!Oh! San Pantaleón, vos sois el hijo del Dios de la Vida
su mártir y amado santo que, aunque por culpa de un pagano
rechazasteis la fe cristiana vuestra sed y hambre del querer
saber más y vuestro deseo de ayudar a otros os indujo
a haceros médico, haciéndoos de buena fama. Vos conocisteis
a Hermolaos, buen cristiano quien os animó a conocer otro
tipo de medicina: “la curación proveniente de lo más alto”.
Y, así fue como vos conocisteis la Iglesia de Cristo y poco
a poco, descubristeis que vuestra profesión tenía un sentido
pues, la enfermedad y el sufrimiento no lo destruyen todo.
Así, os llegó el momento del encuentro con Cristo en el
corazón y, vos empezasteis a ver a Cristo en aquellos que
sufrían estando postrados, ganando Él, en vuestra alma.
Cuando el cruel Diocleciano desvió su persecución a Nicomedia,
vos, os regalasteis todo lo que teníais a los necesitados
y empezasteis una vida clandestina, como muchos otros
cristianos. Y, allí, algunos médicos que os odiaban os
delataron y os arrestaron junto con vuestro amigo Hermolaos
y otros cristianos. Vuesta fama, llegó a oídos del emperador
y os quiso seducir para vivir, siempre y cuando renunciarais
a vuestra fe, en Cristo religión. Y vos, os negasteis y para
sorpresa de vuestros enemigos, curando milagrosamente a un
paralítico frente a quienes os odiaban. Por ello, fuisteis
condenado y torturado hasta morir, pero vos, no moristeis
sino, tras varios intentos, mandándoos a decapitaros junto
a vuestros compañeros. A vos quisieron mataros de seis
formas diferentes: primero, os arrojaron al fuego; luego,
os echaron plomo fundido; intentaron ahogaros, os apedrearon,
os torturaron en la rueda y, quisieron atravesaros con
una espada. Y, milagro de milagros, sobrevivisteis por
la gracia de Nuestro Señor. Los verdugos os cortaron el
cuello, y al instante de decapitaros el árbol al que
estabais atado para el ajusticiamiento floreció de repente
de manera maravillosa. !Milagro de milgros!. !Aeluya!
Vuestras reliquias y vuestra sangre, se conservan hasta hoy
en distintos lugares: Turquía, Ravello, y el Real Monasterio
de la Encarnación en Madrid, bajo la custodia de las
religiosas Agustinas Recoletas. Y, es en este último lugar
donde se preserva vuestra sangre, que permanece en estado
sólido casi todo el año hasta que se produce el milagro de la
licuefacción en vuestra fiesta litúrgica. Cuando el milagro
tiene lugar, las religiosas del monasterio abren las puertas
del recinto al público para que aprecien el hecho. !Aleluya!
!Oh!, San Pantaleón «viva fe del Amor al Dios de la Vida y del Amor»
© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
27 de Julio
San Pantaleón, Médico y Mártir
Nació a fines del siglo III en Nicomedia (actual Turquía) y que entregó su vida en el martirio. Gracias a un antiguo manuscrito del siglo IV -hoy, parte de la colección del Museo Británico- podemos conocer datos importantes sobre su vida y su muerte.
Pantaleón fue hijo de madre cristiana, pero no se sintió particularmente tocado por la fe. Apenas alcanzó la edad suficiente, empezó a vivir como un pagano y rechazó la fe cristiana. Sin embargo, el hambre de conocimiento y el
deseo de ayudar a otros, lo indujo a hacerse médico. Como tal, se hizo de reputación y buena fama.
Su vida parecía transcurrir sin mayores preocupaciones hasta que conoció a un buen cristiano de nombre Hermolaos, quien lo animó a conocer otro tipo de medicina, “la curación proveniente de lo más alto”; y fue así como Pantaleón conoció a la Iglesia. Poco a poco fue descubriendo que el saber que profesaba y la práctica médica podían tener un sentido mucho mayor del que había calculado: la enfermedad y el sufrimiento no lo destruyen todo. Así, llegó el momento del encuentro con Cristo en el corazón. Pantaleón, en consecuencia, empezó a ver a Cristo en aquellos que sufrían estando postrados, vulnerables. Cristo había ganado su corazón y los años de indiferencia habían quedado atrás.
Cuando se extendió la persecución de Diocleciano a Nicomedia, Pantaleón regaló todo lo que tenía a los necesitados y empezó una vida en la clandestinidad, como muchos otros cristianos; hasta que, algunos médicos que le guardaban envidia lo delataron a las autoridades. Pantaleón fue arrestado junto a Hermolaos y otros cristianos.
Como su buena fama había llegado a oídos del emperador, este quiso salvarlo en secreto y le mandó decir que le concedía la oportunidad de vivir, siempre y cuando renunciara a su religión. Pantaleón se negó a tal solicitud y para dejar prueba de que su fe era verdadera curó milagrosamente a un paralítico frente a sus enemigos.
Por tal accionar -considerado una afrenta- fue condenado a ser torturado hasta morir, pero como no murió tras varios intentos, se le mandó decapitar junto a sus compañeros.
Se dice que trataron de matarlo de seis formas diferentes: primero, lo arrojaron al fuego; luego, le echaron plomo fundido; intentaron ahogarlo; lo apedrearon, lo torturaron en la rueda y, finalmente, quisieron atravesar su cuerpo con una espada. Como a todo esto logró sobrevivir por gracia de Nuestro Señor, según la costumbre, los verdugos le cortaron el cuello. Al instante de ser decapitado, el árbol al que estaba atado para el ajusticiamiento floreció.
San Pantaleón y sus amigos murieron un 27 de julio, a inicios del siglo IV. Pantaleón solo tenía 29 años.
Sus reliquias -incluyendo muestras de su sangre- se conservan en distintos lugares: Constantinopla (Turquía), Ravello (Italia) y el Real Monasterio de la Encarnación en Madrid (España), bajo la custodia de las religiosas Agustinas Recoletas. Es en este último lugar donde se preserva su sangre, que permanece en estado sólido casi todo el año hasta que se produce el milagro de la licuefacción (se vuelve líquida), alrededor del 27 de julio, día de su fiesta litúrgica. Cuando el milagro tiene lugar, las religiosas del monasterio abren las puertas del recinto al público para que aprecien el hecho.