12 julio, 2025

Santa Verónica, enjugó el sudor y la sangre de Cristo camino al Calvario

De acuerdo a la tradición, Santa Verónica fue la mujer que, conmovida por  los sufrimientos de Cristo en su camino al Calvario, se apiadó de Él y se  acercó a enjugar el 

¡Oh! Santa Verónica, vos sois la hija del Dios
de la Vida y su amada santa. Aquella mujer que,
conmovida por los dolores de Cristo en su camino 
al Calvario, os apiadiasteis de Él y os acercasteis
a enjugar el sudor y la sangre que cubrían su 
rostro, utilizando vuestro velo de cabeza. Y así,   
quedó impreso con sangre bendita el rostro de  
de vuestro amado Jesús. Hoy, convertido está, en
"reliquia definitiva" del Dios-hecho-hombre, 
semejante al Sábana Santa de Turín. Vuestro velo
era un paño liviano, muy sencillo, confeccionado 
a la usanza de la época, pero que después de haber 
quedado grabada el rostro de Cristo, está c0nvertido
en célebre objeto de incalculable valor espiritual, 
por mostrar el rostro de Nuestro Señor Jesucristo.
!Oh! Santa Verónica, "amor piadoso por el Dios Vivo"
 
 © 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Julio
Santa Verónica 
 
Cada 12 de julio la Iglesia Católica recuerda a Santa Verónica, o, simplemente, ‘la Verónica’ (Serafia); la mujer que, conmovida por los dolores de Cristo en su camino al Calvario, se apiadó de Él y se acercó a enjugar el sudor y la sangre que cubrían su rostro. De acuerdo a la tradición, ella utilizó el velo de su cabeza para este propósito, en el que quedaría ‘impreso’ con sangre el rostro de Jesús, por lo que podría afirmarse que dicho velo es como una ‘reliquia definitiva’ del Dios-hecho-hombre, semejante al caso de la Sábana Santa de Turín.
 
El velo de Santa Verónica era un paño liviano, muy sencillo, confeccionado a la usanza de la época, pero que después de haber quedado grabada la cara de Cristo en él, se convertiría en un objeto célebre, de enorme importancia e incalculable valor, puesto que es capaz de ver el rostro del Señor. Por eso, también, se le empezaría a conocer como ‘la Santa Faz’ o ‘el Velo de la Verónica’.
 
Una mujer llamada ‘Verónica’
 
El nombre ‘Verónica’ aparece en un texto apócrifo: Los hechos (actas) de Pilato, conocido también con el título de Evangelio de Nicodemo; no así en los Evangelios canónicos. Y es bastante probable que ese no haya sido su nombre real. ‘Verónica’ parece ser más bien un nombre adjudicado por la tradición, procedente del latín, producto de la yuxtaposición de los términos vera [verdadero] e icon [imagen]; ‘Verónica’ quiere decir en consecuencia ‘imagen verdadera’, ‘verdadero ícono’.
 
‘Verónica’ también podría ser la variación del nombre macedonio: ‘Berenice’. Este se encuentra documentado desde el siglo IV y posee un significado lleno de simbolismo: ‘la que lleva a la victoria’. En apoyo de esta posibilidad acuden algunos textos de la Baja Edad Media, donde aparece como el nombre de la hemorroísa de los Evangelios sinópticos, a quien Jesús curó milagrosamente.
 
De acuerdo a cierta tradición, Santa Verónica fue una mujer piadosa que vivía en Jerusalén, y que, tras la Pasión del Señor, se dirigió a Roma llevando consigo el velo con la ‘Santa Faz’. Este habría sido expuesto para la veneración pública, tocando las almas de muchas personas, quienes se habrían convertido al catolicismo con tan solo verlo. La historia en torno al ‘Velo de la Verónica’ caló tan hondo en la fe del pueblo que la ejemplar acción de la mujer ha sido perennizada en oración de la Iglesia, como es el caso de la sexta estación del Vía Crucis.
 
Otros relatos milagrosos
 
Existen tradiciones numerosas sobre el poder milagroso de Santa Verónica y su velo. Se dice que, estando en Roma, la santa tuvo un encuentro con el emperador romano Tiberio que se hallaba gravemente enfermo. Verónica lo habría hecho tocar la sagrada imagen e implorar a Dios su misericordia y Tiberio habría recuperado la salud en el acto. A partir de ese evento, la santa decidió quedarse en la capital del imperio y permanecer cerca de los Apóstoles San Pedro y San Pablo. Al morir, el velo habría pasado a manos del Papa Clemente I (ca. 88/921​ - 97/99).
 
Con motivo del primer año santo de la historia, en 1300, el Velo de la Verónica se convirtió en una de las mirabilias urbis romanae [maravillas de la ciudad de Roma] atrayendo gran cantidad de peregrinos a la Basílica de San Pedro.
 
Santa Faz de Manoppello
 
El Velo de la Verónica, sin embargo, fue trasladado varias veces a lo largo de los siglos posteriores hasta que se le perdió el rastro después del Año Santo celebrado en 1600.
 
Recientemente (1999), el sacerdote jesuita alemán Heinnrich Pfeiffer, profesor de Historia del Arte de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, anunció que había encontrado el sagrado paño en una iglesia de los Frailes Menores Capuchinos en Manoppello (Italia), donde habría permanecido desde 1660. Esta iglesia hoy lleva el nombre de ‘Iglesia de la Santa Faz’.
 
El Papa Benedicto XVI fue el primer Pontífice en visitar dicho santuario para orar y dirigir un discurso en el que reflexionó en torno a la esencia del cristianismo (septiembre de 2006).( ACI Prensa).

11 julio, 2025

San Benito de Nursia o San Benito Abad, Fundador del monacato occidental, Patriarca de los monjes de Occidente y Patrono de Europa.

 Puede ser una imagen de 1 persona y texto que dice "San Benito Patriarca de los monjes de Occidente y Patrono PatronodeEuropa de Europa 11 de dejulio aciprensa.com"

 

¡Oh!, San Benito, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
 y su amado santo que, honor disteis al significado de vuestro
nombre: “Bendecido”. Sois, “base y roca” de las órdenes
religiosas en las que se inspiraron las demás. Con San
Mauro, San Plácido, y otros amados discípulos fundasteis
los “Benedictinos” en el Monte Casino. Y, vuestros milagros
surgieron incontables y, entre ellos: “El muchacho que
no sabía nadar”, “El edificio que se cae”, “La piedra que
no se movía”, “El disfrazado” y “Los panes que se multiplican”,
prueba son de lo taumaturgo que erais, porque Dios,
jamás os abandonó. Decías en vuestra “Regla Santa”,
que la virtud que un religioso necesita es “la humildad”;
y que, la casa de Dios es para “rezar” y no para “charlar”;
que, todo superior debe esforzarse por amable ser, como
un bondadoso padre; que, el ecónomo no debe jamás humillar
a nadie; que, como único lema debe tener y tiene: “Trabajar
y rezar”; que, cada uno debe esforzarse por ser exquisito
 y agradable en su trato; que, cada comunidad debe ser como
una buena familia donde todos se aman; que, en lo posible
cada ser evite, todo lo que sea rústico y vulgar, porque
“portarse con nobleza es una gran virtud”, tal como lo decía
san Ambrosio, y, que sobre todo “hay que tener un deseo
inmenso de ir al cielo”. Un Jueves Santo, sentisteis morir
y os, apoyasteis en los brazos de dos de vuestros discípulos,
y elevando vuestros ojos hacia el cielo cumplisteis una vez
más lo que tanto recomendabais a los que os escuchaban:
“Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo”, y entonces,
lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto
había anhelado, quedasteis muerto. Otros, dos monjes,
lejos de allí, vieron una luz brillante que subía hacia los cielos
y dijeron: “Seguramente es nuestro Padre Benito, que ha volado
a la eternidad”. ¡Y, sí!, era el momento preciso en que vuestra
alma, al cielo volaba, para recibir justo premio y, coronada
ser, con corona de luz, por vuestra increíble entrega de amor y fe.
Vuestro hoy, compañero, San Juan Pablo Segundo, en vida, os
reconoció como “Patrono Santo de todas las Europas y guía”;
y además el  “Primer Fundador de Religiosos” ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh!, San Benito, “vivo trabajo y oración, por el Dios de la Vida”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de julio
San Benito de Nursia o San Benito Abad
Fundador del monacato occidental, patriarca de los monjes de Occidente y patrono de Europa.
 
Cada 11 de julio la Iglesia Católica celebra a San Benito de Nursia, fundador del monacato occidental, patriarca de los monjes de Occidente y patrono de Europa. También se le conoce como San Benito, Abad.
 
Dios a tiempo completo
 
La máxima de vida de San Benito -con la que ha inspirado a la cristiandad a lo largo de los siglos- fue “ora et labora” (ora y trabaja), síntesis perfecta de su propuesta de vida y un llamado a la unidad entre contemplación y acción.
 
El legado de este gran santo ha influido de manera definitiva en la formación y desarrollo del monacato -para aquellos hombres y mujeres llamados a buscar a Dios en la soledad y el silencio-, y hoy, tras muchos siglos, sigue inspirando a quienes asumen la tarea de hacer de la oración acción, y de la acción oración. El ideal de San Benito siempre fue la entrega completa del monje a Dios: una entrega a tiempo completo.
 
Dios en el silencio
 
San Benito nació en Nursia (Italia), en el año 480. Tuvo una hermana melliza, Escolástica, quien también alcanzaría la santidad. Después de haber estudiado retórica y filosofía en Roma, Benito se retiró a la ciudad de Enfide (actual Affile) para dedicarse con mayor profundidad al estudio y la disciplina ascética.
 
