30 julio, 2010

San Pedro Crisólogo

Oh, San Pedro Crisólogo; vos sois
el hijo del Dios de la vida, aquél
que honor hizo, al significado de
vuestro nombre: “el que habla muy
bien”, pues a convertiros llegasteis
en uno de los más famosos oradores
de vuestro tiempo, y tanto, que los
paganos que abundaban en vuestra
zona convertidos fueron por vuestro
hablar dulce, conciso, sencillo y
práctico, pues explicar sabíais
claramente, de la fe la verdad y por
ello, la gente os admiraba porque
vuestro mensaje breve, directo
llegaba directo al corazón. Mucho,
la comunión frecuente recomendabais
a vuestros oyentes y exhortabais a
hacer de la Eucaristía Sagrada, su
alimento de todas las semanas. Hasta
hoy, vuestra esencia nos acompaña,
pues de vos, guardamos maravillosos
sermones, prueba de vuestro amor a
nuestra Santa Madre Iglesia Católica.
Vos, luego de haberos gastado por
el reino de los cielos, entregando
vuestra vida, partisteis a la morada
del Padre eterno, para justo premio
recibir; corona de luz y eternidad;
Oh, Pedro Crisólogo, Santo predicador.

© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Julio

San Pedro Crisólogo
Doctor
Año 451

Crisólogo significa: el que habla muy bien. Este santo ha sido uno de los oradores más famosos de la Iglesia Católica. Nació en Imola (Italia) y fue formado por Cornelio obispo de esa ciudad, por el cual conservó siempre una gran veneración. Este santo prelado lo convenció de que en el dominio de las propias pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la verdadera grandeza, y que este es un medio seguro para conseguir las bendiciones de Dios. Pedro gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de este, Plácida, y por recomendación de ellos los dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena (la ciudad donde vivía el emperador). También gozó de la amistad del Papa San León Magno.

Cuando empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran número de paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que cuando él murió ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en esta capital. A la gente le agradaban mucho sus sermones (y por eso le pusieron el sobrenombre de crisólogo, o sea: el que habla muy bien). Su modo de hablar era conciso, sencillo y práctico. Sabía explicar muy claramente las principales verdades de la fe. A ratos se entusiasmaba tanto mientras predicaba, que la misma emoción le impedía seguir hablando, y el público se contagiaba de su entusiasmo y empezaban muchos a llorar.

En los dos meses más calurosos del verano dejaba de predicar y explicaba así jocosamente a sus oyentes el porqué de esta determinación: “en este tiempo de calores tan bochornosos no les predico, porque ustedes se apretujan mucho para escucharme y con estas temperaturas tan altas llegan los ahogos y trastornos, y después le echan toda la culpa de ello a mis sermones”. La gente se admiraba de que en predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las doctrinas más importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien preparados y cuidadosamente redactados. Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa Benedicto XIII.

Recomendaba mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento de todas las semanas. Murió el 30 de julio del año 451. Quiera nuestro buen Dios concedernos que muchos predicadores y catequistas de nuestro tiempo merezcan también el apelativo de Crisólogos: los que hablan muy bien.

Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc, 8, 21)

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pedro_Crisólogo.htm)