05 de Julio San Antonio María Zaccaría Fundador
En este sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella
frase del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia “Vivió muy poco tiempo,
pero hizo obras como si hubiera tenido una vida muy larga”.
Nació en Cremona, Italia, en 1502.
Quedó huérfano de padre cuando tenia muy pocos años. Su madre, viuda a
los 18 años, renunció a nuevos matrimonios que se le ofrecían con tal de
dedicarse totalmente a la educación de su hijita y los resultados que
obtuvo fueron admirables.
Estudió medicina en la Universidad
de Padua, y allí supo cuidarse muy bien para huir de las juergas
universitarias y así conservar la santa virtud de la castidad. Desde
joven renunció a los vestidos elegantes y costosos, y vistió siempre
como la gente pobre, y el dinero que ahorraba con esto, lo repartía
entre los más necesitados.
A los 22 años se graduó de
médico y su gran deseo era dedicarse totalmente a atender a las gentes
más pobres, la mayor parte de las veces gratuitamente, y aprovechar su
profesión para ayudarles también a sus pacientes a salvar el alma y
ganarse el cielo. Pero unos años después, sus directores espirituales le
aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales, y así logró
ordenarse de sacerdote. Así fue doblemente médico: de los cuerpos y de
las almas.
Antonio María tuvo siempre
desde muy pequeño un inmenso amor por los pobres. Ya en la escuela,
volvía a veces a casa sin saco, porque lo había regalado a algún
pobrecito que había encontrado por ahí tiritando de frío. Durante sus
años de profesional y sacerdote, todo lo que consigue lo reparte entre
los más necesitados.
Se trasladó a Milán (la
ciudad de mayor número de habitantes en Italia) porque en esa gran
ciudad tenía más posibilidades de extender su apostolado a muchas
gentes. Y allí, por medio de la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad
de las hermanas llamadas “Angelicales” (nombre que les pusieron porque
su convento se llamaba de “Los Santos Angeles”). El fin de esta
comunidad era preservar a las jovencitas que estaban en peligro de caer
en vicios, y redimir y volver al buen camino a las que ya habían caído.
Estas hermanas le ayudaron muchísimo a nuestro santo en todos sus
apostolados.
Luego con otros compañeros fundó la
Comunidad llamada “Clérigos de San Pablo” los cuales, por vivir en un
convento llamado de San Bernabé, fueron llamados por la gente “Los
Padres Bernabitas”. Esta congregación tenía por fin predicar para
convertir a los pecadores, extender por todas partes la devoción a la
Pasión y muerte de Cristo, y a su santa Cruz. Y esforzarse lo más
posible por tratar de obtener la renovación de la vida espiritual y
piadosa entre el pueblo, que estaba muy decaida y relajada. Estos
religiosos hicieron tanto bien en la ciudad y sus alrededores que unos
años mas tarde, San Carlos, gran arzobispo de Milán, dirá de ellos: “Son
la ayuda más formidable que he encontrado en mi arquidiócesis”.
San Antonio María sentía un
gran cariño por la Sagrada Eucaristía, donde está Cristo presente en la
Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y divinidad. Por eso propagó
por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas, que consiste en
dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar solemnemente a la
Sma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de culto.
Otra de sus grandes devociones era
la pasión y muerte de Cristo. Cada viernes, a las tres de la tarde hacía
sonar las campanas, para recordar a la gente que a esa hora había
muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de Jesús crucificado, y
se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los sufrimientos de
Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor hacia el
Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de
sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su
lectura lo emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus
discípulos les insistía en que leyeran tan preciosas cartas
frecuentemente, y que meditaran en sus importantísimas enseñanzas. A él
le sucedió lo que le ha pasado a miles y millones de creyentes en el
mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo han descubierto en
ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan
entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro santo le correspondió
vivir en los tiempos difíciles en los que en Alemania el falso
reformador Lutero proclamaba una falsa reforma en la religión, y en Roma
y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a trabajar por conseguir
una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos católicos sentían un
intenso deseo de que empezara una era de mayor fervor y menos frialdad y
maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme apostolado
preparó la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el
Concilio de Trento.
Siendo aún muy joven, sintió que de
tanto trabajar por el apostolado, le faltaban las fuerzas. Se fue a casa
de su santa madre, y en sus brazos murió el 5 de julio de 1539. Tenía
apenas 37 años, pero había hecho labores apostólicas como si hubiera
trabajado por tres docenas de años más. El Papa León XIII lo declaró
santo en 1897. Y nosotros le pedimos a San Antonio Zaccaría, que pida
mucho al buen Dios para que la Iglesia Católica se renueve día por día y
no vaya a caer nunca en la relajación y que no se enfríe nunca en el
santo fervor que Nuestro Señor quiere de cada uno de los creyentes.