25 enero, 2014

La Coversión de Pablo


Oh, San Pablo, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y Apóstol, que,
por Él, escogido, las escrituras sagradas
dicen de vos, así: “Saulo, respirando amenazas
de muerte contra los discípulos del Señor,
se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió
cartas de recomendación para las sinagogas
de los judíos de Damasco, para que si encontraba
algunos seguidores de Cristo, los pudiera
llevar presos y encadenados a Jerusalén. Y
sucedió que yendo de camino, cuando estaba
cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz
venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz
que le decía: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?”.
Y, vos, respondisteis: ¿Quién eres tú Señor?
Y oísteis que os decían: “Yo soy Jesús a quien
tú persigues. Pero ahora levántate; entra
en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás
que hacer”. Y, luego la visita de Ananías,
a quien, el Señor le dijo en una visión:
¡Ananías! El respondió: “Aquí estoy Señor”
y el Señor le dijo: “Levántate. Vete a la calle
Recta y pregunta en la casa de Judas por uno
de Tarso que se llama Saulo; mira: él está
en oración y está viendo que un hombre llamado
Ananías entra y le coloca las manos sobre
la cabeza y le devuelve la vista”. Y, Ananías,
dijo: “Señor, he oído a muchos hablar de ese
hombre y de los males que ha causado a tus seguidores
en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes
de los Sumos Sacerdotes para llevar presos
a todos los que creen en tu nombre”. Dios, le
dijo: “Vete, pues a éste lo he elegido como
un instrumento para que lleve mi nombre ante
los que no conocen la verdadera religión y
ante los gobernantes y ante los hijos de Israel.
Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer
por mi nombre” Y fue Ananías, y le dijo: “Hermano
Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús,
el que se te apareció en el camino por donde
venías. Y me ha enviado para que recobres
la vista y seas lleno del Espíritu Santo”.
Y entonces, se os cayeron de los ojos unas
como escamas y recobrasteis la vista. Os
levantasteis y fuisteis bautizado. Y, así,
desde entonces, vos, os convertisteis, y
lo narráis en vuestra carta a los Gálatas
así: “Cuando Aquél que me llamó por su gracia
me envió a que lo anunciara entre los que
no conocían la verdadera religión, me fui
a Arabia, luego volví a Damasco y después
de tres años subí a Jerusalén para conocer
a Pedro y a Santiago”. Y vuestra increíble
prédica, por Jesús, jamás terminó hasta
la entrega de la vida misma por Él, que,
coronada fue, con alegría en el cielo,
como justo premio a vuestra entrega de amor,
oh, San Pablo, “Apóstol de los gentiles”.


© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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25 de Enero
La Conversión de San Pablo


La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo:
 
“Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.
 
Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?”. El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer”.
 
Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.
 
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: “Aquí estoy Señor” y el Señor le dijo: “Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista”.
 
Respondió Ananías y dijo: “Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre”.
 
El Señor le respondió: “Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre”.
 
Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: “Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.
 
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? “Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo”.
 
Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice: “Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago”.
 
Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: “El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir”. Y glorificaban a Dios a causa de mí.
 
Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
 
Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo.

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Conversion_de_San_Pablo.htm)