¡Oh!, Santa Juana de Arco; vos, sois la hija del Dios
de la Vida y su amada santa. Desde niña, os entregasteis
a Su divina providencia y cada sábado recogíais bellas
y maravillosas flores del campo para llevarlas al altar
de Nuestra Señora. San Miguel Arcángel, Santa Catalina
y Santa Margarita os hablaron así: “Vos debéis salvar
a vuestra nación y al rey”. Y, así, los colores de Jesús
y María, estandartes hechos, flamearon sobre los campos
de batalla, y, las victorias una a una se dieron. Así,
brilló la luz de la verdad sobre vos, y así, también,
la oscuridad del maligno os envolvió y, por la envidia
de los hombres, fuisteis sometida a crueles martirios
y hasta la cárcel. Pero, nada os importó el desprecio,
el sobrevivir en las mazmorras, el descrédito y el ser
quemada viva. ¡Inmutable y feliz, tres veces pronunciasteis
el santo nombre de Jesús! Encendieron una gran hoguera,
os ataron a un poste y os quemaron lentamente. Dejasteis
este mundo, rezando y vuestro consuelo, mirar era el
crucifijo y encomendaros a Nuestro Señor. Invocasteis
a San Miguel Arcángel, y luego, voló, vuestra alma al
cielo, para coronada ser con corona de luz, como justo
premio a vuestra entrega de amor. Las gentes decían:
“¡Hoy hemos quemado a una santa!”. Pero, Dios es justo,
y, veintitrés años después gracias a vuestra santa madre
y a vuestros hermanos, se reabrió el juicio que se había
hecho en contra de vos, y Calixto III, Papa os liberó de
vuestra innoble sentencia del pasado. El rey de Francia
os declaró inocente y Benedicto XV, Papa, de aquella
época, os proclamó santa para gloria de Nuestra Iglesia,
y el pueblo francés os nombró feliz, su Santa Patrona;
¡oh!, Santa Juana de Arco; “vivo amor por Jesús y María".
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Mayo
Santa Juana de Arco
Mártir
(1431)
Petición
Juana de Arco: concédenos un gran amor por nuestra patria.
Historia
Esta santa a los 17 años llegó a ser heroína nacional y mártir de la religión. Juana de Arco nació en el año 1412 en Donremy, Francia. Su padre se llamaba Jaime de Arco, y era un campesino. Juana creció en el campo y nunca aprendió a leer ni a escribir. Pero su madre que era muy piadosa le infundió una gran confianza en el Padre Celestial y una tierna devoción hacia la Virgen María. Cada sábado la niña Juana recogía flores del campo para llevarles al altar de Nuestra Señora. Cada mes se confesaba y comulgaba, y su gran deseo era llegar a la santidad y no cometer nunca ningún pecado. Era tan buena y bondadosa que todos en el pueblo la querían.
Su patria Francia, estaba en muy grave situación porque la habían invadido los ingleses que se iban posesionando rápidamente de muchas ciudades y hacían grandes estragos. A los catorce años la niña Juana empezó a sentir unas voces que la llamaban. Al principio no sabía de quién se trataba, pero después empezó a ver resplandores y que se le aparecían el Arcángel San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita y le decían: “Tú debes salvar a la nación y al rey”.
Por temor no contó a nadie nada al principio, pero después las voces fueron insistiéndole fuertemente en que ella, pobre niña campesina e ignorante, estaba destinada para salvar la nación y al rey y entonces contó a sus familiares y vecinos. Las primeras veces las gentes no le creyeron, pero después ante la insistencia de las voces y los ruegos de la joven, un tío suyo se la llevó a donde el comandante del ejército de la ciudad vecina. Ella le dijo que Dios la enviaba para llevar un mensaje al rey. Pero el militar no le creyó y la despachó otra vez para su casa.
Sin embargo unos meses después Juana volvió a presentarse ante el comandante y este ante la noticia de una derrota que la niña le había profetizado la envió con una escolta a que fuera a ver al rey.
Llegada a la ciudad pidió poder hablarle al rey. Este para engañarla se disfrazó de simple aldeano y colocó en su sitio a otro. La joven llegó al gran salón y en vez de dirigirse hacia donde estaba el reemplazo del rey, guiada por las “voces” que la dirigían se fue directamente a donde estaba el rey disfrazado y le habló y le contó secretos que el rey no se imaginaba. Esto hizo que el rey cambiara totalmente de opinión acerca de la joven campesina.
