno de los mejores teólogos de su época y en un predicador elocuente. Se dice que pudo superar la tartamudez con la ayuda milagrosa de Santa Catalina de Siena, de quien se hizo seguidor. 
 
Bajo la influencia de Catalina, el beato se consagró a la renovación de su Orden. En Fiésole y en Venecia fundó nuevos monasterios, entre los que se contaba uno para la rama femenina, llamado “Corpus Christi”. Desde estos centros de espiritualidad trabajó para restablecer la estricta observancia de la regla de Santo Domingo. 
 
Fiel servidor de Pedro
 
En 1406, Dominici asistió al cónclave que eligió al Papa Gregorio XII, de quien posteriormente sería confesor y consejero; y éste, por la confianza que le inspiraba, lo consagró arzobispo de Ragusa y más tarde cardenal de San Sixto.
 
Tras la renuncia de Gregorio XII en 1415 ante el Concilio de Constanza -decisión tomada por el Papa para dar por concluido el llamado “Cisma de Occidente”-, fue elegido el Martín V como Sumo Pontífice. Dominici se puso a su servicio, pero pronto sería enviado como diplomático para combatir las doctrinas heréticas de Juan Hus, que se extendían por Hungría y Bohemia.
 
Dominici viajó en junio de 1418 con la intención de reunirse con los reyes Segismundo y Wenceslao, y obtener su apoyo. Lamentablemente, no obtuvo una respuesta contundente y antes de emprender el camino de regreso a Italia murió en la ciudad de Buda (Hungría), el 10 de junio de 1419. 
 
Sus restos fueron sepultados en la iglesia de San Pablo de Budapest, pero su tumba terminó destruida en 1541 a manos de los turcos, que invadieron la ciudad. Su beatificación, propuesta desde 1622, fue aprobada finalmente por Gregorio XVI en 1832 y, con eso, su culto autorizado.(ACI prensa).
 

09 junio, 2025

Beata Ana María Taigi, Mística

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¡Oh!, Beata Ana María Taigi, vos sois la hija
del Dios de la vida, y su amada Beata, que,
fuisteis ejemplo glorioso de madre que hizo
realidad aquél adagio viejo que reza: “Es la
paciencia, la mejor penitencia”. Y como, no
iba a serlo, porque os sometisteis en alma
y cuerpo, a dolores, penitencias y sacrificios,
con amor, valor y temor de Dios, en silencio
y admirable paciencia. Y, nada cambió dentro
de vos pues siempre humilde erais y Dios, os
premiaba a cada nada, con prodigios grandes.
Vidente y consejera de ricos y pobres, vuestro
final aunciasteis y los peligros y males que
asolarían a Nuestra Santa Madre Iglesia. Y,
así, entregasteis vuestra santa vida por Cristo
y Dios Padre os había visto desde el cielo,
os coronó con justicia con corona de eternidad
como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, Beata Ana María Taigi, vivo amor de Dios.
 
 
 © 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado 
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9 de junio
Beata Ana María Taigi
Mística OSTC
 
Cada 9 de junio la Iglesia recuerda a la Beata Ana María Taigi, mística y laica italiana vinculada como terciaria a la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, cuyos miembros son conocidos como ‘trinitarios’. Ella vivió entre los siglos XVIII y XIX.
 
Ana María estuvo casada y se santificó como esposa y madre. Hoy es considerada patrona de las madres de familia y las amas de casa.
 
“Aquella mujer era una felicidad para mí y un consuelo para todos... Con su maravilloso tacto, era capaz de mantener una paz celestial en el hogar”, con estás cálidas palabras describía Domingo Taigi a la Beata Ana María, su esposa, con quien tuvo siete hijos.
 
Una infancia dura
 
Anna Maria Gesualda Antonia Gianetti fue el nombre de pila de la beata. Nació en Siena (Italia) en 1769. Sus padres tenían una posición económica acomodada, pero lo perdieron todo y se vieron obligados a emigrar a Roma en busca de una situación más favorable. Ambos se dedicaron a trabajar en el servicio doméstico, mientras que Ana María fue internada en una institución educativa para niños sin recursos. Lamentablemente, las carencias económicas de la familia crearon en casa un clima de permanente tensión, en el que la pequeña Ana María sufriría las consecuencias -insultos y maltratos constantes-.
 
A los trece años la beata empezó a ganarse el pan con su propio trabajo. Primero laboró en un taller de tejido de seda y luego pasó a integrar el servicio doméstico del palacio de una de las familias más acaudaladas y prestigiosas del momento, los Chigi.
 
Enamoramiento y matrimonio
 
A punto de cumplir los veinte años, Ana María conoce a Domingo Taigi, mandadero de los Chigi. Ambos se enamoran y contraen matrimonio. Domingo era un buen cristiano, pero de carácter colérico y muchas veces agrio. Pese a ello, era un hombre muy trabajador y responsable.
 
Por aquellos días, Dios suscitaba otras cosas, santas y nuevas, en el corazón de Ana.
Un domingo, de visita en la Basílica de San Pedro al lado de su esposo, Ana María pasó al lado de un sacerdote, el Padre Ángel, a quien, al verla, le asaltó un pensamiento: “Fíjese en esa mujer. Dios se la va a confiar para que la dirija espiritualmente. Trabaje por su conversión, que está destinada a hacer mucho bien”.
 
La llamada de Dios
 
Las cosas nunca fueron fáciles para la familia Taigi. Por eso, Ana María frecuentaba una iglesia cercana a su casa donde se sumergía en la oración por largos periodos; allí encontraba el consuelo y la fuerza que buscaba. Un día, tratando de encontrar un sacerdote para confesarse, encontró al Padre Ángel, el mismo que la había visto en San Pedro. El cura le dijo: “La estaba aguardando. Dios la quiere guiar hacia la santidad. No desatienda esta llamada de Dios". Desde ese día, el sacerdote se convertiría en director espiritual de Ana María.
 
