¡Oh! Santa María Magdalena, vos, sois la hija del Dios de la Vida
y su amada santa, que, liberada por el Señor de siete demonios
y convertida en su discípula, lo seguisteis hasta el monte Calvario
mereciendo ser la primera mujer que lo visteis resucitado en la
mañana de Pascua, para después comunicarlo a los demás discípulos.
Vos, aparecéis en varias escenas evangélicas y ocupáis el primer
lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús. Estáis presente
durante la Pasión y al pie de la cruz con María, la Madre de Jesús.
Observáis, cómo sepultan al Señor y llegáis antes que Pedro y que
Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua. Además, sois la
primera a quien se os aparece Jesús resucitado, y aunque no lo
reconocéis lo confundisteis con el hortelano y sois enviada a ser
apóstol de los apóstoles. Marcos y Lucas dicen que Jesús expulsó
de vos, siete demonios. María de Betania es la hermana de Marta
y de Lázaro y aparece en la resurrección de su hermano, derrama
perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos, oye
al Señor sentada a sus pies y se lleva la mejor parte con ella,
mientras su hermana trabaja. Hay también un tercer personaje: la
pecadora anónima que unge los pies de Jesús, en casa de Simón el
Fariseo. Vuestros siete demonios, significan el grave pecado del
que Jesús, os liberó. San Juan, cuando presenta a los tres hermanos
de Betania, Marta, María y Lázaro, nos recuerda que María era la
que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos.
Vos, en medio de todo, no fuisteis “pecadora pública”, “adúltera”
ni “prostituta”, sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente
fuisteis contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos
Apóstoles. El relato pascual en que vos, aparecéis como primera
testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclamáis: ¡Maestro!
y corréis a anunciar a todos que habéis visto al Señor. El Hijo
de Dios, os confió, antes que a nadie, la misión de anunciar a los
suyos la alegría pascual. Vos, sois testigo privilegiado de la
Resurrección, la primera en anunciar a Cristo resucitado, y la
fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Vos, vivisteis en Éfeso,
con María y San Juan; y allí voló vuestra alma al cielo, para
corona de luz recibir, como premio a vuestra entrega de amor y fe.
¡Oh! Santa María Magdalena, "vivo amor ardiente por el Dios Vivo".
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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22 de Julio
Santa María Magdalena
Discípula del Señor
María
Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando
las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de
corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios.
Amén.
Martirologio
Romano: Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de
siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte
Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la
mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás discípulos (s. I).
Hoy
celebramos a Santa María Magdalena, debemos referirnos a tres
personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María
Magdalena, María la hermana de Lázaro y Marta, y la pecadora anónima que
unge los pies de Jesús.
Tres personajes para una historia
María
Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas
evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a
Jesús (Mt 27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión
(Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25);
observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que
Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a
quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14),
aunque no lo reconoce y lo confunde con el hortelano (Jn 20, 15); es
enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como
Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios».
(Lc 8, 2; Mc 16, 9)
María de Betania es la hermana de Marta y de
Lázaro; aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11);
derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn
11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor
parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.
Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.
Dos en una, tres en una
No
era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación
entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir,
suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias
difieren), y por lo tanto de una misma persona.
Por otra parte,
los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado del
que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta a
María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora
arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).
San Juan, al presentar a
los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro), dice que «María
era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus
cabellos». El lector atento piensa: “Conozco a este personaje: es la
pecadora de Lucas 7″. Además, en el mismo evangelio de Lucas,
inmediatamente después del episodio de la unción, se nos presenta a
María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector
ratifica su impresión: “María Magdalena es la pecadora que ungió a
Jesús”. Y por último, en el mismo evangelio de San Lucas, pocos
capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando
al Señor sentada a sus pies. El lector concluye: “María Magdalena y esta
María son una misma persona, la pecadora penitente y perdonada, que
Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania”.
Pero
esta conclusión no es necesaria porque: no hay por qué relacionar a
Juan con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por
ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el
Fariseo; su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer
que unge a Jesús. Pero Mateo, Marcos y Juan, por su parte, hablan de la
unción en Betania en casa de un tal Simón (Juan no aclara el nombre del
dueño de casa, sólo señala que Marta servía y que Lázaro estaba
presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el
precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo
Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.
los
«siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo
aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este
significado es más conforme con el uso habitual en los evangelios.
Dos teorías
Los
argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como
vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor
con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también
que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres
tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan
con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia,
ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por
ejemplo, los latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a
las tres mujeres, y los griegos en distinguirlas.
Una respuesta “oficial”
A
pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la
Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las
tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace
ninguna referencia -como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de
María Magdalena o a su condición de “penitente”, ni a las demás
características que le provendrían de ser también María de Betania,
hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado
oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.
Por
ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena,
la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún fundamento”,
como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del Pueblo de Dios”.
No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por
la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora, de
modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena, por lo que nos cuenta
la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue “pecadora
pública”, “adúltera” ni “prostituta”, sino sólo seguidora de Cristo, de
cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los
mismos Apóstoles.
La liturgia de su fiesta
Los textos
bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio)
hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la
muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a
vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17).
Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir,
el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la
Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos
que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su
supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta
supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa
Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir,
una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene
fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.
Los textos
eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen,
por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie…
la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración
Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta
misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es
modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a
Cristo» (Oración Postcomunión).
En la Liturgia de las Horas
ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la
reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para
Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como
testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo
resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se
verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que
-nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la
Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.
Como
claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la
Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y
abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su
condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era
justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una
mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.
Finalmente,
mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que
la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos
más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya
existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se
difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres
mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en
diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María
Magdalena, “pecadora perdonada”, adquiere aun más fuerza.
La
leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en
Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían
sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en
el monasterio de San Lázaro.
Otra tradición -que prevalece en
Occidente- cuenta que los tres “hermanos” (Marta, María “Magdalena” y
Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí,
en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se
retiró por treinta años a una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer
penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la
habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos
avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.
Estas
leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como
otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y
autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas
reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.
Finalmente,
cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de Magdala”,
ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de
Tiberíades, junto al lago de Galilea.