No conforme con lo logrado hasta entonces, con 20 años el santo marchó hacia el monte Subiaco para vivir en absoluta soledad. Allí se instaló en una cueva. Más tarde se haría de la guía espiritual de un ermitaño. Años después, como parte de su búsqueda, se unió a los monjes de Vicovaro, quienes lo eligieron prior en virtud de su espíritu disciplinado.
 
En Vicovaro brotaron las primeras animadversiones contra Benito, aparecidas en los corazones de los monjes que no estaban de acuerdo con la disciplina impuesta por el santo. Algunos de sus hermanos en el monasterio llegaron incluso a conspirar para asesinarlo.
 
Cuenta la tradición que un día, a la hora de los alimentos, uno de los monjes le sirvió a Benito un vaso con agua envenenada. El abad lo recibió y lo puso sobre la mesa frente a sí. Antes de beber, como de costumbre, hizo la señal de la cruz y sin querer golpeó la copa, que cayó al suelo, haciéndose pedazos. Un sospechoso alboroto se produjo tras el hecho que acabó con los conspiradores, quienes quedaron en evidencia. Esto precipitó que San Benito se aleje de aquel monasterio definitivamente, no sin antes reprochar a aquellos “hombres de Dios” la gravedad de sus actos.
 
Edificador de Europa
 
Pasado aquel triste episodio, acompañado de un grupo de jóvenes animados por su enseñanza, Benito se dedicó a la fundación y organización de otros monasterios por diversos lugares de la Europa central, entre los que destacó el construido en Monte Cassino (Italia).
 
Convencido de que la vida monástica requiere orden y armonía, se animó a escribir su famosa Regla, que ha servido de apoyo para un sin fin de otros reglamentos de comunidades religiosas a lo largo del tiempo. Paralelamente, el abad trabajó en hacer de sus monasterios auténticos centros de formación humana y espiritual, en los que se preservaba la cultura y la tradición.
 
Gracias a estas notas características, su proyecto cobró forma y se convirtió en una suerte de red cultural y espiritual que enlazó a la Europa de aquel entonces. El estilo de vida monástico suscitó tal entusiasmo que miles de cristianos se descubrieron llamados a dejar el mundo atrás para dedicarse a Dios en los silenciosos claustros de un monasterio.
 
El monacato europeo sirvió de base para la expansión de la cultura cristiana en el Viejo Continente. La red de monasterios repartidos por todos lados fue semilla de los sistemas educativos y se convirtió en la reserva cultural de Occidente. La mayoría de ciudades importantes de la Europa de hoy surgieron alrededor de algún monasterio, o se organizaron siguiendo su ritmo e inspiración.
 
El deber de un monje
 
Siempre que se presta atención a la figura de San Benito se debe hacer con respeto y cuidado. La tentación de reducir su gesta a un intento puramente organizacional resultado de cierta obsesión con la disciplina constituye un error. Incurrir en una simplificación de esa magnitud sólo puede conducir a una seguidilla de malas interpretaciones. Nada más lejos que identificar la belleza de la vida religiosa con sacrificios exteriores carentes de sentido.
 
Se debe tener presente que Benito, padre del monacato, fue antes que cualquier cosa un hombre de oración, una persona consciente de que el tiempo dedicado a Dios es indispensable para transformar la vida y construir el bien común. La práctica de la caridad debe ir siempre unida a la relación íntima con Dios.
 
Ciertamente, Benito fue un hombre exigente, pero también reconocido por su trato amable y su generosidad. Su día a día empezaba de madrugada, cuando se levantaba para rezar los salmos y meditar la Escritura. Sólo salía a predicar después de haber cumplido con sus deberes en el monasterio.
Gustaba de practicar el ayuno y tenía la convicción de que los monjes debían ocupar su tiempo en algún tipo de esfuerzo físico. El trabajo era para él un honroso camino hacia la santidad.
 
Lejos del mundo, más cerca del cielo
 
San Benito realizó muchos milagros en vida: curó enfermos y resucitó muertos. Se enfrentó al demonio personalmente y practicó exorcismos, siempre con la cruz en la mano -de allí la devoción a la Cruz de San Benito-. Recolectó limosna para asegurar el alimento a sus hermanos y ayudar a los necesitados. Consoló a muchos que se hundieron en la tristeza y les devolvió el ánimo.
 
El gran abad murió el 21 de marzo del año 547, pocos días después de su hermana, Santa Escolástica. San Benito murió en la capilla de su monasterio, con las manos levantadas al cielo, en gesto orante, como haciendo eco de algo que él mismo repetía: "Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo".(ACI prensa).

