Oh, San Simplicio, vos, sois el
hijo del Dios de la vida, y santo
varón que, vivisteis difíciles
tiempos, que, por la herejía y
el error, la Iglesia consumía. Por
ello, a atender de preferente
manera al clero os disteis, y su
reforma procurasteis, el error
localizando y a la vez, la solución
proponiendo, con la verdad clara
y justa. Firme perseverancia,
para reprimir las ansias del
querer, el poder y el tener, de
los miembros del clero. “Quien
abusa de su poder merece perderlo”.
Así, le escribes a uno de vuestros
obispos. En vuestra diócesis os
comportabais como modelo episcopal,
entregándoos al cuidado vuestros
fieles, a quienes instruíais con
fervoroso amor. Distribuías las
limosnas entre los más pobres
y dictabais normas para atender
los bautismos. Vuestra vida, fue
austera, y de oración constante,
tanto que, como monje rezabais y
os mortificabais como habitante del
desierto. Vuestra vida gastasteis y
Dios, os premió coronándoos de luz;
oh, San Simplicio, “justicia y verdad”.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Marzo
San Simplicio Papa
Natural de Tívoli, en el campo de Roma. Es hijo de Castino. Le vemos formando
parte del clero romano y sucediendo al papa san Hilario en la Sede de Roma, en
marzo del año 467.
Le toca vivir y ser Supremo Pastor en un tiempo difícil por la herejía y la
calamidad dentro de la Iglesia que aparece como inundada por el error. En
Occidente, Odaco se ha hecho dueño de Italia y es arriano como los godos en las
Galias, los de España y los vándalos en África; el panorama no es muy
consolador, no. Los ingleses aún están en el paganismo. Para Oriente no van
mejor las cosas, aunque con otros tonos, en cuanto a la vida de fe: el emperador
Zenón y el tirano Basílico favorecen la herejía de Eutiques; los Patriarcas han
resultado ambiciosos de poder y las sedes patriarcales son una deseada presa más
que un centro de irradiación cristiana. ¡Lamentable estado general de la Iglesia
que está necesitando un buen timonel!
El nuevo papa adopta en su pontificado una actitud fundamental: atiende
preferente al clero. Procura su reforma, detectando el error y proponiendo el
remedio con la verdad sin condescendencias que lo acaricien; muestra
perseverancia firme y tesón férreo cuando debe reprimir la ambición de los altos
eclesiásticos.
Modera la Iglesia que está en Oriente siendo un muro de contención frente a
las ambiciones de poder y dominio que muestra Acacio, Patriarca de
Constantinopla, cuando pretendía los derechos de Alejandría y Antioquía. No
cedió a las pretensiones del usurpador Timoteo Eluro, ni a las del intruso Pedro
el Tintorero. Defendió la elección canónica de Juan Tabenas como Patriarca de
Alejandría frente a las presiones de Pedro Mingo protegido por el emperador
Zenón.
Gobierna la Iglesia que está en Occidente mandando cartas a otro Zenón
-obispo de Sevilla-, encargándole rectitud y alabando su dedicación permanente a
la familia cristiana que tiene encomendada. También escribe a Juan, Obispo de
Rávena, en el 482, con motivo de ordenaciones ilícitas: «Quien abusa de su poder
-le dice- merece perderle». En el año 475 manda a los obispos galos Florencio y
Severo corregir a Gaudencio y privar del ejercicio episcopal a los que ordenó
ilícitamente al tiempo que da orientaciones para distribuir los bienes de la
Iglesia y evitar abusos.
En su diócesis de Roma se comporta como modelo episcopal,
entregándose al cuidado de sus fieles como si no tuviera en sus hombros a la
Iglesia Universal. Aquí cuida especialmente la instrucción religiosa de los
fieles, facilita la distribución de limosnas entre los más pobres y dicta normas
para atender primordialmente la administración del bautismo. Aún tuvo tiempo
para dedicar el primer templo en el occidente a San Andrés, el hermano del
apóstol Pedro, iuxta sanctam Mariam o iuxta Praesepe, sobre el monte
Esquilino.
También convocó un concilio para explicitar la fe ante los errores que había
difundido Eutiques, equivocándose en la inteligencia de la verdad, pues, en su
monofisismo, sólo admitía en Cristo la naturaleza divina con lo que se llegaba a
negar la Redención.
Los datos exactos de su óbito no están aún perfectamente esclarecidos, si
bien se conoce que fue en el mes de Febrero del año 483. Sus reliquias se
conservan en Tívoli.
Los contemporáneos del santo conocieron bien la austeridad de su vida
y su constante oración hasta el punto de afirmar que rezó como un monje y se
mortificó como un solitario del desierto. Sin esos medios su labor de servicio a
la Iglesia hubiera resultado imposible.