04 febrero, 2015

San Gilberto de Sempringham

 

 ¡Oh!, San Gilberto, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y quien fundasteis la monástica orden,
en la que, doble disciplina impusisteis: “La Regla de
san Benito”, para las monjas, y la de San Agustín, para
los clérigos. Distribuíais a los pobres vuestras rentas
y, con vuestro ejemplo, a la santidad a muchos invitasteis.
“Las Gilbertinas” fundasteis, las mismas que, en el tiempo
se perdieron, pero que, dentro de la cual el Santo Oficio,
recitado era, en simple tono, como muestra de humildad.
Comíais poco, y en vuestra mesa había siempre “el plato
del Señor Jesús”, y, en él, reservabais para los pobres
lo mejor de la comida. Vestíais camisa de cerdas, sentado
dormíais y pasabais la noche en oración. La prisión y la
afrenta preferisteis, antes de exponeros a la supresión
de vuestra orden y, antes también que defenderos. Y,
vuestra alma, al cielo voló feliz, porque, gastado habíais,
vuestra santa vida, en favor de quien os la había dado:
Dios Padre Todopoderoso, para coronado ser, con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, San Gilberto de Sempringham, “amor y luz de Cristo”.


© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de febrero
San Gilberto de Sempringham
Monje y Fundador


Martirologio Romano: En Sempringham, en Inglaterra, san Gilberto, presbítero, que fundó, con la aprobación del papa Eugenio III, una Orden monástica, en la que impuso una doble disciplina: la Regla de san Benito para las monjas y la de san Agustín para los clérigos (1189).

Etimología: Gilberto = Aquel que es un famoso arquero, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 11 de enero de 1202 por el Papa Inocencio III.

San Gilberto nació en Sempringham de Lincolnshire. Después de su ordenación sacerdotal, enseñó algún tiempo en una escuela gratuita; pero su padre, que estaba encargado de repartir los beneficios eclesiásticos de Sempringham y Terrington, le eligió para uno de ellos en 1123. El santo distribuía las rentas a los pobres y sólo reservaba una mínima parte para cubrir sus necesidades.

Con su ejemplo, arrastró a la santidad a muchos de sus parroquianos. Redactó las reglas para siete jóvenes que vivían en estricta clausura en una casa anexa desarrolló rápidamente y, San Gilberto se vio obligado a emplear hermanas y hermanos legos en las tierras de la fundación. En 1147, fue a Citeaux a pedir al abad que tomase la dirección de la comunidad; pero como los cistercienses no pudieran hacerlo el Papa Eugenio III animó a San Gilberto a dirigirla por sí mismo.

San Gilberto completó la obra, añadiendo un grupo de canónigos regulares que ejercían las funciones de capellanes de las religiosas. Tales fueron los orígenes de las Gilbertinas, la única orden religiosa medieval que produjo Inglaterra. Sin embargo, excepto una casa en Escocia, la fundación no se extendió nunca más allá de las fronteras de Inglaterra, y se extinguió en la época de la disolución de los monasterios, cuando contaba con veintiséis conventos.

Las religiosas tenían las reglas de San Benito, y los canónigos las de San Agustín. Los conventos eran dobles, pero la orden era principalmente femenina, aunque el superior general era un canónigo. La disciplina era muy severa, con cierta influencia cisterciense. El deseo de simplicidad en el ornato de las iglesias y en el culto en general llegó hasta imponer que el oficio se recitase en tono simple, como muestra de humildad.

San Gilberto desempeñó por algún tiempo el cargo de superior general, pero renunció a él, poco antes de su muerte, pues la pérdida de la vista le impedía cumplir perfectamente sus obligaciones. Era tan abstinente, que sus contemporáneos se maravillaban de que pudiese mantenerse en vida, comiendo tan poco.

En su mesa había siempre lo que él llamaba “el plato del Señor Jesús”, en el que apartaba para los pobres lo mejor de la comida. Vestía una camisa de cerdas, dormía sentado, y pasaba gran parte de la noche en oración. Durante el destierro de Santo Tomás de Canterbury, fue acusado, junto con otros superiores de su orden, de haberle prestado ayuda. La acusación era falsa; pero San Gilberto prefirió la prisión y exponerse a la supresión de su orden, antes que defenderse, para evitar la impresión de que condenaba una cosa buena y justa. Cuando era ya nonagenario, tuvo que soportar las calumnias de algunos hermanos legos que se habían rebelado.

San Gilberto murió en 1189, a los 106 años de edad, y fue canonizado en 1202. Se dice que el rey Luis VIII llevó sus reliquias a Toulouse, donde se hallan probablemente todavía, en la iglesia de San Sernín. Las diócesis de Northampton y Nottíngham celebran la fiesta de San Gilberto el día 3; los Canónigos de Letrán la celebran el 4 de febrero, día en que le conmemora el Martirologio Romano.

Autor:ar.geocities.com/misa_tridentina01

(http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=8300)