10 julio, 2025

San Cristóbal, Mártir

 San Cristóbal, Patrono de Viajeros, Conductores y Transportistas

  

¡Oh! San Cristóbal, vos sois el hijo del Dios
de la Vida su mártir, amado santo y gran figura
brillante en la historia del cristianismo de
Oriente y Occidente. Vuestra historia más que
leyenda, conocida es en Occidente pues vos,
portasteis sobre vuestros hombros a un niño
reluciente al que vos, no conocíais y nunca
habíais visto, a través de un río caudaloso
el que atravesabais una y otra vez, de un lado
al otro, llevando gente que no era capaz de
vencer la fuerza de las aguas. A vos, os
resultaba más fácil cruzar dada la fuerza y
altura que poseíais. Pero, aquel niño que os
solicitó ayuda, antes de desaparecer, os reveló
secretamente que era Cristo, a quien vos,
intentabais ayudar ayudando a otros. Por ello
se entiende mejor porque a vos, os llamaban
“Christophoros”, que en griego quiere decir
“portador de Cristo”. Por ello, os representan con
el niño Jesús sobre vuestros hombros y llevando 
un bastón con hojas. En la baja Edad Media se
popularizó la creencia de que bastaba mirar
vuestra imagen para que cualquier viajero se
librara del peligro durante su travesía. Y,
claro, no por nada sois patrón de peregrinos,
viajeros, motoristas y transportistas en general.
Erais vos, un hombre corpulento, de gran estatura
que servisteis como soldado del Imperio Romano
y que, con vuestra alma caritativa ayudabais
a los cristianos cautivos. A vos os bautizaron en
Antioquía y de allí os dirigisteis predicar a
Licia y Samos, donde os tomaron como prisionero
por el rey Dagón, por órdenes del infeliz Decio,
donde vos, os resististeis a abdicar de vuestra
fe, aunque fuerais torturado, y terminasteis
siendo degollado. ¡Y maravilla de maravillas!
Siria, y el rey Dagón se convirtieron a Cristo
gracias a vos, “Christophoros”, portador de Cristo.
Hoy, vuestra alma brilla en la mansión del Señor
y vuestros criminales en las tinieblas del averno;
¡Oh! San
Cristóbal "vivo portador del Dios Vivo".    
 
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Julio
San Cristóbal
Mártir

San Cristóbal de Licia es una figura muy importante en la historia del cristianismo de Oriente y Occidente; y aunque las dificultades para conocerlo y entender su papel histórico son reales, se sabe con bastante certeza que vivió durante el gobierno de Decio, tercer emperador romano, alrededor del año 250 de la era cristiana.

Su famosa leyenda, que es conocida sobre todo en Occidente y que podría haberse inspirado tanto en historias reales de mártires cristianos como en algún personaje de la mitología griega, cuenta que Cristóbal portó sobre sus hombros a un chico, al que no conocía, a través del río caudaloso que atravesaba una y otra vez, de un lado al otro, llevando gente que no era capaz de vencer la fuerza de las aguas. A Cristóbal le resultaba más fácil cruzar dada la fuerza y altura que poseía. Aquel niño desconocido que le solicitó ayuda, antes de desaparecer, le reveló que era Cristo, a quien él intentaba ayudar ayudando a otros.

Precisamente, al considerar esta historia, uno puede comprender mejor el porqué de su nombre “Christophoros”, que en griego quiere decir “portador de Cristo”. Desde el siglo IV San Cristóbal fue representado con el niño Jesús sobre sus hombros y llevando un bastón con hojas.

En la baja Edad Media se popularizó la creencia de que bastaba mirar su imagen para que cualquier viajero se librara del peligro durante su travesía; y es que a Cristobal se le considera patrón de peregrinos, viajeros, motoristas y transportistas en general.

La tradición conserva la idea de que fue un hombre corpulento, de gran estatura que probablemente se desempeñó como soldado del Imperio Romano; también se dice que tenía un alma caritativa y trataba de ayudar a los cristianos cautivos.

La tradición señala, además, que San Cristóbal fue bautizado en Antioquía y de allí se dirigió a predicar a Licia y Samos. En esa ciudad fue tomado prisionero por el rey Dagón, por órdenes del emperador Decio, y tras resistirse a abdicar de su fe aunque fuese torturado, se ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo gracias a este Santo.

San Cristóbal es un santo muy popular; lo es en tal medida que poetas modernos como Federico García Lorca y Antonio Machado lo han cantado con inspirados versos. Su estatua, generalmente colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, en España.

(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-es-la-fiesta-de-san-cristobal-patrono-de-los-transportistas-57266)

 

09 julio, 2025

Santa Paulina, Fundadora de la Congregación de las Hnas de la Inmaculada Concepción

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09 de julio
Santa Paulina
Fundadora de la Congregación de las Hnas de la Inmaculada Concepción 
 
Cada 9 de julio se celebra a Santa Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción; santa nacida en Italia pero que emigró a Brasil, en cuyas tierras se santificó ayudando a los más necesitados.
 
