¡Oh!, Corpus Christi, “Cuerpo de Cristo”,
“¡Oh banquete precioso y admirable!”,
instituida el Jueves Santo para tributaros
culto público, solemne de adoración, amor y
gratitud. Vos, os remontáis al siglo trece,
por las visiones de Santa Juliana de Mont
Cornillon y el Milagro Eucarístico de Bolsena.
Urbano Cuarto Papa, amante de la Eucaristía,
la bula “Transiturus” dio, para ensalzar el amor
de nuestro Salvador, en la Santa Eucaristía,
y ordenó que la solemnidad de “Corpus
Christi” en el día jueves después del domingo
de la Santísima Trinidad, se celebrase,
otorgando muchas indulgencias a todos los
fieles que asistieran a la Santa Misa y al
oficio. Este oficio, por el doctor angélico,
Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa,
compuesto y que, hasta los Protestantes
admiran. Murió Urbano, Papa, y Clemente Papa,
en Viena concilio, ordenó una vez más la adopción
de esta Santísima Fiesta. ¡Santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo! Vos, mismo, Señor mío
Jesucristo dijisteis: “Mi carne es verdadera
comida, y mi Sangre verdadera bebida; el que
come mi Carne, y bebe mi Sangre, en Mí mora,
y Yo en él”. “¡Oh banquete precioso y admirable!”;
¡Oh!, “Vivo y Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”.
© 2016 Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Mayo
Solemnidad de Corpus Christi
Corpus Christi: “Cuerpo de Cristo”, en latín.
“¡Oh banquete precioso y admirable!” ( Sto. Tomas de Aquino).
Esta fiesta conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves
Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y
solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba en la
Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad.
En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el
domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
La Solemnidad de Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Dos eventos
extraordinarios contribuyeron a la institución de la fiesta: Las
visiones de Santa Juliana de Mont Cornillon y El milagro Eucarístico de
Bolsena/Orvieto.
Urbano IV, amante de la Eucaristía, publicó la bula “Transiturus” el 8
de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor
de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se
celebrara la solemnidad de “Corpus Christi” en el día jueves después del
domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas
indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al
oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de
Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el
breviario Romano y ha sido admirado aun por Protestantes.
La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco
después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la
fiesta. La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306. El Papa Clemente V
tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311),
ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto
incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su
observancia.
Procesiones
Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como
un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron
dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se
hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.
El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue
introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años,
determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento
con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea
llevado en procesión por las calles y lugares públicos.
En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan
inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace
nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de
Nuestro Señor Jesucristo. Juan Pablo II ha exhortado a que se renueve
la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnes
procesiones.
En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los
calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de
Galicia, Calabria y Sicilia.
Santa Juliana de Mont Cornillon y la fiesta de Corpus Christi
La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó
huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont
Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue
superiora de su comunidad. Por diferentes intrigas tuvo que irse del
convento. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas
Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.
Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo
Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su
honor. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella
tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha
negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad. Ella comunicó
esta visión a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también
al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a
Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo
de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV.
El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo
los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis,
invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año
entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía
escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en
Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del
oficio.
El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya
que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por
primera vez con los cánones de San Martín en Liège. Jacques Pantaleón
llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien
Juliana había pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora
de la Santa Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de
Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo
entero.
Milagro Eucarístico de Orvieto – Bolsena
Orvieto es una preciosa ciudad de la Umbría, región italiana que ha
dado a la Iglesia innumerables santos. Basta mencionar a San Francisco,
Sta. Clara de Asís, Sta. Clara de Montefalco, San Valentín, San Benito,
Sta. Rita.
La ciudad, anidada en la cima de una montaña, me hace pensar en lo
trabajoso que habrá sido para sus ciudadanos comunicarse con el mundo
antes de este siglo. Sin embargo es en la actualidad cuando Orvieto
parece estar alejada y olvidada.
Los hijos de Orvieto del siglo XX, en su mayoría, prefirieron las
ciudades grandes de las planicies a vivir por las nubes. Sus grandes
edificios, especialmente su catedral, parecen un recuerdo de otros
tiempos muy distantes donde allí se vivió intensamente la fe, el arte y
el deseo de hacer algo grande por Dios
El Milagro Eucarístico
Orvieto no se puede olvidar porque allí se encuentra un prodigio
divino. Su catedral es custodia de un milagro Eucarístico que se puede
venerar en la capilla izquierda. Se trata de un corporal que muestra la
Sangre que brotó de una Sagrada Hostia.
En el año 1264 el Padre Pedro de Praga, Bohemia, dudaba sobre el
misterio de la transustanciación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en
la Eucaristía. Acudió así en peregrinación a Roma para pedir sobre la
tumba de San Pedro la gracia de una fe fuerte. De regreso de Roma, Dios
se le manifestó de manera milagrosa ya que cuando cuando celebraba la
Santa Misa en Bolsena, en la cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia
sangró llenando el Corporal de la Preciosa Sangre.
La noticia del prodigio llegó pronto al Papa Urbano IV, que se
encontraba en Orvieto, ciudad cercana a Bolsena. Hizo traer el corporal
y, al constatar los hechos, instituyó la Solemnidad de Corpus Christi.
El mismo Papa Urbano IV encargó a Sto. Tomás de Aquino la preparación
de un oficio litúrgico propio para esta fiesta y la creación de cantos e
himnos para celebrar a Cristo Eucaristía. Entre los que compuso está la
sublime secuencia “Lauda Sion” que se canta en la Misa de Corpus
Christi.
El año 1290 el Papa Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo,
colocó la primera piedra de la nueva
catedral de Orvieto donde aun se
encuentra la sagrada reliquia.
Bibliografía
La Enciclopedia Católica, volumen 4, y otras fuentes.Esta página es
obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María.