07 julio, 2011

San Fermín y San Llídio





Oh, San Fermín, vos sois el
hijo del Dios de la vida, y
el mismo, que lustre disteis
al significado de vuestro
nombre “firmus”, el firme,
el valeroso y que, al pie de
la letra, cumplisteis en la
tarea, de a los paganos, a la
fe de Nuestro Señor Jesucristo
convertir. Pamplona y Navarra,
de vuestra entrega de amor y
fe saben y que, ante la pagana
orden de no hacerlo más, os
negasteis y aquél impío, os
mandó la cabeza cortar, como
si al hacerlo, terminara con
vuestra alma y vuestro espíritu
que hacia Dios, prestos volaron.
Pamplona os recuerda hoy con
grande alegría y fervor, pues
como vos, nadie más para haber
evangelizado y vuestra sangre
haber derramado y en mártir
haberos convertido, luciendo
hoy, corona de eterna de luz;
oh, San Fermín, santo y mártir.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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7 de julio
San Fermín Obispo y Mártir
Siglo IV.

Este Santo es el famoso patrono de las “Corridas de San Fermín” en España. Su nombre proviene de “Firmus”, el firme, el valeroso.
Nació en Pamplona, España, lo convirtió a la Fé San Honesto, un discipulo de San Saturnino, y lo consagro el Obispo de Toulose, el cual lo envío a predicar por Francia. San Fermín construyó un templo en Amiens, y en esa ciudad convirtió muchos paganos al cristinanismo. Amiens recibió también el martirio por proclamar la fe en Jesucristo.

Predicó San Fermín con mucho fruto en las regiones de Pamplona y Navarra y logró dejar ahí muchos sacerdotes fervorosos, los cuales reafirmaron la fe católica en aquellas tierras. Cuando se fue de allí, la mayoría de los paganos de la región se habían vuelto cristianos. En Francia un gobernador lo puso preso, pero el pueblo invadió la cárcel y lo liberó.

Más tarde el jefe pagano de Amiens le ordenó que dejara de predicar la religión de Cristo. Como Santo no quiso dejar de predicar la verdadera religión, entonces el gobernador le mandó cortar la cabeza. Y así obtuvo lo que más quería en toda su vida : derramar su sangre por Jesucristo y llegar a ser mártir de nuestra santa religión.

La ciudad de Pamplona celebra su fiesta, cada 7 de julio con grandes regocijos populares. Quiera Dios que nuestros religiosos y apóstoles, no dejen nunca de predicar y enseñar, sin cansarse, ni desanimarse, la verdadera religión de Jesús. Aunque ello les cueste grandes sacrificios.


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Oh, San Ilidio, vos sois el
hijo del Dios de la vida, y
grande taumaturgo de Auvergne.
A vos recurrió Máxime, pues
una hija, del demonio poseída
tenía y actuasteis vos y en
el acto la curasteis, y aquél
hombre, absorto por el milagro,
os ofreció dinero, que vos os
negasteis a recibir; pues sólo
queríais que fuera él, justo,
correcto y honesto para con la
iglesia. San Gregorio de Tours,
de vos hablaba: “sus milagros
son innumerables, tantos, que
no todos pueden ser registrados”
y de ellos muchos, después de
muerto ocurrieron y hoy, con
justicia toda, lucís corona de luz,
oh, San Ilídio, santo “milagroso”.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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San Ilídio Obispo de Clermont

(Auvergne, Francia).

San Ilídio fue el cuarto obispo de los Auvergneses, según san Gregorio de Tours. Su nombre podría tener como origen el río Allier: el santo nació en sus riberas y allí comenzó también su veneración. La vida de san Ilídio fue escrita por san Gregorio de Tours siguiendo la tradición de la Iglesia de Clermont. San Ilídio asumió su episcopado a continuación del de San Leogontius, hacia el año 370. Su reputación de santidad se extendió hasta la capital de Trier, en el Mosela.

El emperador (usurpador) Maxime tenía una hija poseída del demonio, incurable. Él recurrió al taumaturgo de Auvergne: Ilídio fue solicitado; éste llegó, actuó y venció; con simplemente poner un dedo en la boca de la joven, ella sintió inmediatamente la curación. El emperador, agradecido y sorprendido, le ofreció una gran cantidad de dinero, pero Ilídio la rechazó. Simplemente pidió que el acostumbrado tributo de vino y maíz otorgado a la Iglesia – hasta entonces pagados en especies – fueran convertidos en dinero efectivo. Ilídio regresaba a su casa cuando fue sorprendido por la muerte. Debía ser el año de 384, puesto que en el Concilio de 385 Clermont ya tenía como obispo a Népotien.

Dos siglos después de su muerte, la veneración a Ilídio permanecía tan viva como desde sus mismos comienzos en Clermont – en tiempos de san Gregorio de Tours – quien ya entonces decía: “sus milagros son innumerables, tantos que no todos pueden ser registrados “. Muchos de ellos ocurrieron en el lugar de la tumba del santo, situada en la cripta de Santa María de los Santos, la cual después se convirtió en la Basílica de San Ilídio.

Cuando Gregorio se convierte en obispo le dedica un oratorio que aún guarda sus reliquias. Los normandos quemaron la Basílica de San Ilídio en el año 865. Fue reedificada en el siglo X y asignada como monasterio benedictino. Hacia el año 916, un monje publicó una nueva biografía del santo, atribuyéndole aún más milagros. (Tomado de “Vie des Saints et des Bienheureux selon l’ordre du calendrier, avec l’historique des fêtes” de los Padres Benedictinos de París).