Ya no faltaba sino una ciudad importante por caer en manos de los ingleses. Era Orleans. Y estaba sitiada por un fuerte ejército inglés. El rey Carlos y sus militares ya creían perdida la guerra. Pero Juana le pide al monarca que le conceda a ella el mando sobre las tropas. Y el rey la nombra capitana. Juana manda hacer una bandera blanca con los nombres de Jesús y de María y al frente de diez mil hombres se dirige hacia Orleans.
Animados por la joven capitana, los soldados franceses lucharon como héroes y expulsaron a los asaltantes y liberaron Orleans. Luego se dirigieron a varias otras ciudades y las liberaron también.
Juana no luchaba ni hería a nadie, pero al frente del ejército iba de grupo en grupo animando a los combatientes e infundiéndoles entusiasmo y varias veces fue herida en las batallas.
Después de sus resonantes victorias, obtuvo Santa Juana que el temeroso rey Carlos VII aceptara ser coronado como jefe de toda la nación. Y así se hizo con impresionante solemnidad en la ciudad de Reims.
Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó para nuestra santa una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos empleados de la corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser demasiado importante y empezaron a hacerle la guerra.
Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional: conquistar a París, la capital, que estaba en poder del enemigo. Y hacia allá se dirigió Juana con sus valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y por componendas con los enemigos, le retiró sus tropas y Juana fue herida en la batalla y hecha prisionera por los Borgoñones.
Los franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de mil monedas de oro a los de Borgoña para que se la entregaran y la sentenciaron a cadena perpetua.
Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Las humillaciones y los insultos eran todos los días y a todas horas, hasta el punto que Juana llegó a exclamar: “Esta cárcel ha sido para mí un martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo”. Pero seguía rezando con fe y proclamando que sí había oído las voces del cielo y que la campaña que había hecho por salvar a su patria, había sido por voluntad de Dios.
En ese tiempo estaba muy de moda acusar de brujería a toda mujer que uno quisiera hacer desaparecer. Y así fue que los enemigos acusaron a Juana de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido era porque les había hecho brujerías a los ingleses para poderlos derrotar. Ella apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el que la juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta noticia, y el tribunal estuvo compuesto exclusivamente por enemigos de la santa. Y aunque Juana declaró muchas veces que nunca había empleado brujerías y que era totalmente creyente y buena católica, sin embargo la sentenciaron a la más terribles de las muertes de ese entonces: ser quemada viva.
Encendieron una gran hoguera y la amarraron a un poste y la quemaron lentamente. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que un religioso le presentaba y encomendarse a Nuestro Señor. Invocaba al Arcángel San Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción y pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu. Era el 29 de mayo del año 1431. Tenía apenas 19 años.
Varios volvieron a sus casas diciendo: “Hoy hemos quemado a una santa”. 23 años después su madre y sus hermanos pidieron que se reabriera otra vez aquel juicio que se había hecho contra ella. Y el Papa Calixto III nombró una comisión de juristas, los cuales declararon que la sentencia de Juana fue una injusticia. El rey de Francia la declaró inocente y el Papa Benedicto XV la proclamó santa.
¡Oh! San Germán de París, vos, sois el hijo del Dios de la
Vida, su Obispo y amado santo, que conservando vuestra
monástica vida, llegasteis a ser «doctor de almas”. Vuestra
vida la conocemos por Fortunato, obispo; amigo vuestro. A,
vos, vuestra madre quiso abortaros, y enveneraros vuestro
primo Estraditio, por enfermizos celos. Hoy, sois lo que Dios
quiso que fuerais: ¡santo! Agripin, obispo de Autun, os
ordena sacerdote, luego; Nectario, su sucesor, os nombra
abad del monasterio de san Sinforiano. Allí, fuisteis modelo
de oración, disciplina, espíritu penitente y lleno de caridad.
Fortunato cuenta de vos, que, os habíais propuesto que ningún
pobre se fuese de vuestro convento sin comida, y un día, solo
os quedaban panes para vuestros monjes, y terminasteis dándolos
a los pobres. Al día siguiente de pronto, llegan al convento
dos cargas de pan y dos carros llenos de comida. También otro
día, apagasteis con un poco de agua bendita el fuego del pajar
del monasterio. Y otro, cuando el obispo, os manda poneros en
la cárcel, sin motivo, las puertas se os abrieron, pero vos, no
os marchasteis hasta que vuestro “carcelero” os diese libertad.
El rey Childeberto influyó para que os nombren obispo de París
a la muerte de Eusebio y, además de limosnero mayor. Curasteis
al rey cuando estaba enfermo con la sola imposición de vuestras
santas manos. A Cariberto, nieto de Childeberto, excomulgasteis
por adúltero. Y, así, luego de gastar vuestra vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser, con corona de luz;
¡Oh! San Germán de París, «vivo médico y taumaturgo del Dios Vivo”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Mayo
San Germán de París
Obispo
Por: n/a | Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martirologio Romano: En París, en la Galia, san Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de esta ciudad, donde, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas († 576).
