¡Oh!, San Leonardo de Noblac, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y, su amado Santo, que, fama ganasteis, ya que,
en vuestro honor se erigieron muchas iglesias y capillas,
pues, despertasteis la fe, en tiempos de las cruzadas. Vos,
decidisteis no seguir la carrera de las armas y así, la vida
espiritual eligisteis y os pusisteis al servicio de San Remigio,
y, cuando os ofrecieron la episcopal dignidad, vos, retiraros
preferisteis a San Maximino, para luego iros a un bosque.
Un día vuestra soledad de oración, interrumpida se vio por
la llegada de vuestros reyes: Clodoveo y vuestra reina, a
quien le vinieron los dolores de parto. Y, vos, con vuestras
oraciones y cuidados hicisteis que el parto saliera bien, y,
el rey, en recompensa os obsequió, tierras para construir
un monasterio, que así, hicisteis, naciendo ciudad nueva
en honor de Nuestra Señora. Hombre justo, y a la oración
entregado, un día, voló vuestra alma al cielo, que, coronada
fue con corona de luz, como premio justo a vuestra entrega
de amor. Patrono de los prisioneros y de las parturientas;
¡Oh!, San Leonardo de Noblac, “amor y humildad de Cristo”.
de la vida, y, su amado Santo, que, fama ganasteis, ya que,
en vuestro honor se erigieron muchas iglesias y capillas,
pues, despertasteis la fe, en tiempos de las cruzadas. Vos,
decidisteis no seguir la carrera de las armas y así, la vida
espiritual eligisteis y os pusisteis al servicio de San Remigio,
y, cuando os ofrecieron la episcopal dignidad, vos, retiraros
preferisteis a San Maximino, para luego iros a un bosque.
Un día vuestra soledad de oración, interrumpida se vio por
la llegada de vuestros reyes: Clodoveo y vuestra reina, a
quien le vinieron los dolores de parto. Y, vos, con vuestras
oraciones y cuidados hicisteis que el parto saliera bien, y,
el rey, en recompensa os obsequió, tierras para construir
un monasterio, que así, hicisteis, naciendo ciudad nueva
en honor de Nuestra Señora. Hombre justo, y a la oración
entregado, un día, voló vuestra alma al cielo, que, coronada
fue con corona de luz, como premio justo a vuestra entrega
de amor. Patrono de los prisioneros y de las parturientas;
¡Oh!, San Leonardo de Noblac, “amor y humildad de Cristo”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de Noviembre
San Leonardo de Noblac
Abad
San Leonardo de Noblac
Abad
Es uno de los santos más populares de Europa central. En efecto; dice
un estudioso que en su honor se erigieron no menos de seiscientas
iglesias y capillas, y su nombre aparece frecuentemente en la
toponomástica y en el folclor. El mismo estudioso añade que él «despertó
una devoción particular en tiempos de las cruzadas, y entre los devotos
se cuenta el príncipe Boemundo de Antioquía que, hecho prisionero por
los infieles en 1100, atribuyó su liberación en 1103 al santo, y, de
regreso a Europa, donó al santuario de Saint-Léonard-de-Noblac, como ex
voto, unas cadenas de plata parecidas a las que él había llevado durante
su cautiverio». San Leonardo de Noblac (o de Limoges) es un santo
«descubierto» a principios del siglo XI, y a ese período remontan las
primeras biografías, que después inspiraron el culto hacia él.
Leonardo nació en Galia en tiempos del emperador Anastasio, es decir,
entre el 491 y el 518. Como sus padres, a más de nobles, eran amigos de
Clodoveo, el gran jefe de los Francos, éste quiso servir de padrino en
el bautismo del niño. Cuando ya era joven, Leonardo no quiso seguir la
carrera de las armas y prefirió ponerse al servicio de San Remigio, que
era obispo de Reims.
Como San Remigio, sirviéndose de la amistad con el rey, había
obtenido el privilegio de poder conceder la libertad a todos los
prisioneros que encontrara, también Leonardo pidió y obtuvo un poder
semejante, que ejerció muchas veces. El rey quiso concederle algo más:
la dignidad episcopal. Pero Leonardo, que no aspiraba a glorias humanas,
prefirió retirarse primero a San Maximino en Micy, y después a un lugar
cercano a Limoges, en el centro de un bosque llamado Pavum.
Un día su soledad se vio interrumpida por la llegada de Clodoveo que
iba a cacería junto con todo su séquito. Con el rey iba también la
reina, a quien precisamente en ese momento le vinieron los dolores del
parto. Las oraciones y los cuidados de San Leonardo hicieron que el
parto saliera muy bien, y entonces el rey hizo con el santo un pacto muy
particular: le obsequiaría, para construir un monasterio, todo el
territorio que pudiera recorrer a lomo de un burro. Alrededor del
oratorio en honor de María Santísima habría surgido una nueva ciudad.