¡Oh! Santa
Catalina de Génova, vos sois la hija del Dios de la Vida,
su amada
santa, insigne por el desprecio de lo mundano, caridad
para con los
necesitados y enfermos y amante del Dios de la Vida,
fuisteis conocida
como modelo de conducta y admirada no sólo
por la
Iglesia Católica sino también por otros cristianos. Os dedicasteis
toda vuestra
vida al Señor, entregándoos a Él desde muy niña,
con obediencia,
santidad y penitencia, cambiando vuestra cama
por el duro
piso, y por almohada un tronco. A los doce años tuvisteis
vuestra primera
visión del amor de Dios, en la cual Jesús compartió
con vos los
sufrimientos de su Santa Pasión. A los trece, decidisteis
abrazar la
vida religiosa en el convento de las Hermanas de Nuestra
Señora de la
Gracia, pero no aceptaban niñas tan jóvenes, causándoos
una herida
en vuestro corazón. A los dieciséis os visteis obligada
casaros por conveniencia.
A los cinco años de casada, os sentisteis
abandonada por
todos e incluso de Dios, volcándoos hacia la vida
frívola buscando
un significado para vuestra vida. En la fiesta de San
Benito, vuestra
hermana Limbania, os sugirió un sacerdote confesor,
por medio
del cual el Señor os llenó de fortaleza y de Su amor eterno,
caísteis en éxtasis sintiéndoos incapaz de confesar vuestros
pecados, el
Señor os mostró vuestra vida como en película y sentisteis
la traición
que habíais hecho al amor del Señor, pero también pudisteis
ver a través
de las Sagradas Llagas de Jesús, su gran misericordia por
vos y por
todos los hombres. Esto os hizo repudiar desde ese momento
el pecado y
el mundo y estando en vuestra casa, el Señor se os apareció
ensangrentado,
cargando la cruz, y os mostró parte de Su vida y de Su
sufrimiento.
Nuestro Señor en os hizo recostar vuestra
cabeza en Su
Pecho al
igual que el Apóstol San Juan, dándoos la gracia de poder ver
todo a
través de Sus ojos y sentir a través de Su corazón traspasado.
Por medio de
sus constantes oraciones vuestro esposo se convirtió
y aceptó
vivir en celibato perpetuo, decidiendo entrar en la orden de
San
Francisco, dejando el palacio y vivir en una casa cerca del hospital
donde vosotros
servíais a los enfermos, ayudándolos a morir en paz.
El día de la
fiesta de la Anunciación, durante la celebración de la Santa
Misa, el
Señor os dio un amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día
comenzasteis
a comulgar diariamente. Vos, no comíais ni injeríais bebida
alguna
durante la cuaresma, alimentándoos únicamente de la Eucaristía.
Durante las
celebración de la Santa Misa, vuestro espíritu permanecía
siempre
recogido para recibir la Sagrada Comunión, y muchas veces
caísteis en
éxtasis, y llorando rogabais a Dios que perdonara vuestros
pecados. Practicasteis
sacrificios y penitencias para disciplinar vuestros
sentidos,
mortificando todo deseo carnal, absteniéndoos de comer carne
y frutas. Pasabais
largas horas en oración para poder llenaros del Señor
y permanecer
fuerte en los momentos de tentación. Durante una aparición
el Señor os dijo:
“Nunca digas yo deseo, o yo no deseo. Nunca digas mío,
sino siempre
nuestros. Nunca te excuses, sino que siempre estés pronta
para
acusarte a ti misma”. El” Tratado del Purgatorio”, escrito por Ettore
Vernaza, con
palabras vuestras, y que trata de hacer entender la condición
de las almas
del Purgatorio, en base a lo que vos habíais aprendido en vuestras
visiones y vuestras
experiencias espirituales. Vos decíais: “que
el amor propio
es el
anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la estrategia para
traer el mal
al mundo”. “La mejor manera de amar al Señor de una forma
plena es
olvidándose de uno mismo”. Y, así, voló
vuestra alma al cielo el Día
de la
Exaltación de la Cruz, para recibir corona de luz y eternidad. Cuando
más tarde se
abrió vuestra tumba, vuestros vestidos estaban descompuestos,
pero vuestro
cuerpo estaba intacto, al igual que el día que os enterraron.
¡Oh!, Santa
Catalina de Génova, “vivo amor por el Dios de
la Vida y del Amor”
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Septiembre
Santa Catalina de Génova
Esposa, Viuda, Modelo de Cristiandad y Mística
Martirologio Romano: En Génova, en la Liguria, de Italia,
santa Catalina Fieschi, viuda, insigne por el desprecio de lo mundano,
por sus frecuentes ayunos, amor de Dios y caridad para con los
necesitados y enfermos. (1510)
Fecha de canonización: Fue Canonizada el 18 de mayo de 1737 por el Papa Benedicto XIV.
Breve Biografía
Santa Catalina de Génova, perteneció a la familia Fieschi, siendo la
quinta hija del matrimonio de James Fieschi y Francesca di Negro de
Génova. La familia era de mucha fama y fortuna durante el siglo XV, y
cuenta con dos Papas: Inocencio IV y Adriano V.
