Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo".
«Mucha gente le seguía»
Hoy, podemos contemplar cómo se
forja en nuestro interior tanto el amor humano como el amor
sobrenatural, ya que tenemos un mismo corazón para amar a Dios y a los
otros.
Generalmente, el amor va abriéndose paso en el corazón humano cuando se
descubre el atractivo del otro: su simpatía, su bondad. Es el caso del
«muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces» (Jn 6,9). Da a
Jesús todo lo que lleva, los panes y los peces, porque se ha dejado
conquistar por el atractivo de Jesús. ¿He descubierto el atractivo del
Señor?
A continuación, el enamoramiento, fruto de sentirse correspondido. Dice
que «mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los
enfermos» (Jn 6,2). Jesús les escuchaba, les hacía caso, porque sabía
lo que necesitaban.
Jesucristo siente un poderoso atractivo por mí y quiere mi realización
humana y sobrenatural. Me ama tal como soy, con mis miserias, porque
pido perdón y, con su ayuda, sigo esforzándome.
«Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza
para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo» (Jn 6,15). Les dirá al
día siguiente: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no
porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os
habéis saciado» (Jn 6,26). Escribe san Agustín: «¡Cuántos hay que
buscan a Jesús, guiados solamente por intereses temporales! (...) Apenas
se busca a Jesús por Jesús».
La plenitud del amor es el amor de donación; cuando se busca el bien del
amado, sin esperar nada a cambio, aunque sea al precio del sacrificio
personal.
Hoy, yo le puedo decir: «Señor, que nos haces participar del milagro de
la Eucaristía: te pedimos que no te escondas, que vivas con nosotros,
que te veamos, que te toquemos, que te sintamos, que queramos estar
siempre a tu lado, que seas el Rey de nuestras vidas y de nuestros
trabajos» (San Josemaría).
( https://evangeli.net/evangelio/dia/2021-07-25)