11 noviembre, 2014

El Papa Francisco declara venerable a un niño de 12 años

El Papa Francisco declara venerable a un niño de 12 años

Un niño italiano de 12 años fallecido a causa de un tumor ha vivido con «virtud heroica» el Evangelio y la fe cristiana. Se encuentra entre los ocho «siervos de Dios», junto a un obispo latinoamericano, dos laicas y varios sacerdotes cuyas «virtudes» han sido confirmadas por los últimos decretos de la Congregación para las Causas de los Santos, autorizados por el Papa Francisco.


(Aleteia/InfoCatólica) Se trata de Silvio Dissegna (1967-1979), un niño nacido en Turín, alegre, inteligente y lleno de vida. Quería ser profesor de escuela -recuerda Radio Vaticano-, así su mamá le regaló para navidad una máquina de escribir; su primera carta la tecleó para ella: «Te agradezco mamá porque me has dado a la luz, porque me has dado la vida que es tan bonita. Yo tengo tantas ganas de vivir».

La enfermedad y la fe de hierro

En la primavera de 1978, con sólo 11 años de edad, llegan los primeros dolores a las piernas. Los médicos confirman que es un cáncer de huesos fulminante.

Se distinguió por la fe vivida de manera sencilla pero firme ante el sufrimiento atroz que le devoraba. Intensificó la oración, y el rosario en sus manos era una fuerza consoladora. Después de la unción del crisma, el 21 de mayo 1978, pidió comulgar todos los días a pesar de que ya no podía caminar. Ciego, postrado en una cama, sabía transmitir auténtica esperanza a quienes le conocían.

La muerte y el legado de amor

En los brazos de la fe, murió a los doce años, el 24 de septiembre de 1979 con la seguridad de encontrar a Jesús en el paraíso. «Yo tengo muchas cosas que decir a Jesús y a la Virgen», decía y ofrecía sus sufrimientos por los sacerdotes y los misioneros y por la salvación de los pecadores.

Un educador de jóvenes entre los venerables

Entre los nuevos venerables, también se encuentra al padre Raimondo Calcagno, nacido en 1888 en Chioggia, Italia, de una familia de pobres pescadores. Desde niño descubrió que su vocación era la docencia.
Entró en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri y se comprometió como sacerdote a la asistencia de los jóvenes, sobre todo de aquellos de origen humilde. Mientras estaba muriendo, se escuchaba el ruido de los niños que jugaban. Y a quien se afanaba por hacerlos callar para respetar sus últimas horas, le dijo: «Déjalos jugar, jamás me han dado fastidio». Murió el 16 de julio 1964.

 (http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=22467)

San Martín de Tours

 

Oh, San Martín de Tours; sois vos, el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo. Y, ese hombre al que
llamaban el de la “media capa” aquella, que, con amor
compartisteis con Aquél “pobre”, que resultó siendo
el mismo Jesús. Y, desde entonces, y, por siempre,
con sumo amor y bondad os ganasteis a cuanto hombre
se os cruzó con vos, convirtiéndolos a la “Buena Nueva”
de la vida. “Batallador”, como significa vuestro nombre,
grande honor le hicisteis pues, vuestra huella, desde
el alto cielo, ilumina el camino de los hombres, que
os imitan. “Con la espada podía vencer a los enemigos
materiales. Con la cruz, estoy derrotando a los enemigos
espirituales”. “fui soldado por obligación y por deber,
y monje por inclinación y para salvar mi alma”. Así,
respondisteis, lleno de fe y pleno de valor, a quien
osó, preguntaros sobre el por qué, el ejército habíais
abandonado, para, abrazaros a la cruz de Cristo. “Hasta
ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en
adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”.
Así, os dirigisteis a vuestro general jefe, y él, quiso
daros varios premios pero vos, respondisteis: “Estos
regalos repártelos entre los que van a seguir luchando
en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de
Jesucristo, y mis premios serán espirituales”. Vuestros
discípulos os suplicaban llorando, cuando os ibais a
morir diciendo: “¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas
huérfanos y solos y desamparados?”. Y, vos, respondisteis
así: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehusó
ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras
mandar”. Y, así, luego de haberos gastado para Él, voló
vuestra alma, al cielo, para coronada ser, con corona
de luz, como premio a vuestra vida donada de amor y fe;
oh, San Martín de Tours, “batallador de la luz y del amor”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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11 de Noviembre
San Martín de Tours
Obispo
Año 397

Que el simpático San Martín nos obtenga de Dios la gracia de recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo lo recibe y lo paga Jesucristo, como si se lo hubiéramos hecho a Él en persona. Si tenéis fe, nada será imposible para vosotros (Jesucristo. Mt. 17,20).

Martín significa: “el batallador”. (De Mart = batalla). San Martín es un gran santo queridísimo para los franceses, y muy popular en todo el mundo. Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar.

Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”.

Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo: “Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión”. El general quiso darle varios premios pero él le dijo: “Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales”.

En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo. Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: “fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma”.

Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.
En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.

Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: “Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales”.

Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia. Dice su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.
Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: “Es que el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual”. Al emperador le agradó aquella explicación.

En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: “Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?”.

Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.

Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: “¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?”. El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar”.

Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra. El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir “medio manto” se dice “capilla”, la gente decía: “Vamos a orar donde está la capilla”. Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.