Oh, San Carlos Borromeo; vos sois vos, el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, que, al pie
de la letra cumplisteis aquello que Jesús dijo:
“Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que
gasta su vida por Mí, la ganará”. Y, la verdad,
que, así lo hicisteis y la ganasteis, porque, cada
segundo de la vuestra, por el Dios eterno, los
disteis, con prudencia actuando, honor dando
al significado de vuestro nombre: “Hombre
prudente”, pues cada una de las cosas que
hicisteis así, lo decía. Uno de los santos más
dados a la Iglesia y, sobre todo al pueblo, quien
os recuerda hasta hoy fuisteis. Gastasteis vuestra
santa vida por el progreso de nuestra santa
religión. Ayudabais a los desvalidos, necesitados
y pobres. Salvasteis almas por doquier, formasteis
catequistas y fundasteis seminarios. Todo ello,
gracias a las reformas del concilio de Trento,
imponiendo disciplina al clero y a los religiosos,
sin preocuparos de aquellos decires de quienes
renunciar a sus privilegios no querían. Quizás
por ello, blanco fuisteis de atentado mientras
rezabais en vuestra capilla y, luego perdonasteis
a vuestro agresor. Así, erais vos, como el mismo
Cristo. Y, Joven aún, vuestra alma, voló hacia
Dios, quien os premió con corona eterna de luz,
como justo premio a vuestra entrega entera
de amor y os puso, al lado de vuestros amigos:
San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe
Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino;
oh, San Carlos Borromeo, “Cruz, Cáliz y Luz”.
del Dios de la vida y su amado santo, que, al pie
de la letra cumplisteis aquello que Jesús dijo:
“Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que
gasta su vida por Mí, la ganará”. Y, la verdad,
que, así lo hicisteis y la ganasteis, porque, cada
segundo de la vuestra, por el Dios eterno, los
disteis, con prudencia actuando, honor dando
al significado de vuestro nombre: “Hombre
prudente”, pues cada una de las cosas que
hicisteis así, lo decía. Uno de los santos más
dados a la Iglesia y, sobre todo al pueblo, quien
os recuerda hasta hoy fuisteis. Gastasteis vuestra
santa vida por el progreso de nuestra santa
religión. Ayudabais a los desvalidos, necesitados
y pobres. Salvasteis almas por doquier, formasteis
catequistas y fundasteis seminarios. Todo ello,
gracias a las reformas del concilio de Trento,
imponiendo disciplina al clero y a los religiosos,
sin preocuparos de aquellos decires de quienes
renunciar a sus privilegios no querían. Quizás
por ello, blanco fuisteis de atentado mientras
rezabais en vuestra capilla y, luego perdonasteis
a vuestro agresor. Así, erais vos, como el mismo
Cristo. Y, Joven aún, vuestra alma, voló hacia
Dios, quien os premió con corona eterna de luz,
como justo premio a vuestra entrega entera
de amor y os puso, al lado de vuestros amigos:
San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe
Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino;
oh, San Carlos Borromeo, “Cruz, Cáliz y Luz”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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4 de Noviembre
San Carlos Borromeo
Cardenal Arzobispo de Milán
San Carlos Borromeo
Cardenal Arzobispo de Milán
Por: P. Ángel Amo.
Fuente: Catholic.net
Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: Memoria de san Carlos Borromeo, obispo, que
nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo
de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel, preocupado por las
necesidades de la Iglesia de su tiempo, y para la formación del clero
convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su
diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas
normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de
ayer (1584)
Etimología: Carlos = Prudente y dotado de noble inteligencia, es de origen germánico.
La gigantesca estatua que sus conciudadanos le dedicaron en Arona,
sobre el Lago Mayor en el norte de Italia, expresa muy bien la gran
estatura humana y espiritual de este santo activo, bienhechor y
comprometido en todos los campos del apostolado cristiano.
Había nacido en 1538. Sobrino del Papa Pío IV, fue creado cardenal
diácono cuando sólo tenía 21 años. El mismo Papa lo nombró secretario de
Estado, siendo el primero que desempeñó este cargo en el sentido
moderno. Aún permaneciendo en Roma para dirigir los asuntos, tuvo el
privilegio de poder administrar desde lejos la arquidiócesis de Milán.
Cuando murió su hermano mayor, renunció definitivamente al título de
conde y a la sucesión, y prefirió ser ordenado sacerdote y obispo a los
24 años de edad. Dos años después, muerto el Papa Pío IV, Carlos
Borromeo dejó definitivamente Roma y fue recibido triunfalmente en la
sede episcopal de Milán, en donde permaneció hasta la muerte, cuando
tenía sólo 46 años.
En una diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia,
Suiza, Piamonte y Liguria, Carlos estaba presente en todas partes. Su
escudo llevaba un lema de una sola palabra: “Humilitas”, humildad. No
era una simple curiosidad heráldica, sino una elección precisa: él,
noble y riquisimo, se privaba de todo y vivía en contacto con el pueblo
para escuchar sus necesidades y confidencias. Fue llamado “padre de los
pobres”, y lo fue en el pleno sentido de la palabra. Empleó todos sus
bienes en la construcción de hospitales, hospicios y casas de formación
para el clero.
Se comprometió en llevar adelante las reformas sugeridas por el
concilio de Trento, del que fue uno de los principales actores. Animado
por un sincero espíritu de reforma, impuso una rígida disciplina al
clero y a los religiosos, sin preocuparse por las hostilidades que se
iban formando en los que no querían renunciar a ciertos privilegios que
brindaba la vida eclesiástica y religiosa. Fue blanco de un atentado
mientras rezaba en la capilla, pero salió ileso, perdonando
generosamente a su atacante.
Durante la larga y terrible epidemia que estalló en 1576, viajó a
todos los rincones de su diócesis. Empleó todas las energías y su
caridad no conoció límites. Pero su robusta naturaleza tuvo que ceder
ante el peso de tanta fatiga. Murió el 3 de noviembre de 1584. Fue
canonizado en 1610 por el Papa Pablo V.