¡Oh! Santo Tomás de Aquino, vos sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, y, a quien Él mismo,
sabiduría e inteligencia concedió, con los que, os
adentrasteis en sus secretos. Vuestro pensar y vuestra
palabra en “Summa Teológica”, grabados quedaron y
ella sola, pilar es, de Nuestra Santa Madre Iglesia
Católica. El “Pangelingua” y el “Tantumergo”, sublimes
himnos son, que, en honor a la Fiesta del Cuerpo y
Sangre de Cristo compusisteis, con viva fe y amor.
Y, vuestro tratado sobre el Ave María, el culmen son
de vuestro portento de fe. San Alberto, de vos, dijo:
“Vosotros lo llaman el “buey mudo”. Pero, este “buey”
llenará un día con sus mugidos el mundo entero”. Y,
cuando Jesús, se os apareció, os dijo: “Tomás, habéis
hablado bien de Mi ¿Qué queréis a cambio?”. Vos,
respondisteis: “Señor, lo único que quiero yo es amarte,
amarte mucho, y agradarte cada vez más”. Vuestros
compañeros de aquél tiempo, este comentario dejaron:
“La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad
es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y
en la Misa, después de la elevación, parece que
estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro
de resplandores de vez en cuando mientras celebra
la Eucaristía”. Siempre en cuenta a Nuestra Señora
teníais, pues en su borde escribíais “Dios te Salve
María”, “Martillo de los herejes”. Pocos meses antes
de morir tuvisteis una visión celestial y sobrenatural
que hizo que dejaseis dejasteis de escribir. Y, por
el Hermano Reginaldo preguntado acerca de la causa
por la cual ya no lo hacíais, respondisteis: “Es que,
comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he
escrito es muy poca cosa”. Más tarde, el Santo Padre,
os envió al Concilio de Lyon, pero os sentisteis mal,
y os llevaron por última vez la Sagrada Comunión y
exclamasteis: “Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que
pagaste con tu sangre el precio de la redención de
mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan
mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia
Católica, de quien me profeso hijo obediente”. Y,
así, voló vuestra alma al cielo, para corona de luz
recibir, como premio justo a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, Santo Tomás de Aquino; “viva roca de la fe en Dios”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Enero
Santo Tomás de Aquino
El Doctor Angélico
Presbítero y Doctor de la Iglesia
(+1274)
de la vida y su amado santo, y, a quien Él mismo,
sabiduría e inteligencia concedió, con los que, os
adentrasteis en sus secretos. Vuestro pensar y vuestra
palabra en “Summa Teológica”, grabados quedaron y
ella sola, pilar es, de Nuestra Santa Madre Iglesia
Católica. El “Pangelingua” y el “Tantumergo”, sublimes
himnos son, que, en honor a la Fiesta del Cuerpo y
Sangre de Cristo compusisteis, con viva fe y amor.
Y, vuestro tratado sobre el Ave María, el culmen son
de vuestro portento de fe. San Alberto, de vos, dijo:
“Vosotros lo llaman el “buey mudo”. Pero, este “buey”
llenará un día con sus mugidos el mundo entero”. Y,
cuando Jesús, se os apareció, os dijo: “Tomás, habéis
hablado bien de Mi ¿Qué queréis a cambio?”. Vos,
respondisteis: “Señor, lo único que quiero yo es amarte,
amarte mucho, y agradarte cada vez más”. Vuestros
compañeros de aquél tiempo, este comentario dejaron:
“La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad
es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y
en la Misa, después de la elevación, parece que
estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro
de resplandores de vez en cuando mientras celebra
la Eucaristía”. Siempre en cuenta a Nuestra Señora
teníais, pues en su borde escribíais “Dios te Salve
María”, “Martillo de los herejes”. Pocos meses antes
de morir tuvisteis una visión celestial y sobrenatural
que hizo que dejaseis dejasteis de escribir. Y, por
el Hermano Reginaldo preguntado acerca de la causa
por la cual ya no lo hacíais, respondisteis: “Es que,
comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he
escrito es muy poca cosa”. Más tarde, el Santo Padre,
os envió al Concilio de Lyon, pero os sentisteis mal,
y os llevaron por última vez la Sagrada Comunión y
exclamasteis: “Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que
pagaste con tu sangre el precio de la redención de
mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan
mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia
Católica, de quien me profeso hijo obediente”. Y,
así, voló vuestra alma al cielo, para corona de luz
recibir, como premio justo a vuestra entrega de amor;
¡Oh!, Santo Tomás de Aquino; “viva roca de la fe en Dios”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Enero
Santo Tomás de Aquino
El Doctor Angélico
Presbítero y Doctor de la Iglesia
(+1274)
Su Vida
Nace en el Castillo de Rocaseca, cerca de Nápoles, Italia, en 1225.
Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre
se llamaba Landulfo de Aquino. Alto, grueso, bien proporcionado, frente
despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha
delicadeza de sentimientos.
Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los
monjes Benedictinos llamado Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus
primeros años de estudios. Los monjes le enseñaron a meditar en
silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los
alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una
facilidad portentosa.