Inmigrante
 
Amábile Lucia Visintainer nació en Trento (Italia) el 16 de diciembre de 1865. Sus padres, Napoleón y Ana, fueron don cristianos muy devotos quienes, sumidos en la miseria, decidieron emigrar a América en busca de mejores condiciones de vida. El destino elegido fue Brasil, país al que llegaron en 1875. Los Visintainer se establecieron en el estado de Santa Catarina, donde se integraron a una comunidad italiana llamada Nova Trento.
 
Al poco tiempo de su llegada, Amábile conoció a Virginia Rosa Nicoldi, quien llegaría a ser su gran amiga. Ambas compartían un amor muy grande por Cristo y solían juntarse para rezar juntas. Incluso hicieron la primera comunión en la misma ceremonia, cuando las dos habían cumplido los 12 años.
 
Al servicio del que sufre
 
Durante su adolescencia, Amábile comenzó a participar del apostolado parroquial brindando catequesis a los niños, cuidando a los enfermos y ancianos del pueblo, limpiando el templo todas las semanas. Amábile se consagró en cuerpo y alma a estas labores que, casi sin darse cuenta, fueron perfilando poco a poco su futura vocación a la vida religiosa.
 
Con el permiso de su padre, la santa construyó una cabaña en un terreno donado por un noble europeo, residente del lugar. Allí acudía a rezar, recibía a los enfermos y enseñaba a los niños. La primera paciente que recibió en aquel lugar fue una mujer que sufría un cáncer terminal y que estaba completamente abandonada.
 
Las Hermanas de la Inmaculada Concepción
 
El 12 de julio de 1890 se produjo, al amparo del Espíritu Santo, la fundación de la Congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, la primera congregación femenina fundada en Brasil. La nueva comunidad empezaba su existencia sostenida casi exclusivamente por la labor que Amábile y Virginia hacían en la pequeña cabaña.
 
Las dos amigas, a las que se les sumó una tercera joven, hicieron sus votos religiosos ese mismo año. Amábile cambió su nombre por “Paulina del Corazón Agonizante de Jesús” y fue nombrada superiora “ad vitam” (de por vida).
 
El apostolado de las hermanas atrajo muchas vocaciones. A sus obras de caridad, se sumó la apertura de una pequeña industria de seda con la que pretendían sortear las dificultades económicas.
 
Esclava de los esclavos
 
En 1903 Paulina fue invitada por el obispo a residir en São Paulo. Allí se estableció en el barrio de Ipiranga donde fundó “la Sagrada Familia”, institución dedicada a acoger a los ex esclavos y a sus hijos. En 1918 la iglesia brasileña le concedió un reconocimiento por su labor, entrega y ejemplo vocacional.
 
Enfermedad y muerte
 
Hacia 1938 la Madre Paulina empezó a sentirse indispuesta y fue diagnosticada de diabetes. Ese año empezó su calvario. Le fue amputado el brazo derecho y fue perdiendo la vista paulatinamente hasta quedar ciega.
 
La Madre Paulina murió el 9 de julio de 1942. Fue beatificada en 1991 por el Papa San Juan Pablo II durante su visita a Brasil y él mismo la canonizó en el año 2002. Santa Paulina es la primera santa de Brasil.(ACI prensa).

08 julio, 2025

Beato Papa, Eugenio III

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08 de julio
Beato Papa Eugenio III
Defensor de la cristiandad
 
Cada 8 de julio, la Iglesia Católica recuerda al Beato Papa Eugenio III, a quien San Antonio de Padua describió como "uno de los Pontífices más grandes y que más sufrieron". Su nombre de pila fue Bernardo Paganelli Montemagno, y nació en el desaparecido reino de Pisa (Italia) alrededor del año 1088.
 
Papa monje, monje Papa
 
Sobre los primeros años de vida de Bernardo -futuro Eugenio III- no hay mucha información. Sin embargo, se sabe con certeza que hacia el año 1106, con unos 18 o 19 años de edad, empezó a desempeñarse como canónigo del cabildo catedralicio de Pisa. A partir de 1115 aparece registrado como subdiácono de la catedral.
 
En algún momento entre 1134 y 1137, fue ordenado sacerdote por el Papa Inocencio II, quien residía en Pisa por aquel entonces. Influenciado por la figura de San Bernardo de Claraval, se hizo miembro de la Orden del Císter, en 1138, cuando bordeaba ya los 50 años de edad. Posteriormente se trasladó a la célebre abadía cisterciense de Clairvaux (Claraval), en Francia.
 
Convertido en monje, tomó el nombre de su abad o superior, ‘Bernardo’, manteniendo así su nombre de pila. Cuando el Papa Inocencio II pidió que algunos cistercienses fuesen a vivir a Roma, San Bernardo envió a su homónimo como jefe de la comitiva. El grupo de cistercienses se estableció en el monasterio de San Anastasio (Tre Fontane) en la localidad de Scandriglia.
 
