¡Oh!, Santos Marcelino y Pedro, vosotros, sois los hijos
Dios de la Vida y sus amados santos. Vos, Marcelino, erais
un sacerdote, y vos, Pedro, un fervoroso cristiano que
teníais el poder especial de demonios expulsar. En aquél
tiempo, os llevaron a prisión por los enemigos de Cristo,
pero, en la cárcel os dedicasteis a predicar valerosamente
tanto que, lograsteis al carcelero, a su mujer, a sus hijos
y a varios prisioneros convertir. Y, claro, enterados de ésta
humillación, vuestros impíos captores la pena de muerte
decretaron sobre vosotros y, os llevaron a un bosque
llamado “la selva negra”, y allá os asesinaron, cortándoos
la cabeza para luego sepultaros en el más profundo secreto
para que nadie supiera dónde estaban enterrados. Pero,
cosas de Dios, el verdugo, al ver lo santamente que habían
muerto se convirtió al cristianismo y contó dónde estaban
sepultados y los cristianos fueron y sacaron vuestros restos
para daros cristiana y honrosa sepultura. Enterado, Constantino
emperador, una basílica construyó, sobre vuestras tumbas
y quiso él, que en ese sitio fuera sepultada su santa madre,
Santa Elena. Y, como suele suceder, por obra de Dios, ante
vuestros restos numerosos milagros se obraron. Tantos,
que, las gentes a coro repetían: “Santos Marcelino y Pedro
poderosos protectores, escuchad nuestros clamores”.
Y, escuchaban ellos, y por obra de Dios, sus ruegos realidad
se hacían. Y, así, con fe y valor vosotros entregasteis vuestras
vidas, y volaron vuestras almas, para coronadas ser con
coronas de luz y eternidad, como justo premio a vuestras
entregas increíbles de amor, fe y valor. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh!, Santos Marcelino y Pedro, “vivos verbos del Dios Trino”.
© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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2 de Junio
Santos Marcelino y Pedro
Mártires
Año 304
Las crónicas antiguas narran que ante los restos de los santos
Marcelino y Pedro, se obraron numerosos milagros. Y que las gentes
repetían: “Marcelino y Pedro poderosos protectores, escuchad nuestros
clamores”.
El primero de estos dos santos mártires era un sacerdote muy estimado
en Roma, y el segundo era un fervoroso cristiano que tenía el poder
especial de expulsar demonios. Fueron llevados a prisión por los
enemigos de la religión, pero en la cárcel se dedicaron a predicar con
tal entusiasmo que lograron convertir al carcelero y a su mujer y a sus
hijos, y a varios prisioneros que antes no eran creyentes. Disgustados
por esto los gobernantes les decretaron pena de muerte.
A Marcelino y Pedro los llevaron a un bosque llamado “la selva
negra”, y allá los mataron cortándoles la cabeza y los sepultaron en el
más profundo secreto, para que nadie supiera dónde estaban enterrados.
Pero el verdugo, al ver lo santamente que habían muerto se convirtió al
cristianismo y contó dónde estaban sepultados, y los cristianos fueron y
sacaron los restos de los dos santos, y les dieron honrosa sepultura.
Después el emperador Constantino construyó una basílica sobre la tumba
de los dos mártires, y quiso que en ese sitio fuera sepultada su santa
madre, Santa Elena.
Las crónicas antiguas narran que ante los restos de los santos
Marcelino y Pedro, se obraron numerosos milagros. Y que las gentes
repetían: “Marcelino y Pedro poderosos protectores, escuchad nuestros
clamores”.