03 abril, 2010

Vigilia Pascual

Vigilia Pacual

“Según una antiquísima tradición, esta es noche de vigilia en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el evangelio (Lc 12,35-36), deben parecerse a los criados, que con las lámparas encendidas en las manos, esperan el retorno de su señor, para que cuando llegue los encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa” (Misal, pág. 275).

Esta Noche Pascual tiene, como toda celebración litúrgica, dos partes centrales:

- La Palabra: Solo que esta vez las lecturas son más numerosas (nueve, en vez de las dos o tres habituales).

- El Sacramento: Esta noche, después del camino cuaresmal y del catecumenado, se celebran, antes de la Eucaristía, los sacramentos de la iniciación cristiana: el Bautismo y la Confirmación.

Así, los dos momentos centrales adquieren un relieve especial: se proclama en la Palabra la salvación que Dios ofrece a la humanidad, culminando con el anuncio de la resurrección del Señor.

Y luego se celebra sacramentalmente esa misma salvación, con los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. A todo ello también se le antepone un rito de entrada muy especial: se añade un rito lucernario que juega con el símbolo de la luz en medio de la noche, y el Pregón Pascual, lírico y solemne.

La Pascua del Señor, nuestra Pascua

Todos estos elementos especiales de la Vigilia quieren resaltar el contenido fundamental de la Noche: la Pascua del Señor, su Paso de la Muerte a la Vida.

La oración al comienzo de las lecturas del Nuevo Testamento, invoca a Dios, que “ilumina esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor”. En esta noche, con más razón que en ningún otro momento, la Iglesia alaba a Dios porque “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado” (Prefacio I de Pascua).

Pero la Pascua de Cristo es también nuestra Pascua: “en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida y en su resurrección resucitamos todos” (Prefacio II de Pascua).

La comunidad cristiana se siente integrada, “contemporánea del Paso de Cristo a través de la muerte a la vida”. Ella misma renace y se goza en “la nueva vida que nace de estos sacramentos pascuales” (oración sobre las ofrendas de la Vigilia): por el Bautismo se sumerge con Cristo en su Pascua, por la Confnmación recibe también ella el Espíritu de la vida, y en la Eucaristía participa del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como memorial de su muerte y resurrección.

Los textos, oraciones, cantos: todo apunta a esta gozosa experiencia de la Iglesia unida a su Señor, centrada en los sacramentos pascuales. Esta es la mejor clave para la espiritualidad cristiana, que debe centrarse. más que en la contemplación de los dolores de Jesús (la espiritualidad del Viernes Santo es la más fácil de asimilar), en la comunión con el Resucitado de entre los muertos. Cristo, resucitando, ha vencido a la muerte.

Este es en verdad “el día que hizo el Señor”. El fundamento de nuestra fe. La experiencia decisiva que la Iglesia, como Esposa unida al Esposo, recuerda y vive cada año, renovando su comunión con El, en la Palabra y en los Sacramentos de esta Noche.

Luz de Cristo

El fuego nuevo es asperjado en silencio, después, se toma parte del carbón bendecido y colocado en el incensario, se pone incienso y se inciensa el fuego tres veces. Mediante este rito sencillo reconoce la Iglesia la dignidad de la creación que el Señor rescata.

Pero la cera, a su vez, resulta ahora una criatura renovada. Se devolverá al cirio el sagrado papel de significar ante los ojos del mundo la gloria de Cristo resucitado. Por eso se graba en primer lugar la cruz en el cirio. La cruz de Cristo devuelve a cada cosa su sentido. Por ello el Canon Romano dice: “Por él (Cristo) sigues creando todos los bienes, los santificas, los llenas de vida, los bendices y los repartes entre nosotros”.

Al grabar en la cruz las letras griegas Alfa y Omega y las cifras del año en curso, el celebrante dice: “Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén”.

Así expresa con gestos y palabras toda la doctrina del imperio de Cristo sobre el cosmos, expuesta en San Pablo. Nada escapa de la redención del Señor, y todo, hombres, cosas y tiempo están bajo su potestad.

Se lo adorna con granos de incienso, según una tradición muy antigua, que han pasado a significar simbólicamente las cinco llagas de Cristo: “Por tus llagas santas y gloriosas nos proteja y nos guarde Jesucristo nuestro Señor”.