Breve Biografía
Gran parte de su vida la conocemos por el testimonio de su colega el obispo Fortunato que asegura estuvo adornado del don de milagros. Nació Germán en la Borgoña, en Autun, del matrimonio que formaban Eleuterio y Eusebia en el último tercio del siglo V. No tuvo buena suerte en los primeros años de su vida carente del cariño de los suyos y hasta estuvo con el peligro de morir primero por el intento de aborto por parte de su madre y luego por las manipulaciones de su tía, la madre del primo Estratidio con quien estudiaba en Avalon, que intentó envenenarle por celos.
Su pariente de Lazy con quien vive durante 15 años es el que compensa los mimos que no tuvo Germán en la niñez. Allí sí que encuentra amor y un ambiente de trabajo lleno de buen humor y de piedad propicio para el desarrollo integral del muchacho que ya despunta en cualidades por encima de lo común para su edad.
Con los obispos tuvo suerte. Agripin, el de Autun, lo ordena sacerdote solucionándole las dificultades y venciendo la resistencia de Germán para recibir tan alto ministerio en la Iglesia; luego, Nectario, su sucesor, lo nombra abad del monasterio de san Sinforiano, en los arrabales de la ciudad. Modelo de abad que marca el tono sobrenatural de la casa caminando por delante con el ejemplo en la vida de oración, la observancia de la disciplina, el espíritu penitente y la caridad.
Es allí donde comienza a manifestarse en Germán el don de milagros, según el relato de Fortunato. Por lo que cuenta su biógrafo, se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día reparte el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brota la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar su pitanza, llegan al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. También se narra el milagro de haber apagado con un roción de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más y curioso es cuando el obispo, celoso que de todo hay por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo manda poner en la cárcel por no se sabe qué motivo (quizá hoy se le llamaría «incompatibilidad»); las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; con este episodio cambió el obispo sus celos por admiración.
El rey Childeberto usa su autoridad en el 554 para que sea nombrado obispo de París a la muerte de Eusebio y, además, lo nombra limosnero mayor. También curó al rey cuando estaba enfermo en el castillo de Celles, cerca de Melun, donde se juntan el Yona y el Sena, con la sola imposición de las manos.
Como su vida fue larga, hubo ocasión de intervenir varias veces en los acontecimientos de la familia real. Alguno fue doloroso porque un hombre de bien no puede transigir con la verdad; a Cariberto, rey de París el hijo de Clotario y, por tanto, nieto de Childeberto, tuvo que excomulgarlo por sus devaneos con mujeres a las que va uniendo su vida, después de repudiar a la legítima Ingoberta.
El buen obispo parisino murió octogenario, el 28 de mayo del 576. Se enterró en la tumba que se había mandado preparar en san Sinfroniano. El abad Lanfrido traslada más tarde sus restos, estando presentes el rey Pipino y su hijo Carlos, a san Vicente que después de la invasión de los normandos se llamó ya san Germán. Hoy reposan allí mismo y se veneran en una urna de plata que mandó hacer a los orfebres el abad Guillermo, en el año 1408.
¡Oh!, San Agustín de Canterbury, Apóstol de Inglaterra,
vos, sois el hijo del Dios de la Vida, su amado santo
y evangelizador. San Gregorio Magno Papa, os envió
con treinta y nueve monjes a convertir a la gente pagana
de vuestro tiempo y Etelberto rey, y su esposa Berta os
recibieron, y haciéndose bautizar, os regalaron un palacio
para vuestro convento, además de un templo en Canterbury.
¡Y, cosas de Dios! el rey dejó en libertad a sus súbditos
para que escogieran la religión que desearan y así; se
bautizaron cerca de diez mil, y dentro de ellos los de
cargos importantes. El Sumo Pontífice, como respuesta, os
nombró arzobispo y os dio un plan de trabajo: Primero, no
destruir los templos paganos, sino convertirlos en templos
cristianos. Segundo, no acabar con sus fiestas, sino
convertirlas en fiestas cristianas y tercero, dividir el
país en tres diócesis. ¡Y, así, lo hicisteis! Cumplida
la misión, el Papa, os nombró jefe de toda la Iglesia
Católica inglesa. El Papa, os aconsejaba asÍ: “Dios le ha
concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el
inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al
cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen
mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a
producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos
del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos
debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la
predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos
católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás,
porque entonces le estaría robando a Dios el honor y la
gloria que sólo Él se merece. Hay muchos que son muy santos
y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no
hay que llenarse de orgullo por haber recibido estas
cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más
amado y más glorificado por las gentes”. Y, mucho os
sirvieron estos consejos, para manteneros siempre humilde.
