Oh, Santa Carolina, vos, sois la hija del Dios
de la vida, y, su amada santa, y, que honor
hicisteis al significado de vuestro nombre:
“magnánima”. Y, así, vuestra santa vida fue,
con los brazos abiertos para todos y todas,
a Cristo, imitando, pues Él, se abandonó
en los brazos de Dios, a la hora de su muerte,
rezando: “esto es, en ti pongo toda mi vida”.
Vos, que, en vuestro convento vivíais, a
la vida de oración, el trabajo y el apostolado
entregada, sin daño alguno, hacer a nadie, y
en plena revolución, sinónimo de reivindicaciones
pero también de barbarie y de persecución
de Dios. Y, de pronto, el mal tomó cuerpo y
entró, en vandálicas turbas convertido, que,
se os lanzaron contra vos, y, las inocentes
vidas de vuestras santas hermanas compañeras,
Y, todas vosotras, con los rostros de felicidad
y, con la fe en Dios, tal como hizo Cristo,
en la cruz, marchasteis a vuestro martirio,
con vos, a la cabeza. Y, sí, la vida os quitaron
pero jamás vuestras almas, que, a los brazos
de Dios, volaron, para recibir, corona de luz
eterna, como premio a vuestra entrega de amor;
oh, Santa Carolina, “amor, fe y luz magnánima”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Julio
Santa Carolina
Año 1794
Santa Carolina
Año 1794
Etimológicamente significa “magnánima”. Viene de la lengua alemana. Cristo se abandonó en Dios a la hora de morir en la cruz. Rezó diciendo: “esto es, en ti pongo toda mi vida”. Esta es una oración de plena confianza. Si alguna vez te encuentras decaído, dila a menudo hasta tanto salgas de tu mal bache.
El mérito de Carolina
Estamos en plena Revolución francesa. Concretamente en el año 1794. Las beatas carmelitas de Compiège son llevadas de este lugar a París, en la época del terror más exacerbado que uno se pueda imaginar. Estas hermanas vivían en su convento entregadas a la vida de oración, al trabajo y al apostolado.
¿Qué daño hacían? Ninguno. Pero las turbas se lanzaron contra ellas y sus inocentes vidas. Siempre se persigue la religión cuando se aleja Dios de la sociedad y de los corazones de los dirigentes.
Con sus caras de felicidad y, con la confianza en Dios – tal como él hizo en la cruz – iban derechas al lugar de los tormentos: la vil guillotina en la plaza del Trono parisina. Después fueron enterradas en el cementerio de Picpus.
La decana de estas hermanas se llamaba carolina. Tenía 79 años. Había nacido en Anne-Marie-Thouret y era originaria de Mouy-sus –Oise. Cuando hace algunos años se cumplieron los 200 años fatídicos de aquellos días, la hermana Carolina resplandece en el cielo y ante la contemplación de todos los creyentes como una flor que, aunque madura por la vida, sigue expandiendo por todas partes el perfume de su virtud y de su entrega a Dios con su propio martirio.
Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB