03 abril, 2016

Fiesta de la Divina Misericordia

 




¡Oh!, Jesús Divina Misericordia

¡Misericordia del Padre!
En las obras Corporales y Espirituales
En los corazones de vuestros discípulos
Y en los hombres de hoy
El camino sois Vos y ninguno más
Misericordia de paz gritamos hoy
«Como El Padre me ha enviado, así también os envío yo»
«Paz a vosotros” dijisteis a vuestros discípulos
Vuestra Paz, es la que anhelan los hombres hoy
Porque vuestra misericordia es eterna
¡Oh!, Jesús Divina Misericordia, en Vos, confío.

© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
 


Fiesta de la Divina Misericordia  
Segundo Domingo de Pascua


“La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia” (Diario, 300)

La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos … “y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia” (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones… “porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario, 742).


Con el fin de celebrar apropiadamente esta festividad, se recomienda rezar la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; confesarse -para la cual es indispensable realizar primero un buen examen de conciencia-, y recibir la Santa Comunión el día de la Fiesta de la Divina Misericordia.

La escencia de la devoción

La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales:

1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor.

Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: “Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina”.


2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias.

“Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad”.


3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona.

“Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia”.


4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias.

“Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio”.


5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia
al día.


“Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas”.

La Santa Sede decreta día de la Divina Misericordia

Una propuesta de Santa Faustina Kowalska

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 23 de mayo del 2000 un decreto en el que se establece, por indicación de Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será «segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia».


Ya el Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros».


Sin embargo, el Papa no había escrito estas palabras, de modo que no aparecieron en la transcripción oficial de sus discursos de esa canonización.


Santa Faustina, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta. El Papa le dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia («Dives in misericordia»).


Los apóstoles de la Divina Misericordia están integrados por sacerdotes, religiosos y laicos, unidos por el compromiso de vivir la misericordia en la relación con los hermanos, hacer conocer el misterio de la divina misericordia, e invocar la misericordia de Dios hacia los pecadores. Esta familia espiritual, aprobada en 1996, por la archidiócesis de Cracovia, está presente hoy en 29 países del mundo.


El decreto vaticano aclara que la liturgia del segundo domingo de Pascua y las lecturas del breviario seguirán siendo las que ya contemplaba el misal y el rito romano.

(https://www.aciprensa.com/recursos/fiesta-de-la-divina-misericordia-segundo-domingo-de-pascua-2120/)

San Ricardo de Chichester




¡Oh!, San Ricardo de Chichester, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y obispo, que, por la realeza
maltratado, os sentisteis todo el tiempo afable y generoso
en ayudar a los pobres y menesterosos. Vivía, en vuestro
tiempo el clero, en los lujos transitorios que el poder da
y el pueblo, en cruel y galopante miseria, además de triste,
y resignado por su ignorancia y sumido en la superstición.
Ante ésta situación, alzasteis vuestra bandera, de justicia
y moral, para luchar contra aquél mal, para restablecer
lo perdido y, de manera especial, contra los avaros. Obispo
vagabundo fuisteis, en vuestra legítima diócesis, e hicisteis
de obispo misionero, a pie, y viajando para la palabra de Dios
diseminarla entra las casas de pescadores y además, catequizar
a gente los humilde, compartiendo de olla, los alimentos.
El poder y los vicios de vuestra época, condenasteis con gran
energía y, a cabo llevasteis, una pastoral de amor y de fe,
con el evangelio de Cristo. Todo un escándalo para altos
eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que
disfrutan de buena mesa! Condenasteis los abusos de poder y
los vicios de vuestra época, con energía y, de modo especial
presentasteis una defensa del derecho frente a la arbitrariedad
y al abuso de poder. Dios, jamás os abandonó y vos, habiendo
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló, vuestra santa
alma al cielo en la casa asilo “Mas Dieu” para sacerdotes
pobres y peregrinos, y, ella, coronada fue con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor increíble y fe,
gran navegante a contra corriente por la verdad la justicia;
¡oh!, San Ricardo de Chichester, “viva misericordia de Dios”.

© 2016 Luis Ernesto Chacón Delgado

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3 de Abril
San Ricardo de Chichester
Obispo

Martirologio Romano: En Chichester, en Inglaterra, san Ricardo, obispo, que, desterrado por el rey Enrique III y restituido después en la sede, se mostró generoso en ayudar a los pobres (1235).