Y, así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser luz,
como muy justo premio, a vuestra generosa entrega de amor;
¡Oh!, San Agustín de Canterbury; “vivo profeta del Dios Vivo”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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27 de Mayo
San Agustín de Canterbury
Fundador de la Iglesia en Inglaterra
Año 605
San
Agustín Apóstol de Inglaterra: Te rogamos por la Iglesia Católica en
esa nación y en todas las naciones del mundo. Pídele a Dios que nos
envíe muchos evangelizadores que sean como tú. Amén.
San
Agustín de Canterbury es considerado uno de los más grandes
evangelizadores, al lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en
Alemania. Tiene el gran mérito de haber dirigido la evangelización de
Inglaterra.
Era superior del convento benedictino de
Roma, cuando el Sumo Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el
año 596 tratar de evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana.
Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de Agustín, que no se
acobardaba ante ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el
Papa lo envió con 39 monjes más a tratar de convertir a esos paganos
sajones. Y sucedió que al llegar Agustín y sus 39 compañeros a la costa,
donde se tomaba la embarcación para llegar a Inglaterra, allí les
contaron terribles barbaridades acerca de los habitantes de esa isla, y
los otros misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al santo a que
fuera a Roma a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a
emprender. Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó
de tal manera, recordándole que Dios les concedería la buena voluntad
de aquellas gentes, que ya desde entonces Agustín no se dejó desanimar
por los temores.
En Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa (que después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les concedió a los nuevos misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este los recibió muy cariñosamente y les pidió que le enseñaran la religión, y tanto le agradó que pronto se hizo bautizar y les regaló su palacio real para que les sirviera de convento a los misioneros y les dio un templo en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora la más famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Canterbury. El rey dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la religión que quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en la religión de Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas gentes las enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se hicieron bautizar 10,000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban los que ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus mejores monjes a Roma a contarle al Sumo Pontífice tan hermosas noticias, y el Papa en cambió le envió el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices y libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas gentes recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró muchísimo ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un simpático plan de trabajo. San Gregorio, sabiendo que la principal virtud del obispo Agustín era la docilidad a sus superiores, le envió las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los templos de los paganos, sino convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar con todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo ellos celebraban las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º. Dividir el país en tres diócesis: Canterbury, Londres y York. Nuestro santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le produjeron muy buenos resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de Inglaterra (Arzobispo Primado).
En las reuniones sobresalía entre todos por su gran estatura y por su presencia muy venerable que infundía respeto y admiración. San Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le escribía ciertas advertencias muy prácticas como estas: “Dios le ha concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios el honor y la gloria que sólo El se merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes”. Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por varios años con todas las fuerzas de su alma por convertir al cristianismo el mayor número posible de ingleses, y por organizar de la mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en Inglaterra, San Agustín de Canterbury murió santamente el 26 de mayo del año 605. Y un día como hoy fue su entierro y funeral. Desde entonces ha gozado de gran fama de santidad en esa nación y en muchas partes más.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Agustín_de_Canterbury_5_27.htm)
!Oh!, Santos Cristóbal Magallanes, y compañeros mártires,
vosotros, sois los hijos de Dios de la vida y sus amados
santos, y, que, padecisteis los abusos del poder y jamás
os arrepentisteis de pertenecer a Cristo. Unas veces, la
expulsión sufriendo de vuestros hermanos sacerdotes, otras,
la clausura de escuelas y de las obras de beneficencia.
