Oh, San José, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y por designio Divino, Esposo
de la Virgen María. Dios, en su infinito
amor, a vos, confió sus dos más preciosos
tesoros: Jesús y María. Vos, descendíais
de la familia de David y la devoción a
vos, propagada ha sido por San Vicente
Ferrer, Santa Brígida, San Bernardino
de Siena, San Francisco de Sales y Santa
Teresa, que, curada milagrosamente fue
por vos. Decía ella: “Otros santos parece
que tienen especial poder para solucionar
ciertos problemas. Pero a San José le
ha concedido Dios un gran poder para
ayudar en todo”. “Durante cuarenta
años, cada año en la fiesta de San José
le he pedido alguna gracia o favor especial,
y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les
digo a los que me escuchan que hagan
el ensayo de rezar con fe a este gran
santo, y verán que grandes frutos van a
conseguir”. Vos, erais un hombre justo,
un verdadero santo, por ello actuasteis
como tal. Vos, soñasteis que el hijo que
iba María a tener, obra era, del Espíritu
Santo y que podíais casaros tranquilamente
con Ella, que fiel totalmente era. Y, así lo
hicisteis. En vuestro sueño segundo, en
Belén, un ángel os comunicó que Herodes
buscaba al Niño Jesús para matarlo, y que
debía salir a Egipto huyendo. Y, vos os
levantasteis a medianoche y con María
y el Niño os fuisteis a Egipto. En vuestro
tercer sueño, en Egipto, el ángel os comunicó
que ya había muerto Herodes y que
podían volver a Israel. Y, así también lo
hicieron. Hoy, la Iglesia Católica, mucho
venera, vuestros cinco dolores, pero a
cada dolor, le correspondió una inmensa
alegría que Nuestro Señor os envió: El
dolor primero, nacer ver al Niño Jesús en
una pobre cueva, en Belén. A este dolor
correspondió la alegría de ver y oír a
los ángeles y pastores llegar a adorar al
Divino Niño, y luego la visita de los Magos
reyes, con oro, incienso y mirra. El dolor
segundo, el día de la Presentación del
Niño en el Templo, al profeta Simeón
oir anunciar que Jesús causa sería de
división y que, muchos en su contra irían
y que, por esa causa, un puñal de dolor
atravesaría el corazón de María. A este
dolor, le correspondió la alegría de oír
al profeta anunciar que, Jesús sería la luz
que, a todas las naciones iluminaría, y la
gloria del pueblo de Israel. El dolor tercero,
a Egipto la huida. A esta pena, le tocó
la alegría de ser, recibido muy bien por
sus paisanos en Egipto y el gozo de crecer
ver tan santo y hermoso al Divino Niño.
El dolor cuarto, la pérdida del Niño Jesús
en el Templo y la angustia de buscarlo por
tres días. A este sufrimiento, le siguió
la alegría de encontrarlo sano y salvo y
de tenerlo en casa, hasta los treinta años
y verlo crecer en edad, sabiduría y gracia
ante Dios y ante los hombres. El quinto
dolor, la separación de Jesús y de María
al llegarle la hora de morir. A este dolor,
la alegría, la paz y el consuelo le siguió
de acompañado morir de los dos seres
más santos de la tierra: Jesús y María. Oh,
San José, del silencio santo. Patrono Santo
de la muerte. Patrono de los que viven la
interior vida y Patrono de la Iglesia toda;
oh, San José, “divino corredentor de la luz”.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado.
_________________________________
19 de Marzo
San José
Esposo de la Virgen María
San José, Esposo de la Virgen María José:
significa “Dios me ayuda”. De San José únicamente
sabemos los datos históricos que San Mateo y San Lucas nos narran en el
Evangelio. Su más grande honor es que Dios le confió sus dos más
preciosos tesoros: Jesús y María. San Mateo nos dice que era
descendiente de la familia de David.
Una muy antigua tradición dice que 19 de Marzo sucedió la muerte de
nuestro santo y el paso de su alma de la tierra al
cielo.Los santos que más han propagado la devoción a
San José han sido: San Vicente Ferrer, Santa Brígida, San Bernardino de Siena
(que escribió en su honor muy hermosos sermones) y San Francisco de Sales, que
predicó muchas veces recomendando la devoción al santo Patriarca. Pero sobre
todo, la que más propagó su devoción fue Santa Teresa, que fue curada por él de
una terrible enfermedad que la tenía casi paralizada, enfermedad que ya era
considerada incurable. Le rezó con fe a San José y obtuvo de manera maravillosa
su curación.
En adelante esta santa ya no dejó nunca de recomendar a las gentes
que se encomendaran a él. Y repetía: “Otros santos parece que tienen
especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha
concedido Dios un gran poder para ayudar en todo”.
Hacia el final de su vida, la mística fundadora decía: “Durante 40
años, cada año en la fiesta de San José le he pedido alguna gracia o favor
especial, y no me ha fallado ni una sola vez. Yo les digo a los que me escuchan
que hagan el ensayo de rezar con fe a este gran santo, y verán que grandes
frutos van a conseguir”. Y es de notar que a todos los conventos que fundó Santa
Teresa les puso por patrono a San José.