Termina el celebrante encendiendo el fuego nuevo, diciendo: “La 1uz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu”.

Tras el cirio encendido que representa a Cristo, columna de fuego y de luz que nos guía a través de las tinieblas y nos indica el camino a la tierra prometida, avanza el cortejo de los ministros. Se escucha cantar tres veces: “Luz de Cristo” mientras se encienden en el cirio recién bendecido todas las velas de la comunidad cristiana.

Hay que vivir estas cosas con alma de niño, sencilla pero vibrante, para estar en condiciones de entrar en la mentalidad de la Iglesia en este momento de júbilo. El mundo conoce demasiado bien las tinieblas que envuelven a su tierra en infortunio y congoja. Pero en esa hora, puede decirse que su desdicha ha atraído la misericordia y que el Señor quiere invadirlo todo con oleadas de su luz.

Los profetas habían prometido ya la luz: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”, escribe Isaías (Is 9, I; 42,7; 49,9). Pero la luz que amanecerá sobre la nueva Jerusalén (Is 60,1ss.) será el mismo Dios vivo, que iluminará a los suyos (Is 60, 19) y su Siervo será la luz de las naciones (Is 42,6; 49,6).

El catecúmeno que participa en esta celebración de la luz sabe por experiencia propia que desde su nacimiento pertenece a las tinieblas; pero sabe también que Dios “lo llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa” (1 Pe 2,9). Dentro de unos momentos, en la pila bautismal, “Cristo será su luz” (Ef 5, 14). Se va a convertir de tiniebla que es en “luz en el Señor” (Ef 5,8).

Pregón pascual o “exultet”

Este himno de alabanza, en primer lugar, anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la asamblea de los cristianos. Esta alegría procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas.

Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su tema es la historia de la salvación resumida por el poema. Una tercera parte consiste en una oración por la paz, por la Iglesia en sus jefes y en sus fieles, por los que gobiernan los pueblos, para que todos lleguen a la patria del cielo.

La liturgia de la Palabra

Esta noche la comunidad cristiana se detiene más de lo ordinario en la proclamación de la Palabra. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de Cristo e iluminan la Historia de la Salvación y el sentido de los sacramentos pascuales. Hay un diálogo entre Dios que habla a su Pueblo (las lecturas) y el Pueblo que responde (Salmos y oraciones).

Las lecturas de la Vigilia tienen una coherencia y un ritmo entre ellas. La mejor clave es la que dio el mismo Cristo: “todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse, y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó (a los discípulos de Emaús) lo que se refería a él en toda la Escritura” (L,c 24,27).

Lecturas del Antiguo Testamento

Primera lectura: Gn 1,1-31 ó 2,1-2: Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.

Segunda lectura: Gn 22,1-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Tercera lectura Ex 14-15,30 – Los israelitas cruzaron el mar Rojo.

Cuarta lectura: Is 54,5-14 – Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.

Quinta lectura: Is 55, 1-11 – Vengan a mí, y vivirán; sellaré con ustedes una alianza perpetua.

Sexta lectura: Bar 3,9-15.32-4,4 – Camina a la claridad del resplandor del Señor

Séptima lectura: Ez 36.16-28 – Derramaré sobre ustedes un agua pura, y les daré un corazón nuevo.

El Antiguo Testamento prepara la realidad del Nuevo Testamento: lo que se anunciaba y prometía, ahora se ha cumplido de verdad.

Es importante subrayar este paso al Nuevo Testamento: el Misal indica en este momento diversos signos, tales como el adorno del altar (luces, flores), el canto del Gloria y la aclamación del Aleluya antes del Evangelio. También se ilumina de manera más plena la iglesia ya que durante las lecturas del Antiguo Testamento estaba iluminada más discretamente.

Sobre todo es el Evangelio, tomado de uno de los tres sinópticos. según el Ciclo, el que hay que destacar: es el cumplimiento de todas las profecías y figuras, proclama la Resurrección del Señor.

Lecturas del Nuevo Testamento

Primera lectura: Rom 6,3-11 – Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.

Evangelio

CICLO A: Mt 28.1-10 – Ha resucitado y va por delante de ustedes a Galilea.

CICLO B: Mc 16, 1-8 – Jesús Nazareno, el crucificado, ha resucitado.