Con la ayuda del Padre Ángel, la beata conoció nuevas formas y caminos para enfrentar las dificultades o mortificaciones de la vida cotidiana. Dedicada a Dios, nunca descuidaría su papel de esposa y ama de casa; al contrario, Ana María se desvivía por sus hijos. No obstante, se sentía cada vez más atraída por la idea de un compromiso mayor con Dios, por lo que ingresó a la Tercera Orden Trinitaria.
 
Vida ordinaria hecha de manera extraordinaria
 
Ana cuidaba mucho de su familia, empezando por su quisquilloso esposo, sus siete hijos -tres de los cuales fallecieron siendo pequeños- y de sus padres, que vivían también con ella. Solía juntar a todos cada mañana para rezar, luego los llevaba a Misa y por la noche, los volvía a reunir para escuchar alguna lectura espiritual y terminar el día en oración. Este era su “secreto” para mantener unida a su familia: estar siempre cerca de Dios.
 
Ana, además, se daba tiempo para trabajar en costura y reunir un dinero extra y ayudar a su marido con los gastos del hogar. Siempre que podía, guardaba algo de lo que ganaba para ayudar a alguien que estuviese más necesitado que ella. Su esposo no siempre la comprendía en esto y, más de una vez, preso de la ira y la frustración, llegó a maltratarla verbalmente.
 
Pese a todo, en lo cotidiano y ordinario del hogar, Ana María logró algo extraordinario: que Dios fuese el centro de la familia, y que siempre hubiera tiempo para la oración. La beata tuvo, en ese contexto, intensas experiencias místicas. Además, Dios le concedió los dones de la intuición espiritual y la ciencia infusa. Era capaz de hablar con propiedad sobre los designios divinos en relación a los peligros que siempre acechan a la Iglesia, sobre los misterios de fe y sobre acontecimientos futuros -a San Vicente Strambi le predijo la fecha exacta de su muerte-.
 
La beata experimentó también agonías físicas y mentales, especialmente cuando rezaba por la conversión de algún pecador contumaz; asimismo, descubrió más de una vez las intenciones y pensamientos de algunas de las personas que recurrían a ella en busca de consejo -se dice que todos los días había alguien tocando la puerta de los Taigi en busca de ayuda espiritual-.
 
En los últimos años de su vida su salud se resquebrajó. Fue una etapa en la que se abrazó a la cruz. Por si fuera poco, tuvo que enfrentar la prueba de las murmuraciones y las calumnias. Pese a todo, nadie pudo quitarle su sonrisa serena, expresión de su confianza y paciencia ejemplares.
 
Legado y patronazgos
 
Después de una agonía de siete meses, Ana María Taigi partió a la Casa del Padre el 9 de junio de 1837. Fue beatificada el 30 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV. Sus restos se encuentran en la Iglesia San Crisógono de Roma.
 
Es patrona de la Acción Católica Italiana y de las mujeres víctimas de abusos por parte de sus esposos o parejas.(ACI prensa).

08 junio, 2025

Domingo de Pentecostés

 Solemnidad de Pentecostés 2025 | ACI Prensa

Domingo 08 de junio
Domingo de Pentecostés

Texto del Evangelio (Jn 20,19-23): Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

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«Recibid el Espíritu Santo»

Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla (Sevilla, España)

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.

El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.

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Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está también la Iglesia y toda la gracia» (San Ireneo de Lyon)

«El sacramento de la Penitencia, surge directamente del misterio pascual. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado» (Francisco)

«El Símbolo de los Apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a sus apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 976)

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Otros comentarios

MISA DE LA VIGILIA (Jn 7,37-39) «De su seno correrán ríos de agua viva»

Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel (Barcelona, España)

Hoy contemplamos a Jesús en el último día de la fiesta de los Tabernáculos, cuando puesto en pie gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí, como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’» (Jn 7,37-38). Se refería al Espíritu.

La venida del Espíritu es una teofanía en la que el viento y el fuego nos recuerdan la trascendencia de Dios. Tras recibir al Espíritu, los discípulos hablan sin miedo. En la Eucaristía de la vigilia vemos al Espíritu como un “río interior de agua viva”, como lo fue en el seno de Jesús; y a la vez descubrimos que también, en la Iglesia, es el Espíritu quien infunde la vida verdadera. Habitualmente nos referimos al papel del Espíritu en un nivel individual, en cambio hoy la palabra de Dios remarca su acción en la comunidad cristiana: «El Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él» (Jn 7,39). El Espíritu constituye la unidad firme y sólida que transforma la comunidad en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Por otra parte, Él mismo es el origen de la diversidad de dones y carismas que nos diferencian a todos y a cada uno de nosotros.

La unidad es signo claro de la presencia del Espíritu en nuestras comunidades. Lo más importante de la Iglesia es invisible, y es precisamente la presencia del Espíritu que la vivifica. Cuando miramos la Iglesia únicamente con ojos humanos, sin hacerla objeto de fe, erramos, porque dejamos de percibir en ella la fuerza del Espíritu. En la normal tensión entre unidad y diversidad, entre iglesia universal y local, entre comunión sobrenatural y comunidad de hermanos necesitamos saborear la presencia del Reino de Dios en su Iglesia peregrina. En la oración colecta de la celebración eucarística de la vigilia pedimos a Dios que «los pueblos divididos (…) se congreguen por medio de tu Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus lenguas».

