Oh, San Quirino de Tivoli, vos, sois
el hijo del Dios de la vida y su amado
santo. Y, fuisteis vos, el que, primero,
el martirio recibisteis de los demás,
“quirinos”, también, así llamados como
vos. Diocleciano, cruel emperador de
entonces, ordenó que todos vieran, que
sacrificios hicierais a los dioses
paganos. Y, vos, con valor, rechazasteis
esta propuesta y marchasteis feliz a
las mazmorras. Y, allí, ni los barrotes,
impidieron que dejaseis de predicar
sobre Cristo. Y, el milagro se produjo,
cuando de pronto, Marcelo, el guardián,
la Cruz de Cristo, abrazó. Quisieron,
de actitud haceros cambiar, pero vos,
rechazasteis aquella infeliz propuesta
y os mantuvisteis, a vuestra fe, fiel.
¡Y, vencisteis vos!. Y Diocleciano, de
rabia lleno, y viendo vuestra valentía
incomparable, ordenó que os arrojaran
al río, atándoos una pierda a al cuello.
Sí, en verdad os quitaron la vida, pero
al hacerlo, os dieron vida eterna, porque,
hoy, corona de luz, lucís, como justo
premio a vuestra entrega de amor y fe;
oh, San Quirino de Tivoli, “fe y luz”.
© 2013 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Junio
San Quirino de Tivoli
Mártir
Etimológicamente significa “del dios Qurinal”. Viene de la lengua latina. Fue uno de los cinco mártires con este nombre en los primeros siglos. Todos sabemos ya los duros golpes que les infligían a los cristianos por el sólo hecho de confesarse como tales. Los emperadores pensaban que era una afrenta contra el imperio y sus muchos dioses protectores.
El Quirino de hoy fue el primero que recibió el martirio. Su cuerpo lo enterraron en las catacumbas de san Ponciano, una vez que lo sacaron del río Tíber, en donde lo habían arrojado.
Pero según César Baronio, está en la iglesia de san Lorenzo de Tivoli. Pero hay otro santo con el mismo nombre que se celebra también en este día. Este homonimo fue obispo en Siscia (Croacia).
Siguiendo con la historia de Quirino de Tivoli, cuando Diocleciano hacía de las suyas contra los creyentes. Lo mandó prender para que, delante de todo el mundo, hiciera sacrificios a los dioses, tal y como prescribía el edicto imperial; con la fuerza interior que Dios da a sus amigos, rechazó tal oferta. Entonces lo metieron en la cárcel. Incluso en ella no dejaba de predicar y enseñar la vida de Jesús. De este modo, pudo convertir al guardián Marcelo.
Al cabo de los tres días, otro juez le hizo recapacitar en su decisión. Y se mantuvo fiel en su fe. Cansado y al mismo tiempo admirado de su valentía, dictaminó que lo echaran al río Sava con una piedra atada al cuello.
Los cristianos recogieron su cuerpo y le dieron sepultura. Ya en el siglo V se lo llevaron a Roma y lo colocaron en un mausoleo, detrás de la basílica de san Sebastián en la Via Apia.
Su nombre se hizo muy popular entre los romanos para designar a los Sabinos y los Quirites.