23 noviembre, 2013

San Clemente, Papa



Oh, San Clemente, vos, sois el
hijo del Dios de la vida, y el
mismo que, vuestra fe, mantuvisteis
firme, hasta el final de vuestros
días. Por Él, convertisteis a los
paganos de vuestro tiempo y les
regalasteis, de agua viva ríos.
Aquella que, sed, produce jamás
en sus almas. “El que se conserva
puro no se enorgullezca por ello,
porque la pureza es un regalo
gratuito de Dios y no una conquista
nuestra”. Así, escribisteis, y
conservándoos así, vivisteis y
aunque, al final de vuestra santa
vida, martirizado fuiteis, al cielo
marchasteis, para coronado ser
con corona de luz, como justo premio
a vuestra entrega de amor y de fe;
oh, San Clemente; ”mártir y luz”.


© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Noviembre
San Clemente
Papa
Año 101


Oremos por nuestro actual Pontífice, para que a imitación de San Clemente y los demás Pontífices santos que ha tenido la Iglesia Católica, sepa guiar sabiamente a los que seguimos la santa religión de Cristo.

Cuando los persigan no tengáis temor porque el Espíritu Santo hablará por vosotros (Jesucristo).

San Clemente fue el tercer sucesor de San Pedro (después de Lino y Cleto) y gobernó a la Iglesia desde el año 93 hasta el 101. El año 96 escribió una carta a Los Corintios, que es el documento Papal más antiguo que se conoce (Después de las cartas de San Pedro). En esa carta da muy hermosos consejos, y recomienda obedecer siempre al Pontífice de Roma (Entre otras cosas dice: “el que se conserva puro no se enorgullezca por ello, porque la pureza es un regalo gratuito de Dios y no una conquista nuestra”.

Por ser cristiano fue desterrado por el emperador Trajano a Crimea (al sur de Rusia) y condenado a trabajos forzados a picar piedra con otros dos mil cristianos. Las actas antiguas dicen que estos le decían: “Ruega por nosotros Clemente, para que seamos dignos de las promesas de Cristo”.

San Ireneo (que vivió en el siglo segundo) dice que Clemente vio a los santos apóstoles Pedro y Pablo y trató con ellos. Las Actas antiguas añaden que allá en Crimea convirtió a muchísimos paganos y los bautizó. Los obreros de la mina de mármol sufrían mucho por la sed, porque la fuente de agua más cercana estaba a diez kilómetros de distancia. El santo oró con fe y apareció allí muy cerca una fuente de agua cristalina. Esto le dio más fama de santidad y le permitió conseguir muchas conversiones más.

Un día las autoridades le exigieron que adorara a Júpiter. Él dijo que no adoraba sino al verdadero Dios. Entonces fue arrojado al mar, y para que los cristianos no pudieran venerar su cadáver, le fue atado al cuello un hierro pesadísimo. Pero una gran ola devolvió su cadáver a la orilla. San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma en el año 860 los restos de San Clemente, los cuales fueron recibidos con gran solemnidad en la Ciudad Eterna, y allá se conservan.