Catalina fue conocida más tarde en el mundo como modelo de conducta,
admirada no sólo para la Iglesia Católica sino también por otros
bautizados.
Dedicó toda su vida al Señor, entregándose a El desde muy joven. De
niña fue muy obediente y en sus actitudes ya sobresalían los deseos por
la santidad y la penitencia. Con tan solo ocho años de edad ya mostraba
una inclinación particular a la penitencia, cambiando su cama cómoda y
lujosa por el duro piso, y su almohada por un áspero tronco.
Al cumplir doce años tuvo su primera visión del amor de Dios, en la
cual Jesús compartió con ella algunos de los sufrimientos de su Santa
Pasión. A los trece años decidió abrazar la vida religiosa en el
convento de las Hermanas de Nuestra Señora de la Gracia, donde su
hermana Limbania era ya una Religiosa profesa. Habló con el director de
la Orden, pero no aceptaban niñas tan jóvenes en la congregación. Esto
causó una fuerte herida en el corazón de Catalina, pero no perdió su fe
en el Señor.
Cuando su padre murió, se pensó que era necesario mantener el mando
político uniendo en matrimonio a los hijos del mismo rango. A la edad de
16 años se vio obligada a casarse en un matrimonio de conveniencia. Su
esposo era totalmente opuesto a Catalina, ella piadosa y él, un hombre
de mundo que no tenía compasión ni escrúpulos por nadie, ni por nada.
Los primeros años de su vida matrimonial fueron muy difíciles.
Catalina, después de haber aguantado muchas infidelidades de parte de
su esposo, a los cinco años de casada, se sintió abandonada de todos y
en profunda desolación, incluso de Dios. Volcó su vida a la frivolidad,
de fiesta en fiesta, trataba de buscar un significado a su vida. Pero
esto no la llenó de paz ni de gozo, mas bien de desesperación y
depresión.
Su Conversión
El 21 de marzo, de 1473, en la fiesta de San Benito, su hermana
Limbania le sugirió que fuera donde un sacerdote confesor, ella
consintió. Se encontró con un santo confesor por medio del cual el Señor
la llenó de gran fortaleza y de Su amor incondicional; cayó en éxtasis y
se sintió incapaz de confesar sus pecados. En ese momento el Señor le
mostró toda su vida como pasada en una película; pudo ver la traición
que ella había hecho al amor del Señor, pero al mismo tiempo pudo ver a
través de las Sagradas Llagas de Jesús, la gran misericordia del Señor
por ella y por todos los hombres, y el contrastante amor de Dios y el
amor del mundo. Esto le hizo repudiar desde ese momento el pecado y el
mundo. Ese mismo día, estando en su casa, el Señor se le apareció, todo
ensangrentado, cargando la cruz, y le mostró parte de Su vida y de Su
sufrimiento. Ella, llena del amor del Señor y triste por los diez años
que había desperdiciado no amando al Señor, decidió limpiar su vida y
así, empezar una vida nueva en El.
Luego, Nuestro Señor durante otra aparición, hizo recostar la cabeza
de Catalina en Su Pecho al igual que el Apóstol San Juan, dándole la
gracia de poder ver todo a través de Sus ojos y sentir a través de Su
corazón traspasado.
Por medio de sus constantes oraciones, su esposo se convirtió y
aceptó vivir en celibato perpetuo. Decidió entrar en la orden
franciscana terciaria y se trasladaron del palacio a una casa pequeña
cerca del hospital, donde servían a los enfermos, ayudándolos a morir en
paz. Es allí donde su esposo muere víctima de una enfermedad
contagiosa.
Catalina y la Eucaristía
El día de la fiesta de la Anunciación, después de su conversión,
durante la celebración de la Santa Misa, en el momento de la Comunión,
el Señor le dio un amor ardiente por la Eucaristía, y desde ese día
comenzó a comulgar diariamente.
El Señor la invita a estar con El en el desierto
Rememorando los 40 días Jesús pasó en el desierto, Catalina no comía
ni injería bebida alguna durante la cuaresma, alimentándose únicamente
de la Eucaristía. Continuó haciendo esto todos los años durante cuaresma
y adviento. Nunca manifestó debilidad ni dolor, excepto cuando por
alguna razón no podía recibir la Eucaristía. El testimonio de que la
Eucaristía es Fuente de Vida, se vio sobrenaturalmente manifestado en
ella.
Siempre mostró gran reverencia y amor por la Eucaristía. Durante las
celebración de la Santa Misa, su espíritu permanecía siempre recogido,
sobre todo a la hora de recibir la Sagrada Comunión, muchas veces se le
vio caer en éxtasis, y llorando rogaba a Dios perdonara sus pecados.
Ella comentaba que cuando recibía la Comunión sentía que un rayo de
amor traspasaba profundamente su corazón, a semejanza de otros místicos
como Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani,
Santa Verónica Guliani y el Padre Pío. Esto es el don de la
transverberación. Su gran amor por Nuestro Señor en la Eucaristía, la
hacía desearlo solamente y únicamente a El.