Ahora debemos pedir a Dios saber descubrir el Espíritu como alma de nuestra alma y alma de la Iglesia.(evangeli.net)

07 junio, 2025

Beata Ana de San Bartolomé, Mística y discípula de Santa Teresa de Jesús

 Hoy recordamos a la Beata Ana de San Bartolomé

7 de junio
Beata Ana de San Bartolomé
Mística y discípula de Santa Teresa de Jesús

Cada 7 de junio se recuerda a la Beata Ana de San Bartolomé, religiosa carmelita, mística y discípula de Santa Teresa de Jesús. Sor Ana impulsó, con grandes frutos, la expansión de la reforma carmelita descalza en Francia y los Países Bajos.

Fue proclamada “Libertadora de Amberes” (Bélgica) ya que la antigua ciudad de Flandes, que había sido escenario de los enfrentamientos entre católicos y protestantes durante buena parte del siglo XVI, ganó en paz y prosperidad gracias a la fundación del monasterio carmelita descalzo liderado por la Beata Ana.

El monasterio le dio nueva vida a la ciudad, la que alguna vez fue llamada “la más bella de las ciudades” en los siglos anteriores. Posteriormente, Amberes se salvaría de la destrucción a manos de los holandeses, gracias a que los católicos de allí se encomendaron a la beata.

Tiempos aciagos

Ana de San Bartolomé nació el 1 de octubre de 1549 con el nombre Ana García Manzanas en Almendral de la Cañada (Toledo, España).

Vivió durante el periodo que se denomina el «siglo de oro» español, cuando en América se llevaban a cabo los primeros grandes esfuerzos evangelizadores en el nuevo continente. España libraba una dura y sangrienta batalla en el marco de lo que se conoce como “guerras de religión” ocasionadas por el avance del protestantismo.

Por su parte, la Iglesia católica impulsaba la Contrarreforma, que tuvo en el Concilio de Trento su momento cumbre. El Concilio dio -entre otras medidas- un impulso a la reforma de las Órdenes religiosas como medio para renovar el catolicismo y hacer frente a las ideas protestantes.

Bajo el patrocinio del Apóstol Bartolomé

En ese contexto la joven Ana fue creciendo y madurando la idea de un posible llamado a la vida religiosa. Sin embargo, en un momento determinado su salud se vio afectada y enfermó gravemente. Entre sus hermanos y familiares se suscitó una gran preocupación, así que decidieron rezar una novena al Apóstol San Bartolomé para pedir por su curación.

El 24 de agosto de 1570, día de la fiesta del Apóstol, Ana fue llevada a una ermita dedicada a él y se curó milagrosamente. Ese mismo año, completamente recuperada, ingresó al convento de San José de Ávila como hermana lega y eligió a San Bartolomé como su santo patrono, cuyo nombre tomaría como carmelita descalza.

Santa Teresa de Ávila y el espíritu de la reforma

Siendo novicia, conoció a Santa Teresa de Jesús, impulsora de la reforma del Carmelo. La Doctora de la Iglesia aprobó su profesión y le tomó los votos el 15 de agosto de 1572. Luego la convirtió en su secretaria particular.

Aprendió a escribir pulcramente de modo milagroso. Destacó siempre por su extraordinaria caridad, por su unión mística con Dios y por su gentileza con el prójimo.

Tras el fallecimiento de Santa Teresa, Sor Ana de Bartolomé inició el periplo que la llevaría a Francia, Bélgica y Países Bajos fundando conventos, dejando en muchos lugares hermosos testimonios de su virtud.

En su autobiografía, escrita por obediencia, dejó constancia de las abundantes gracias de las que gozó durante su vida, en especial de los regalos místicos que el Señor le concedió. No falta el recuento de sus luchas contra los ataques y tentaciones del demonio.

Tuvo el don de la bilocación. Cuando se enteró de que su confesor, el P. Juan de San Cirilo, estaba por morir, rezó por él y de pronto se vio a su lado, dándole consejos a su enfermero. También tuvo el don del conocimiento de las almas, que le aprovechó mucho para dar consejo espiritual y asistir con su oración a quienes se le acercaban.

Epílogo

En 1624 Sor Ana de San Bartolomé sufrió una apoplejía, de la que no pudo recuperarse totalmente. El 7 de junio de 1626, luego de haber recibido la Extremaunción y la santa Comunión, cayó en éxtasis por unos minutos y entregó su alma en paz.

Ana de San Bartolomé fue beatificada en 1917 por el Papa Benedicto XV.(ACI prensa)

06 junio, 2025

San Marcelino Champagnat, Fundador de los Hermanos Maristas y Patrono de la Educación y de ls Maestros

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¡Oh!, San Marcelino Champagnat, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, consagrado a Nuestra Señora y su amado santo.
Nunca asististeis a escuela alguna y erais de pronto, experto
albañil y hábil negociante. Por compañero tuvisteis al “Santo
Cura de Ars”, San Juan María Vianey; con el cual os entendíais
de maravillas, mil. Os dedicasteis con toda vuestra alma,
acabar con el libertinaje de la juventud y decidisteis instruirlos
en la religión y la catequesis, tarea que hacíais con dulce
entrega y grande amor. Vuestro sacerdocio a Nuestra Señora
lo consagrasteis, fundando la congregación de los “Hermanos
Maristas”, cuyo lema: “caridad con todos” fue vuestra luz.
Los maltratos con los alumnos suprimisteis y disteis especial
importancia al canto, para eficaz hacer la enseñanza. La «escuela
activa» os recuerda como su promotor, que permitió a los alumnos
participar en clase, y que, cada religioso dedicara una hora diaria
para prepararse en la catequesis y en pedagogía para enseñar
mejor. Siempre repetíais a cada nada: “Todo en honor de Jesús,

pero, por medio de María. Todo por María, para llevar hacia
Jesús”. “Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra
Señora, la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar
dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos
su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más
fácilmente hacia Jesucristo”. Y, vuestra estatura, nunca
fue más grande que vuestra virtud, vuestro amor y alegría
desbrozadas en cada acto por pequeño que fuese a lo largo
de vuestra santa vida. Y, así, y luego de haber gastado con
pasión vuestro existir por los jóvenes, vuestra alma, voló
al cielo para, coronada ser, con corona de luz y eternidad
como premio a vuestra increíble y grande entrega de amor;
¡oh!, San Marcelino; “vivo pedagogo del Amor del Dios Vivo”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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6 de junio
San Marcelino Champagnat
Fundador
Año 1840

