¡Oh!, San Nicolás de Tolentino; vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo. Y, en gratitud
a San Nicolás de Bari, y a vuestros padres, “Nicolás”
os pusieron, que significa “regalo del cielo”. Y, sí,
así, fue, pues fuisteis un precioso regalo para ellos.
Hombre virtuoso, predicador de dulce verbo, amable y
poderoso, al que, las gentes de aquél tiempo, en alma
y cuerpo se rindieron, mientras que, de vuestras manos
y labios, los milagros de Dios, surgían. Vuestra vida,
amar a las almas del purgatorio, a los afligidos ayudar,
convertir a los pecadores y sembrar paz en los hogares.
Vos, dijisteis antes de morir: “No digan nada a nadie”.
“Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que
un poco de tierra. Un pobre pecador”. Cuarenta años
después de vuestra muerte, hallaron vuestro cuerpo
incorrupto. Os quitaron vuestros brazos y manó viva
sangre de ellos, por ello, conservados en relicarios
se guardan hasta hoy, manando cada vez sangre viva.
Así pues, por la vida pasasteis, con una entrega total
de amor y fe, a Jesús, Dios y Señor Nuestro, quien os
premió con corona de luz, como justicia a vuestra entrega
increíble de amor. “Victorioso con el pueblo santo”;
e indudable “Patrono de las almas del purgatorio";
¡Oh!, San Nicolás, “vivo amor por las almas de Dios”.
del Dios de la vida y su amado santo. Y, en gratitud
a San Nicolás de Bari, y a vuestros padres, “Nicolás”
os pusieron, que significa “regalo del cielo”. Y, sí,
así, fue, pues fuisteis un precioso regalo para ellos.
Hombre virtuoso, predicador de dulce verbo, amable y
poderoso, al que, las gentes de aquél tiempo, en alma
y cuerpo se rindieron, mientras que, de vuestras manos
y labios, los milagros de Dios, surgían. Vuestra vida,
amar a las almas del purgatorio, a los afligidos ayudar,
convertir a los pecadores y sembrar paz en los hogares.
Vos, dijisteis antes de morir: “No digan nada a nadie”.
“Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que
un poco de tierra. Un pobre pecador”. Cuarenta años
después de vuestra muerte, hallaron vuestro cuerpo
incorrupto. Os quitaron vuestros brazos y manó viva
sangre de ellos, por ello, conservados en relicarios
se guardan hasta hoy, manando cada vez sangre viva.
Así pues, por la vida pasasteis, con una entrega total
de amor y fe, a Jesús, Dios y Señor Nuestro, quien os
premió con corona de luz, como justicia a vuestra entrega
increíble de amor. “Victorioso con el pueblo santo”;
e indudable “Patrono de las almas del purgatorio";
¡Oh!, San Nicolás, “vivo amor por las almas de Dios”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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10 de Septiembre
San Nicolás de Tolentino
Año 1305
Año 1305
Obra santa y piadosa es orar por los difuntos, para que descansen de
sus penas (2 Macab.) El nombre Nicolás significa: “Victorioso con el
pueblo” (Nico = victorioso. Laos = pueblo).
El sobrenombre Tolentino le vino de la ciudad italiana donde trabajó y
murió. Sus papás después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y
para conseguir del cielo la gracia de que les llegara algún heredero,
hicieron una peregrinación al santuario de San Nicolás de Bari. Al año
siguiente nació este niño y en agradecimiento al santo que les había
conseguido el regalo del cielo, le pusieron por nombre Nicolás.
Ya desde muy pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una
cueva a orar. Cuando ya era joven, un día entró a un templo y allí
estaba predicado un famoso fraile agustino, el Padre Reginaldo, el cual
repetía aquellas palabras de San Juan: “No amen demasiado el mundo ni
las cosas del mundo. Todo lo que es del mundo pasará”. Estas palabras lo
conmovieron y se propuso hacerse religioso. Pidió ser admitido como
agustino, y bajo la dirección del Padre Reginaldo hizo su noviciado en
esa comunidad.
Ya religioso lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el
seminario lo encargaron de repartir limosna a los pobres en la puerta
del convento. Y era tan exagerado en repartir que fue acusado ante sus
superiores. Pero antes de que le llegara la orden de destitución de ese
oficio, sucedió que impuso sus manos sobre la cabeza de un niño que
estaba gravemente enfermo diciéndole: “Dios te sanará”, y el niño quedó
instantáneamente curado. Desde entonces los superiores empezaron a pesar
que sería de este joven religioso en el futuro.
Ordenado de sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó
sus manos sobre la cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas
palabras que había dicho al niño, y la mujer recobró la vista
inmediatamente. Fue a visitar un convento de su comunidad y le pareció
muy hermoso y muy confortable y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero
al llegar a la capilla oyó una voz que le decía: “A Tolentino, a
Tolentino, allí perseverarás”. Comunicó esta noticia a sus superiores, y
a esa ciudad lo mandaron.
Al llegar a Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada
moralmente por una especie de guerra civil entre dos partidos
políticos, los güelfos y los gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se
propuso dedicarse a predicar como recomienda San Pablo. Oportuna e
inoportunamente”. Y a los que no iban al templo, les predicaba en las
calles.
A Nicolás no le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran
orador, ni atraerse los aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba
era entusiasmarlos por Dios y obtener que cesara las rivalidades y que
reinara la paz. El Arzobispo San Antonino, al oírlo exclamó: “Este
sacerdote habla como quien trae mensajes del cielo. Predica con dulzura y
amabilidad, pero los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus
palabras penetran en el corazón y parecen quedar escritas en el cerebro
del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se arrepienten de su
mala ida pasada”.
Los que no deseaban dejar su antigua vida de pecado hacían todo lo
posible por no escuchar a este predicador que les traía remordimientos
de conciencia. Uno de esos señores se propuso irse a la puerta del
templo con un grupo de sus amigos a boicotearle con sus gritos y
desórdenes un sermón al Padre Nicolás. Este siguió predicando como si
nada especial estuviera sucediendo. Y de un momento a otro el jefe del
desorden hizo una señal a sus seguidores y entró con ellos al templo y
empezó a rezar llorando, de rodillas, muy arrepentido. Dios le había
cambiado el corazón. La conversión de este antiguo escandaloso produjo
una gran impresión en la ciudad, y pronto ya San Nicolás empezó a tener
que pasar horas y horas en el confesionario, absolviendo a los que se
arrepentían al escuchar sus sermones.
Nuestro santo recorría los barrios más pobres de la ciudad consolando
a los afligidos, llevando los sacramentos a los moribundos, tratando de
convertir a los pecadores, y llevando la paz a los hogares desunidos.
En las indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo
juramento que su esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que
empezó a oír al Padre Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a
tratar mal. Y otros testigos confirmaron tres milagros obrados por el
santo, el cual cuando conseguía una curación maravillosa les decía: “No
digan nada a nadie”. “Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que
un poco de tierra. Un pobre pecador”.
Murió el 10 de septiembre de 1305, y cuarenta años después de su
muerte fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión le quitaron
los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos,
conservados en relicarios, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto
ha hecho más popular a nuestro santo.
San Nicolás de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas
del purgatorio le suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas.
Desde entonces se dedicó a ofrecer muchas santas misas por el descanso
de las benditas almas. Quizás a nosotros nos quieran pedir también ese
mismo favor las almas de los difuntos.