No temas, Zacarías, tu petición ha sido escuchada
Adviento
El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración
Pongamos todo en manos de Dios
Por: Santiago Garza
Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 5-25
En tiempo de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote, llamado
Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de
Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban
sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían
hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió
que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó
en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario
del Señor para quemar el incienso.
Toda la multitud del pueblo estaba
fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del
Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías,
se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas,
Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te
dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y
alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante
el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya
desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les
convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el
poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los
hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo
conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le
respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido
enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a
quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas,
porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su
tiempo». El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su
demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y
comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba
por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los
días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer
Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo
que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi
oprobio entre los hombres».
Oración introductoria
Padre mío, te suplico que esta meditación me ayude a no caer en la
situación de Zacarías, que aunque dedicaba su vida a la oración y estaba
en el templo, dudó del anuncio y de tu poder. Dame tu gracia para que
sepa ser dócil y acepte gustoso lo que hoy quieras pedirme.
Petición
Jesucristo, ayúdame a confiar plenamente en las inspiraciones del Espíritu Santo.
Meditación del Papa Benedicto XVI
¿De dónde viene esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta,
tan coherente, gastada así completamente por Dios, y preparar el camino
para Jesús? La respuesta es simple: de la relación con Dios, de la
oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don
divino por mucho tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel; un
don inmenso, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada y
Isabel era estéril; pero nada es imposible para Dios.
El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración,
en el templo de Jerusalén, es más, sucede cuando a Zacarías le toca el
gran privilegio de entrar en el lugar santísimo del templo para quemar
incienso al Señor. También el nacimiento de Juan el Bautista estuvo
marcado por la oración: el canto de gozo, de alabanza y de acción de
gracias que Zacarías eleva al Señor, y que recitamos cada mañana en los
Laudes, el “Benedictus”, exalta la acción de Dios en la historia y
muestra proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de
Dios hecho carne, para preparar sus caminos. Toda la existencia del
Precursor de Jesús es alimentada por una relación con Dios,
especialmente el tiempo de permanencia en el desierto. (Homilía de Benedicto XVI, 29 de agosto de 2012).
Reflexión
El Evangelio de hoy nos presenta a Zacarías, hombre justo e íntegro,
que caminaba sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Se le apareció el ángel Gabriel para anunciarle que su mujer, Isabel,
daría a luz un hijo a pesar de su avanzada edad y esterilidad. Y, ¿cómo
reacciona Zacarías? Duda, no cree. Le parece imposible que aquello que
había escuchado fuese verdad.
Sí, así es, vemos cómo a pesar de ser un hombre justo y de cumplir
todos los mandamientos le falta fe. Fe en la omnipotencia de Dios, fe en
la voluntad de Dios. Hoy en nuestros días hay también muchos “Zacarías”
que viven sin creer ni en Dios ni en sus hermanos, los hombres. Esta
falta de confianza se manifiesta de muchísimas maneras. El hombre de
nuestro tiempo parece que vive huyendo de los demás. Vive a la
defensiva, olvidándose así de la caridad y de la fraternidad humana.
Desconfía de aquellos que están a su alrededor y se cubre con la
caparazón de la indiferencia para que el mundo externo no le afecte.
Todo esto por falta de fe y de amor a Dios y por falta de fe y amor a
los hombres.
Propósito
Abramos, pues, nuestros corazones y dejemos que la gracia de Dios
actúe en cuestas vidas. Pidamos fe, mucha fe, para creer en Dios
aceptando su voluntad divina sobre nuestras vidas. Fe para confiarnos en
los demás pensando siempre bien de aquellos que se encuentran en
nuestro alrededor.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, dame tu gracia para vivir con un auténtico espíritu
contemplativo estos días previos a la Navidad. Te ofrezco darle
prioridad a mi oración y a mi misión como apóstol de tu Reino,
alejándome de las tentaciones propias de este tiempo, que en vez de
propiciar el silencio y la contemplación, invitan a la disipación y a
equivocar el camino que lleva a la santidad.
(http://www.es.catholic.net/op/articulos/11741/zacaras-en-el-templo.html)