05 septiembre, 2016

Santa Teresa de Calcuta

 
 


¡Oh!, Santa Teresa de Calcuta, vos, sois la hija del Dios
de la vida, su amada santa y mensajera de su amor, y que,
perteneciendo a las “Hermanas de Loreto”, en Esposa de Jesús
os convertisteis. Vuestra vida, llena de alegría, de caridad,
de altruismo, de coraje, de trabajo y un talento natural
de organizadora. Todo ello, lo recibisteis de Dios, pues,
vuestra sed de amor y de almas, se apoderó de vuestro corazón,
unida al deseo de saciar la sed de Jesús. Él, os reveló
sus deseos, de hallar “víctimas de amor” que “irradiasen a
las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”. “No puedo ir solo”,
os confió, al mostraros su dolor por el olvido de los pobres,
su pena por la ignorancia que tenían de Él y, el deseo de ser
amado por ellos. Así, os pidió que fundaseis las “Misioneras
de la Caridad”, destinada al servicio “de los más pobres,
entre los pobres”. Y, así, os dedicasteis a visitar familias
pobres entre las más pobres, sus heridas lavando, socorriendo
ancianos y mujeres con males físicos y del alma. Cada día
en comunión entrabais con Jesús, en la Santa Eucaristía y
salíais de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y
servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos
de los que nadie se ocupaba”. El mundo conoció el derroche
de vuestro amor, y, por vuestra tarea y obra extraordinaria,
recibisteis el Premio Indio “Padmashri”, y más tarde, el
“Premio Nobel de la Paz”. Y, aunque, vuestra exterior obra,
reconocida fue, os invadió una “oscuridad interior”, una
“dolorosa noche”, que tuvo como final feliz, a una siempre y
más profunda unión con Dios. Y, así, luego de haber gastado
vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser con corona de luz, como premio a vuestro amor;
¡Oh!, Santa Teresa de Calcuta, “viva luz de Cristo en los pobres”.


 
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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"Ven y se Mi luz" 

¡Oh!, Santa Teresa de Calcuta!
caridad de caridades, un día
susurrote el Bien Amado:
“Ven y sé mi luz”; y fue así,
tu caminar hasta el cielo,
caridad de caridades. ¡Aleluya!

Teresa de los miserables
harapientos y hambrientos
de los leprosos y los huérfanos
y de las madres sin hogar:
¡Misioneras de la caridad!.

¡Oh, Santa Teresa de Calcuta!
caridad de caridades, un día
susurrote el Bien Amado:
“Ven y sé mi luz”; y fue así,
tu caminar hasta el cielo,
caridad de caridades. ¡Aleluya!

© 2007 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Septiembre
Santa Teresa de Calcuta
Fundadora de las Hermanas de la Caridad
(1910-1997)


“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas” .

Esta mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de si hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado Corazón, en la que ella estaba muy integrada.

Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpétua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.

El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.

Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.


El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. 

Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.


Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó sólamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.

Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.

Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.


Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.


Menos de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó los decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa.


Fue beatificada por San Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003. Y canonizada 13 años después por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el 04 de septiembre del 2016 dentro de la celebración del Jubileo de los voluntarios y operarios de la misericordia.

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Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios. Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.

La eucaristía es el signo más tangible del amor de Dios por el hombre, ya que renueva permanentemente su sacrificio por amor a nosotros. Y es la Misa, nuestra oración diaria, el lugar donde nos ofrecemos con y por Cristo para ser distribuidos entre los más pobres de los pobres.

La eucaristía es el misterio de nuestra unión profunda con Cristo.

Una Sonrisa

Una sonrisa en los labios alegra nuestro corazón, conserva nuestro buen humor, guarda nuestra alma en paz, vigoriza la salud, embellece nuestro rostro e inspira buenas obras.
Sonriamos a los rostros tristes, tímidos, enfermos, conocidos, familiares y amigos.
Sonriámosle a Dios con la aceptación de todo lo que El nos envié y tendremos el merito de poseer la mirada radiante de su rostro con su amor por toda la eternidad.
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Oración para sonreír

Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.
Que mis ojos sonrían diariamente por el cuidado y compañerismo de mi familia y de mi comunidad.
Que mi corazón sonría diariamente por las alegrías y dolores que compartimos.
Que mi boca sonría diariamente con la alegría y regocijo de tus trabajos.
Que mi rostro dé testimonio diariamente de la alegría que tú me brindas.
Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor. Amén.

Palabras de la Madre Teresa

He nacido en Albania. Ahora soy una ciudadana de la India. También soy una monja católica. En mi trabajo pertenezco a todo el mundo. Pero en mi corazón sólo pertenezco a Cristo.
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El fruto del silencio es la oración El fruto de la oración es la fe El fruto de la fe es el amor El fruto del amor es el servicio El fruto del servicio es la paz.
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Cuanto menos poseemos, más podemos dar. Parece imposible, pero no lo es. Esa es la lógica del amor.
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En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo.

Este amor debe resultar del sacrificio de sí mismos y ha de sentirse hasta que haga daño.

Haz las cosas pequeñas con gran amor.


La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro precisamos que toda familia viva feliz.


Empieza transformando todo lo que haces en algo bello para Dios.


No cierren las puertas a los pobres; porque los pobres, los apestados, los caídos en la vida, son como el mismo Jesús.


Los pobres son la esperanza del mundo porque nos proporcionan la ocasión de amar a Dios a través de ellos. Son el don de Dios a la humanidad, para que nos enseñen una manera diferente de amarlo, buscando siempre la manera de dignificarlos y rescatarlos.

Ellos son el signo de la presencia de Dios entre nosotros, ya que en cada uno de ellos es Cristo quien se hace presente.Por eso, Él no nos preguntará cuántas cosas hicimos, sino cuánto amor pusimos en ellas.


Preferiría cometer errores con gentileza y compasión antes que obrar milagros con descortesía y dureza.

La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino mas bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos. El mayor mal es la falta de amor y caridad, la terrible indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado de la calle, asaltado por la explotación, corrupción, pobreza y enfermedad.

Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido.


Dios siempre cuida de sus criaturas, pero lo hace a través de los hombres. Si alguna persona muere de hambre o pena, no es que Dios no la haya cuidado; es porque nosotros no hicimos nada para ayudarla, no fuimos instrumentos de su amor, no supimos reconocer a Cristo bajo la apariencia de ese hombre desamparado, de ese niño abandonado.


Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto para llenar el corazón del que amamos.

La Vida

La vida es una oportunidad, aprovéchala. La vida es belleza, admírala. La vida es beatitud, saboréala. La vida es sueño, hazlo realidad. La vida es un reto, afróntalo. La vida es un deber, cúmplelo. La vida es un juego, juégalo. La vida es preciosa, cuídala. La vida es riqueza, consérvala. La vida es amor, gózala. La vida es misterio, devélalo. La vida es promesa, cúmplela. La vida es tristeza, supérala. La vida es himno, cántalo. La vida es combate, acéptalo. La vida es una tragedia, domínala. La vida es aventura, arrástrala. La vida es felicidad, merécela. La vida es la vida, defiéndela.

(http://www.ewtn.com/motherteresa/reflection_sp.htm)