¡Oh!, San Maximiliano Kolbe; vos sois, el hijo del Dios
de la vida, su amado santo e imitación perfecta de Él,
porque Él, la vida dio por la redención del mundo y vos,
por la de aquél prójimo. No en vano, el Maestro Divino,
había dicho que, no hay amor más grande, que el amor
de aquél, que la Vida da por sus amigos. Y, vos, honor,
hicisteis al significado de vuestro nombre: “El más
importante de la familia”. Y vos, así, lo refrendasteis,
como aquél día en que, la vida disteis, por uno de
vuestros compañeros de martirio. De pronto, al oírse
un diez, el hombre que signado con él estaba, un grito
dio y exclamando: “Dios mío, yo tengo esposa e hijos.
¿Quién los va a cuidar?”. Y, fuisteis vos, padre Kolbe,
quien respondió al verdugo así: “Yo me ofrezco para
reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir
de hambre”. Y, el verdugo os respondió: ¿Y por qué?
– Y, continuasteis vos: “Es que él tiene esposa e hijos
que lo necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y
nadie me necesita¨. El verdugo un momento duda, pero
finalmente responde: “¡Aceptado!”. Bastó esa palabra
para que os elevarais hasta el mismísimo cielo, que,
sus puertas abrió, para coronaros con corona de luz,
como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San Maximiliano Kolbe, “vivo amor por el prójimo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Agosto
San Maximiliano Kolbe
Mártir
Año 1941
Maximiliano significa: “El más importante de la familia”. Es este uno
de los mártires modernos. Murió en la Segunda Guerra Mundial. Había
sido llevado por los nazis al terrorífico campo de concentración de
Auschwitz. Un día se fugó un preso. La ley de los alemanes era que por
cada preso que se fugara del campo de concentración, tenían que morir
diez de sus compañeros. Hicieron el sorteo 1-2-3-4…9…10 y al que le iba
correspondiendo el número 10 era puesto aparte para echarlo a un sótano a
morirse de hambre. De pronto al oírse un 10, el hombre a quien le
correspondió ese número dio un grito y exclamó: “Dios mío, yo tengo
esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?”.
En ese momento el padre Kolbe dice al oficial: “Yo me ofrezco para
reemplazar al compañero que ha sido señalado para morir de hambre”. El
oficial le responde: ¿Y por qué? – Es que él tiene esposa e hijos que lo
necesitan. En cambio yo soy soltero y solo, y nadie me necesita. El
oficial duda un momento y enseguida responde: Aceptado.
Y el prisionero Kolbe es llevado con sus otros 9 compañeros a morirse
de hambre en un subterráneo. Aquellos tenebrosos días son de angustias y
agonías continuas. El santo sacerdote anima a los demás y reza con
ellos. Poco a poco van muriendo los demás. Y al final después de
bastantes días, solamente queda él con vida. Como los guardias necesitan
ese local para otros presos que están llegando, le ponen una inyección
de cianuro y lo matan. Era el 14 de agosto de 1941.
Su familia, polaca, era inmensamente devota de la Sma. Virgen y cada
año llevaba a los hijos en peregrinación al santuario nacional de la
Virgen de Chestokowa. El hijo heredó de sus padres un gran cariño por la
Madre de Dios. Cuando era pequeño tuvo un sueño en el cual la Virgen
María le ofrecía dos coronas, si era fiel a la devoción mariana. Una
corona blanca y otra roja. La blanca era la virtud de la pureza. Y la
roja, el martirio. Tuvo la dicha de recibir ambas coronas.
Un domingo en un sermón oyó decir al predicador que los Padres
Franciscanos iban a abrir un seminario. Le agradó la noticia y con su
hermano se dirigió hacia allá. En 1910 fue aceptado como Franciscano, y
en 1915 obtuvo en la Universidad de Roma el doctorado en filosofía y en
1919 el doctorado en teología. En 1918 fue ordenado sacerdote.
Maximiliano gastó su vida en tratar de hacer amar y venerar a la Sma.
Virgen. En 1927 fundó en Polonia la Ciudad de la Inmaculada, una gran
organización, que tuvo mucho éxito y una admirable expansión. Luego
funda en Japón otra institución semejante, con éxito admirable.
El padre Maximiliano fundó dos periódicos. Uno titulado “El Caballero
de la Inmaculada”, y otro “El Pequeño diario”. Organizó una imprenta en
la ciudad de la Inmaculada en Polonia, y después se trasladó al Japón y
allá fundó una revista católica que pronto llegó a tener 15,000
ejemplares. Un verdadero milagro en ese país donde los católicos casi no
existían. En la guerra mundial la ciudad de Nagasaki, donde él tenía su
imprenta, fue destruida por una bomba atómica. A su imprenta no le
sucedió nada malo.
Los nazis durante la guerra, al invadir Polonia, bombardearon la
ciudad de la Inmaculada y se llevaron prisionero al padre Maximiliano,
con todos los que colaboraban. El ya había fundado una radiodifusora y
estaba dirigiendo la revista “El caballero de la Inmaculada”, con gran
éxito y notable difusión. Todo se lo destruyó la guerra, pero su
martirio le consiguió un puesto glorioso en el cielo.
Cuando el Santo Padre Pablo VI lo declaró beato, a esa gran fiesta
asistió, el hombre por el cual él había ofrecido el sacrificio de su
propia vida. Juan Pablo II, su paisano, lo declaró santo ante una
multitud inmensa de polacos. En este gran santo sí se cumple lo que dijo
Jesús: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere, produce mucho
fruto. Nadie tiene mayor amor que el que ofrece la vida por sus amigos”.
Quiera Dios que también nosotros seamos capaces de sacrificarnos como
Cristo y Maximiliano, por el bien de los demás.