Años después, a la muerte del Papa Lucio II en 1145, los cardenales eligieron como sucesor a Bernardo, quien seguía siendo abad de San Anastasio y era reconocido por su rectitud y fortaleza. El nuevo pontífice sería consagrado en la abadía de Farfa, tomando el nombre de Eugenio III. De esta manera, Bernardo, quien había renunciado al mundo para hacerse monje, terminaba erigido como el Papa número 167 de la Iglesia Católica, primer cisterciense en ocupar la Sede de Pedro. Se dice que siempre Eugenio III continuó vistiendo el hábito de su orden mientras ejerció el pontificado, hasta el día de su muerte.
 
En defensa de la cristiandad
 
En enero de 1147, Eugenio III aceptó gustoso la invitación que le hizo el rey Luis VII para que fuese a convocar una segunda cruzada a Francia. El monarca francés necesitaba el respaldo pontificio para recuperar la ciudad de Edessa (Turquía), erigida como bastión cristiano en Mesopotamia después de la primera cruzada. Como se sabe esta nueva cruzada, convocada por el Papa Eugenio, terminó en un sonado fracaso.
 
El Papa permanecería en territorio francés hasta que el clamor popular por la derrota le hizo imposible permanecer más tiempo en el país. Mientras duró su estancia, Eugenio III presidió los sínodos de París y Tréveris (Alemania), así como el Concilio de Reims (Renania, Alemania), que se ocuparon principalmente de fortalecer la enseñanza de la Iglesia contra las herejías del momento. En Reims, por ejemplo, San Bernardo de Claraval tuvo una participación especial en defensa de la doctrina trinitaria, puesta una vez más en cuestión por Gilberto Porretano (1070-1154), teólogo escolástico, quien tuvo que retractarse de sus afirmaciones.
 
Eugenio III, por un lado, impulsó la renovación de la curia y el episcopado con el propósito de responder a los requerimientos de los seglares que veían en sus autoridades eclesiales un claro antitestimonio cristiano; por otro, promovió la renovación de la vida religiosa, que pasaba también por una profunda crisis. Paralelamente hizo cuanto pudo por reorganizar las principales escuelas de filosofía y teología.
 
Un mundo en crisis
 
La naturaleza del mundo medieval es compleja y no puede ser entendida sin romper muchos de los paradigmas contemporáneos, esos con los que los hombres de hoy suelen acercarse a la historia en general. Parte de las dificultades que los medievales enfrentaron tuvo que ver con la separación de fueros. El ámbito espiritual y el ámbito temporal se entrecruzaron innumerables veces, produciendo grandes tensiones, cuando no, simples y directos enfrentamientos a causa de intereses particulares o luchas por el poder.
 
El saldo de la mayoría de los procesos históricos más importantes de aquel periodo no siempre estuvo de acuerdo a los principios que brotan del Evangelio, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Por eso, los Papas que gobernaron cumplieron un papel importantísimo allí donde fue necesario corregir cosas o tomar decisiones en pos de la unidad del mundo cristiano. Ese fue el contexto que le tocó vivir al Papa Eugenio, y en él intentó hacer lo correcto.
 
Autoridad espiritual
 
En mayo de 1148 el Pontífice volvió a Italia y excomulgó a Arnoldo de Brescia -sacerdote con pretensiones reformadoras, pero contagiado de las posiciones erróneas de su maestro, el controvertido filósofo Pedro Abelardo-. Brescia había encabezado un movimiento cismático.
 
Ya el Papa Eugenio había combatido en diversas oportunidades distintos intentos por abolir la jerarquía eclesial y construir una iglesia de “puros” -de “no contaminados” con los evidentes errores o pecados de los miembros del clero-. El Papa Eugenio, además, tuvo que aliviar numerosas tensiones políticas, generadas por las luchas de poder entre las cabezas de los reinos de Italia, las que solo amainaban cuando los poderosos coincidían en la animadversión a la autoridad papal, tanto espiritual como temporal.
 
San Bernardo, consciente de la dureza de las batallas que el Papa libraba, dedicó al Sumo Pontífice su tratado ascético De Consideratione, donde afirmaba que el Papa tenía como principal deber atender los asuntos espirituales y que no debía dejarse distraer demasiado por asuntos que corresponden a otros fueros.
 
Eugenio III, quien partió de Roma en el verano de 1150, permaneció dos años y medio en la Campania, procurando obtener el apoyo político del emperador Conrado III y de su sucesor, Federico Barbarroja. Ciertamente, el Papa había excomulgado al cismático Brescia, pero este contaba con la protección de los germanos. En esto, como en el tema de la autonomía de los Estados Pontificios, la intención del Papa fue siempre la de mantener la unidad de Europa en torno a la cristiandad.
 
Eugenio III murió en Roma el 8 de julio de 1153. Su culto fue aprobado el 3 de octubre de 1872, tras ser declarado beato por el Papa Pio IX.(ACI prensa).

