11 diciembre, 2011

Tercer Domingo de Adviento


Tercer Domingo de Adviento

Semana 3:

Han llegado los tiempos mesiánicos

« Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca. » (Antífona de Entrada, Flp 4, 4.5)

« Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad - fiesta de gozo y salvación - y poder celebrarla con alegría desbordante. Por nuestro Señor. » (Oración Colecta)

Comienzo de la Celebración en torno a la Corona de Adviento

Guía:

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

Guía:

Ven Espíritu Santo,

Todos:

llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Guía:

Envía tu Espíritu creador.

Todos:

Y renovarás la faz de la tierra.

Guía:

¡Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo!, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Bienvenida

Guía:

Una vez más nos reunimos, atentos al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro Salvador reuniéndonos en torno a esta corona.

(Se enciende la tercera vela)

Palabra de Dios

Guía:

Escuchemos la Palabra de Dios.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 1, 6-8.19-28)

En medio de vosotros está uno a quien no conocèis
« Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz, y este fue el testimonio de Juan, a que le preguntaran: '¿Tú quién eres?' Él confesó sin reservas: 'Yo no soy el Mesías.' Le preguntaron: '¿Entonces qué? ¿Eres tú Elías?' Él dijo: 'No los soy.' '¿Eres tú el Profeta?' Respondió: 'No.' Y le dijeron: '¿Quién eres?' Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, '¿qué dices de ti mismo?' Él contestó: 'Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Allanad el camino del Señor' (como dijo el Profeta Isaías.' Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: 'Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?' Juan les respondió: 'Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.' Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.»

Lector:

Palabra de Dios.

Todos:

«Credo».

Reflexión

Guía:

Él ha venido como el médico que cura las más profundas enfermedades del hombre. Por esto, la peor de nuestras enfermedades, el pecado, en esta visión de la gran misericordia del Señor, es simplemente un obstáculo porque el Salvador divino ha venido a socorrernos.

Diálogo

(Después de unos momentos de silencio, el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)

Compromiso

Guía:

Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:

Señor, ayúdanos a permanecer en vela guardando la venida de tu Hijo, con la lámpara de la fe encendida y con una gran dosis de humildad. ¿Tiene aceite mi lámpara? ¿Por cuánto tiempo?

(Reflexión en silencio)

Despedida

Guía:

Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.

Todos:
Amén.

Guía:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos:
Amén.

(Se puede continuar la celebración con villancicos y juegos)

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San Dámaso


Oh, San Dámaso, vos, sois, el hijo
del Dios de la vida y que, humilde
como erais, os sentisteis por el
obrar de tantos santos y mártires
maravillado que, sus vidas dieron
por la causa de Cristo; Dios y Señor
Nuestro, y que, vos mismo, sus
epitafios redactasteis en cada una
de sus tumbas, para que, sus vidas,
conocidas fueran por la posteridad,
y por los cientos de miles de hombres
que, clamaron y claman hoy y por
siempre, su intercesión. Para vos,
más y mayor manjar, no existió
jamás, que, la Santa Biblia leer y
donde sabiduría bebisteis y la
diseminasteis en cada palabra que
de vuestro corazón salía, en cada
evangelizador sermón, y por ello, de
luz corona recibisteis, que brilla hoy,
de Dios Padre, Todopoderoso;
Oh, San Dámaso; “domador” y luz.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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11 de Diciembre
San Dámaso
Pontífice
Año 384

Que San Dámaso y su secretario San Jerónimo nos consigan del buen Dios la gracia de amar, meditar y hacer amar y meditar mucho la S. Biblia. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Este Pontífice se hizo famoso por haber redactado y hecho grabar los epitafios o lápidas en los sepulcros de muchos famosos mártires de las catacumbas de Roma.

Era de familia española. Fue secretario de los Pontífices, San Liberio y San Félix, y al ser elegido Papa, en el año 366, hizo honor a su nombre, que significa “domador”, porque tuvo que sofocar una sangrienta rebelión que en Roma se levantó contra él.

Tuvo como secretario al gran San Jerónimo, al cual le encargó que tradujera la S. Biblia al idioma popular, y esta traducción llamada “La Vulgata”, fue la que empleó la Iglesia Católica durante 15 siglos.

San Jerónimo dice de él: “era un hombre puro, que fue elegido para dirigir a una Iglesia que debe ser pura”. Sus epitafios sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas (o subterráneos de Roma) se han conservado muy bien, y de varios santos lo único que sabemos se debe a lo que él escribió sobre sus tumbas. Así por ej. de San Tarcisio, el mártir de la Eucaristía, etc. Era excelente poeta.

San Dámaso redactó su propio epitafio así: “Yo, Dámaso, hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo. Espero que Jesucristo que resucitó a Lázaro, me resucite también a mí en el último día”.

Desde muy joven, su lectura preferida fue la S. Biblia, y decía que el manjar más exquisito que había encontrado en toda su vida era la Palabra de Dios.

Dicen que él fue el que introdujo en las oraciones de los católicos el “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”.

Durante todo su pontificado se preocupó por obtener que los obispos de todas las naciones reconocieran al Pontífice de Roma como el obispo más importante del mundo.

A la edad de ochenta años murió el 11 de diciembre del año 384 y fue sepultado en la tumba que él mismo se había preparado humildemente, alejado de las tumbas de los santos famosos de Roma. Después construyeron sobre su sepulcro la basílica llamada San Dámaso.