Continúa sus estudios por cinco años en la Universidad de Nápoles.
Allí supera a todos sus compañeros en memoria e inteligencia. Conoce a
los Padres Dominicos y se entusiasma por esa Comunidad. Quiere entrar de
religioso pero su familia se opone. El religioso huye hacia Alemania,
pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de
un escuadrón de militares y lo ponen preso. No logran quitarle el hábito
de dominico, pero lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca.
Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse
de memoria muchísimas frases de la S. Biblia y para estudiar muy a
fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que
después él explicará muy bien en la Universidad.
Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran
quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala
vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y
se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si
se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y así al vencer él las
pasiones de la carne, logró la Iglesia Católica conseguir un gran santo.
Si este joven no hubiera sabido vencer la tentación de la impureza, no
tendríamos hoy a este gran Doctor de la Iglesia.
Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a
felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud,
de la pureza que le concedía Nuestro Señor.
Liberado ya de la prisión lo enviaron a Colonia, Alemania, a estudiar
con el más sabio Padre Dominico de ese tiempo: San Alberto Magno. Al
principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y
al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le
pusieron de apodo: “El buey mudo”. Pero un día uno de sus compañeros
leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio
profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes:
“Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus
mugidos el mundo entero”. Y así sucedió en verdad después.
Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: “La ciencia de
Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y
horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que
estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores
de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía”.
A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la famosísima Universidad
de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de
la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos
los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el
prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se
traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse
de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que
haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado
por todos sin excepción.
En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre
el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio
Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de
importancia especial.
En 4 años escribe su obra más famosa: “La Suma Teológica”, obra
portentosa en 14 tomos, donde a base de Sagrada Escritura, de filosofía y
teología y doctrina de los santos va explicando todas las enseñanzas
católicas. Es lo más profundo que se haya escrito en la Iglesia
Católica.
En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a
un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de
la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de
la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.
El Romano Pontífice le encargó que escribiera los himnos para la
Fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y compuso entonces el
“Pangelingua” y el “Tantumergo” y varios otros bellísimos cantos de la
Eucaristía (dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San
Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía
leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San
Buenaventrua fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los
otros le parecían más hermosos). Después de haber escrito tratados
hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le
decía en una visión: “Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a
cambio?”. Y el santo le respondió: “Señor: lo único que yo quiero es
amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más”.
De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que
un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la
mesa y exclamó: “Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta”.
Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros
temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación.
Pocos meses antes de morir tuvo una visión acerca de lo sobrenatural y
celestial, y desde entonces dejó de escribir. Preguntado por el Hermano
Reginaldo acerca de la causa por la cual ya no escribía más, exclamó:
“Es que, comparando con lo que vi en aquella visión, lo que he escrito
es muy poca cosa”.
Santo Tomás logró que la filosofía de Aristóteles llegara a ser parte
de las enseñanzas de los católicos. Este santo ha sido el más famoso
profesor de filosofía que ha tenido la Iglesia.
Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea
la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que
había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de
los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.
Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose
delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario
Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más
de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y
con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las
verdades que debía explicar al pueblo.
Su humildad
Cumplía exactamente aquel consejo de San Pablo: “Consideren
superiores a los demás”. Siempre consideraba que los otros eran mejores
que él. Aun en las más acaloradas discusiones exponía sus ideas con
total calma; jamás se dejó llevar por la cólera aunque los adversarios
lo ofendieran fuertemente y nunca se le oyó decir alguna cosa que
pudiera ofender a alguno. Su lema en el trato era aquel mandato de
Jesús: “Tratad a los demás como deseáis que los demás os traten a
vosotros”.
Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus
cuadernos escribía: “Dios te salve María“. Y compuso un tratado acerca
del Ave María.
Su muerte
El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero por el camino se
sintió mal y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses
de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión
exclamó: “Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el
precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí
manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica,
de quien me profeso hijo obediente”.
Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años. Fue declarado santo
en 1323 apenas 50 años después de muerto. Y sus restos fueron llevados
solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra
en este día su fiesta.
Oración a Santo Tomás de Aquino
Angélico doctor Santo Tomás, gloria inmortal de la religión,
columna firmísima de la Iglesia, varón santísimo y sapientísimo, que por
los admirables ejemplos de tu inocente vida fuiste elevado a la cumbre
de una perfección consumada, y con tus prodigiosos escritos eres
martillo de los herejes, luz de maestros y doctores, y milagro estupendo
de sabiduría.
¡Oh! quien acertara, Santo mío, a ser en virtud y letras
verdadero discípulo, aprendiendo en el libro de vuestras virtudes y en
las obras que con tanto acierto escribiste la ciencia de los santos, que
es la verdadera y única sabiduría.
¡Quién supiera hermanar, como vos, la doctrina con la modestia, y
la alta inteligencia con la profunda humildad! Alcanzadme del Señor
esta gracia, junto con el inestimable don de la pureza y haced que,
practicando tu doctrina y siguiendo tus ejemplos, consiga la eterna
bienaventuranza. Amén.