13 noviembre, 2014

San Leandro de Sevilla

 

Oh, San Leandro, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, que, nacido en familia de santos,
predestinado estabais, como que así lo fuisteis, pues
con vuestros hermanos Isidoro, Fulgencio y Florentina,
hoy, os acompañan en el santoral. Creasteis, la escuela
en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas,
sino también, todas las artes y entre los alumnos, Recadeo
y Hermenegildo, del rey visigodo, Leovigildo, hijos.
Así, la conversión de Hermenegildo, comenzó, el arrianismo
abandonando y abrazando la fe católica, aunque desterrado
terminasteis, pero, a Dios gracias, volvisteis a Sevilla
terminando la Arriana herejía, imponiéndose la fe Católica,
y con ella, el resurgir la cristiana vida, con la fundación
de monasterios y parroquias por pueblos y ciudades,
adornados de sabias legislaciones en materias religiosas
y civiles. A vos, os conocen de estadista y santo. Y, sí,
estadista, porque, desarrollasteis vastísima labor como
tal, y como amoroso obispo, una profunda dedicación
pastoral a vuestro pueblo, con prédicas de maravillosos
sermones. Escribíais teológicos tratados y os dedicabais
largo tiempo a la oración, a la penitencia y al ayuno.
Y así, un día de la vida, entregasteis vuestra alma a quien
le pertenece: ¡Dios!, para coronada ser, con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y esperanza;
Oh, San Leandro de Sevilla, “imitación amorosa de Dios”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Noviembre
San Leandro de Sevilla
Obispo

Nació en Cartagena, hacia el año 540. Pertenecía a una familia de santos: sus hermanos Isidoro (que le sucedería como Obispo de Sevilla), Fulgencio (Obispo de Écija) y Florentina, le acompañan en el santoral.

Elegido Obispo de Sevilla, creó una escuela, en la que se enseñaban no sólo las ciencias sagradas, sino también todas las artes conocidas en aquel tiempo. Entre los alumnos, se encontraban Hermenegildo y Recaredo, hijos del rey visigodo Leovigildo. Allí comenzó el proceso de conversión de Hermenegildo, que lo llevaría a abandonar el arrianismo y a abrazar la fe católica. Y, también, el enfrentamiento con su padre, que desembocaría en una guerra. A consecuencia de esta guerra, a Leandro le tocó ir al destierro.

Cuando mejoró la situación, pudo volver a Sevilla. Hermenegildo había sido ajusticiado por orden de su padre. Pero este, en los últimos años de su vida, influenciado, sin duda, por el testimonio del hijo mártir, aconsejó bien a su otro hijo, Recaredo, que le sucedería en el trono. El nuevo rey, aconsejado por Leandro, convocó el Concilio III de Toledo, en el que rechazó la herejía arriana y abrazó la fe católica.

A Leandro le debemos no sólo la conversión del rey, sino también el haber contribuido al resurgir de la vida cristiana por todos los rincones de la Península: se fundaron monasterios, se establecieron parroquias por pueblos y ciudades, nuevos Concilios de Toledo dieron sabias legislaciones en materias religiosas y civiles.

Se ha dicho que Leandro fue un verdadero estadista y un gran santo. Y es verdad. Porque, al mismo tiempo que desarrollaba esa vasta labor como hombre de Estado, nunca olvidaba que, como obispo, su ministerio le exigía una profunda vida religiosa y una dedicación pastoral intensa a su pueblo. Predicaba sermones, escribía tratados teológicos, dedicaba largos ratos a la oración, a la penitencia y al ayuno.

Murió el Obispo Leandro, en Sevilla, hacia el año 601. Su fiesta se celebra el 13 de noviembre.