Nació en 1789 cerca de Lyon, Francia. Su padre que llegó a ser alcalde del pueblo, por defender y favorecer la religión tuvo que sufrir mucho durante la revolución francesa. La mamá era sumamente devota de la Virgen Santísima y le infundió una gran devoción mariana a Marcelino, desde muy pequeño, y le consagró su hijo a la Madre de Dios. Una tía muy piadosa le leía Vidas de Santos, y estas lecturas lo fueron entusiasmando por la vida de apostolado. La lectura de las Vidas de Santos entusiasma mucho por la virtud.

Creció sin asistir a la escuela, pero las lecturas caseras lo fueron formando en un fuerte amor por la religión. Desde muy niño demostró mucha capacidad para aprender la albañilería, y la practicó en su niñez, y después este oficio le va a ser muy útil en sus fundaciones. También era ágil para el negocio. Compraba corderitos, los engordaba, y luego los vendía y así fue haciendo sus ahorros, con los cuales más tarde ayudará a costearse sus estudios.

Terminada la revolución francesa, el Cardenal Fresh (tío de Napoleón) se propuso conseguir vocaciones para el sacerdocio y fundó varios seminarios. Cerca del pueblo de Marcelino abrieron un seminario mayor y un sacerdote visitador llegó a la casa de los Champagnat a visitar a alguno de los jóvenes a ingresar en el nuevo seminario. A Marcelino le entusiasmó la idea, pero su padre y su tío decían que él no servía para los estudios sino para los oficios manuales. Sin embargo el joven insistió y le permitieron entrar en el seminario.

Como lo habían anunciado el papá y el tío, los estudios le resultaron sumamente difíciles y estuvo a punto de ser echado del seminario por sus bajas notas en los exámenes. Pero su buena conducta y el hacerse repetir las clases por unos buenos amigos, le permitieron poder seguir estudiando para el sacerdocio. En el seminario tenía otro compañero que, como él, tenía menos memoria y menos aptitud para los estudios que los demás, pero los dos sobresalían en piedad y en buena conducta y esto les iba a ser inmensamente útil en la vida. El compañero se llamaba Juan María Vianey, que después fue el Santo Cura de Ars, famoso en todo el mundo.

Poco antes de recibir la ordenación sacerdotal, él y otros 12 compañeros hicieron el propósito de fundar una Comunidad religiosa que propagara la devoción a la Sma. Virgen y fueron en peregrinación a un santuario mariano a encomendar esta gracia. Marcelino logrará cumplir este buen deseo de sus compañeros.

En 1816 fue ordenado sacerdote y lo nombraron como coadjutor o vicario de un sacerdote anciano en un pueblecito donde los hombres pasaban sus ratos libres en las cantinas tomando licor, y la juventud en bailaderos nada santos, y la ignorancia religiosa era sumamente grande.

Marcelino se dedicó con toda su alma a tratar de acabar con las borracheras y los bailaderos y a procurar instruir a sus fieles lo mejor posible en la religión. Como tenía una especial cualidad para atraer a la juventud, pronto se vio rodeado de muchos jóvenes que deseaban ser instruidos en la religión. Y hasta tal punto les gustaba su clase de catequesis, que antes de que abrieran la iglesia a las seis de la mañana, ya estaban allí esperando en la puerta para entrar a escucharle.

Marcelino era todavía muy joven, apenas tenía 27 años, y ya resultó fundando una nueva comunidad. Era de elevada estatura, robusto, de carácter enérgico y amable a la vez. Alto en su aspecto físico y gigante en la virtud. Le había consagrado su sacerdocio a la Virgen María, y en una de sus visitas al Santuario Mariano de la Fourviere, recibió la inspiración de dedicarse a fundar una congregación religiosa dedicada a enseñar catecismo a los niños y a propagar la devoción a Nuestra Señora.

Eso sucedió en 1816, y una placa allá en dicho santuario recuerda este importante acontecimiento. Lo que movió inmediatamente a Marcelino a fundar la Comunidad de Hermanos Maristas fue el que al visitar a un joven enfermo se dio cuenta de que aquel pobre muchacho ignoraba totalmente la religión. Se puso a pensar que en ese mismo estado debían estar miles y miles de jóvenes, por falta de maestros que les enseñaran el catecismo. Lo preparó a bien morir, y se propuso buscar compañeros que le ayudaran a instruir cristianamente a la juventud.

El 2 de enero de 1817 empezó la nueva comunidad de Hermanos Maristas en una casita que era una verdadera Cueva de Belén por su pobreza. Sus jóvenes compañeros se dedicaban a estudiar religión y a cultivar un campo para conseguir su subsistencia. El santo los formaba rígidamente en pobreza, castidad y obediencia, para que luego fueran verdaderamente apóstoles. Pronto empezaron a llegar peticiones de maestros de religión para parroquias y más parroquias.