San Mateo narra que San José se había comprometido en ceremonia
pública a casarse con la Virgen María. Pero que luego al darse cuenta de que
Ella estaba esperando un hijo sin haber vivido juntos los dos, y no entendiendo
aquel misterio, en vez de denunciarla como infiel, dispuso abandonarla en
secreto e irse a otro pueblo a vivir. Y dice el evangelio que su
determinación de no denunciarla, se debió a que “José era un hombre
justo”, un verdadero santo. Este es un enorme elogio que le hace la
Sagrada Escritura. En la Biblia, “ser justo” es lo mejor que un
hombre puede ser.
Nuestro santo tuvo unos sueños muy impresionantes, en los cuales recibió
importantísimos mensajes del cielo.
En su primer sueño, en Nazaret, un ángel le contó que el hijo que iba
a tener María era obra del Espíritu Santo y que podía casarse tranquilamente con
Ella, que era totalmente fiel. Tranquilizando con ese mensaje, José celebró sus
bodas. La leyenda cuenta que doce jóvenes pretendían casarse con María,
y que cada uno llevaba en su mano un bastón de madera muy seca. Y que en el
momento en que María debía escoger entre los 12, he aquí que el bastón que José
llevaba milagrosamente floreció. Por eso pintan a este santo con un bastón
florecido en su mano.
En su segundo sueño en Belén, un ángel le comunicó que Herodes
buscaba al Niño Jesús para matarlo, y que debía salir huyendo a Egipto. José se
levantó a medianoche y con María y el Niño se fue hacia Egipto.
En su tercer sueño en Egipto, el ángel le comunicó que ya había
muerto Herodes y que podían volver a Israel. Entonces José, su esposa y el Niño
volvieron a Nazaret.
La Iglesia Católica venera mucho los cinco grandes dolores o penas que tuvo
este santo, pero a cada dolor o sufrimiento le corresponde una inmensa alegría
que Nuestro Señor le envió.
El primer dolor
Ver nacer al Niño Jesús en una pobrísima cueva en Belén, y no lograr
conseguir ni siquiera una casita pobre para el nacimiento. A este dolor
correspondió la alegría de ver y oír a los ángeles pastores llegar a adorar al
Divino Niño, y luego recibir la visita de los Magos de oriente con oro, incienso
y mirra.
El segundo dolor
El día de la Presentación del Niño en el Templo, al oír al profeta
Simeón anunciar que Jesús sería causa de división y que muchos irían en su
contra y que por esa causa, un puñal de dolor atravesaría el corazón de María. A
este sufrimiento correspondió la alegría de oír al profeta anunciar que Jesús
sería la luz que iluminaría a todas las naciones, y la gloria del pueblo de
Israel.
El tercer dolor
La huida a Egipto. Tener que huir por entre esos desiertos a 40
grados de temperatura, y sin sombras ni agua, y con el Niño recién nacido. A
este sufrimiento le correspondió la alegría de ser muy bien recibido por sus
paisanos en Egipto y el gozo de ver crecer tan santo y hermoso al Divino
Niño.
El cuarto dolor
La pérdida del Niño Jesús en el Templo y la angustia de estar
buscándolo por tres días. A este sufrimiento le siguió la alegría de encontrarlo
sano y salvo y de tenerlo en sus casa hasta los 30 años y verlo crecer en edad,
sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres.
El quinto dolor
La separación de Jesús y de María al llegarle la hora de morir. Pero
a este sufrimiento le siguió la alegría, la paz y el consuelo de morir
acompañado de los dos seres más santos de la tierra. Por eso invocamos a San
José como Patrono de la Buena Muerte, porque tuvo la muerte más dichosa que un
ser humano pueda desear: acompañado y consolado por Jesús y María.
San José, el santo del Silencio
Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una
sola palabra. No es que haya sido uno de esos seres que no hablaban nada, pero
seguramente fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo:
“Sean pocas tus palabras”. Quizás Dios ha permitido
que de tan grande amigo del Señor no se conserve ni una sola palabra, para
enseñarnos a amar también nosotros en silencio. “San José, Patrono de la
Vida interior, enséñanos a orar, a sufrir y a callar”.
Un dato curioso
Desde que el Papa Pío Nono declaró en 1870 a San José como Patrono Universal
de la Iglesia, todos los Pontífices que ha tenido la Iglesia Católica desde esa
fecha, han sido santos. Buen regalo de San José.
Santa Teresa repetía: “Parece que Jesucristo quiere demostrar que así
como San José lo trató tan sumamente bien a El en esta tierra, El le concede
ahora en el cielo todo lo que le pida para nosotros. Pido a todos que hagan la
prueba y se darán cuenta de cuán ventajoso es ser devotos de este santo
Patriarca”.
“Yo no conozco persona que le haya rezado con fe y perseverancia a
San José, y que no se haya vuelto más virtuosa y más progresista en santidad”.