25 enero, 2018

La Conversión de San Pablo

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¡Oh! Bendita conversión vuestra, San Pablo: ¡Saulo,
Saulo!, ¿por qué me persigues? Os dijo el Señor
¿Quién eres, Señor? Preguntasteis vos. Y, Él os dijo:
¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues! ¡Levantaos y
entrad en la ciudad que allí se os dirá lo que
tenéis que hacer. Y, vos, os levantasteis del suelo,
pero, cuando abristeis los ojos, no podíais ver, y
os llevaron a Damasco, y, allí, estuvisteis ciego
tres días, sin comer, ni beber nada. Y un tal Ananías
fue y, cuando llegó a la casa, os impuso las manos y
os dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te
apareció en el camino, me ha enviado para que recobres
la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Y, casi
al instante cayó de vuestros ojos algo como escamas, y
recobrasteis la vista. Os levantasteis y fuisteis
bautizado. Y, en seguida os dedicasteis a predicar
en las sinagogas afirmando que Jesús es el Hijo
de Dios, para su eterna y maravillosa gloria. ¡Aleluya!
¡oh! Bendita y “viva” conversión vuestra, San Pablo.


© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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25 de Enero
Dios, como a Pablo, te invita a la conversión

Convertirse significa, para cada uno de nosotros, creer que Jesús se ha entregado a sí mismo por mí.

Por: SS Benedicto XVI


Fuente: Catholic.net

Hoy, 25 de enero, se hace memoria de la “Conversión de san Pablo” (…) En el caso de Pablo, algunos prefieren no utilizar el término conversión, porque -dicen- él ya era creyente, es más hebreo ferviente y por ello no pasó de la no-fe a la fe, de los ídolos a Dios, ni tuvo que abandonar la fe hebrea para adherirse a Cristo. En realidad, la experiencia del Apóstol puede ser el modelo de toda auténtica conversión cristiana.
La de Pablo maduró en el encuentro con el Cristo resucitado; fue este encuentro el que le cambió radicalmente la existencia. En el camino de Damasco sucedió para él lo que Jesús pude en el Evangelio de hoy: Saulo se convirtió porque, gracias a la luz divina, “creyó en el Evangelio”. En esto consiste su conversión y la nuestra: en creer en Jesús muerto y resucitado y en abrirse a la iluminación de su gracia divina.
En aquel momento, Saulo comprendió que su salvación no dependía de las obras buenas realizadas según la ley, sino del hecho que Jesús había muerto también por él -el perseguidor- y que estaba, y está, resucitado. Esta verdad, que gracias al Bautismo ilumina la existencia de cada cristiano, alumbra completamente nuestro modo de vivir.
Convertirse significa, también para cada uno de nosotros, creer que Jesús “se ha entregado a sí mismo por mí”, muriendo en la cruz (cfr Gal 2,20) y, resucitado, vive conmigo y en mí. Confiándome al poder de su perdón, dejándome tomar la mano por Él, puedo salir de las arenas movedizas del orgullo y del pecado, de la mentira y de la tristeza, del egoísmo y te toda falsa seguridad, para conocer y vivir la riqueza de su amor.
Queridos amigos, la invitación a la conversión, valorada por el testimonio de san Pablo, resuena hoy (…) El Apóstol nos indica la actitud espiritual adecuada para poder progresar en el camino de la comunión. “Ciertamente no he llegado a la meta -escribe a los Filipenses -, no he llegado a la perfección; pero me esfuerzo en correr para alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús” (Fil 3,12).
Ciertamente, nosotros los cristianos no hemos conseguido llegar aún a la meta de la unidad plena, pero si nos dejamos continuamente convertir por el Señor Jesús, llegaremos seguramente.
La Virgen María, Madre de la Iglesia una y santa, nos obtenga el don de una conversión verdadera, para que cuanto antes se realice el anhelo de Cristo: “Ut unum sint”.
Fragmento de las palabras de SS Benedicto XVI durante el Ángelus, en la Fiesta de la Conversión de San Pablo 25 enero 2009
(http://www.es.catholic.net/op/articulos/12632/dios-como-a-pablo-te-invita-a-la-conversin.html)