Marcelino enviaba a los que ya tenía mejor preparados, y la casa se le volvía a llenar de aspirantes. Siempre tenía más peticiones de parroquias para enviarles hermanos catequistas, que jóvenes ya preparados para ser enviados. Y como su casa se llenó hasta el extremo, él mismo se dedicó ayudado por sus novicios, y aprovechando sus conocimientos de albañilería, a ensanchar el edificio.

Ante todo, las labores de sus religiosos estaban todas dirigidas a hacer conocer y amar más a Dios y a nuestra religión. El método empleado era el de la más exquisita caridad con todos. Marcelino no podía olvidar cómo una vez un profesor puso en público un sobrenombre humillante a un alumno y entonces los compañeros de ese pobre muchacho empezaron a humillarlo hasta desesperarlo. Por eso prohibió rotundamente todo trato humillante para con los alumnos. Quitó los castigos físicos y deprimentes. Le dio mucha importancia al canto como medio de hacer más alegre y más eficaz la catequesis. Fue precursor de la escuela activa, en la cual los alumnos participan positivamente en las clases. Cada religioso debía dedicar una hora por día a prepararse en catequesis, y en pedagogía para saber enseñar lo mejor posible.

La quinta esencia de la pedagogía de San Marcelino era su gran devoción a la Virgen Santísima. Repetía a sus religiosos: “Todo en honor de Jesús, pero por medio de María. Todo por María, para llevar hacia Jesús”. Y les decía: “Nuestra Comunidad pertenece por completo a Nuestra Señora la Madre de Dios. Nuestras actividades deben estar dirigidas a hacerla amar, estimar y glorificar. Inculquemos su devoción a nuestros jóvenes, y así los llevaremos más fácilmente hacia Jesucristo”.

Marcelino murió muy joven, apenas de 51 años el 6 de junio de 1840. Los últimos años había sufrido de una gastritis aguda, y un cáncer al estómago le ocasionó la muerte. Al morir dejaba 40 casas de Hermanos Maristas. Ahora sus religiosos son más de 6,000 en 870 casas, en muy diversos países. Marcelino Champagnat fue proclamado santo por el Papa Juan Pablo II el 18 de abril de 1999.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Marcelino_Champagnat_6_7.htm)

05 junio, 2025

San Bonifacio, Apóstol de Alemania

 

 

 ¡Oh!, San Bonifacio, vos, sois el hijo del Dios de la Vida, obispo
apóstol, mártir y patrono de Alemania. Os llamaban Winfrido
y os ordenaron sacerdote de Dios con dos compañeros más.
 Seguidamente, preparasteis vuestro viaje a Roma, para pedir
autorización de Gregorio Segundo Papa, para misionar
en vuestro continente. El Papa, os escuchó feliz y complacido
y en el momento de otorgaros la bendición os dijo: “Soldado
de Cristo, te llamarás Bonifacio”, que significa “bienhechor”.
Convertisteis en Frislandia y Hesse a cientos de bárbaros
de manera milagrosa. En Amoneburg, a orillas del río Olm,
fundasteis el primer monasterio, y de regreso a Roma,
el Papa, os ordenó Obispo. En Hesse, fundasteis el convento
de Fritzlar, y el monasterio de Ordruf. Presidisteis el concilio
donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío
de Carlomagno, quien os apoyó en vuestra empresa. El Papa
en Roma, os elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia,
para proseguir vuestra misión evangelizadora y os unieron
a vos, varios hermanos evangelizadores. Os apoyaron también
mujeres inglesas, para contribuir a la conversión de Alemania,
como santa Tecla, santa Walburga y una prima vuestra,
santa Lioba. Vos, proseguisteis fundando varios monasterios
y celebrando sínodos como el de Alemania y Francia.
Cuando teníais ochenta años, junto a cincuenta y dos
compañeros marchasteis a Holanda, porque los convertidos
habían apostatado y al desembarcar cerca de Dochum, miles
de habitantes que os esperaban, fueron bautizados y el día
de pentecostés recibieron el sacramento de la confirmación.
Un día, vos, os encontrabais leyendo, cuando escuchasteis
el rumor de gente que se acercaba. Salisteis de vuestra tienda
creyendo que serían los recién convertidos, pero, visteis una
turba decidida a mataros, siendo atacados con lanzas y espadas.
“¡Dios salvará nuestras almas!”, gritasteis vos. Uno de los
atacantes se arrojó sobre vos, y vos, levantasteis la Biblia
para protegeros. La espada partió el Santo Libro y también
vuestra cabeza, volando al cielo vuestra alma, para coronada
ser con corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor.
Santo Apóstol y Patrono amado de los católicos alemanes;
¡Oh! San Bonifacio, “vivo Apóstol y Patriarca del Dios Vivo”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de junio
San Bonifacio
Apóstol de Alemania

Cada 5 de junio se conmemora a San Bonifacio de Maguncia, mártir, “el Apóstol de Alemania», obispo de origen anglosajón que evangelizó la región central de ese país.

Bonifacio fue el gran organizador de la Iglesia en la actual Alemania, en la que dejó establecida una jerarquía bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede.

Sus dotes de incansable misionero y reformador generaron importantes frutos de santidad en la Europa del siglo VIII. Además, su nombre quedó vinculado a la historia del árbol de Navidad.

Winfrido -nombre de pila del santo- nació en el año 680 en Wessex, Inglaterra. Se incorporó muy joven a la abadía de Nursling, en la diócesis de Winchester, donde fue nombrado encargado de la escuela de teología. Estando en Nursling, San Bonifacio escribió la primera gramática latina en lengua inglesa.

