¡Oh!, San Vicente Ferrer, vos sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, y que, vuestra vida
inspirada estuvo en amor hacia Cristo, Nuestra
Señora y principalmente en los pobres. Cada viernes,
en recuerdo de Cristo crucificado, y cada sábado,
en honor de Nuestra Señora, hasta el final de vuestros
días entregasteis en señal de sacrificio santo.
El maligno, os asaltó durante vuestra juventud y
claro, lo vencisteis, en Dios confiando únicamente.
Fervorosa e increíblemente predicabais, y Dios feliz,
os escuchaba y los milagros del cielo llovían. Se os
apareció entonces Nuestro Señor Jesucristo, San
Francisco y Santo Domingo de Guzmán y os dio la orden
de dedicaros a predicar por ciudades, pueblos, campos
y países. Y, vos, fiel cumplidor como erais, así,
lo hicisteis. El norte de España, el sur de Francia,
el norte de Italia, y Suiza, saben de vos hasta hoy.
Convertisteis a judíos y moros, en España, de manera
increíble. Antes de predicar rezabais por más de cinco
horas, para a Dios pedir que vuestra palabra, fuese
eficaz. Y, así era. En el mismo suelo dormíais y
ayunabais el tiempo todo. Predicación, procesiones,
conversiones, rezos y llantos, a Dios alabando siempre.
“Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de
pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas”.
Decíais vos, que, santo como erais, increíble parecía.
Vuestra vida terrena se os acabó, pero vuestra alma,
está hoy, coronada de gloria, de luz y eternidad de vida,
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Vicente Ferrer, “vivas palabras de Cristo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Abril
San Vicente Ferrer
Presbítero
de la vida, su amado santo, y que, vuestra vida
inspirada estuvo en amor hacia Cristo, Nuestra
Señora y principalmente en los pobres. Cada viernes,
en recuerdo de Cristo crucificado, y cada sábado,
en honor de Nuestra Señora, hasta el final de vuestros
días entregasteis en señal de sacrificio santo.
El maligno, os asaltó durante vuestra juventud y
claro, lo vencisteis, en Dios confiando únicamente.
Fervorosa e increíblemente predicabais, y Dios feliz,
os escuchaba y los milagros del cielo llovían. Se os
apareció entonces Nuestro Señor Jesucristo, San
Francisco y Santo Domingo de Guzmán y os dio la orden
de dedicaros a predicar por ciudades, pueblos, campos
y países. Y, vos, fiel cumplidor como erais, así,
lo hicisteis. El norte de España, el sur de Francia,
el norte de Italia, y Suiza, saben de vos hasta hoy.
Convertisteis a judíos y moros, en España, de manera
increíble. Antes de predicar rezabais por más de cinco
horas, para a Dios pedir que vuestra palabra, fuese
eficaz. Y, así era. En el mismo suelo dormíais y
ayunabais el tiempo todo. Predicación, procesiones,
conversiones, rezos y llantos, a Dios alabando siempre.
“Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de
pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas”.
Decíais vos, que, santo como erais, increíble parecía.
Vuestra vida terrena se os acabó, pero vuestra alma,
está hoy, coronada de gloria, de luz y eternidad de vida,
como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Vicente Ferrer, “vivas palabras de Cristo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Abril
San Vicente Ferrer
Presbítero
Martirologio Romano: San Vicente Ferrer, presbítero de la
Orden de Predicadores, de origen español, que recorrió incansablemente
ciudades y caminos de Occidente en favor de la paz y la unidad de la
Iglesia, predicando a pueblos innumerables el Evangelio de la penitencia
y la venida del Señor, hasta que en Vannes, lugar de Bretaña Menor,
entregó su espíritu a Dios. († 1419)
Fecha de canonización: 3 de junio de 1455 por el Papa Calixto III.
“Bebe el agua del maestro Vicente” se dice todavía en España para
recomendar el silencio. La expresión se refiere a un sabio consejo que
el dominico san Vicente Ferrer dio a una mujer que le preguntaba qué
podía hacer para congeniar con el malhumorado marido. “Tome este frasco
de agua -contestó el santo- y cuando tu esposo regrese del trabajo,
tómate un sorbo y mantenlo en la boca el mayor tiempo posible”. Era el
mejor modo de hacer que la mujer tuviera la boca cerrada y no contestara
al marido.
La anécdota hace ver la humana simpatía de este hombre, acérrimo
fustigador de las costumbres, que le mereció de sus contemporáneos el
título de “ángel del Apocalipsis”, porque en sus sermones acostumbraba
amenazar con flagelos y tribulaciones.
Vicente nació en Valencia (España) en 1350. A los 17 años había ya
terminado con tanto éxito sus estudios de filosofía y teología que sus
profesores lo incluyeron inmediatamente en el cuerpo docente.
Entró al convento de los dominicos de Valencia y fue ordenado
sacerdote en 1375, una fecha que en la historia de la Iglesia se
recuerda como el comienzo del gran cisma de Occidente (1378-1417). La
gran confusión dividió a los cristianos en dos obediencias: a Roma y a
Aviñón. Era inevitable que aun espíritus rectos, como Vicente Ferrer,
estuvieran de parte del Papa ilegítimo. La buena fe de Vicente Ferrer se
prueba con el hecho de que él hizo todo lo posible para solucionar el
gran conflicto y restituir así la unidad a la Iglesia. Recorrió toda
Europa, entusiasmando con su gran oratoria a las muchedumbres de fieles,
atraídos también por un fenómeno especial: al predicador dominico -que
sólo conocía el castellano, el latín y un poco de hebreo- le entendían
todos los fieles de las diversas naciones a donde él iba, cada uno en su
lengua, repitiéndose así el milagro de Pentecostés.
Auténtico predicador del mensaje cristiano, San Vicente recuperaba
todo el vigor juvenil aun en avanzada edad tan pronto subía al púlpito o
en los palcos improvisados en las plazas, porque las iglesias no eran
suficientes para las grandes muchedumbres; y esto a pesar de no conmover
al auditorio con palabras de esperanza, sino que fustigaba las
costumbres con tono amenazador. Lograda la unidad del pontificado con el
concilio de Constanza y con la elección de Martín V, Vicente recorrió
el norte de Francia tratando de poner fin a la guerra de los Cien años.
Murió el 5 de abril de 1419, durante la misión en Vannes, y fue
canonizado por su compatriota Calixto III en 1455.
Oración
¡Amantísimo Padre y Protector mío,
San Vicente Ferrer!
Alcánzame una fe viva y sincera
para valorar debidamente las cosas divinas,
rectitud y pureza de costumbres
como la que tú predicabas,
y caridad ardiente para amar a Dios
y al prójimo.
Tú, que nunca dejaste sin consuelo
a los que confían en ti,
no me olvides en mis tribulaciones.
Dame la salud del alma
y la salud del cuerpo.
Remedia todos mis males.
Y dame la perseverancia en el bien
para que pueda acompañarte
en la gloria por toda la eternidad.
Amén.
Tres Padrenuestros a San Vicente Ferrer pidiendo por las necesidades de todos sus devotos.