11 diciembre, 2011

San Dámaso


Oh, San Dámaso, vos, sois, el hijo
del Dios de la vida y que, humilde
como erais, os sentisteis por el
obrar de tantos santos y mártires
maravillado que, sus vidas dieron
por la causa de Cristo; Dios y Señor
Nuestro, y que, vos mismo, sus
epitafios redactasteis en cada una
de sus tumbas, para que, sus vidas,
conocidas fueran por la posteridad,
y por los cientos de miles de hombres
que, clamaron y claman hoy y por
siempre, su intercesión. Para vos,
más y mayor manjar, no existió
jamás, que, la Santa Biblia leer y
donde sabiduría bebisteis y la
diseminasteis en cada palabra que
de vuestro corazón salía, en cada
evangelizador sermón, y por ello, de
luz corona recibisteis, que brilla hoy,
de Dios Padre, Todopoderoso;
Oh, San Dámaso; “domador” y luz.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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11 de Diciembre
San Dámaso
Pontífice
Año 384

Que San Dámaso y su secretario San Jerónimo nos consigan del buen Dios la gracia de amar, meditar y hacer amar y meditar mucho la S. Biblia. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Este Pontífice se hizo famoso por haber redactado y hecho grabar los epitafios o lápidas en los sepulcros de muchos famosos mártires de las catacumbas de Roma.

Era de familia española. Fue secretario de los Pontífices, San Liberio y San Félix, y al ser elegido Papa, en el año 366, hizo honor a su nombre, que significa “domador”, porque tuvo que sofocar una sangrienta rebelión que en Roma se levantó contra él.

Tuvo como secretario al gran San Jerónimo, al cual le encargó que tradujera la S. Biblia al idioma popular, y esta traducción llamada “La Vulgata”, fue la que empleó la Iglesia Católica durante 15 siglos.

San Jerónimo dice de él: “era un hombre puro, que fue elegido para dirigir a una Iglesia que debe ser pura”. Sus epitafios sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas (o subterráneos de Roma) se han conservado muy bien, y de varios santos lo único que sabemos se debe a lo que él escribió sobre sus tumbas. Así por ej. de San Tarcisio, el mártir de la Eucaristía, etc. Era excelente poeta.

San Dámaso redactó su propio epitafio así: “Yo, Dámaso, hubiera querido ser sepultado junto a las tumbas de los santos, pero tuve miedo de ofender su santo recuerdo. Espero que Jesucristo que resucitó a Lázaro, me resucite también a mí en el último día”.

Desde muy joven, su lectura preferida fue la S. Biblia, y decía que el manjar más exquisito que había encontrado en toda su vida era la Palabra de Dios.

Dicen que él fue el que introdujo en las oraciones de los católicos el “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén”.

Durante todo su pontificado se preocupó por obtener que los obispos de todas las naciones reconocieran al Pontífice de Roma como el obispo más importante del mundo.

A la edad de ochenta años murió el 11 de diciembre del año 384 y fue sepultado en la tumba que él mismo se había preparado humildemente, alejado de las tumbas de los santos famosos de Roma. Después construyeron sobre su sepulcro la basílica llamada San Dámaso.


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