¡Oh!, San Efrén, vos, sois el hijo del Dios de la vida y
su amado santo, y Él, no os dejó jamás e hizo que la cruz
de Cristo abrazaseis, convirtiéndoos en veraz transmisor
de la doctrina cristiana, a través de vuestros versos, tanto
que, os llamaban “la cítara del Santo Espíritu”. No escribías
para éxitos lograr, pero os servíais de la poesía como medio
pastoral. Y, en cada homilía, y en cada sermón la usabais
para, seducir el espíritu de los hombres, mujeres, niños y
ancianos que cautivados os escuchaban de Dios hablar. ¿Y,
cómo no iban a escucharos? Si vos, teníais en la Sagrada
Escritura, la fuente inagotable de vuestra inspiración, que os
daba un saber inagotable en el que, nadie os superaba, y con él,
los misterios sagrados penetrabais de la verdad y de Dios?
Nuestra Señora, nunca de lado quedó, pues vos, que erais su
“amado poeta” le obsequiasteis veinte himnos. A, Ella, todo
el tiempo recurríais y entre otros versos le decíais: “María,
sois más resplandeciente que el sol, conciliadora del cielo
y de la tierra, paz, alegría y salud del mundo, corona de las
vírgenes, toda pura, inmaculada, incorrupta, beatísima, inviolada,
venerable y honorable”. Y, así; y luego de haber gastado vuestra
vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser
con corona de luz, como justo premio a vuestro increíble amor;
¡oh!, San Efrén, “viva voz y cítara de la Santísima Trinidad”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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9 de Junio
San Efrén Diácono y
Doctor de la Iglesia
Año 373
Poco es lo que sabemos de la vida de San Efrén. Nació en Nisibi, en
la Mesopotamia septentrional a comienzos del siglo IV, probablemente en
el 306. Por lo tanto, tenía siete años cuando Constantino promulgó el
edicto de Milán. Pero parece que Efrén no pudo gozar de la libertad de
culto en el seno de la propia familia, porque el padre era sacerdote
pagano y no estaba de acuerdo con la formación cristiana que la piadosa
madre quería impartirle. A Los 18 años recibió el bautismo y vivió del
propio trabajo, en Edesa, como empleado en un baño público. En el 338
Nisibi fue atacada por Los Persas, y Efrén acudió en su ayuda.
Cuando Nisibi cayó en mano de Los Persas, Efrén, que ya era diácono,
se estableció definitivamente en Edesa en el 365, y allí dirigió una
escuela. Allí murió el 9 de junio del 373. Benedicto XV lo declaró
doctor de la Iglesia en 1920. La tradición nos lo recuerda como un
hombre austero. No conocía el griego y probablemente esta era la razón
por la cual no encontramos en su obra literaria ese influjo teológico
contemporáneo, caracterizado por Las controversias trinitarias. Él es el
transmisor genuino de la doctrina cristiana antigua. El medio usado por
San Efrén para la divulgación de la verdad cristiana es sobre todo la
poesía, por lo cual con razón se lo ha definido “la cítara (o el arpa)
del Espíritu Santo”.
En su época se estaba organizando el canto religioso “alternado” en
Las iglesias. Los iniciadores fueron San Ambrosio en Milán y Diodoro en
Antioquía. El diácono de Nisibi, en Las fronteras de la cristiandad y
del mundo romano, compuso en la lengua nativa poesías de contenido
didáctico o exhortativo, y propias para adaptarlas al canto colectivo.
El carácter popular de sus poesias hizo que pronto se difundieran
muchísimo.
Gracias también a las cuidadosas traducciones en griego,
pronto pasaron de Siria al Oriente mediterráneo.
Efrén no escribía para buscar éxitos literarios; él se servía de la
poesía como un excelente medio pastoral. Hasta en las homilías y en los
sermones usaba este medio como captación y seducción del espíritu. El
profundo conocimiento de la Sagrada Escritura le ofrecía a su rica vena
poética el elemento más original para penetrar en los misterios de la
verdad y sacar útiles enseñanzas para el pueblo de Dios.
Efrén es también el poeta de la Virgen, a la que dirigió 20 himnos y a
quien se dirigía con expresiones de tierna devoción. El llamaba a María
“más resplandeciente que el sol, conciliadora del cielo y de la tierra,
paz, alegría y salud del mundo, corona de las vírgenes, toda pura,
inmaculada, incorrupta, beatísima, inviolada, venerable, honorable…”.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)