07 julio, 2025

Beata Maria Romero

 

07 Julio
Beata Maria Romero

Cada 7 de julio la Iglesia conmemora a la Beata María Romero Meneses, religiosa salesiana nicaragüense, quien dedicó su vida al servicio de los pobres y desposeídos. Sor María fue beatificada a inicios del milenio por el Papa San Juan Pablo II y es, por el momento, la segunda mujer originaria de Centroamérica en recibir tal dignidad. Hoy, su proceso de canonización continúa en curso.

Sor María vivió 75 años, de los cuales cuarenta y seis fueron dedicados al servicio de Nuestro Señor, presente en los que sufren. Y es que Sor María fue capaz de encontrar en el prójimo el rostro de Cristo mismo cuando se hallaba sumido en su hora más difícil.

Promoción de la persona, promoción de la paz

La vida de la Beata María Romero está llena de ejemplos sencillos de cómo poner en práctica la caridad, de esos capaces de iluminar la manera como nosotros católicos debemos comprometernos en las causas sociales, es decir, anunciando a Jesús, siempre cercano, siempre presente.

En ese sentido, Sor María trabajó esperanzada en hacer de este mundo -tantas veces injusto- un lugar mejor, ‘un adelanto’ del Reino de Dios. Para eso -y ella lo sabía muy bien- no es necesaria ni la violencia ni avivar heridas o acrecentar rupturas, como tampoco son necesarios los discursos grandilocuentes, ni las arengas estrepitosas. Ella fue la prueba fehaciente de que es la sencillez evangélica el camino más seguro para conseguir el objetivo.

Vocación de servicio a la sociedad

Sor María Romero Meneses nació en Granada, Nicaragua, el 13 de enero de 1902. Fue hija de un político muy reconocido de su país, don Félix Romero Arana, quien se desempeñó como ministro de Hacienda en el gobierno del presidente José Santos Zelaya. Su madre fue de origen español, doña Ana Meneses Blandón, mujer de profunda devoción y sensibilidad social.

En 1910 llegaron a Nicaragua las Hijas de María Auxiliadora (FMA), misioneras salesianas, congregación que conquistaría el corazón de una joven María Romero, quien se vincularía a ellas para siempre. Gracias a las hermanas, María sintoniza inmediatamente con la figura del gran apóstol de la juventud, Don Bosco, en cuya obra encuentra la un modelo y y una realización de los ideales más profundos de su corazón.

Nicaragua y Costa Rica unidas

En 1921 la joven recibió el hábito religioso -hizo el noviciado en la República de El Salvador- y pasó a llamarse Sor María Romero. Sus votos perpetuos los realizó en 1929. Un año y medio después (1931) fue enviada a Costa Rica. Allí sirvió como asistente en los consultorios médicos de la congregación, trabajó en internados de jóvenes y en la Asociación de Ayuda a los Necesitados. Esta última estaba integrada por familias que alguna vez vivieron en condiciones infrahumanas y que después, liberadas de tal situación, se dedicaban a ayudar a otras familias en mayor necesidad.

Además, Sor María se encargaba de la capacitación de las jóvenes y señoras en estado de abandono, a quienes instruía en las labores domésticas -cocina, costura y otros oficios- y así pudieran conseguir un trabajo que contribuya al sustento de sus familias. También ofrecía, a precios simbólicos o de forma gratuita, prendas de vestir nuevas y usadas que ella misma recolectaba; y repartía canastas con alimentos básicos.

Por otro lado, su vitalidad contagiosa y la solidez de sus emprendimientos apostólicos favorecieron la formación de círculos de donantes -empresarios, familias pudientes- para solventar su extensa obra. Mientras tanto, se organizaban grupos de voluntarias a quienes Sor María llamaba cariñosamente “misioneritas”. Fue así que se concretaron obras de la magnitud de la ‘Casa de la Virgen’ en San José.

Sin lugar a duda, los años en Costa Rica produjeron frutos abundantes. Dios le concedió también la bendición de ver cómo la labor social que realizaba muchas veces recaía en sus compatriotas nicaragüenses, quienes conformaban la comunidad migrante más grande del país y el porcentaje mayoritario entre los pobres. Sor María siempre vivió preocupada por ellos.

“Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 21)

El ideal de la beata fue siempre amar profundamente a Jesús y a la Virgen María, y su alegría mayor, acercar la verdad del Evangelio a los niños, los pobres, los que sufren, los marginados, y a todos aquellos a quienes Dios ama con pasión. Su recompensa: ser testigo del retorno de la paz entre sectores de la sociedad que se hallaban enfrentados, así como de la vuelta de la fe a muchas almas habitualmente consideradas perdidas.

El milagro

Sor María Romero falleció el 7 de julio de 1977 de un infarto al miocardio, durante un periodo de descanso.

En el año 2002 fue beatificada por el Papa San Juan Pablo II, tras comprobarse el milagro de la niña costarricense María Solís. Estando aún en el vientre de su madre, a la pequeña María se le realizaron una serie de estudios que apuntaban a un diagnóstico negativo. Los médicos concluyeron que nacería con labio leporino y otras múltiples deformaciones. Gracias a las oraciones ofrecidas por la madre de la niña a la Beata María Romero, la pequeña María Solis nació completamente sana.(ACI prensa).