Sacrificio y mortificación. La Agonía y el Éxtasis
Durante los primero cuatro años, seguidos a su conversión, practicó
sacrificios y penitencias para disciplinar sus sentidos, mortificando
todo deseo de la carne. Se abstuvo de comer carne y todo tipo de frutas.
Dormía sobre objetos puntiagudos que cortaban su piel y le ocasionaban
sangramiento. Practicó una fuerte austeridad durante estos años, pero
siempre tuvo el cuidado del cumplimiento diario de sus deberes. Pasaba
largas horas en oración para poder llenarse del Señor y permanecer
fuerte en los momentos de tentación.
Como todos los santos, dedicó su vida a amar a Dios y al servicio de los hermanos no buscando su propia comodidad y deseos.
La penitencia que Catalina practicaba era muy fuerte, tanto así que
nuestro Señor en una ocasión le ordenó que cesara de practicar esas
mortificaciones y penitencias tan severas, a lo que ella obedeció.
Catalina siempre buscó la vida escondida, deseando la vida íntima con
el Señor, pero nunca tomó ningún don como merecido, pues sabía que por
ella misma nada bueno podía hacer. En todo ello veía el gran amor de
Dios, rogándole que siempre se hiciera en ella Su voluntad.
Durante una aparición el Señor le dijo: “Nunca digas yo deseo, o yo
no deseo. Nunca digas mío, sino siempre nuestros. Nunca te excuses, sino
que siempre estés pronta para acusarte a ti misma”.
Desde 1500 hasta su muerte, en 1510, hubo muchos fenómenos
extraordinarios en su vida, numerosas visiones, éxtasis durante los
cuales ella expresaba en voz alta lo que veía y oía. Las personas que
estaban a su lado tomaban cuidadosamente notas y compusieron obras sobre
Santa Catalina de Génova. Ninguno de estos textos fue escrito
directamente por la Santa, pero expresan fielmente sus experiencias y
pensamiento. Entre estas obras está el Tratado del Purgatorio, escrito
por Ettore Vernaza con palabras con que la Santa trataba de hacer
entender la condición de las almas del Purgatorio, en base a lo que ella
había aprendido en sus visiones, pero aún más en base a las
experiencias de su propia vida espiritual.
Batalla ente el Amor Divino y su amor propio.
Catalina describía el amor propio como el odio propio, decía que el
amor propio es el anzuelo puesto por el diablo para hacernos caer y la
estrategia para traer el mal al mundo.
El alma absorbida por el amor propio se dirige a la total ruina
espiritual. Sorda y ciega para la Verdad, condena su ser
voluntariamente, abriéndose camino al Purgatorio o a la eterna agonía
del infierno. Para ella el amor propio causa mayor muerte que la muerte
de nuestro propio cuerpo, pues nos aparta del Amor Divino, de la Verdad y
de la verdadera Voluntad de Dios. “La mejor manera de amar al Señor de
una forma plena es olvidándose de uno mismo”, insistía.
Muerte de Santa Catalina de Génova
Nueve años antes de su muerte, Catalina sufrió estuvo muy enferma.
Nada quitaba sus dolores y su condición iba deteriorándose
paulatinamente. Sufrió mucho a semejanza de su Divino Esposo, no había
una sola parte de su cuerpo que no sufriera dolor. Su cuerpo y su
espíritu estaban completamente unidos a los sufrimientos de la Pasión de
Cristo, aun cuando dormía.
Durante el último año de su vida, vivió prácticamente alimentándose
en una semana lo que se come regularmente en un día y, aunque
físicamente estaba padeciendo terriblemente, siempre mostró una especial
paz.
Catalina murió el 14 de septiembre, de 1507 , día de la Exaltación de
la Cruz. Su cuerpo fue enterrado en el hospital donde sirvió por mas de
40 años. Cuando años mas tarde se abrió su tumba, sus vestidos
presentaban signos de descomposición así como el ataúd, pero su cuerpo
estaba intacto, igual que el día en que había sido enterrado.
Muchos milagros a partir de su muerte.
Una amiga de Catalina que estaba críticamente enferma, tuvo una
visión de Catalina en el cielo, gozando de la Luz Divina. Entonces pidió
a los enfermeros del hospital que la trasladaran y la colocaran cerca
del cuerpo de Catalina, y que pasaran sobre la parte de su cuerpo que
estaba enfermo, un pedazo de tela del vestido de Catalina, en ese
instante la amiga de Catalina pidió la intercesión de la santa e
inmediatamente fue sanada.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia del hospital donde
sirvió tantos años. Su nombre original es la Santísima Annunziata, pero
se agrega el de Santa Catalina. Originalmente era parte del hospital
pero este fue destruido por la guerra mientras que la iglesia fue
prodigiosamente salvada. Hoy día la iglesia es mantenida por los frailes
franciscanos.
En muchos lugares se la festeja el 21 de Marzo, fecha original designada para recordarla.
(http://es.catholic.net/op/articulos/35386/catalina-fieschi-de-gnova-santa.html#modal)