CICLO C: Lc 24.1-12 – Por qué buscan entre los muertos al que está vivo.

La Liturgia bautismal

La noche de Pascua es el momento en el que tiene más sentido celebrar los sacramentos de la iniciación cristiana. Después de un camino catecumenal (personal, si se trata de adultos y de la familia, para los niños, y siempre en lo que cabe, de la comunidad cristiana entera), el signo del agua -la inmersión, el baño- quiere ser la expresión sacramental de cómo una persona se incorpora a Cristo en su paso de la muerte a la vida.

Como dice el Misal, si se trata de adultos, esta noche tiene pleno sentido que además del Bautismo se celebre la Confirmación. para quedar ya integrados plenamente a la comunidad eucarística. El sacerdote que preside tiene esta noche la facultad de conferir también la Confirmación, para hacer visible la unidad de los sacramentos de iniciación.

La celebración consta de los siguientes elementos:

La letanía de los santos (si hay bautismo), según lo sugerido por el Misal; la bendición del agua más que bendecir el agua se trata de bendecir a Dios por todo lo que en la Historia de la Salvación ha hecho por medio del agua (desde la creación y el paso del Mar Rojo hasta el bautismo de Jesús en el Jordán), pidiéndole que hoy también a través del sígno del agua actúe el Espíritu de vida sobre los bautizados; el Bautismo y la Confirmación según sus propios rituales; la renovación de las promesas bautismales, si no se ha celebrado el Bautismo, (ya lo habrán realizado entonces, junto con los padrinos y/o bautizandos).
Se trata de que todos participen conscientemente tanto en la renuncia como en la profesión de fe; el signo de aspersión, con un canto bautismal, como un recuerdo plástico del propio Bautismo. Este signo se puede repetir todos los domingos de la Cincuentena Pascual, al comienzo de la Eucaristía; la Oración universal o de los fieles, que es el ejercicio, por parte de la comunidad, de su sacerdocio bautismal intercediendo ante Dios por toda la Hurnanidad.

La Eucaristía

La celebración eucarística es la culminación de la Noche Pascual. Es la Eucaristía central de todo el año, más importante que la de Navidad o la del Jueves Santo. Cristo, el Señor Resucitado, nos hace participar de su Cuerpo y de su Sangre, como memorial de su Pascua.
Es el punto culminante de la celebración.

Misas durante el día

En el transcurso de la Noche Santa participamos en el misterio pascual por medio de la celebración de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En la segunda misa de Pascua, damos gracias por la vida nueva, cuya fuente nos ha sido abierta por la Resurrección de Cristo.

Hoy es la fiesta de las fiestas y el día de Cristo el Señor por excelencia. Hoy, Jesús vencedor de la muerte y del pecado, se manifestó a los suyos; hoy se dio a conocer a sus dos discípulos en el camino de Emaús por medio de la fracción del pan: hoy confirió el Espíritu Santo a sus Apóstoles para la remisión de los pecados y los envió al mundo para ser sus testigos. Como consecuencia de todo esto, cantamos: “Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”. (Salmo 117).

Misa del día

Primera lectura: Hech 10,34a.37-43 – Nosotros hemos comido y bebido con Él después de su resurrección.
Segunda Lectura: Col 3, 1-4 – Busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo.
Evangelio: Jn 20 1-9 – Él tenía que resucitar de entre los muertos.

Misa vespertina

Esta comida con el Resucitado de los discípulos de Emaús en la tarde de Pascua debía iluminar en los siglos venideros, la celebración de la Eucaristía; es la irradiación de su alegría y la invitación a revivir la Pascua en cada Misa. Evangelio: Lc 24, 13-35 – Lo reconocieron al partir el pan.
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(http://www.aciprensa.com/Semanasanta/vigilia.htm)

San Juan de Brito

Oh, San Juan de Britto;
vos sois, el hijo del Dios
vivo, desde siempre y ello,
os sedujo a dar vuestra
vida por los caminos de la
vida; y en uno de ellos el
de la India lejana, vos;
abristeis vuestro corazón
donde; con mucho amor
adoptasteis sus costumbres,
como si fuerais uno mas, de
modo tal, que; por cientos
las gentes, se abrazaron
a la Cruz del Señor Nuestro,
engrosando su mies, en luz
y verdad, para gloria de
Nuestra Santa Madre Iglesia.
Y, cuando os llegó la hora
de partir, feliz entregasteis
vuestra vida, con inmenso
valor y fe, y el cielo, os
abrió sus puertas, para con
luz coronaros, y que nunca
jamás, de extinguirse dejará;
oh, San Juan de Britto; Mártir.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Año 1693

