Día litúrgico: Domingo XXX (C) del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 18,9-14): En aquel tiempo, a
algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús les
dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo,
otro publicano.
»El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera:
‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres,
rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos
veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’.
»En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se
atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo
que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se
ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».
_____________________________«¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí…»
Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu (Sant Feliu de Llobregat, España)
Hoy leemos con atención y novedad el Evangelio de san Lucas. Una
parábola dirigida a nuestros corazones. Unas palabras de vida para
desvelar nuestra autenticidad humana y cristiana, que se fundamenta en
la humildad de sabernos pecadores («¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que
soy pecador!»: Lc 18,13), y en la misericordia y bondad de nuestro Dios
(«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será
ensalzado»: Lc 18,14).
La autenticidad es, ¡hoy más que nunca!, una necesidad para
descubrirnos a nosotros mismos y resaltar la realidad liberadora de Dios
en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Es la actitud adecuada para
que la Verdad de nuestra fe llegue, con toda su fuerza, al hombre y a la
mujer de ahora. Tres ejes vertebran a esta autenticidad evangélica: la
firmeza, el amor y la sensatez (cf. 2Tim 1,7).
La firmeza, para conocer la Palabra de Dios y mantenerla en nuestras
vidas, a pesar de las dificultades. Especialmente en nuestros días, hay
que poner atención en este punto, porque hay mucho auto-engaño en el
ambiente que nos rodea. San Vicente de Lerins nos advertía: «Apenas
comienza a extenderse la podredumbre de un nuevo error y éste, para
justificarse, se apodera de algunos versículos de la Escritura, que
además interpreta con falsedad y fraude».
El amor, para mirar con ojos de ternura —es decir, con la mirada de
Dios— a la persona o al acontecimiento que tenemos delante. San Juan
Pablo II nos anima a «promover una espiritualidad de la comunión», que
—entre otras cosas— significa «una mirada del corazón sobre todo hacia
el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser
reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro
lado».
Y, finalmente, sensatez, para transmitir esta Verdad con el lenguaje
de hoy, encarnando realmente la Palabra de Dios en nuestra vida:
«Creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso» (San Juan
Crisóstomo).
(http://evangeli.net/evangelio/dia/2019-10-27)