29 abril, 2013

Santa Catalina de Siena




Oh, Santa Catalina de Siena, vos,
sois la hija del Dios de la vida, su
amada santa y Doctora, que, por las
Hermanas de la Penitencia de Santo
Domingo, a Dios conocisteis en vos
misma y os esforzasteis en semejaros
al Cristo del madero y luchasteis
en favor del Santo Padre, para que,
a su trono volviera y con ello, la
unidad de la Iglesia lograr. Vos,
a vuestro nombre, honor le hicisteis,
pues “pura y casta” a lo largo de
vuestra vida fuisteis. Al Papa, a
volver a Roma así, le exhortabais:
“¡Animo, virilmente, Padre! Que yo
le digo que no hay que temblar”. Y,
a un joven a muerte condenado en
razón de su fe, y, a quien vos hasta
el mismísimo patíbulo, acompañasteis
le dijisteis: “¡a las bodas, dulce
hermano mío! que pronto estarás en
la vida duradera”. Todo cuanto os
impedía, crecer, lo vencíais como el
día aquél en que, ante un leproso os
inclinasteis y besasteis sus llagas.
Y, en la soledad de vuestra celda,
vuestro “Diálogo sobre la Divina
Providencia”, dictasteis, y, que es
sublime canto de amor a Dios, que
os dio la vida. Y, por ello y mucho
más, Patrona de Italia, junto con San
Francisco de Asís, y de Europa, Dios
os premió con justicia, coronándoos
con corona de luz y eternidad, en pago
de vuestra entrega de amor y de fe;
oh, Santa Catalina de Siena, “luz”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Abril
Santa Catalina de Siena
Virgen y Doctora de la Iglesia


Nacida en 1347, Catalina (nombre que significa “Pura”) era la menor del prolífico hogar de Diego Benincasa.Allí crecía la niña en entendimiento, virtud y santidad. A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles, que le sonreía, impartiéndole la bendición.

Su padre, tintorero de pieles, pensó casarla con un hombre rico. La joven manifestó que se había prometido a Dios. Entonces, para hacerla desistir de su propósito, se la sometió a los servicios mas humildes de la casa. Pero ella caía frecuentemente en éxtasis y todo le era fácil de sobrellevar.

Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía dieciséis años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de “la gran mortandad”, pereció más de la tercera parte de la población de Siena.

A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los veinticinco años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia.

Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado Diálogo de la divina providencia, donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus trescientas setenta y cinco cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua Italiana.

Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de treinta y tres años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado.

El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó doctora de la Iglesia. Ella, Santa Teresa de Avila y Santa Teresita de Lisieux son las tres únicas mujeres que ostentan este título.

Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Santos: Paulino, Severo, obispos; Agapio, Secundino, Tíquico, Torpetes, Emiliano, mártires; Pedro de Verona; Roberto (Bob, Boby), monje; Tértula, Antonia, vírgenes; Hugo, abad.