San Juan de Britto
Misionero

Nació en Portugal en el año 1647. Siendo muy niño enfermó gravemente y la mamá lo encomendó al gran misionero San Francisco Javier y el niño curó milagrosamente. En recuerdo de este notable gran favor, toda la vida deseó ser un fiel imitador de San Francisco Javier.

A la edad de 15 años pidió ser admitido en la Comunidad de los Padres Jesuitas. Sus familiares se le oponían fuertemente porque eran ricos y muy amitos de los más altos empleados del reino y esperaban para Juan muy honrosos puestos oficiales. Pero el joven insistió fuertemente y al fin consiguió el permiso de hacerse religioso jesuita.

En los estudios del seminario brilló por su gran inteligencia y por su dedicación total a la preparación para el sacerdocio. Una vez ordenado sacerdote, recibió del rey y de muy altas personalidades la petición de que se quedara en Portugal, pero él, deseando imitar a San Francisco Javier pidió y obtuvo ser enviado como misionero a la India, y con 16 compañeros emprendió el larguísimo viaje por mar.

Desde 1673 hasta 1693, por veinte años estuvo misionando incansablemente en la India. Y fue tanto el entusiasmo con el cual se dedicó a las actividades misioneras que lo nombraron superior de las Misiones de la India.

Fueron casi increíbles los trabajos y dificultades que se le presentaron en este inmenso país, el cual recorrió por miles de kilómetros, a pie, evangelizando. Sus compañeros dejaron escritos en sus cartas datos muy impresionantes acerca de los sacrificios tan intensos que el gran misionero tuvo que padecer. Pero el número de conversiones que consiguió fue también sumamente numeroso consolador.

Desde el principio el padre Juan de Britto se dio cuenta de que para poder ganarse mejor la voluntad de esas gentes y lograr más conversiones, era necesario adaptarse totalmente al modo de vestir, de comer y de comportarse de ese país. Y así adoptó por completo los usos y costumbres de la India. ¿Que allá la posición que significa adoración, es estar sentado en el suelo, sobre los tobillos? Pues les celebraba la misa sentado en el suelo, con gran reverencia y devoción. ¿Que los hindúes no comían carne? Pues él no volvió a probarla. Un Boletín informativo de ese entonces dejó esta constancia:

- Al adaptarse tan sumamente bien a las costumbres del país, logró ganarse la simpatía de todas las clases sociales, y obtuvo notables éxitos espirituales en toda clase de personas.

Los escritos de ese tiempo narran cómo era el comportamiento de este misionero. Dicen así: “Todo lo que era caballerosidad y generosidad, trataba de cumplirlo. Su salud era sumamente débil y las fiebres palúdicas lo atacaban muy frecuentemente y lo llevaban a las puertas de la muerte, pero él seguía trabajando como si no estuviera sufriendo. Los sacerdotes de las religiones de estas tierras eran muy fanáticos y atacaban sin piedad al pobre de Britto y a sus cristianos. Muchas veces lo echaron a la cárcel y le hicieron padecer feroces torturas”.

Una vez lo colgaron de los brazos en un árbol, y otra lo echaron a un hondo pozo para ver si se ahogaba. Pero después de que lo atormentaban el Padre Britto se restablecía de manera que parecía casi un milagro. Volvió a Europa a conseguir ayudas para sus misiones, y aunque el gobierno y muchos amigos le aconsejaban que se quedara en Portugal en honrosos cargos, él dispuso volver a la India, a imitar a su santo Patrono San Francisco Javier, que gastó su vida y sus energías en obtener que los habitantes de la India se convirtieran al cristianismo.

Y resultó que convirtió al cristianismo a un jefe hindú que tenía varias mujeres y éste se propuso no tener en adelante sino una sola esposa, como lo manda nuestra santa religión.

Y entonces una de las antiguas concubinas de aquel hombre, se propuso vengarse del santo misionero y le inventó graves calumnias y obtuvo que fuera condenado a muerte.

