04 diciembre, 2014

San Juan Damasceno

 

Oh, San Juan Damasceno; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, que, en el ayer, vuestra
voz, alzasteis, y con vuestra pluma, escribisteis
a favor del culto a las imágenes y en contra de los
paganos iconoclastas, que, en su desespero esbozaron
irritas razones, para no hacerlo. Pero vos, iluminado
por la divina providencia escribisteis y con razón
sabia que: “lo que es un libro para los que saben
leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se
enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a
los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que
no leen”. ¡Pluma sabia! Santo escrito y don del Dios
eterno. Combatisteis al iconoclasta León el Isaúrico,
quien decía que los católicos, las imágenes adoran,
y vos, le respondisteis que ello, falso era, pues,
las veneramos. Además, le aclarasteis, pues “adorar”
creer es, que una imagen es un Dios, que puede milagros
hacernos, y que ello, es pecado de idolatría. “Venerar”,
rendirle culto es, a una imagen pues ella nos recuerda
un personaje que mucho amamos. Y, por ello, de furia
lleno, León, impío, la mano derecha cortaros ordenó,
pero, vos, devotísimo, de Nuestra Señora, con milagro
patente os premió, y por ella, escribisteis bellísimos
sermones en su favor. Después de haber gastado vuestra
santa vida, en buena lid, voló vuestra alma al cielo
para coronada ser, con corona de luz y de eternidad,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor;
Oh, San Juan Damasceno; “abogado de las imágenes de Dios”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Diciembre
San Juan Damasceno
Obispo y Doctor de la Iglesia
Año 749

Se le llama “Damasceno”, porque era de la ciudad de Damasco (en Siria). Su fama se debe principalmente a que él fue el primero que escribió defendiendo la veneración de las imágenes.

Era hijo de un alto empleado del Califa de Damasco, y ejerció también el importante cargo de ministro de Hacienda en esa capital. Pero de pronto dejó todos sus bienes, los repartió entre los pobres y se fue de monje al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén, y allí se dedicó por completo a leer y escribir.

Juan se dio cuenta de que Dios le había concedido una facilidad especial para escribir para el pueblo, y especialmente para resumir los escritos de otros autores y presentarlos de manera que la gente sencilla los pudiera entender.

Al principio sus compañeros del monasterio se escandalizaban de que Juan se dedicara a escurrir versos y libros, porque ese oficio no se había acostumbrado en aquella comunidad. Pero de pronto cambiaron de opinión y le dieron plena libertad de escribir (dice la tradición que este cambio se debió a que el superior del monasterio oyó en sueños que Nuestro Señor le mandaba dar plena libertad a Damasceno para que escribiera).

En aquel tiempo un emperador de Constantinopla, León el Isaúrico, dispuso prohibir el culto a las imágenes, metiéndose él en los asuntos de la Iglesia, cosa que no le pertenecía, y demostrando una gran ignorancia en religión, como se lo probó en carta famosa el Papa Gregorio II. Y fue entonces cuando le salió al combate con sus escritos San Juan Damasceno. Como nuestro santo vivía en territorios que no pertenecían al emperador (Siria era de los Califas mahometanos), podía escribir libremente sin peligro de ser encarcelado. Y así fue que empezó a propagar pequeños escritos a favor de las imágenes, y estos corrían de mano en mano por todo el imperio.

El iconoclasta León el Isaúrico, decía que los católicos adoran las imágenes (se llama iconoclasta al que destruye imágenes). San Juan Damasceno le respondió que nosotros no adoramos imágenes, sino que las veneramos, lo cual es totalmente distinto. Adorar es creer que una imagen es un Dios que puede hacernos milagros. Eso sí es pecado de idolatría. Pero venerar es rendirle culto a una imagen porque ella nos recuerda un personaje que amamos mucho, por ej. Jesucristo, la Sma. Virgen o un santo.

Los católicos no adoramos imágenes (no creemos que ellas son dioses o que nos van a hacer milagros. Son sólo yeso o papel o madera, etc.) pero sí las veneramos, porque al verlas recordamos cuanto nos han amado Jesucristo o la Virgen o los santos. Lo que la S. Biblia prohíbe es hacer imágenes para adorarlas, pero no prohibe venerarlas (porque entonces en ningún país podían hacerse imágenes de sus héroes y nadie podría conservar el retrato de sus padres).

San Juan Damasceno decía en sus escritos: “lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen”.

Dicen autores muy antiguos que el emperador León, por rabia contra San Juan Damasceno por lo bien que escribía en favor de las imágenes, mandó a traición que le cortaran la mano derecha, con la cual escribía. Pero el santo que era devotísimo de la Sma. Virgen, se encomendó a Ella con gran fe y la Madre de Dios le curó la mano cortada y con esa mano escribió luego sermones muy hermosos acerca de Nuestra Señora.