06 julio, 2025

Domingo 14 (C) del tiempo ordinario

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Domingo 07 de julio
Domingo 14 (C) del tiempo ordinario
 
Texto del Evangelio (Lc 10,1-12.17-20): En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
 
»Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘Está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios’. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo».
 
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
 
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«¡Poneos en camino!» Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)
 
Hoy, nos fijamos en algunos que, entre la multitud, han procurado acercarse a Jesucristo, que está hablando mientras contempla los campos rebosantes de espigas: «La mies es mucha, pero los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2). De repente, fija su mirada en ellos y va señalando a unos cuantos, uno a uno: tú, y tú, y tú. Hasta setenta y dos...
Asombrados, le oyen decir que vayan, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde Él irá. Quizá alguno habrá respondido: —Pero, Señor, ¡si yo sólo he venido para oírte, porque es tan bello lo que dices!
 
El Señor les pone en guardia contra los peligros que les acecharán. «¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». Y utilizando imágenes de costumbre en las parábolas, añade: «No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,3-4). Interpretando el lenguaje expresivo de Jesús: —Dejad de lado medios humanos. Yo os envío y esto basta. Aun sintiéndoos lejos, seguís cerca, yo os acompaño.
 
A diferencia de los Doce, llamados por el Señor para que permanezcan junto a Él, los setenta y dos regresarán luego a sus familias y a su trabajo. Y vivirán allí lo que habían descubierto junto a Jesús: dar testimonio, cada uno en su sitio, simplemente ayudando a quienes nos rodean a que se acerquen a Jesucristo.
 
La aventura acaba bien: «Los setenta y dos volvieron muy contentos» (Lc 10,17). Sentados en torno a Jesucristo, le debieron contar las experiencias de aquel par de días en que descubrieron la belleza de ser testigos.
 
Al considerar hoy aquel lejano episodio, vemos que no es puro recuerdo histórico. Nos damos por aludidos: podemos sentirnos junto al Cristo presente en la Iglesia y adorarle en la Eucaristía. Y el Papa Francisco nos anima a «llevar a Jesucristo al hombre, y conducirlo al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre».
 
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«Os envío» Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu (Terrassa, Barcelona, España)
 
Hoy, la Iglesia contempla como, además de los Doce, había numerosos discípulos que seguían al Señor y habían sido llamados por Él. De entre todos aquellos discípulos, Jesucristo elige setenta y dos para una misión concreta. Les exige —lo mismo que a los Apóstoles— total desprendimiento y abandono completo en la Providencia divina.
 
El Concilio Vaticano II, en el Decreto Apostolicam actuositatem, nos recuerda que desde el Bautismo cada cristiano es llamado por Cristo a cumplir una misión. La Iglesia, en nombre del Señor, «ruega encarecidamente a todos los laicos que respondan gustosamente, con generosidad y prontitud de ánimo, a la voz de Cristo que en esta hora los invita con mayor insistencia, y a los impulsos del Espíritu Santo. Sientan los jóvenes que esa llamada va dirigida a ellos de modo particular; recíbanla con entusiasmo y magnanimidad. Es el propio Señor el que invita de nuevo a todos los laicos, por medio de este santo Concilio, a que se le unan cada día más íntimamente y a que, sintiendo como propias sus cosas, se asocien a su misión salvadora; de nuevo los envía a todas las ciudades y lugares a donde Él ha de ir, para que, con las diversas formas y maneras del único apostolado de la Iglesia que deberán adaptar constantemente a las nuevas necesidades de los tiempos, se le ofrezcan como cooperadores, abundando sinceramente en la obra del Señor y sabiendo que su trabajo no es inútil delante de Él» (n.33).
 
Cristo quiere inculcar a sus discípulos la audacia apostólica; por eso dice «os envío». Y san Juan Crisóstomo comenta: «Esto basta para daros ánimo, esto basta para que tengáis confianza y no temáis a los que os atacan». La audacia de los Apóstoles y de los discípulos venía de esta segura confianza de haber sido enviados por el mismo Dios. Actuaban, como explicó con firmeza el mismo Pedro al Sanedrín, en nombre de Jesucristo Nazareno, «pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por el que hayamos de ser salvados» (Hch 4,12)
 
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Los mandó así, porque dos son los preceptos de la caridad: el amor de Dios y el del prójimo; y entre menos de dos no puede haber caridad» (San Gregorio Magno)
 
«San Lucas pone de relieve el entusiasmo de los discípulos por los frutos de la misión. Ojalá que este evangelio despierte en todos los bautizados la conciencia de que son misioneros de Cristo» (Benedicto XVI)
 
«(…) Los Doce y los otros discípulos participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte. Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 765)(evangelio net).