Lo llevaron a la cárcel y desde allí escribió a sus superiores en Roma: “Con alegría y gran esperanza espero la muerte. Mi gran deseo ha sido siempre morir mártir por Cristo Jesús. Morir mártir es la recompensa más preciada por los trabajos que he logrado hacer por la evangelización. Morir mártir es lo que le he pedido muchas veces a Dios en mis oraciones”.

El 4 de febrero de 1693 un gran gentío se reunió para ver la ejecución del santo misionero, a quien se le acusaba de enseñar doctrinas que no eran las de los sacerdotes de los dioses de ese país. El gobernador estuvo varias horas demorando la sentencia porque sentía miedo de ordenar semejante crimen. Pero al fin movido por los fanáticos enemigos del cristianismo mandó que le cortaran la cabeza.

Al saber la noticia, el rey de Portugal mandó celebrar solemnísimas honras fúnebres en honor del santo mártir, y a esas ceremonias asistió la mamá del gran misionero, pero no vestida de luto, sino con sus mejores adornos de fiesta, porque estaba convencida de que su hijo se había ido a recibir en el cielo la corona de gloria preparada para los que en la tierra se declaran amigos de Cristo hasta la muerte.

Petición

San Juan Britto, te suplicamos por todos los misioneros del mundo y por todos los países que todavía no conocen a Cristo, para que muy pronto acepten la verdadera y más santa religión que es la Católica, apostólica romana.
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(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Juan_de_Britto.htm)

Segundo día del Triduo Pascual: Sábado Santo


Segundo día del Triduo Pascual: Sábado Santo

(3-04-2010)

1.«Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su resurrección» .

2. La Cruz debe seguir entronizada desde ayer, iluminada, y con un laurel de victoria.

3. Se recomienda en este día la celebración del Oficio de Lectura y de los Laudes. Al final de dicha oración se puede hacer la recepción de los óleos que se han consagrados en la Misa Crismal.

4. Cuando no sea posible la celebración del Oficio de Lectura y de los Laudes, hay que preparar una celebración de la Palabra o un ejercicio de piedad que corresponda al misterio de este día, como pueden ser: la veneración a la imagen del Señor Crucificado, o a la Imagen del Señor en el sepulcro, así como a la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores.

5. En este día sería oportuno que se organizara, alguna oración de tono mariano, acompañando a María, la Madre que vela junto a la tumba de su Hijo. Si en el Adviento y la Navidad, mirábamos a Santa María tan frecuentemente como modelo de espera y acogida del Mesías, es lógico que la que estuvo al pie de la Cruz, y luego en la alegría de la Pascua y en la espera del Espíritu Santo en Pentecostés, sea recordada en días como éste del Sábado Santo. Así podemos hacer memoria de María con el rezo del “Stabat Mater” y del Santo Rosario (los misterios dolorosos). Pero caben otras oraciones, lecturas y cantos sobre su presencia junto al sepulcro de su Hijo, sobre su fe y esperanza invictas.

6. Hoy la Iglesia se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa. La sagrada comunión puede darse sólo como viático. No se concede celebrar el matrimonio, ni administrar otros sacramentos, a excepción del Sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos.

7. En la mañana del Sábado Santo, se pueden realizar algunos de los ritos preparatorios de los bautizos que se habrán de tener en la Vigilia Pascual o en la mañana de Pascua en una celebración sencilla que introduzca más conscientemente en el misterio que se va a celebrar. Se pueden adelantar en esta celebración, por ejemplo, algunos aspectos del bautismo, como la entrega del Símbolo o Credo, el rito del “effetá”, la elección del nombre cristiano y la unción con el óleo de los catecúmenos, como sugiere el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, N. 26.

8. Es bueno en este día instruir a la comunidad sobre la naturaleza del Sábado Santo. Es un día de meditación y silencio: el Señor Jesús está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, está la Iglesia, nutriendo su fe y esperanza en la victoria pascual, del corazón creyente de la Santísima Virgen.

9. Este día es ideal para desarrollar una catequesis sobre el artículo de fe que rezamos en el Credo: “descendió a los infiernos”. Para ello se recomienda desarrollar los números 631-637 del Catecismo de la Iglesia Católica.
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(http://www.aciprensa.com/Semanasanta/tri-sabado.htm)