El que obra el bien

A la edad de 30 años recibió el Orden sacerdotal, concentrándose con mayor dedicación en el estudio de la Biblia. En 718 el Papa San Gregorio II convocó a Winfrido para darle una misión muy concreta: llevar la Palabra de Dios a los pueblos paganos de Europa.

El Santo Padre escuchó complacido la respuesta afirmativa de Winfrido y le dijo: «Soldado de Cristo, te llamarás Bonifacio». “Bonifacio” significa «bienhechor». El santo partió entonces con destino a Alemania, cruzó los Alpes, atravesó Baviera y llegó a Hesse.

Tiempo después, Winfrido envió una carta a la Santa Sede con un informe satisfactorio sobre el crecimiento de la Iglesia. Entonces el Papa lo llamó de regreso a Roma con la intención de confiarle el obispado.

El día de San Andrés del año 722, Bonifacio fue consagrado obispo regional con la jurisdicción general de Alemania. El santo regresó a Hesse y como primera medida se propuso erradicar las supersticiones paganas que sometían al pueblo germano y que representaban el principal obstáculo para la evangelización.

Apóstol de Alemania

En el año 731, el Papa Gregorio III, sucesor de Gregorio II, envió a San Bonifacio la carta con su nombramiento como obispo metropolitano de todos los territorios germanos más allá del Rhin, con autoridad para crear obispados donde lo creyera conveniente.

En su tercer viaje a Roma, fue nombrado también delegado de la Sede Apostólica. San Bonifacio y su discípulo San Sturmi fundaron en el año de 741 la abadía de Fulda, que con el tiempo se convirtió en el “Monte Cassino” de Alemania.

El 5 de junio del año 754, el santo se disponía a celebrar una Confirmación en la víspera de Pentecostés cuando apareció una horda de paganos hostiles que atacó brutalmente al grupo de cristianos con lanzas y espadas.

«Dios salvará nuestras almas», se escuchó gritar a Bonifacio mientras alzaba con sus manos el Evangelio. Una espada partió el libro y atravesó el cuerpo del santo, dándole muerte.

Sus restos descansan en el monasterio de Fulda hasta el día de hoy.

Sobre San Bonifacio, el Papa Benedicto XVI señaló en el año 2009 que “su incansable labor, su don para la organización y su carácter moldeable, amiguero y firme fueron determinantes para el éxito de sus viajes”.(ACI prensa).

04 junio, 2025

San Francisco Caracciolo, Fundador

 Puede ser una imagen de 3 personas y texto que dice "San Francisco แรอ Caracciolo Patrono de los cocineros italianos 4 de lejunio aciprensa.com"

 

¡Oh!, San Francisco Caracciolo, vos, sois el hijo del Dios de la
Vida y su amado santo, pero en la flor de vuestra vida, un mal
contrajisteis, que lepra parecía y creían todos, que incurable
sería. A Dios le dijisteis así con gran fervor, entonces:
“Si me curas de esta enfermedad, Dedicaré mi vida al
sacerdocio y al apostolado”. Y, Dios, os escuchó
y curado quedasteis de vuestro mal y vuestra promesa
cumplisteis dedicándoos a prepararos para el sacerdocio
santo y ejerciéndolo ya, la comunidad de “Clérigos
regulares” fundasteis.  Vuestros religiosos y vos,
os dedicaban a predicar misiones por pueblos, campiñas,
cárceles y hospitales. Vuestros pobres amados, os
esperaban, porque siempre algo teníais para regalarles,
limosnas incluidas. Vuestro corazón, comprensible
y de amor lleno para con los pecadores, así estaba en
el confesionario. Vuestros sermones recordaban siempre
la misericordia de Dios, por nosotros, los pecadores
y, quizás por ello, os llamaban “El predicador del Amor
de Dios” y claro, jamás dejasteis la devoción a Nuestra
Señora, y cuando os llegaba la muerte, os dedicasteis
a la oración y a la meditación en un cuartucho debajo
de las  escaleras donde en pleno éxtasis y con los
brazos en cruz dijisteis: “Vayamos jubilosos, vayamos
jubilosos a la Patria Celestial. Al cielo para siempre”.
Y, así, partisteis a la gloriosa eternidad, para recibir
corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Francisco Caracciolo, “viva luz del Dios de la Vida y del Amor".


© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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4 de junio
San Francisco Caracciolo
Fundador

Cada 4 de junio la Iglesia Católica conmemora a San Francisco Caracciolo, religioso italiano del siglo XVI, fundador, junto al P. Agustín Adorno, de la Orden de Clérigos Regulares Menores, de la que fue superior general.

De lo que rebosa el corazón, habla la boca

A Francisco lo llamaban “el predicador del amor de Dios» porque en su prédica aludía constantemente a la misericordia de Dios con los pecadores.

El P. Francisco, al mismo tiempo, fue siempre un fiel devoto de la Santísima Virgen. Dios le concedió el don de curar enfermedades, y en reiteradas ocasiones pudo devolver la salud a personas enfermas con solo hacer la señal de la cruz sobre ellas.

De mente inquieta y de alma dócil a las mociones del Espíritu Santo, encabezó, a lo largo de su vida religiosa, varias iniciativas con el deseo de extender el Reino de Dios.

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Francisco fue el fundador de uno de los más grandes conventos de Nápoles (Italia), que pronto se llenaría de vocaciones, e hizo lo mismo en España, en las ciudades de Madrid, Valladolid y Alcalá.

Curado de la peor enfermedad

Francisco Ascanio Caracciolo nació el 13 de octubre de 1563 en la región de los Abruzos (Italia). A los 22 años se contagió de lepra, enfermedad de la piel en ese entonces incurable. Los médicos lo desahuciaron y sus amigos pronto se apartaron, dejándolo solo.