Vos, con la cruz en una mano y el Santo Libro en la otra,
desde el púlpito, con la palabra prístina, la obra, y más
tarde, con el martirio glorioso, defendisteis la fe católica
con coraje, valor y estoicismo. Y, sí, aquella entrega de
amor, recompensa tuvo y, por vuestro actuar elevados al
cielo fueron con vos, veinticuatro hermanos vuestros, que
hoy, con justicia, disfrutan de las dulces alegrías del
cielo: Román Adame Rosales, Sacerdote; Rodrigo Aguilar
Alemán, Sacerdote; Julio Álvarez Mendoza, Sacerdote; Luis
Batis Sainz, Sacerdote; Agustín Caloca Cortés, Sacerdote;
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote; Atilano Cruz Alvarado,
Sacerdote; Miguel de la Mora de la Mora, Sacerdote; Pedro
Esqueda Ramírez, Sacerdote; Margarito Flores García,
Sacerdote; José Isabel Flores Varela, Sacerdote; David Galván
Bermúdez, Sacerdote; Salvador Lara Puente, Laico; Pedro de
Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote Jesús Méndez Montoya,
Sacerdote; Manuel Morales, Laico; Justino Orona Madrigal,
Sacerdote; Sabas Reyes Salazar, Sacerdote; José María Robles
Hurtado, Sacerdote; David Roldan Lara, Laico; Toribio Romo
González, Sacerdote; Jenaro Sánchez Delgadillo, Sacerdote;
David Uribe Velasco, Sacerdote y Tranquilino Ubiarco Robles,
Sacerdote. Venustiano Carranza, firmante de la constitución
rabiosa y anticlerical y Plutarco Elías Calles, perseguidores
cual imperio romano, “gozan” hoy, a decir verdad, del fuego
eterno del infierno por su obra de maldad. Pero, así, como
Jesús, hace más de dos mil años, su vida entregara por
salvarnos del pecado, vosotros lo habéis imitado hasta
el martirio mismo de la muerte. Y, la Santísima Trinidad
con creces, os premió para brillar con justicia, coronados
de luz y eternidad. ¡Oh, increíbles mártires mexicanos!
¡oh!, San Cristóbal y compañeros, “vivos mártires de la fe”.
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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21 de mayo
San Cristóbal Magallanes y
Compañeros mártires
Cada 21 de mayo la Iglesia Católica celebra a San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires. El P. Cristóbal, como muchos otros valientes católicos mexicanos, ofrendó su vida por amor a Cristo y su Iglesia durante los oscuros años de la ‘Ley de tolerancia de Cultos’ en México, promulgada por el presidente Plutarco Elías Calles (1877-1945).
Dicha ley tenía como finalidad restringir y diezmar el culto católico en el país, lo que desató una cruel persecución organizada desde el Estado. Por ese motivo muchos católicos terminaron empuñando las armas en defensa de sus vidas, sus derechos y su fe. A este conflicto se le conoce como la “Guerra Cristera”.
Dios no quiere la guerra
“Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”; estas fueron las últimas palabras de San Cristóbal Magallanes, pronunciadas frente a sus verdugos momentos antes de su ejecución. El Padre Cristóbal sabía bien que su patria se desangraba a causa del odio y por eso quiso morir haciendo un llamado a la paz. La participación ejemplar de este santo en defensa de la fe católica y la libertad religiosa está parcialmente recogida en la película “Cristiada” (2012).
Cristóbal Magallanes Jara nació en 1869, en Totatiche, Jalisco (México), en el seno de una familia muy humilde. Trabajó en el campo hasta que cumplió 19 años para ingresar después al seminario de Guadalajara. Allí se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote en 1899.
El P. Cristóbal se desempeñó como capellán y subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara. Organizó centros catequéticos y escuelas en las rancherías, y construyó un orfanato. Fue nombrado párroco de Totatiche, su tierra natal, cargo que desempeñó por 17 años, hasta el día de su muerte.
En la hora crucial
El 21 de mayo de 1927, San Cristóbal Magallanes se dirigía a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en uno de los ranchos de los alrededores de su parroquia, cuando se produjo una balacera entre ‘cristeros’ (grupo de católicos alzados en armas) y las fuerzas del gobierno. El sacerdote fue arrestado y conducido a la prisión de Totatiche, donde fue recluido junto a su vicario, el P. Caloca.
Horas más tarde, los dos fueron trasladados al palacio municipal de Colotlán, Jalisco, y acusados de conspirar contra el gobierno. Esto no fue sino un pretexto para deshacerse de ellos puesto que no había prueba alguna de que los sacerdotes estuvieran involucrados en conspiración alguna. Se decidió entonces que ambos hombres fueran ejecutados simplemente por ser sacerdotes. Cuatro días después de su detención, el 25 de mayo, el P. Magallanes y el P. Caloca fueron sacados al patio para ser fusilados. El P. Cristóbal al ver a su compañero presa del miedo, le dijo: “Tranquilízate hijo, solo un momento y estaremos en el cielo”.
Después de darse la absolución el uno al otro, se colocaron de frente y cayeron abatidos por el fuego del pelotón de fusilamiento. El P. Caloca llegó a gritar: “Por Dios vivimos y por Él morimos”.
México, tierra de mártires
El Papa San Juan Pablo II canonizó a ambos sacerdotes, el 21 de mayo del año 2000, junto a otros 23 mártires, entre ellos tres laicos. He aquí la lista de quienes entregaron la vida por su fe:
Román Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo, Sacerdote
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote.
(ACI prensa).