
07 Julio
Beata Maria Romero
Cada 7 de julio la Iglesia conmemora a la Beata María Romero
Meneses, religiosa salesiana nicaragüense, quien dedicó su vida al
servicio de los pobres y desposeídos. Sor María fue beatificada a
inicios del milenio por el Papa San Juan Pablo II y es, por el momento,
la segunda mujer originaria de Centroamérica en recibir tal dignidad.
Hoy, su proceso de canonización continúa en curso.
Sor María vivió 75 años, de los cuales cuarenta y seis fueron
dedicados al servicio de Nuestro Señor, presente en los que sufren. Y es
que Sor María fue capaz de encontrar en el prójimo el rostro de Cristo
mismo cuando se hallaba sumido en su hora más difícil.
Promoción de la persona, promoción de la paz
La vida de la Beata María Romero está llena de ejemplos sencillos de
cómo poner en práctica la caridad, de esos capaces de iluminar la manera
como nosotros católicos debemos comprometernos en las causas sociales,
es decir, anunciando a Jesús, siempre cercano, siempre presente.
En ese sentido, Sor María trabajó esperanzada en hacer de este mundo
-tantas veces injusto- un lugar mejor, ‘un adelanto’ del Reino de Dios.
Para eso -y ella lo sabía muy bien- no es necesaria ni la violencia ni
avivar heridas o acrecentar rupturas, como tampoco son necesarios los
discursos grandilocuentes, ni las arengas estrepitosas. Ella fue la
prueba fehaciente de que es la sencillez evangélica el camino más seguro
para conseguir el objetivo.
Vocación de servicio a la sociedad
Sor María Romero Meneses nació en Granada, Nicaragua, el 13 de enero
de 1902. Fue hija de un político muy reconocido de su país, don Félix
Romero Arana, quien se desempeñó como ministro de Hacienda en el
gobierno del presidente José Santos Zelaya. Su madre fue de origen
español, doña Ana Meneses Blandón, mujer de profunda devoción y
sensibilidad social.
En 1910 llegaron a Nicaragua las Hijas de María Auxiliadora (FMA),
misioneras salesianas, congregación que conquistaría el corazón de una
joven María Romero, quien se vincularía a ellas para siempre. Gracias a
las hermanas, María sintoniza inmediatamente con la figura del gran
apóstol de la juventud, Don Bosco, en cuya obra encuentra la un modelo y
y una realización de los ideales más profundos de su corazón.
Nicaragua y Costa Rica unidas
En 1921 la joven recibió el hábito religioso -hizo el noviciado en la
República de El Salvador- y pasó a llamarse Sor María Romero. Sus votos
perpetuos los realizó en 1929. Un año y medio después (1931) fue
enviada a Costa Rica. Allí sirvió como asistente en los consultorios
médicos de la congregación, trabajó en internados de jóvenes y en la
Asociación de Ayuda a los Necesitados. Esta última estaba integrada por
familias que alguna vez vivieron en condiciones infrahumanas y que
después, liberadas de tal situación, se dedicaban a ayudar a otras
familias en mayor necesidad.
Además, Sor María se encargaba de la capacitación de las jóvenes y
señoras en estado de abandono, a quienes instruía en las labores
domésticas -cocina, costura y otros oficios- y así pudieran conseguir un
trabajo que contribuya al sustento de sus familias. También ofrecía, a
precios simbólicos o de forma gratuita, prendas de vestir nuevas y
usadas que ella misma recolectaba; y repartía canastas con alimentos
básicos.
Por otro lado, su vitalidad contagiosa y la solidez de sus
emprendimientos apostólicos favorecieron la formación de círculos de
donantes -empresarios, familias pudientes- para solventar su extensa
obra. Mientras tanto, se organizaban grupos de voluntarias a quienes Sor
María llamaba cariñosamente “misioneritas”. Fue así que se concretaron
obras de la magnitud de la ‘Casa de la Virgen’ en San José.
Sin lugar a duda, los años en Costa Rica produjeron frutos
abundantes. Dios le concedió también la bendición de ver cómo la labor
social que realizaba muchas veces recaía en sus compatriotas
nicaragüenses, quienes conformaban la comunidad migrante más grande del
país y el porcentaje mayoritario entre los pobres. Sor María siempre
vivió preocupada por ellos.
“Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 21)
El ideal de la beata fue siempre amar profundamente a Jesús y a la
Virgen María, y su alegría mayor, acercar la verdad del Evangelio a los
niños, los pobres, los que sufren, los marginados, y a todos aquellos a
quienes Dios ama con pasión. Su recompensa: ser testigo del retorno de
la paz entre sectores de la sociedad que se hallaban enfrentados, así
como de la vuelta de la fe a muchas almas habitualmente consideradas
perdidas.
El milagro
Sor María Romero falleció el 7 de julio de 1977 de un infarto al miocardio, durante un periodo de descanso.
En el año 2002 fue beatificada por el Papa San Juan Pablo II, tras
comprobarse el milagro de la niña costarricense María Solís. Estando aún
en el vientre de su madre, a la pequeña María se le realizaron una
serie de estudios que apuntaban a un diagnóstico negativo. Los médicos
concluyeron que nacería con labio leporino y otras múltiples
deformaciones. Gracias a las oraciones ofrecidas por la madre de la niña
a la Beata María Romero, la pequeña María Solis nació completamente
sana.(ACI prensa).