¡Oh!, Domingo Glorioso de Ramos; en que Vos,
Señor del cielo y de la tierra, a la Santa
Jerusalén entrabais; y, el gentío os aclamaba.
Todos os conocían y vitoreaban entre palmas,
ramos y flores, porque en Vos; al Mesías
reconocieron, al Dios de la vida, a Aquél
que todo lo ve. ¡Sí! todos os conocían aquél
Domingo, y quien erais, muy bien sabían. Y,
en el fondo un silencio, como de muerte, se
preguntaba: ¿Mañana, igual será? Vos, Señor
del cielo y de la tierra, sin mancha de pecado
alguno, desde siempre estabais, habíais así,
iniciado Vuestra cruenta marcha a la muerte
y una muerte de Cruz. Y, todo, sí, por amor
al hombre. ¿Cuándo no, por el hombre? ¡Siempre!
!Siempre¡ !Siempre¡ “¡Bendito el que viene
en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”;
¡Oh!, Domingo Gloriosísimo de palmas y ramos.
Señor del cielo y de la tierra, a la Santa
Jerusalén entrabais; y, el gentío os aclamaba.
Todos os conocían y vitoreaban entre palmas,
ramos y flores, porque en Vos; al Mesías
reconocieron, al Dios de la vida, a Aquél
que todo lo ve. ¡Sí! todos os conocían aquél
Domingo, y quien erais, muy bien sabían. Y,
en el fondo un silencio, como de muerte, se
preguntaba: ¿Mañana, igual será? Vos, Señor
del cielo y de la tierra, sin mancha de pecado
alguno, desde siempre estabais, habíais así,
iniciado Vuestra cruenta marcha a la muerte
y una muerte de Cruz. Y, todo, sí, por amor
al hombre. ¿Cuándo no, por el hombre? ¡Siempre!
!Siempre¡ !Siempre¡ “¡Bendito el que viene
en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”;
¡Oh!, Domingo Gloriosísimo de palmas y ramos.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Domingo de Ramos
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más amargos, más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor.
Domingo de Ramos, la Iglesia Católica y sus fieles, conmemoramos la
entrada de Jesús en Jerusalén. Marcos en su Evangelio, nos describe como
fue esa entrada: “Llegó Jesús en un borriquillo mientras muchos
extendían sus mantos en el camino y otros lo tapizaban con ramos
cortados en el campo y gritaban vivas, ¡Hosanna, bendito el que viene en
nombre del Señor!.
Parece que todo nos anima a que sea un domingo de fiesta, los ramos,
las palmas, los gritos de júbilo…y sin embargo la tradición nos
sorprende en la santa misa de este día, relatándonos la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Qué cercano estaba el día en que sería entregado a los sumos
sacerdotes, a los grandes personajes y autoridades, Anás, Caifás,
Pilato, Herodes y luego al mismo pueblo que ahora lo vitorea y más tarde
pedirá su crucifixión.
Repasamos toda esta historia (que siempre es la misma, dirán algunos)
pero que siempre es diferente según la medite nuestro corazón.
El Domingo de Ramos abre la puerta a la semana de los días más
amargos, más crueles para el Dios que se hizo hombre por amor, por amor a
rodos los hombres y en ese “todos” estaba yo.
La agonía en el Getsemaní, una oración al Padre con temblores de
miedo, sus palabras “una tristeza en el alma hasta la muerte” y bajo el
resplandor de la luna llena de Pascua, allá en el Huerto de los Olivos,
nuestro Salvador postrado en tierra, se cubre de sudor y se llena de
amarga soledad. Necesita la compañía de sus amigos, “velad conmigo” pero
ellos se durmieron.
Y después el beso que traiciona, la flagelación, las espinas, la
cruz, los clavos en pies y manos, la lanza que penetra en su costado, la
muerte. “Al que no conoció el pecado, Dios lo trató por nosotros, como
el propio pecado, para que, por medio de él, nosotros sintamos la fuerza
salvadora de Dios” (Cor 5:21).
“El fue triturado por nuestros crímenes, sobre él descargó el castigo que nos sana” (Is 53:5).
Cristo se acerca al Padre en esa hora de redención, los pecados de la
humanidad están sobre Cristo misteriosamente. El pecado es el rechazo a
Dios. Cristo está entre los hombres de todos los tiempos y ese amor es
rechazado, pisado.
Hay que meditar sobre esto:
Yo soy la causa pero también el destinatario de la redención, soy el fin de la obra redentora de Cristo.
Entremos pues, con la fe y la alegría del Domingo de Ramos, alabando a
Jesús desde nuestros corazones, con la confianza y amor que es nuestro
Señor, y preparándonos con la lectura de la Pasión, escuchando la
Palabra de Dios (el mismo Dios que nos habla) para acompañar a Cristo en
la Pasión,
Y desde la cruz con nuestra Madre para todos los seres humanos. María
que al pie de la cruz nos recibe como hijos que aunque algunas veces
perdamos el rumbo, será nuestro faro de luz que nos conducirá
amorosamente hasta su Hijo Jesús