¡Oh!, San Pascual Baylón, vos sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, a quien adorasteis toda
vuestra santa vida, en la Santa Eucaristía. “Pascual”,
os llamaron por haber nacido el día de Pascua y, por
increíble que parezca, fuisteis pastor de ovejas, y
terminasteis en la Orden Franciscana Menor. Un día
gritasteis “¡Ahí viene!, ¡allí está!” Y de rodillas,
caísteis porque visteis a Jesús, Dios y Señor Nuestro.
Descalzo andabais por caminos de piedras y de espinas
llenos, y por compañía, siempre vuestro devocionario.
Fraile ya, vuestros oficios, los más humildes: portero,
cocinero, mandadero y barrendero. Pero, vos, experto
erais en amar a Jesús, en la Eucaristía. Un día, vos,
le dijisteis a Nuestra Señora: “Señora: no puedo
ofreceros grandes cualidades, porque no las tengo,
pero os ofrezco mi danza campesina en vuestro honor”.
Y, de seguro, Ella, feliz debió sentirse. “¡Oh, me
perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro
Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa
Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería
mártir. Pero no fui digno de ese honor”. Así, os
respondíais dentro de vos, por haber perdido aquella
oportunidad, de no hablar de Dios. Poco antes de morir,
el día de Pentecostés, oísteis sonidos de campana
y preguntasteis: “¿De qué se trata?”. Y, os dijeron:
“Es que están en la elevación en la Santa Misa”.
“¡Ah que hermoso momento!”, respondisteis emocionado.
Y, luego, voló, vuestra alma al cielo, para coronado
ser, con corona de luz, como justo premio a vuestra
entrega de amor y fe. Durante vuestro funeral, tenían
vuestro ataúd descubierto, y cuando elevaban la Santa
Hostia en la misa, los presentes admirados vieron
que vos, abríais y cerrabais por dos veces vuestros
ojos. ¡Y, claro! Hasta vuestro cadáver adorar quería
a Cristo en la Eucaristía. Y, así, vuestros restos
para su veneración, se quedaron por tres días seguidos,
por que la gente quería despediros. Santo Patrono
de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna;
¡oh!, San Pascual, “vivo amor por Cristo Eucaristía”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Mayo
San Pascual Baylón
Religioso
(año 1592)
Querido San Pascual: consíguenos del buen Dios un inmenso amor por la Sagrada Eucaristía, un fervor muy grande en nuestras frecuentes visitas al Santísimo y una grande estimación por la Santa Misa. Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y veréis lo que son los milagros (S. J. Bosco).
Le pusieron por nombre Pascual, por haber nacido el día de Pascua
(del año 1540). Nació en Torre Hermosa, Aragón, España. Es el patrono de
los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Desde los 7 años
hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después por 28 será
hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía.
Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el
mejor regalo que le podía ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir
algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba
las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en
cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas
lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el
sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el
pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo,
mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa
Hostia.Un día otros pastores le oyeron gritar: “¡Ahí viene!, ¡allí
está!”. Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús
presente en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor, ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la de
andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna
de las ovejas se pasaba al potrero del vecino le pagaba al otro, con los
escasos dineros que le pagaban de sueldo, el pasto que la oveja se
había comido.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los
franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca
instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que
leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba
sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús
Sacramentado y a la Sma. Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más
humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran
especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en
la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo
empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz
adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante
el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se
quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de
que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí
el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Ayudaba cada día el mayor número de misas que le era posible y
trataba de demostrar de cuantas maneras le fuera posible su gran amor a
Jesús y a María. Un día un humilde religioso se asomó por la ventana y
vio a Pascual danzando ante un cuadro de la Sma. Virgen y diciéndole:
“Señora: no puedo ofrecerte grandes cualidades, porque no las tengo,
pero te ofrezco mi danza campesina en tu honor”. Pocos minutos después
el religioso aquel se encontró con el santo y lo vio tan lleno de
alegría en el rostro como nunca antes lo había visto así. Cuando los
padres oyeron esto, unos se rieron, otros se pusieron muy serios, pero
nadie comentó nada.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento
y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado:
“Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo.
Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría
divina que Dios concede a los humildes”.
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que
atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó:
“¿Dónde está Dios?”. Y él respondió: “Dios está en el cielo”, y el otro
se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: “¡Oh, me perdí
la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho
que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y
sería mártir. Pero no fui digno de ese honor”. Llegado a Francia,
descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de
protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la
Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer
y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la
Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que
hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo que dice la S. Biblia que
sintieron los apóstoles cuando los golpearon por declararse amigos de
Jesús: “Una gran alegría por tener el honor de sufrir por proclamarse
fiel seguidor de Jesús”.
Lo primero que hacía al llegar a algún pueblo era dirigirse al templo
y allí se quedaba por un buen tiempo de rodillas adorando a Jesús
Sacramentado.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía,
entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy
hermosamente. Había recibido de Dios ese don especial: el de un inmenso
amor por Jesús Sacramentado.
Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando
ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario
del altar.
Pascual nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la
fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres
pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de
Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y
parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió
fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana
y preguntó: “¿De qué se trata?”. “Es que están en la elevación en la
Santa Misa”. “¡Ah que hermoso momento!”, y quedó muerto plácidamente.
Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el
momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes
vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta
su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían
ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del
público por tres días seguidos.
Por 200 años muchísimas personas, al acercarse a la tumba de San
Pascual oyeron unos misteriosos golpecitos. Nadie supo explicar el
porqué pero todos estaban convencidos de que eran señales de que este
hombre tan sencillo fue un gran santo. Y los milagros que hizo después
de su muerte, fueron tantos, que el Papa lo declaró santo en 1690.
El Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.