Él, sintiéndose perdido, volvió sobre el Señor, al que pidió que lo salve. En su oración de súplica le prometió a Dios que le daría un sentido distinto a su vida y que si lo curaba, se haría sacerdote y dedicaría su vida al apostolado.

Curado de milagro, Francisco decidió cumplir su promesa y empezó a prepararse para el sacerdocio. Se fue a Nápoles a estudiar teología y allí, apenas ordenado sacerdote, se unió a un grupo de religiosos dedicados a asistir a los presos de las cárceles.

La fundación

En 1588 el Papa Sixto V dio su aprobación a la nueva Congregación que Francisco y sus compañeros fundaron. El Papa, a continuación, dejó bajo el cuidado de la nueva Orden la residencia que está junto a la famosa Basílica de Santa María la Mayor, en Roma.

Los clérigos menores -a los que se conoce como “caracciolos” o “caracciolinos”- trabajaban en cárceles y hospitales, anunciando al Señor en esas difíciles circunstancias, además de hacerlo recorriendo calles o pueblos enteros.

Francisco entregó lo mejor de su vida trabajando para la extensión del Reino de Dios en la tierra, labor dura y exigente, principalmente porque muchas almas se encontraban endurecidas.

El tiempo que el santo dedicaba a la oración y a la vida en común con sus hermanos fueron los pilares que lo sostuvieron.

Aferrado a lo esencial

En 1607 el P. Francisco Caracciolo renunció al cargo de superior general que se le había encomendado para dedicarse exclusivamente a la oración y la meditación.

Gracias a la guía y los cuidados de Francisco, sus hijos espirituales desarrollaron un estilo de vida en el que se equilibraba la predicación (la pastoral) con la vida contemplativa.

Para el santo, toda obra en favor de los que sufren tenía que tener un sustento espiritual. Es en el esfuerzo por acompañar a sus hijos que Francisco empieza a desarrollar las características del místico.

En su habitación del convento de Nápoles, se le encontró varias veces tirado en el suelo en éxtasis, con los brazos en cruz, de cara a su crucifijo.

La vuelta a casa

El 4 de junio del año 1608, a los 44 años, San Francisco Caracciolo fue llamado a la Casa del Padre, tras sufrir de unas fiebres intensas.

Fue beatificado por el Papa Clemente XIV el 4 de junio de 1769, y canonizado por el Papa Pío VII el 24 de mayo de 1807.(ACI.prensa)

03 junio, 2025

San Carlos Luanga y compañeros Mártires de Uganda

 Puede ser una imagen de ‎10 personas y ‎texto que dice "‎"דילוית ነችጉትትተ 3 新白 PAdUS San Carlos Lwanga y compañeros mártires Patronos de las victimas de tortura 3 de dejunio junio aciprensa.com‎"‎‎

¡Oh!, San Carlos Luanga y Mártires compañeros
de Uganda, vosotros sois los hijos del Dios de la Vida,
sus mártires y, sus amados santos, que, instruidos
en la verdad de los evangelios santos y el temor
de Dios, os convertisteis en ejemplo vivo y real,
y además gérmen de la fe y cristiandad del África
y del mundo, sobre todo de los jóvenes del tiempo
vuestro y del nuestro, porque, con la donación de
vuestra vida defendisteis el templo del Espíritu Santo,
y con vuestros santos cuerpos, os negasteis a que,
mancillados fueran por aquél tirano y depravado
reyezuelo llamado Muanga. El mismo los volvió
a reunir y os preguntó: “¿Siguen decididos a seguir
siendo cristianos?”. Y vosotros con valor respondisteis
a viva voz y en en coro: “¡Cristianos hasta la muerte!”.
El infame rey, montó en ira y, fuera de sí, os mandó
mataros envolviéndoos en esteras de juncos secos,
y un inmenso montón de leña seca, colocándoos allí
y prendiéndoos rabioso fuego y, de entre las llamas
vuestras voces surgían clamando a Cristo y cantaban
a Dios, hasta vuestro último aliento de vuestras vidas.
Y, así, el malvado pudo sí, con vuestros cuerpos, pero,
jamás nunca, con las almas vuestras, que felices se
tornaron hacia la Casa del Padre, quien os la dio
y a donde fuisteis todos gozosos, para ser coronados
de luz, como premio, a vuestra entrega de amor y fe;
El depravado reyezuelo, "gozando está" del fuego eterno.
¡oh!, San Carlos Luanga “Viva gloria del Dios de la Vida”.


© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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3 de Junio
San Carlos Luanga y los Mártires de Uganda
Año 1886

Santos mártires de Uganda

Os encomendamos a los jóvenes de nuestro tiempo para que sepan defender valientemente su pureza contra todos los corruptores, y para que nunca jamás se dejen robar por nadie su fe católica.

Uganda es un país del Africa. Los padres Blancos del Cardenal Lavigerie empezaron a misionar ese país y pronto hubo muchos negros convertidos al catolicismo y esta religión les transformó muy notablemente su modo de pensar y obrar.

Y sucedió que el jefe de esa nación, llamado Muanga, tenía el vicio de la homosexualidad. Y cuando el jefe del personal de mensajeros del palacio José Makasa, se convirtió al catolicismo le hizo saber al jefe que la Biblia condena y prohibe totalmente la homosexualidad y que la llama una “aberración”, o sea algo abominable, que va contra la Ley Divina y que es totalmente impropio de la persona humana. Y que el Libro Sagrado dice que “la homosexualidad es un pecado merecedor de la muerte” ( Levítico 18 ) y “algo que va contra la naturaleza (Rom. 1,26) y que los que lo cometen no poseerán el Reino de Dios (1 Cor. 6,10). Esto indignó tanto al reyezuelo, que ordenó asesinar a José Makasa el 15 de noviembre de 1885, y así este llegó a ser el primero de los 26 mártires de Uganda. (Ahora se llama San José Makasa). Otra de las causas del asesinato de José fue haber reprendido al rey por el asesinato del dos misioneros.