Etimológicamente: Ricardo = Aquel que es un líder, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 22 de enero de 1262 por el Papa Urbano IV.

A finales del siglo XII nace Ricardo, en Wyche, en una familia de trabajadores del campo. Choca la austeridad y dureza permanente de su vida con el estilo de los grandes de su tiempo. Los obispos son “lores” y amantes de los cuidados humanos; los monjes abundan en la prosperidad y el lujo; los nobles son ambiciosos y en el trono se aprecia una corriente fuertemente regalista. La clase baja del pueblo es pobre y está sumida en la ignorancia y en la superstición. Ricardo es enérgico e intransigente cuando se tratan asuntos en los que está presente la injusticia, la inmoralidad o la avaricia.

Posiblemente esta condición natural en él sea lo que le lleva a un distanciamiento, cuando no rechazo de los poderosos. El caso es que la austeridad vivida en casa de sus padres -cuando fue niño- debió prepararle para la misión que había de desempeñar de adulto.

Marcha a estudiar a Oxford donde tiene buenos maestros franciscanos y dominicos; y como los recursos no estiran más, pasó hambre y frío. Una corta estancia en París y vuelta a Oxford, graduándose en Artes. En Bolonia aprende durante siete años los cánones, haciendo lo que hoy llamaríamos la carrera de Derecho. Cuando vuelve a Oxford es nombrado Canciller de la Universidad, Canciller del arzobispado de Canterbury y también de Lincoln, donde estaba de obispo su antiguo amigo y profesor Grosseteste. Ejerce la docencia en Orleáns por dos años y allí se ordena sacerdote.

El Arzobispo de Canterbury lo nombra obispo de Chichester, a la muerte del obispo Ralph Neville. Y aquí comienza una etapa de dificultades mayores y de vigoroso testimonio.

El rey Enrique III, que se apodera por sistema de los beneficios eclesiásticos vacantes, se opone rotundamente a esta elección. Además, prefiere para la sede libre a Roberto Passelewe por razones de “erario real”. Interviene el papa Inocencio IV que está presidiendo en este tiempo el concilio de Lyon, confirmando el nombramiento de Ricardo y consagrándolo personalmente, el 5 de marzo de 1245. Pero esto pone peor las cosas. Y es que el alto prestigio adquirido por el papado desde el siglo IX ha venido a menos desde que se hundió la Casa de Hohenstaufen y los papas se han inclinado hacia Francia; la rivalidad existente entre Inglaterra y Francia provoca de rebote reacciones contra Roma que se manifiestan en un fuerte nacionalismo inglés, en la resistencia del trono a aceptar las decisiones del papa y en intransigencias e intromisiones en las materias mixtas. Hasta los Legados pontificios son mal recibidos, si no ignorados, en la corte inglesa.

En estas circunstancias, el nombramiento de Ricardo ha caído, humanamente, en mal momento. El rey ha mandado cerrarle físicamente las puertas del palacio episcopal y ha prohibido darle cobijo y dinero. El temor de la gente a la venganza real lleva a que se vea a Ricardo-obispo vagabundo por su legítima diócesis, haciendo de obispo misionero, viajando a pie y desprovisto de servicio. Debía ser una estampa curiosa en la época en que los obispos eran “lores” y jamás trabajaban sin séquito. Visita las casas de los pescadores y catequiza a los humildes con quienes comparte alimento. ¡Todo un escándalo para altos eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que disfrutan de buena mesa! Condena los abusos de poder y los vicios de la época con extraordinaria energía; de modo especial presenta una defensa a ultranza del derecho frente a la arbitrariedad y al abuso de poder; predica la doctrina evangélica frente al nepotismo reinante.

Fueron ocho años de obispo en que supo mantenerse, con fortaleza, libre de presiones. De hecho, nadie se explica cómo fue posible reunir una y otra vez a su Cabildo para sacar adelante las Constituciones que son de esa época y sientan los modos de hacer en adelante, señalando una praxis pastoral distinta y más adecuada a los principios evangélicos.

Murió en la casa-asilo -“Mas-Dieu”- para sacerdotes pobres y peregrinos, a los 55 años.

Navegar contra corriente tiene sabor de Evangelio, pero precisa rectitud, austeridad y disposición a aceptar el sufrimiento.
(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy/)