¡Oh!, San Ricardo de Chichester, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y obispo, que, por la realeza
maltratado, os sentisteis todo el tiempo afable y generoso
en ayudar a los pobres y menesterosos. Vivía, en vuestro
tiempo el clero, en los lujos transitorios que el poder da
y el pueblo, en cruel y galopante miseria, además de triste,
y resignado por su ignorancia y sumido en la superstición.
Ante ésta situación, alzasteis vuestra bandera, de justicia
y moral, para luchar contra aquél mal, para restablecer
lo perdido y, de manera especial, contra los avaros. Obispo
vagabundo fuisteis, en vuestra legítima diócesis, e hicisteis
de obispo misionero, a pie, y viajando para la palabra de Dios
diseminarla entra las casas de pescadores y además, catequizar
a gente los humilde, compartiendo de olla, los alimentos.
El poder y los vicios de vuestra época, condenasteis con gran
energía y, a cabo llevasteis, una pastoral de amor y de fe,
con el evangelio de Cristo. Todo un escándalo para altos
eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que
disfrutan de buena mesa! Condenasteis los abusos de poder y
los vicios de vuestra época, con energía y, de modo especial
presentasteis una defensa del derecho frente a la arbitrariedad
y al abuso de poder. Dios, jamás os abandonó y vos, habiendo
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló, vuestra santa
alma al cielo en la casa asilo “Mas Dieu” para sacerdotes
pobres y peregrinos, y, ella, coronada fue con corona de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor increíble y fe,
gran navegante a contra corriente por la verdad la justicia;
¡oh!, San Ricardo de Chichester, “viva misericordia de Dios”.
© 2016 Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Abril
San Ricardo de Chichester
Obispo
Martirologio Romano: En Chichester, en Inglaterra, san Ricardo, obispo, que, desterrado por el rey Enrique III y restituido después en la sede, se mostró generoso en ayudar a los pobres (1235).
Etimológicamente: Ricardo = Aquel que es un líder, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 22 de enero de 1262 por el Papa Urbano IV.
A finales del siglo XII nace Ricardo, en Wyche, en una familia de
trabajadores del campo. Choca la austeridad y dureza permanente de su
vida con el estilo de los grandes de su tiempo. Los obispos son “lores” y
amantes de los cuidados humanos; los monjes abundan en la prosperidad y
el lujo; los nobles son ambiciosos y en el trono se aprecia una
corriente fuertemente regalista. La clase baja del pueblo es pobre y
está sumida en la ignorancia y en la superstición. Ricardo es enérgico e
intransigente cuando se tratan asuntos en los que está presente la
injusticia, la inmoralidad o la avaricia.
Posiblemente esta condición natural en él sea lo que le lleva a un
distanciamiento, cuando no rechazo de los poderosos. El caso es que la
austeridad vivida en casa de sus padres -cuando fue niño- debió
prepararle para la misión que había de desempeñar de adulto.
Marcha a estudiar a Oxford donde tiene buenos maestros franciscanos y
dominicos; y como los recursos no estiran más, pasó hambre y frío. Una
corta estancia en París y vuelta a Oxford, graduándose en Artes. En
Bolonia aprende durante siete años los cánones, haciendo lo que hoy
llamaríamos la carrera de Derecho. Cuando vuelve a Oxford es nombrado
Canciller de la Universidad, Canciller del arzobispado de Canterbury y
también de Lincoln, donde estaba de obispo su antiguo amigo y profesor
Grosseteste. Ejerce la docencia en Orleáns por dos años y allí se ordena
sacerdote.
El Arzobispo de Canterbury lo nombra obispo de Chichester, a la
muerte del obispo Ralph Neville. Y aquí comienza una etapa de
dificultades mayores y de vigoroso testimonio.
El rey Enrique III, que se apodera por sistema de los beneficios
eclesiásticos vacantes, se opone rotundamente a esta elección. Además,
prefiere para la sede libre a Roberto Passelewe por razones de “erario
real”. Interviene el papa Inocencio IV que está presidiendo en este
tiempo el concilio de Lyon, confirmando el nombramiento de Ricardo y
consagrándolo personalmente, el 5 de marzo de 1245. Pero esto pone peor
las cosas. Y es que el alto prestigio adquirido por el papado desde el
siglo IX ha venido a menos desde que se hundió la Casa de Hohenstaufen y
los papas se han inclinado hacia Francia; la rivalidad existente entre
Inglaterra y Francia provoca de rebote reacciones contra Roma que se
manifiestan en un fuerte nacionalismo inglés, en la resistencia del
trono a aceptar las decisiones del papa y en intransigencias e
intromisiones en las materias mixtas. Hasta los Legados pontificios son
mal recibidos, si no ignorados, en la corte inglesa.
En estas circunstancias, el nombramiento de Ricardo ha caído,
humanamente, en mal momento. El rey ha mandado cerrarle físicamente las
puertas del palacio episcopal y ha prohibido darle cobijo y dinero. El
temor de la gente a la venganza real lleva a que se vea a Ricardo-obispo
vagabundo por su legítima diócesis, haciendo de obispo misionero,
viajando a pie y desprovisto de servicio. Debía ser una estampa curiosa
en la época en que los obispos eran “lores” y jamás trabajaban sin
séquito. Visita las casas de los pescadores y catequiza a los humildes
con quienes comparte alimento. ¡Todo un escándalo para altos
eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que disfrutan de
buena mesa! Condena los abusos de poder y los vicios de la época con
extraordinaria energía; de modo especial presenta una defensa a ultranza
del derecho frente a la arbitrariedad y al abuso de poder; predica la
doctrina evangélica frente al nepotismo reinante.
Fueron ocho años de obispo en que supo mantenerse, con fortaleza,
libre de presiones. De hecho, nadie se explica cómo fue posible reunir
una y otra vez a su Cabildo para sacar adelante las Constituciones que
son de esa época y sientan los modos de hacer en adelante, señalando una
praxis pastoral distinta y más adecuada a los principios evangélicos.
Murió en la casa-asilo -“Mas-Dieu”- para sacerdotes pobres y peregrinos, a los 55 años.
Navegar contra corriente tiene sabor de Evangelio, pero precisa rectitud, austeridad y disposición a aceptar el sufrimiento.
(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy/)
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