Al saber esta terrible noticia, los demás católicos que trabajaban en el palacio real como mensajeros o empleados, en vez de acobardarse, se animaron más fuertemente a preferir morir antes que ofender a Dios.

La segunda víctima fue un pequeño mensajero llamado Denis. El jefe Muanga quiso irrespetar a un jovencito llamado Muafa, pero este le dijo que su cuerpo era un templo del Espíritu Santo, y que él se haría respetar costara lo que costara. Averiguó el rey quién le había enseñado al niño estas doctrinas y le dijeron que era otro de los mensajeros, Denis, ¡y le dio muerte! Así este jovencito llegó a ser el segundo mártir San Denis. (Antes de darle muerte, el rey le preguntó: “¿eres cristiano?” y el niño respondió: “Sí, soy cristiano y lo seré hasta la muerte”).

Mientras tanto allá en un salón del palacio, el nuevo jefe de los mensajeros, Carlos Luanga (que había reemplazado a San José Makasa) reunía a todos los jóvenes y les recordaba lo que enseña San Pablo en la S. Biblia, que “los que cometen el pecado de homosexualidad tendrán un castigo inevitable por su extravío” ( Rom. 1,18 ) y les recordaba que “homosexualidad es la tendencia a cometer acciones impuras con personas del propio sexo”, y que eso no es amor de caridad que busca el bien de la otra persona, sino que es un “amor de concupiscencia” por el afecto que se siente hacia personas bien parecidas del propio sexo, y que lo que busca es satisfacer sus propios apetitos e inclinaciones anormales hacia las cualidades físicas del otro. Y les narraba cómo las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por una lluvia de fuego por cometer ese pecado, y cómo la Biblia anuncia tremendos castigos para los que lo cometen. Carlos terminaba sus charlas recordando aquellas palabras de Jesús: “Al que se declare a mí favor aquí, yo me declararé a su favor en el cielo”.

Con estas instrucciones de Carlos Luanga, ya todos los jovencitos mensajeros y empleados del palacio real de Uganda quedaron resueltos a perder su vida antes que renunciar a las creencias católicas o perder la pureza de su alma con un pecado de homosexualidad. Y ahora iba a llegar el desenlace fatal y sangriento.

El reyezuelo tenía como primer ministro al terrible brujo Katikiro, el cual estaba disgustadísimo porque los que se volvían cristianos católicos, ya no se dejaban engañar por sus brujerías. Y entonces se propuso convencer al rey de que debía hacer morir a todos los que se declararon cristianos.

El cruel Muanga reunió a todos sus mensajeros y empleados y les dijo: “De hoy en adelante queda totalmente prohibido ser cristiano, aquí en mi reino. Los que dejen de rezar al Dios se los cristianos, y dejen de practicar esa religión, quedarán libres. Los que quieran seguir siendo cristianos irán a la cárcel y a la muerte”. Y luego les dio una orden mortal: – Los que quieran seguir siendo cristianos darán un paso hacia adelante”.

Inmediatamente Carlos Luanga, jefe de todos los empleados y mensajeros del palacio, dio el paso hacia adelante. Lo siguió el más pequeño de los mensajeros, que se llamaba Kisito. Y enseguida 22 jóvenes más dieron el paso decisivo. Inmediatamente entre golpes y humillaciones fueron llevados todos a prisión.

El Padre misionero no había alcanzado a bautizar a algunos de ellos, y entonces estos jóvenes valientes viendo que su muerte estaba ya muy próxima pidieron a Carlos que los bautizara. Y allí en la oscuridad de la prisión Carlos Luanga bautizó a los que aún no estaban bautizados, y se prepararon todos para su paso a la eternidad feliz, que ya estaba muy cerca.

El reyezuelo los volvió a reunir y les preguntó: “¿Siguen decididos a seguir siendo cristianos?”. Y ellos respondieron a coro: “Cristianos hasta la muerte”. Entonces por orden del cruel ministro Katikiro fueron llevados prisioneros a 60 kilómetros de distancia por el camino, y allí mismo fueron asesinados por los guardias.

Después de haberlos tenido siete días en prisión en esas lejanías, en medio de los más atroces sufrimientos, mientras reunían la leña para el holocaustos el 3 de junio del año 1886, día de la Ascensión, los envolvieron en esteras de juncos muy secos, y haciendo un inmenso montón de leña seca los colocaron allí y les prendieron fuego. Entre las llamas salían sus voces aclamando a Cristo y cantando a Dios, hasta el último aliento de su vida.

Por el camino se llevaron los verdugos a dos mártires más, ya mayores de edad. El uno por haber convertido y bautizado a unos niños (San Matías Kurumba) y el otro por haber logrado que su esposa se hiciera cristiana (San Andrés Kawa). Ellos se unieron a los otros mártires (de los cuales 17 eran jóvenes mensajeros) y en total murieron en aquel año 26 mártires católicos por defender su fe y su castidad.

El cruel Katikiro fue fusilado y echado a los perros unos años después en una revolución. El reyezuelo Muanga fue derrotado por sus enemigos y desterrado a terminar sus años en una isla solitaria. Y los 26 mártires de Uganda, con Carlos Luanga a la cabeza, fueron declarados santos por el Papa Pablo VI, y ahora en Uganda hay un millón de católicos: “La sangre de los mártires, produce nuevos cristianos”.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Carlos%20Luanga_6_3.htm)